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Los pueblos indígenas de Guatemala y la lucha por la democracia

Fuentes: Rebelión

Dos hechos confluyeron en el tiempo en estos días. La ola de violencia delincuencial que se desató en Ecuador y la posesión de Bernardo Arévalo, presidente progresista en Guatemala, que contra viento y marea logró acceder a ese cargo. Son dos situaciones relacionadas y que muestran las realidades y dinámicas de lo que ocurre en América Latina.

Para ilustrar este corto escrito presento dos (2) artículos. En el primero, de Sergio Palencia, publicado en Prensa Comunitaria, se muestra cómo los pueblos indígenas de Guatemala usan su fuerza comunitaria (democracia del k’axk’ol, de la aldea y del barrio) para defender la posesión del presidente progresista y derrotar a sus enemigos históricos, la oligarquía finquera y corrupta.

En el segundo, de Raúl Zibechi publicado en el periódico Desde Abajo,  el autor llama a los pueblos indígenas a “enconcharse” y no involucrarse en la lucha por ampliar la democracia liberal-burguesa. En su argumentación, mete en el mismo costal del “Estado” a fascistas de derecha y a progresistas de izquierda, y plantea que la construcción de “gobiernos autónomos” es una tarea incompatible con la lucha por la democracia. Según él, nunca debe contemplarse esa opción.

Es cierto que está en marcha desde hace varias décadas (Colombia, México, Haití) la estrategia de “ensuciar el agua para matar al pez” que denuncia Zibechi, apoyándose en lo planteado por Pablo Dávalos, en donde las castas dominantes y el imperio utilizan las economías criminales y a sus agentes delincuenciales para desestabilizar las sociedades y Estados e imponer gobiernos autoritarios y dictatoriales y, así, derrotar tanto a los pueblos indígenas que se resisten como a las fuerzas democráticas que rechazan esas salidas.

Pareciera que Zibechi llega a la teoría del “enconchamiento” con base en una evaluación algo sesgada de lo ocurrido en Chile y Ecuador. Lo que ha ocurrido, en realidad, es que las fuerzas democráticas de la sociedad lideradas por Boric y Correa, no han sabido interpretar y coincidir con las luchas de los pueblos originarios, pero también, los pueblos indígenas se han confundido y dividido en torno a cómo construir autonomía y, a la vez, incidir en la política estatal. En Chile, algunos sectores mapuches se han “enconchado” y, otros, se ilusionaron más de la cuenta con la vía constitucional. En Ecuador, el “anticorreísmo” llevó a sectores indígenas a perder el rumbo y aliarse con las derechas.  

En Colombia y México, esa estrategia desestabilizadora lleva varias décadas de aplicación. La “guerra contra las drogas” impuesta por los EE.UU. sólo ha servido para ocultar la intervención de grandes corporaciones capitalistas que usan a narcos, guerrillas degradadas y paramilitares para despejar y apropiarse de estratégicos territorios ricos en recursos naturales y biodiversidad, y despojar y desplazar a las poblaciones nativas de sus tierras. Y paralelamente, canalizar de muchas formas los recursos que producen esas economías ilegales hacia su sistema financiero. Así lo hicieron en Vietnam, Laos, Camboya y Afganistán.

Ahora, esa estrategia es utilizada para desestabilizar a naciones y países que están buscando nuevas alternativas para resolver sus problemas históricos. En Colombia, un gobierno progresista intenta empoderar a los pueblos y comunidades rurales para acabar con las economías ilícitas (narcotráfico y minería ilegal). Aspira quitarle el combustible financiero a los grupos armados que están al servicio de esas economías pero rechaza la estrategia militar, represiva y autoritaria  de Bukele (por la que empieza a transitar Noboa en Ecuador), que es la misma que aplicó Duterte en Filipinas sin lograr resolver el problema estructural.

Menos mal que al interior de los zapatistas mexicanos la estrategia del “enconchamiento” empieza a ser cuestionada y debatida. Están siendo afectados por el cerco de muerte que desarrollan los narcos y el paramilitarismo financiado por las fuerzas más reaccionarias de ese país. Y también, están siendo acorralados por los avances de los macro-proyectos impulsados por el gobierno de AMLO (Corredor Interoceánico y el llamado Tren Maya).

De acuerdo a los comunicados emitidos en los últimos meses por el subcomandante Moisés y otros dirigentes, ellos y ellas están reflexionando y mirando el qué hacer. Dicen que hay que “buscar por todos lados”, “pensar el camino y el paso”, “volver sobre el camino de la memoria” y “nos preguntamos que qué hacemos”. Y rematan con esto: “Pero vemos a esos hermanos que hacen así de que les vale madre lo que les pase a otros, que sólo miran por ellos, y pues igual les toca. Se creen a salvo encerrados en sí mismos. Pero de balde”.

Es alentador saber que un proceso tan importante como el que desarrollan los pueblos indígenas del sur de México, estén revisando su estrategia. Nadie puede “creerse a salvo encerrado en sí mismo”. Frente a los planes desestabilizadores y criminales que impulsa el gran capital a nivel global, incluyendo guerras como las de Ucrania y Palestina, nadie está a salvo. Y por ello, es evidente que la lucha por construir autonomía no debe desligarse de la lucha por ampliar los espacios democráticos en cada país, como lo hacen los indígenas de Guatemala.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.