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Los wahabíes quieren armas nucleares

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La clara posibilidad de un acuerdo nuclear entre Irán y los P5+1 (EE.UU., Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania y China) está a solo unas semanas, el 30 de junio.

Por lo tanto hay que conjeturar lo que se propone la siempre paranoica Casa de Saud: Conseguir una bomba nuclear para contrarrestar la inexistente «bomba iraní» que Teherán, a través del Supremo Líder Ayatolá Jamenei, ha rechazado regularmente como no islámica y que en todo caso no podría poseer debido a estrictas inspecciones que formarían parte del acuerdo nuclear final.

El proverbial «exfuncionario del Pentágono» ha filtrado a un periódico de Rupert Murdoch que es muy probable que la Casa de Saud compre una bomba nuclear lista para su uso a Pakistán. La elección del medio noticioso es un indicio, el príncipe Alwalid bin Talal es uno de los principales accionistas de News Corporation.

El «¿Por qué ahora? respecto a la filtración es bastante obvio. Pero quién lo hizo es un territorio más nebuloso.

Mientras tanto, agregando combustible al fuego yihadista, mientras los wahabís en Riad sueñan con poseer armas nucleares, sus correligionarios en «Sirak» agregan una victoria tras otra en el terreno; del ataque contra Palmira, la joya del desierto en Siria en la era de la Ruta de la Seda, a la caída de Ramadi en el antiguo «triángulo de la muerte» en Irak.

La «bomba iraní» realmente nunca fue un problema para los sucesivos gobiernos de EE.UU., solo un pretexto conveniente para arrinconar, acosar, sancionar y «aislar» la República Islámica, el antiguo «gendarme» del Golfo en la era del Sah. El obierno de EE.UU. siempre supo que se pueden comprar bombas nucleares en el mercado negro. Por lo tanto era irrelevante si Teherán podía fabricar un arma nuclear.

La Casa de Saud, por su parte, podría -y el concepto operativo es «podría» – tener una bomba, hace ya mucho tiempo, para contrarrestar a Israel. Y «podría» haber pagado a Islamabad por ella. No existe una prueba definitiva.

Lo que es seguro es que la -inexistente- «bomba iraní» es donde convergen la Casa de Saud, otros acólitos del CCG y, crucialmente, el Gobierno extremista y fundamentalista israelí de Bibi Netanyahu. Todos la consideran una «amenaza existencial» para su sobrevivencia.

El problema es que simplemente no podemos descartar estallidos de ese tipo como simples ejemplos de surrealismo geopolítico. Un mito corriente -muy popular en Washington- dice que Riad cuenta con el reconocimiento de Islamabad ya que la Casa de Saud invirtió miles de millones de dólares en los años 70 para desarrollar el programa nuclear paquistaní, que fue una reacción ante el programa nuclear indio.

La Casa de Saud ya anunció públicamente en diciembre de 2011 que estaba interesada en una bomba nuclear. Pero solo cuando la posibilidad de que progresara un acuerdo nuclear con Irán comenzaría a lanzarse en un intento de controlar la política exterior de EE.UU.

Israel ya entró en el juego en noviembre de 2013, cuando la BBC informó de un supuesto acuerdo nuclear entre Riad e Islamabad. Una cita clave provino de un exjefe de la inteligencia militar israelí, Amos Yadlin: si Irán tuviera una bomba, «los saudíes no esperarían un mes. Ya pagaron por la bomba, irán a Pakistán y traerán lo que tengan que traer.»

Hay que comparar esto con el artificioso príncipe Turki, exjefe de la inteligencia saudí y amigo cercano de un cierto Osama bin Laden, quien siempre ha excluido la posibilidad de una Casa de Saud nuclear. La última vez fue en realidad en abril, en el Pleno Asan Sudcoreano: «Sea lo que sea lo que tengan los iraníes, también lo tendremos».

El nuevo padrino de la caterva de Riad, el rey Salman, quería que Islamabad suministrara tropas para su actual guerra contra Yemen. Islamabad dijo gracias pero no. En su lugar, podría -y la palabra operativa, una vez más, es «podría»- haberse llegado a un acuerdo nuclear, Naturalmente ningún alto funcionario de Riad o Islamabad confirmará algo semejante.

Atención al ángulo paquistaní

El rey Salman es muy consciente del hecho de que en caso de que EI/ISIL/Daesh lograra un cambio de régimen en Siria -lo que sigue siendo una posibilidad remota- el próximo candidato sería la Casa de Saud.

Y luego existe el hecho de que Washington sigue ocultando esas 28 páginas censuradas del secreto del 11-S después de todos estos años. De modo que poseer una bomba nuclear podría ser una póliza de seguro tanto contra Washington como contra la inexistente «bomba iraní».

Más allá de la propaganda, sigue existiendo el hecho de que varias personas muy importantes entre los Amos del Universo están positivamente hartas de la Casa de Saud en una serie de temas cruciales, sobre todo la guerra saudí del precio del petróleo que diezma la industria del petróleo de esquisto estadounidense.

A pesar de todo, jamás se permitirá que la Casa de Saud posea armas nucleares -literalmente- sin la luz verde de Washington.

La perspectiva desde Pakistán ayuda a aclarar la bruma. El jefe del proyecto nuclear paquistaní A.Q. Khan -con cierto apoyo o por lo menos la aquiescencia de Islamabad- vendió tecnología de armas nucleares a Corea del Norte, Irán y Libia. Sin embargo, todo el coste del programa nuclear paquistaní fue de menos de 450 millones de dólares. Numerosos analistas paquistaníes subrayan que fue tan barato porque Islamabad recibió ayuda de China, no de la Casa de Saud.

Tanto Irán como Arabia Saudí son importantes proveedores de energía a China. Tanto Irán como Pakistán serán protagonistas en el emergente proyecto chino de Nueva(s) Ruta(s) de la Seda. Islamabad sería extremadamente imprudente si pusiera en peligro su relación con Pekín al suministrar un arma nuclear que se utilizase para amenazar a un vecino no nuclear -Irán- que no solo es un aliado estratégico de China sino que además tendrá un papel crucial en la solución de los problemas energéticos de Pakistán mediante el gasoducto Irán-Pakistán (IP), financiado parcialmente por -quién iba a ser- Pekín.

Atención a la batalla de Ramadi, remix

El wahabismo tal como se practica en Arabia Saudí -amiga de las decapitaciones- es y será el modelo ideológico de todas las formas de salafismo-yihadismo desencadenadas en Medio Oriente y más allá. Eso se aplica especialmente a su último espectacular amigo de los medios sociales, EI/ISIS/Daesh.

EI/ISIS/Daesh -para consternación del «mundo civilizado»- ha capturado la perla de la Antigua Ruta de la Seda, Palmira. La UNESCO está «preocupada». La Casa Blanca está «preocupada». Palmira es un cruce estratégico en el centro de Siria que permitirá al pseudocalifato lanzar ataques en todas las direcciones y asediar el eje vital del Gobierno sirio, de Damasco a Alepo. Ya se ha apoderado del crucial punto de control fronterizo Siria-Irak de al-Walid, en territorio sirio.

Además más de un tercio de los 200.000 residentes de Palmira ya se han convertido en refugiados. Cientos de personas han sido capturadas como rehenes. Ha comenzado el macabro show de las decapitaciones. ¿Está haciendo algo el Imperio del Caos -que teóricamente está en guerra con el pseudocalifato- para salvar las invaluables ruinas romanas de Palmira de la posible e inminente destrucción por parte de los bárbaros empapados de wahabismo? Por supuesto que no.

Y lo mismo vale para Ramadi, capital de la provincia Anbar, a unos 100 km al oeste de Bagdad, que EE.UU. no «perdió» porque nunca la tuvo. Mientras EI/ISIS/Daesh se regodeaba de su victoria con megáfonos en las principales mezquitas, el Pentágono la describía «como un campo de batalla fluido y disputado» e insistía en «apoyar (a los iraquíes) con la fuerza aérea».

La señal pasa a los centelleantes convoyes de Toyota de los asesinos del Califato riendo con sus klashnikovs mientras dejan su marca en el «campo de batalla fluido y disputado». El Pentágono «apoyará» todo lo que quiera con «fuerza aérea», pero las bombas no interrumpirán la fluidez. Al Pentágono se la han acabado los objetivos. EI/ISIL/Daesh no es un blanco fácil, es una guerrilla asimétrica muy apta a redesplegarse rápidamente.

EI/ISIS/Daesh invirtió mucha planificación estratégica para tomar Ramadi. El simbolismo es de largo alcance, una derrota importante no solo para Bagdad sino también para los del Imperio del Caos que «dirigen desde atrás», aunque un despistado Barack Obama insiste en que «no estamos perdiendo» la lucha contra el Califato.

El primer ministro iraquí Haydar al-Abadi finalmente comienza a comprender. Se reunió con dirigentes de las principales milicias chiíes, las cuales tendrán el trabajo duro cruzando el Éufrates, tratando de recuperar Ramadi antes que los asesinos del Califato decidan avanzar hacia la sagrada Kerala, donde se encuentra la tumba de Imam Husayn, nieto mártir del profeta Mahoma. Es una carrera contra el tiempo porque EI/ISIL/Daesh también puede tratar de controlar bases militares y depósitos de armas iraquíes cercanos.

En cuanto a los jeques tribales suníes cercanos a Ramadi dispuestos a combatir al Califato, estaban -y siguen estando- furiosos porque nunca recibieron el armamento prometido desde Bagdad. Además, nadie sabe por qué el ejército iraquí local no recibió apoyo aéreo. Los helicópteros artillados habrían convertido a numerosos asesinos del Califato en carne picada.

Al-Abadi finalmente actuó al anular su prohibición anterior de que las milicias chiíes operen en la provincia suní Anbar; lo hicieron en primer lugar obedeciendo un comando del venerado Ayatolá Sistani.

Mientras tanto el jefe del Cuerpo Badr y comandante general de las milicias chiíes, Hadi al-Ameri, está seguro de que recuperar Ramadi es más fácil que la campaña del norte de Bagdad en la provincia de Saladino donde las milicias, junto al ejército iraquí, recuperaron Tikrit y Beiji. En ambos casos las bombas del Imperio del Caos jugaron un papel mínimo.

Al-Abadi también se reunió con el ministro de Defensa iraní, el brigadier general Husain Dehqan, en Bagdad; subrayó que tanto Irán como Irak están combatiendo contra el extremismo terrorista suní. Y esencialmente dijo «no apoyamos la guerra contra Yemen», lo que coloca a Bagdad en conflicto directo con Riad.

La cosa se pone mucho mejor. Al-Abadi ha ido a Moscú, donde espera encontrar mucho apoyo y armas. Después de todo, EI/ISIS/Daesh está repleto de chechenos. Moscú quiere que se aplaste al Califato porque si este triunfa constotuirá una amenaza directa de un rebrote yihadista en Chechenia.

Por lo tanto la escena está lista para la Batalla de Ramadi, un remix: las milicias chiíes más las tribus suníes, más uno que otro consejero estadounidense, y una ayuda discreta de Irán y Rusia contra los asesinos del Califato, muchos de ellos mercenarios, apoyados generosamente por diversos acaudalados wahabíes de Arabia Saudí y de todo el Golfo. En lo que se refiere al Imperio del Caos, «divide y vencerás» sigue siendo el juego preferido.

(Copyright 2015 Asia Times Holdings Limited.

Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge (Nimble Books, 2007) y Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).

Fuente: http://atimes.com/2015/05/wahhabis-go-nuclear-literally/