Primero las niñas quedan recluidas. Luego se sientan en un tronco. Sus parientes toman una pequeña vara y les pegan suavemente en la espalda y las piernas. Es un momento importante, de orgullo, cuando dejan de ser niñas para volverse mujeres. Es un ritual de paso de las jóvenes indígenas de la etnia banawá, que viven en el sur del estado de Amazonas, en Brasil.
La ceremonia está a punto de comenzar, pero es interrumpida por misioneros evangélicos que llegan con golosinas y globos y comienzan a distribuirlos a todos. La chica que sería “iniciada” queda indignada con la situación. Se se siente desprestigiada.
“Y todo un rito de la comunidad se reduce a niños comiendo golosinas y jugando con globos”, relata el biólogo Daniel Cangussu, que presenció varios rituales como esos. Los misioneros interrumpen una costumbre ancestral para imponer su propia manera de conmemorar cumpleaños. Otra vez, como hace 500 años, la religión es una forma de conquista.
Daniel fue coordinador del Frente de Protección Etnoambiental (FPE) Madeira-Purus, de la gubernamental Fundación Nacional del Indio (Funai), entre 2010 y 2019. Actuaba tanto en la ubicación de pueblos aislados cuanto en el seguimiento junto a los indígenas de reciente contacto en el sur de Amazonas.
Parte de su trabajo ocurría en la supervisión de la actuación ilegal de misioneros evangélicos: “Cuando me preguntan cuáles son las principales presiones territoriales para los aislados, contesto que no son los madereros, los mineros y los pueblos del entorno. Son los misioneros”.
Históricamente no faltan casos de interferencia de evangélicos fundamentalistas sobre el modo de vivir de los pueblos indígenas, sean ellos aislados o no. Pero el estado de alerta en relación con las embestidas de misiones evangélicas que tienen como objetivo convertir a los indígenas al cristianismo aumentó cuando, en febrero de este año, se realizó el nombramiento de Ricardo Lopes Dias, exmisionero evangélico, como Coordinador General de Indios Aislados y de Reciente Contacto (CGIIRC) de Funai. Ricardo Lopes actuó a lo largo de 10 años junto a la Misión Nuevas Tribus de Brasil (MNTB) en Vale do Jaraví, intentando convertir el pueblo Matsés, justamente esa región alberga la mayor concentración de pueblos aislados del mundo. Con origen en Estados Unidos, MNTB trabaja en la evangelización de indígenas desde los años 1950 y está ligada a epidemias que diezmaron el pueblo Zoé, contactado por misioneros en 1982.
Quien estaba frente a CGIIRC antes era Bruno Pereira, sertanista de larga trayectoria que fue exonerado en octubre de 2019 luego de presión de ruralistas ligados al gobierno de Jair Bolsonaro, pero sin ninguna justificación formal. El despido fue criticado por funcionarios de Funai y entidades indígenas.
El elegido del presidente Bolsonaro para presidir Funai también es blanco de críticas y preocupaciones de indigenistas, que ven un proceso de vaciamiento y precarización de la institución, además de la fragilización de las políticas de protección a los pueblos indígenas. El elegido fue el comisario de la Policía Federal Marcelo Augusto Xavier, ligado a la bancada ruralista.
En 2019, Funai también sustituyó por lo menos ocho de sus 39 coordinadores regionales, los nuevos funcionarios son, en su mayoría, militares o policías. Algo inédito en la historia de la institución.
Escena de «Ex-pajé» (2018), documental de Luiz Bolognesi. Foto: Divulgación
Contacto mortal
En Brasil, los indígenas tienen derecho a permanecer aislados. Es una política instituida en 1987, en el contexto de la elaboración de la nueva Constitución de Brasil, que reconoció una serie de otros derechos antes negados – los pueblos originarios no tenían una existencia jurídica autónoma, por ejemplo.
La estructura pública encargada de ese asunto fue creada con el objetivo de garantizar la protección a los indígenas y de las tierras en las que viven, impidiendo invasiones. Actualmente, hay registro de 114 grupos de aislados, de los cuales 28 están confirmados, los demás están aún bajo investigación.
Las embestidas de los misioneros evangélicos en tierras de indígenas aislados no son novedad, pero se intensificaron con la elección de Bolsonaro y el nombramiento de la pastora evangélica Damares Alves como ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos. Ambos afirmaron ser favorables a la revisión de la política de aislamiento de indígenas.
Figura conectada al activismo conservador y religioso, Alves es un pilar del bolsonarismo en relación a pautas que animan a los apoyadores más militantes del presidente, como la llamada “ideología de género”.
La ministra también es criticada por impulsar el desmantelamiento de las políticas de derechos humanos en el país y por actuar en las embestidas de evangelización de los pueblos indígenas aislados y de reciente contacto. Alves también es fundadora de la ONG Atini, investigada por el Ministerio Público Federal por tráfico y secuestro de niños.
Mujeres indígenas acusan a ministra Damares Alves de tomar a sus hijas ilegalmente. Foto: Daniel Cangussu / Bocado
“La aproximación de los evangélicos a los aislados ha aumentado también por la facilidad que el gobierno Bolsonaro da, al desarticular a Funai y no realizar inspecciones”, afirma Eliesio da SIlva Vargas, abogado indígena que es representante jurídico de la Unión de los Pueblos Indígenas de Vale do Javarí (Univaja).
Por la situación del aislamiento, esos pueblos son mucho más vulnerables a enfermedades y epidemias, e intentos de contacto colocan en riesgo sus vidas. En relación a la pandemia de Covid-19, por ejemplo, de acuerdo con un levantamiento hecho por la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (Apib), hasta 5 de octubre había 34.816 casos de indígenas contaminados por el virus, 837 fallecidos y 158 grupos étnicos afectados.
“El gobierno brasileño es connivente con esa situación. No hace nada y, en la medida en que Funai se sigue omitiendo, la institución apoya la manera en la que estos grupos [misioneros] intentan ‘salvar el alma’ de los indios. Pero están condenando a muerte a esas personas porque, con el ingreso ilegal [a las tierras indígenas y territorios de aislados] van a hacerlos morir como indios pecadores. No tiene sentido”, se indigna Eliesio.
Los aislados son pueblos que viven de manera autosuficiente, con recursos ofrecidos por la naturaleza. Pero precisamente a causa del aislamiento son mucho más vulnerables a enfermedades y epidemias. Contactarlos puede ser mortal.
De acuerdo con Douglas Rodrigues, médico sanitario experto en salud indígena, luego del contacto algunos pueblos perdieron 90% de su población. Es el caso de los Nambikwara. Antes del contacto, eran 10 mil individuos. Nueve mil murieron a causa de epidemias de sarampión, gripe, tos ferina y gonorrea. La información consta en el documento “Asedios y resistencias: Pueblos Indígenas Aislados en Brasil”, producido por el Instituto Socioambiental (Isa).
Vuelos en helicóptero
Helicópteros sobrevuelan el Vale do Javari. Con motores ruidosos, hélices violentas, rompen el silencio armónico de esa zona de bosques, sitio de mayor concentración de indios aislados del país. Sin permiso, los misioneros de la Misión Nuevas Tribus de Brasil se financian con donaciones de Estados Unidos para su campaña.
Para impedir la entrada de nuevos misioneros y pedir la expulsión de los que ya están en tierra indígena, Univaja impulsó una acción civil pública en el ámbito de la Justicia Federal en Tabatinga, Amazonas.
El descontento con el nombramiento de Ricardo Lopes es compartido por entidades indígenas como Apib y la Coordinación de las Organizaciones Indígenas de la Amazonía Brasileña (Coiab), preocupadas con que la presencia de ese gestor abra caminos para cambios en la política de protección de aislados de Funai y la institución se vuelva una herramienta de proselitismo religioso.
“Es aberrante tener a un misionero en la coordinación de los indios aislados, porque el rol de esa coordinación es preservar la integridad física y la autonomía de esos pueblos”, afirma Beatriz de Almeida Matos, profesora de Antropología y Etnología Indígena en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas y en el Programa de Posgrado en Antropología de la Universidad Federal de Pará (UFPA).
La antropóloga contextualiza que la lógica de la mayoría de esas iglesias es que, “si todos los pueblos del mundo conocen la palabra de Jesús, Él volverá”. Entonces, completa, “tener a un misionero como coordinador de la política que debería ser de no-contacto es otra perversión bolsonarista”.
El 9 de septiembre, el indigenista Rieli Franciscato murió cuando una flecha lo alcanzó en el tórax. La flecha fue lanzada por un grupo de indios aislados que fueron vistos cerca de una hacienda en la ciudad de Seringueiras, en Rondônia. En la ciudad viven nuevos pueblos étnicos distintos, de los cuales cinco son aislados. Rieli era uno de los mayores expertos en pueblos indígenas de Brasil y estaba siguiendo al grupo avistado cerca de la hacienda como parte de su trabajo para Funai.
Tales pueblos son frecuentemente perseguidos por madereros y hacendados. No se sabe el motivo exacto del ataque contra Rieli, ni si lo confundieron con otra persona.
Pero la muerte del indigenista generó conmoción y preocupación entre entidades del área, que hicieron pública una nota en la cual afirman que su muerte “revela aún la urgente necesidad de implementación de medidas efectivas de protección de esas poblaciones y de sus territorios cada vez más vulnerados por madereras y personas interesadas en hacerse con la tierra, en una una de las áreas más vulnerables del país”.
Rieli era coordinador de Frente de Protección Etnoambiental Eru-Eu-Wau-Wau de Funai y dedicó 30 años de su vida al cuidado y a la protección de los pueblos aislados.
“Su muerte pone en jaque la política de no contacto. Él representaba todo el acervo técnico para el trabajo sobre el terreno, que está siendo socavado en Funai”, afirma Daniel Cangussu.
El censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) apunta que el porcentaje de indígenas evangélicos saltó de 14% a 25% entre 1991 y 2010. Una encuesta de 2020 del Instituto Datafolha muestra que los evangélicos ya representan el 32% de la población brasileña y, en el norte del país, 39% del total de la población.
Los números indican que las estrategias de los evangélicos para la región han tenido éxito. El proceso de evangelización vive hoy lo que se llama “tercera ola misionera”.
Este artículo fue publicado originalmente por Bocado, una plataforma latinoamericana de información. Este artículo forma parte de una serie sobre la penetración de las Iglesias evangélicas en los pueblos originarios de Brasil.