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Muchas sombras y poca luz

Fuentes: El Viejo Topo

Los opinadores y algunos “politólogos profesionales”, imbuidos unos y otros del preclaro don de la profecía, festejaban hace pocas semanas que el “maná” europeo en forma de ayudas financieras, fluiría rico y abundoso. Proclamaban y proclaman todavía, aunque ahora en sordina, que la Unión Europea de los mercaderes, la que no ha dudado en sangrar, desde el 2008, a los países del sur y ha dejado exagüe a Grecia, ahora nos apoyará. Predicaban los nuevos adivinos de las finanzas que, en un giro coperniquiano, España será salvada de la crisis Covid-19 inyectando el dinero que necesitemos sin contrapartidas. La estruendosa ovación que recibió Pedro Sánchez presentado como el paladín de las finanzas y nuevo salvador de la patria, oculta en realidad terribles sombras.

La primera fanfarria que han blandido los profesionales a sueldo del periodismo es que nuestro país se librará de la visita de los “hombres de negro”. Es una de las pocas cosas en las que podemos estar de acuerdo. No necesitamos a esos personajes porque ya los tenemos en casa. No será un hombre de negro sino una mujer. Es ministra de Asuntos económicos y transformación digital y se llama Nadia Calviño. La actual ministra y fracasada postulante a presidir la Comisión Europea, es una de las voces más neoliberales y ortodoxas del actual gobierno. Sin exagerar la nota podemos afirmar que es la representante del capital transnacional especialmente del alemán. Se siente ungida por la señora Merkel, aunque de poco parece que ha servido su apoyo.

Sabemos que, en las conversaciones previas al acuerdo europeo, la ministra evitó que se materializara la propuesta de mutualización de la deuda a través de los llamados coronabonos, cerrando la puerta al avance de quienes así lo proponían (Francia e Italia principalmente). Para ello presentó una propuesta alternativa, que no era sino secundar veladamente las posiciones defendidas por Alemania; esa propuesta sentó las bases del acuerdo alcanzado. Se estableció un grado de compromiso mucho más laxo por parte de los países más reacios y criterios donde la competición entre Estados primaba sobre la cooperación. Al rechazar la mutualización de la deuda, Nadia Calviño allanó el terreno a la postura alemana y de los países del norte que no querían contribuir.

Finalmente, rubricado el acuerdo sabemos que, aunque nominalmente es la Comisión la que se endeuda, el préstamo no lo devolverá ésta sino los estados vía aportaciones a la UE, lo que es en realidad un nuevo rescate encubierto a la Banca Europea. La Comisión pedirá dinero en los mercados, no al BCE, como podría hacer, ahorrando intereses. Los 750.000 millones de euros tendrán, por otra parte, la mejor calidad crediticia, serán del tipo AAA, un auténtico “chollo” para el sistema financiero europeo.

Es Alemania la que está detrás de la dura negociación con los países del Norte. Berlín no ha tenido una postura “progresista” ni neutral, como loa la prensa, ha velado por sus intereses, como siempre. El papel de malo de la película lo ostentan el primer ministro holandés Mark Rutte y el canciller austriaco Sebastian Kurz, que han conseguido que sean los países próximos a Berlín los grandes beneficiados. Así mismo, Merkel es la más interesada en no trastocar la situación actual, que le permite controlar el mercado intraeuropeo. El Sur de Europa, una vez impuesta la desindustrialización en España (fue la condición para aceptar el euro) se convirtió en un gran mercado para los productos alemanes prácticamente en régimen de monopolio[1]. Se nos adjudicó el papel de país de servicios turísticos, nuestras exportaciones fueron el sol y la playa. Con estas premisas y el ejemplo de la crisis del 2008 no podíamos esperar una ayuda desinteresada del Norte, es por ello que las proclamas de los políticos españoles para reindustrializar a nuestro país suenan a hueco. El diseño de esta UE ha significado un balón de oxígeno para las economías centroeuropeas. Ahora los planes de reestructuración profundizarán ese camino. Las ayudas que recibirá España se emplearán fundamentalmente en comprar productos o servicios y pagar deudas (entre cuyos principales tenedores se hallan también los alemanes).  España no podrá utilizar esos ingresos para generar industria o I+D propios.

En los próximos meses las ayudas a la “economía verde”, por ejemplo, o el sector de la automoción se transformarán en ayudas indirectas a la industria del Norte europeo como por ejemplo Volkswagen. Nuestro país podrá mantener algunas plantas de montaje pero la investigación, el diseño, las nuevas patentes, la nueva industria, basada en el vehículo eléctrico y los beneficios de los nuevos modos de producción quedarán para Alemania. Ese país no va a permitir que nadie le haga la competencia. Con el sur de Europa controlado, ahora mira hacia el este europeo y las futuras relaciones comerciales con Rusia y China.

Cortinas de humo

Se inició una danza, un maremágnum de rumores que perseguía la preparación psicológica de la población. En medio del agrio debate en Bruselas, el gobierno de coalición lanzó una cortina de humo, los llamados “Pactos de la Reconstrucción”. Se vendió que eran unos nuevos “Pactos de la Moncloa (bis)”; en realidad los acuerdos carecen de validez legislativa, son meras “reflexiones”. Unidas Podemos hizo causa común con el PSOE y con las derechas que se prestasen: el argumento de la «reconstrucción» nos ha tenido entretenidos durante dos meses. Los debates parlamentarios en torno a la necesidad de la unión-sagrada, contra el enemigo común: ¿Cuál?, ¿La UE, el Covid-19, la señora Merkel, el capitalismo neoliberal tal vez…? Han llenado las páginas y ocupado horas de televisión. El objetivo no confesado era ocultar, tras la polvareda parlamentaria, la cada vez mayor pérdida de soberanía como país, los “asuntillos turbios” del emérito, así como las noticias cada vez más preocupantes sobre el espionaje del caso BBVA y los tejemanejes en Bruselas de los que ahora comenzamos a poder levantar la alfombra.

¿Agonizará la UE?

La UE sigue, a pesar de lo que se intenta hacer creer, terriblemente dividida. Al problema del Brexit, con las negociaciones bloqueadas por parte de Reino Unido, se le suman países que como Polonia o Bulgaria caminan por la senda del autoritarismo disfrazado. En paralelo se fortalece una coalición de países del bloqueo (Finlandia, Bélgica, Holanda, Austria) que reforzarán sus posiciones políticas de cara a una aplicación restrictiva de los acuerdos alcanzados en el Plan de Reestructuración Europea. Algunos de los gobiernos de estos países como el austriaco o el belga, sienten el aliento de la extrema derecha muy cercano. La desunión europea es tal que aún hoy no se han puesto de acuerdo sobre el sistema de contabilización de infectados y fallecidos a consecuencia del coronavirus; tampoco se ha  consensuado la  construcción una Europa de la Salud con fondos y material común para combatir posibles rebrotes y, por descontado, mucho menos sobre cómo atajar una competición fiscal en una suicida carrera a la baja donde coexisten países que actúan como paraísos fiscales detrayendo del resto miles de millones en tributación societaria. Priman los intereses de las grandes corporaciones industriales. El Parlamento belga, por ejemplo, puso sobre la mesa la condicionalidad de las ayudas a cambio de abrir, aún más, el mercado de la sanidad española a las cuatro grandes aseguradoras de ese país.

¿La gran victoria del gobierno de coalición?

El Plan de Recuperación para Europa no es la manifestación de la solidaridad europea sino todo lo contrario. Su gran y casi única virtud es su propia existencia, puesto que de no haberse conseguido la implosión en el seno de la UE hubiera estado más cercana. El anti-europeísmo en países como Italia alcanza cuotas enormes entre la población.  Se evidencia, una vez más, la existencia de varias Europas; las del norte más ricas, que se nutren gracias a los desequilibrios impuestos por los propios tratados y la expoliación de los países del sur a lo que se suma el blanqueo de capitales o el “dumping Fiscal”. Un sistema ampliamente utilizado en países que ahora adoptan una pose de superioridad moral y honestidad financiera como Holanda, Bélgica y Austria o la todopoderosa Alemania. Este último país ha violado, durante décadas, la normativa europea sobre comisiones a terceros (sobornos), tanto es así que ha tenido que legislar contra el método ampliamente extendido, de “gratificar” para obtener los contratos en liza. Era tan común que incluso desgravaba en hacienda.

Las cuentas claras

La salvación que vendrá de Europa es la única propuesta de la coalición gobernante. Desgraciadamente se han creado expectativas que no pueden cumplirse. Lo que queda claro es que el Plan de Recuperación es un proyecto que beneficia esencialmente a la gran banca europea y a las economías del Norte. La situación de las instituciones financieras del continente es muy difícil (desde el 2009 han sido rescatadas 61 entidades); la situación del Deutsche Bank (el gran banco europeo y alemán) es muy delicada y necesita fuertes inyecciones financieras. El plan de rescate europeo contempla también esta realidad. Para conseguir los famosos 750.000 millones del Plan de Recuperación para Europa se recurrirá a los bancos privados, que lo financiarán. Ese dinero que se devolverá en un plazo máximo de 40 años (2058) se hará con los intereses correspondientes y a su vez será proporcionado por el Banco Central Europeo a un interés inferior a 0. Es una muestra más del sinsentido económico. Europa, como hemos dicho, podría haberse financiado utilizando el BCE con condiciones netamente ventajosas, pero eso era quitarle un jugoso caramelo a la gran banca y dentro de ella, cómo no, a la propia banca alemana.

El punto de partida para la recuperación es muy diferente según países, los análisis del FMI señalan que Alemania y Francia gastaron el 14% de su PIB en sostener a su sistema productivo, Italia el 5% y España el 3,2%. Como vemos Alemania y Francia, en este lapsus de tiempo, aprovecharán para modernizar su base productiva, cosa que no hará España. La consecuencia es que la reconstrucción tendrá ritmos diferentes en cada país; eso ahondará aún más la diferencia entre el Norte y el Sur.

El pacto va acompañado del presupuesto comunitario para 7 años y aquí encontramos otra piedra en el zapato; una parte nada desdeñable de los fondos de reconstrucción post-pandemia se nutren de otros programas de gasto ya comprometidos como el I+D, los fondos de cohesión o la PAC, que se reducen. Así mismo, los países del bloqueo han conseguido sucesivas rebajas en sus aportaciones al fondo común vía presupuesto comunitario de unos 53.000 millones en siete años (+/- 7.600 millones de Euros/año) a cambio de eliminar su capacidad de veto siendo sustituida por un acuerdo de supervisión reforzada en la parte de crédito y de transferencias. Esas deducciones que obtienen los países del norte serán pagadas por todos en función de su RNB, por tanto el Norte gana (se mutualiza su beneficio) mientras el sur se endeuda y contribuye con más aportaciones. El 70% del fondo que llegará a España lo hará entre el 2021 y 2022 a razón de unos 27.000 millones €/año (solo los ERTES en 2020 nos cuestan unos 5.500 millones/mes). En el Pacto no se contempla en ningún momento la reindustrialización del Sur de la UE

Las condiciones

La UE no ayuda porque sí, condiciona siempre, incluso los fondos de cohesión van acompañados obligatoriamente del denominado Programa de Acción (Plan Nacional de Reformas en el caso español) y han de pasar por el control de la Comisión europea antes de ser adjudicados. Este control se reforzará. Los países que como España precisen de la UE, deben enviar a Bruselas un plan de reformas e inversión basada en las recomendaciones que no se cumplieron anteriormente, como la reforma de pensiones y la apertura, aún mayor, del sistema sanitario a la inversión privada. Pedro Sánchez debe enviar su plan de reformas a Bruselas el 15 de octubre con medidas para los próximos tres años; el periodo en que se comprometerán las ayudas del fondo anticrisis.

Los préstamos condicionados implican una cesión de soberanía a la Comisión Europea que comienza a constituirse como una entidad supranacional cuya soberanía y capacidad de control crece a medida que merman las capacidades de los países “rescatados” sobre los que aplicará, evidentemente, una serie de recortes siempre acorde a criterios de austeridad velada o no, una austeridad que, durante los últimos diez años, se ha mostrado como una de las herramientas más valiosas para cercenar las economías, ahondar en la desigualdad, la privatización de los servicios públicos, y generar pobreza estructural Es posible que se cree una oficina propia al margen de las estructuras actuales de la UE, una Agencia emisora encargada de la supervisión y distribución de los fondos asignados. Es evidente y a nadie se le escapa que la propuesta de la Comisión Europea como sujeto capaz de endeudarse de forma muy importante, afianza su poder en detrimento de los parlamentos y ejecutivos nacionales

Las diferentes obligaciones que tendremos que aceptar sí o sí, a cambio de la ayuda financiera que vendrá tarde (se especula que no será antes del segundo semestre del 2021) es un secreto que comenzaremos a desvelar en las próximas semanas, aunque tenemos pistas importantes. El primer interrogante que sigue flotando en el ambiente y que todo el mundo prefiere obviar es la vigencia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que obliga a una determinada ortodoxia monetarista (el corsé del 3% de desviación y el 60% de déficit seguirá balanceándose como una espada de Damocles sobre el cuello). Aunque se ha aplicado la claúsula de escape, esta se limita hasta el año 2022.

¿Qué sabemos del Rescate?

El acuerdo alcanzado denominado “Next Generation EU” significa que será la Comisión Europea la que se endeudará como estructura supranacional. Es el significado político más trascendente de este acuerdo, que como decimos implica modificar y disminuir también el presupuesto comunitario, que queda en 1.074 billones de euros para el período 2021-2027.  De hecho la aprobación del rescate financiero y la reducción de algunas partidas presupuestarias a cambio chocaron ya con la posición del Parlamento Europeo.

Sigue habiendo una gran confusión en la cifra final del rescate, puesto que una parte del dinero tiene condiciones más laxas y otra parte es en forma de crédito que los países podrán usar o no según lo necesiten.  Los 750.000  millones totales tendrán una vigencia de tres años. El tira y afloja negociador finalmente se saldó con 390.000 como ayuda y otros 360.000 como créditos a un interés por definir. Será para los países receptores (como el nuestro) un camino lleno de espinas y enormemente condicionado. El dinero no se activará, como hemos dicho, hasta el 2021 y vendrá por tramos; cada receptor tendrá que presentar sus planes a la Comisión, que los aprobará o no. La Comisión pedirá opinión y voto a todos los países. La propuesta tendrá que ser ratificado por mayoría cualificada. Si alguno de los países no está de acuerdo podrá tirar del freno de mano y paralizar el proceso.

Dependiendo de las fuentes recibiríamos unos 140.000 millones en total de la primera parte de esa cifra, la menos condicionada; nuestro país recibirá alrededor de77.000 millones de euros en tres años. Eso dicen los hagiógrafos de la UE; la realidad es muy otra. Una parte de esa cantidad se tiene que devolver en un monto total aproximado de 52.000 millones. A la cifra inicial (75.000 millones) se le deben descontar nuestra aportación al fondo común, los intereses de la deuda, los recortes en algunas partidas del presupuesto europeo como en I+D o la PAG, los nuevos impuestos que hemos de transferir (los pagaremos nosotros pero serán transferidos en su totalidad a la Comisión Europea), como la tasa sobre residuos plásticos (0.8€/KG), los impuestos digitales o la “tasa Tobin”…. En definitiva la ayuda Neta y Real será +/- 25.000 millones en 3 años, poco menos del 0,7% del PIB español por cada uno de los mismos.

La UE desde el minuto cero ha hablado de Reformas. Si hay reformas, hay recortes. Por ejemplo, las condiciones discutidas en el Parlamento belga para negociar en Bruselas van en una dirección inequívoca. El primer ministro holandés Rutte insistió en que para él lo más importante es la reforma laboral y de las pensiones en España. Bélgica tiene, y como ese país otros muchos del norte europeo, un gran lastre en su sistema público de pensiones. Muchos fondos europeos están muy ligados a los fondos de inversión que precisan de una rentabilidad mínima anual (un caso extremo sería los Fondos soberanos suecos o noruegos en los que las pensiones están estrechamente unidas a las inversiones en activos financieros que se cotizan en el mercado). La caída de las bolsas en los últimos años puso a estos fondos en una difícil posición. Previendo una nueva crisis financiera en las entidades europeas, los poderes económicos especialmente Black Rock (el mayor fondo privado de pensiones del mundo) elaboró e hizo aprobar en el Parlamento Europeo el PePP (Plan Pan-Europeo de prensiones privadas) fijando así el marco legal para iniciar el ataque contra los sistemas públicos de toda Europa. Hay pues un movimiento de fondo para privatizar, aún más, las pensiones públicas europeas aprovechando la crisis de la Pandemia.

Los países del bloqueo, incluida Alemania, exigieron otra claúsula de garantía extra, los desembolsos se realizarán a posteriori tras una evaluación de los resultados. Von der Leyen (la presidenta de la Comisión) afirmó: “Podemos garantizar que esto se aplique de forma adecuada porque habrá objetivos, cuyo cumplimiento se verificará, y entonces se desembolsarán los pagos”. Así, si el Ejecutivo comunitario fuera demasiado “laxo” Holanda o cualquier otro Estado miembro puede paralizar las ayudas.

El plan de reconstrucción aprobado aparcará, lo veremos muy pronto, la parte de agenda legislativa progresista del gobierno de coalición obligando a abrir, más temprano que tarde, el baúl de las reformas. Ese que se dice olvidado en el desván de la historia, una historia que se repetirá sin importar la evidencia ni las víctimas de cada error o recorte anterior. La misma historia. Los mismos errores. Las mismas consecuencias.