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El ataque guerrillero a la base de Kalikot deja 159 muertos entre los soldados reales y con él se inicia una nueva fase estratégica enfocada a carreteras, cuarteles y cuidades mientras se negocia una alianza política antimonárquica

Nepal: la monarquía está al borde de la derrota

Fuentes: Rebelión

La guerrilla nepalí ha dado un paso crucial para el desarrollo de la guerra revolucionaria planteada con la finalidad de derrocar la monarquía feudal que gobierna el país: de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones. El pasado 9 de agosto casi un millar de guerrilleros tomaron la base de Kalikot, a unos […]

La guerrilla nepalí ha dado un paso crucial para el desarrollo de la guerra revolucionaria planteada con la finalidad de derrocar la monarquía feudal que gobierna el país: de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones. El pasado 9 de agosto casi un millar de guerrilleros tomaron la base de Kalikot, a unos 450 kilómetros de Katmandú, causando 159 muertos a las tropas reales (que sólo han reconocido 66 bajas) y capturando a otros 52 en lo que es el más grande ataque guerrillero desde que el 1 de febrero se reinició la guerra tras el golpe de estado del rey Gyanendra. El combate siguió el esquema clásico de la guerra de guerrillas, tal y como viene siendo aplicado por el Partido Comunista de Nepal (maoísta) y su brazo armado, el Ejército Popular de Liberación (EPL), desde el mismo momento de que se alzase en armas, en 1996: el «diez contra uno» en los aspectos tácticos con la finalidad de eliminar concentraciones enemigas en base a una mayor superioridad de las fuerzas en liza. En este ataque, para tomar una base con unos 300 soldados, el EPL utilizó un batallón, compuesto por 1.000 combatientes. La guerrilla ha reconocido 26 muertos entre sus filas en el ataque, que duró 10 horas.

Pero este ataque va más allá de la táctica en la guerra y se enmarca de forma clara en lo que es ya una línea estratégica: el salto cualitativo de la guerra de movimientos a la guerra de posiciones, sin que ésta última sea definitiva por el momento. Antes de la ofensiva contra Kalikot, el Ejército Popular de Liberación había realizado una serie de ataques simultáneos contra otras bases militares en diferentes departamentos del país como Sihara (donde fueron atacadas las de Mirchaiya y Bandipou) y Dharapani (la de Chorhawa). Es un hecho innegable que en casi todas las batallas desarrolladas desde el 1 de febrero la guerrilla ha probado su superioridad militar y ello se traduce en el salto cualitativo que se da ahora.

El salto estratégico es importante porque rompe esa visión de «equilibrio», desde el punto de vista militar, entre el Ejército Real Nepalí (denominado por la guerrilla «Ejército Blanco», recordando la lucha del Ejército Rojo bolchevique contra los monárquicos tras la revolución de 1917) y el EPL, tal y como machaconamente repetían los partidos políticos opuestos a la lucha armada. Además, las derrotas infringidas al Ejército real están minando la moral de los soldados y ya se están dando casos de deserciones e incorporaciones a las filas guerrilleras. Expertos militares citados por la Jane’s Intelligence Review (1) consideran que las fuerzas guerrilleras están siendo entrenadas por militares profesionales, señalando a oficiales retirados del Ejército indio y a los famosos gurkas, combatientes nepalíes incorporados en el Ejército británico. Precisamente con la nueva estrategia militar británica, unos 8.000 gurkas fueron licenciados a finales de la década de los 90 al cambiar el concepto de guerra moderna que había que librar, sin combates cuerpo a cuerpo. Muchos de ellos se convirtieron en mercenarios a sueldo del mejor postor, pero otros retornaron a Nepal y serían, según la revista citada, quienes estarían asesorando a los guerrilleros.

Preocupación de India y EE.UU.

Las derrotas militares del ejército monárquico han encendido todas las luces de alarma. India -el primer país que ha decidido involucrarse en la guerra al ver amenazados sus intereses estratégicos en esa zona del mundo y observa con inquietud la notable influencia que los maoístas nepalíes tienen entre sus camaradas hindúes, especialmente en los estados de Andhra Pradesh, Madhya Pradesh, Orissa, Maharashtra y Bihar (2)-, acaba de reanudar la ayuda militar al rey Gyanendra proporcionando chalecos antibalas, vehículos anti-minas y equipos electrónicos para la protección de refugios y bases militares justificando el hecho en que «la situación de Nepal se puede salir de control porque los esfuerzos del Ejército Real de acabar con la rebelión maoísta se están revelando ineficaces», según la dicho su ministro de Defensa, Pranab Murherjee (3).

EE.UU. también se está percatando de la cercanía de la derrota de la monarquía y ya ha manifestado que «no va a tolerar que los maoístas tomen el control del país». El embajador en Nepal, James Francis Moriarty, ha anunciado la entrega de 44 millones de dólares en «ayuda para el desarrollo» del país y ha instado a los partidos políticos «democráticos» a que participen en las elecciones municipales convocadas por la monarquía «como una forma de alcanzar la paz, y la manera es con un gobierno democrático unido contra los maoístas» (4).

En Nepal los gobiernos municipales se paralizaron hace tres años en medio de dimisiones en masa de funcionarios y desde entonces la formación del poder político revolucionario en la mayoría del campo ha hecho imposible la celebración de nuevos comicios en 165 de los 205 distritos electorales en que está dividido el país.

Frente a esta pretensión de la monarquía, los partidos políticos tradicionales han anunciado su disposición a boicotear las elecciones y han formado una alianza política que ha recibido la propuesta del PCN (m) de constituir un frente común que sea capaz de llegar a acuerdos sobre la formulación de un programa mínimo, que incluya la puesta en marcha de una Asamblea Constituyente, para poner fin a la monarquía autocrática que gobierna Nepal.

Las primeras muestras de acuerdo entre esta alianza de partidos (en la que están el Congreso Nepalí, el Congreso Nepalí-Democrático, el Partido Campesino, el Partido Comunista de Nepal -Unificado Marxista Leninista y el Anandi, entre otros más pequeños) y el PCN (m) ya se han producido, poniendo de manifiesto lo que es un hecho innegable: el EPL lleva la ofensiva militar y el PNC (m) es una fuerza política imprescindible en Nepal, sin la que ningún acuerdo podrá ser duradero.

Aunque hay algunas matizaciones entre los partidos (como la petición del Congreso Nepalí, hasta el golpe de Estado del 1 de febrero aliado de la monarquía, de parar la guerra revolucionaria como vía de acercamiento para la «restauración de la paz y la democracia»y la del revisionista PCN-UML que ha ido más allá pidiendo, lisa y llanamente «la renuncia a la violencia») el llamamiento de la guerrilla ha sido acogido con interés y se está estudiando la petición del PCN (m) de «constituir un equipo negociador oficial» que dé cuerpo final a esta alianza antimonárquica.

No obstante, la guerrilla ha mostrado su disposición a facilitar en lo posible dicho acuerdo y ha ordenado a todos sus frentes «ser muy cuidadosos en el accionar militar»,

«evitar en la medida de lo posible la repetición de errores como la voladura de un autobús civil el pasado mes de junio» y «el cese de los ataques contra objetivos civiles». Al mismo tiempo, la guerrilla ha declarado «el cese completo de todas formas de violencia contra personas, líderes y miembros desarmados de los partidos políticos, incluso si hay cargas criminales contra ellos». En una acción espectacular y con la que se ha ganado la simpatía de la mayoría de los partidos, el EPL hizo entrega, a finales de julio, a la Cruz Roja Internacional de 76 soldados y cargos públicos «del viejo estado» que mantenía como prisioneros de guerra y, en su último comunicado tras el ataque a Kalikok, dice estar dispuesta a hacer lo mismo con los 52 soldados capturados en esa batalla.

(1) Jane’s Intellgence Review, octubre 2004.

(2) «Nepal: la guerra revolucionaria coge fuerza», Rebelión 7-06-2005.

(3) AFP, 7 de agosto de 2005.

(4) The Telegraph, 10 de agosto de 2005.