Recomiendo:
0

Ni medicinas ni médicos tienen los pobres más pobres de Haití

Fuentes: AFP

Los bebés se mueren porque no hay oxígeno, adolescentes embarazadas hacen el trabajo de parto paradas contra la pared, no hay laboratorio, ni medicamentos, ni guantes, y cada vez hay menos médicos: el hospital universitario de Haití, el mayor del país, tiene pronóstico sombrío. A falta de dinero para llevar a sus enfermos a un […]

Los bebés se mueren porque no hay oxígeno, adolescentes embarazadas hacen el trabajo de parto paradas contra la pared, no hay laboratorio, ni medicamentos, ni guantes, y cada vez hay menos médicos: el hospital universitario de Haití, el mayor del país, tiene pronóstico sombrío.

A falta de dinero para llevar a sus enfermos a un centro de salud privado, decenas de haitianos se agolpan ante las puertas del decrépito hospital de 700 camas, donde acuden los más pobres entre los pobres, para rezar en voz alta, de ojos cerrados, con la Biblia en una mano y la otra levantada frente al rostro, llamando a Dios.

«La situación es catastrófica. En términos médicos, el pronóstico es sombrío», confiesa el único médico residente de la sala de medicina interna, que gana 171 dólares mensuales pero hace cinco meses no ve un peso.

La mayoría de los 12 médicos residentes ha dejado el hospital.

«Los pacientes llegan en su etapa final, porque ver a un médico es un lujo. Y cuando vienen, ya es demasiado tarde», explica tratando de hacer escuchar su voz sobre los gritos desesperados de una paciente con una crisis diabética.

Pero el laboratorio del hospital está cerrado con candado, nadie sabe por qué, y sin el examen de glicemia no se puede hacer el diagnóstico de la paciente diabética, por ejemplo, y sin diagnóstico no se la puede ayudar. Una media docena de familiares sacude cartones a su alrededor para abanicarla y alejarle el aroma rancio del sudor y el orín.

«No hay medicamentos. Los aparatos muchas veces se rompen y no hay nadie que los arregle. Hay donaciones de haitianos que viven en el extranjero que están bloqueadas hace un año en aduanas a raíz de la burocracia», relata el médico.

Los haitianos deben pagar unos 0.70 dólares para atenderse en un hospital público, y luego, si tienen la suerte de ser atendidos, deben pagarse los medicamentos, los análisis y contar con familiares o amigos para llevarles comida y lavarlos.

«Si querés hacerte un electrocardiograma en este país, no podés», confirma Carlos Bedjan, jefe médico del hospital argentino que atiende a los integrantes de la misión de estabilización de la ONU (Minustah).

Muchos pacientes, añade el médico haitiano, deben esperar dos semanas en la emergencia para pasar a sala de medicina interna, que tiene sólo 96 camas, si no mueren antes.

Otro médico de la sala de pediatría no olvidará jamás cómo empezó 2005. El 1 de enero recibió a una mujer de 38 años, embarazada por primera vez, cuyo bebé murió porque el hospital no tenía oxígeno.

«Te da una frustración enorme. A veces perdemos niños… Los padres no pueden pagar los antibióticos», relata en medio de las cunas que albergan a los pequeños enfermos, muchos de ellos sucios, junto a quienes las madres hacen guardia en silencio.

La esperanza de vida en Haití, el país más pobre de América, es de 49 años. Al menos seis de sus ocho millones de habitantes viven por debajo del umbral de pobreza establecido por la ONU, con menos de dos dólares al día. Unos 30 mil niños mueren cada año.

«En Haití no hay salud. Ir al hospital aquí es una pérdida de tiempo. No hay médicos, y los hospitales están casi siempre en huelga», se queja Brinel Milieu, un ceramista de 42 años.

La inseguridad ha empeorado la vida de pacientes y enfermos, señalan los empleados del hospital.

Muchas veces deben dormir en el hospital o quedarse en sus casas sin poder ir a trabajar por la inseguridad. Hace tres días, se vieron obligados a cerrar la guardia a raíz de un tiroteo frente a la maternidad.

Un médico relata que ha atendido desde septiembre al menos a 10 bebés con tétanos, varios de los cuales murieron, porque las mujeres no pueden llegar al hospital por la violencia y dan a luz en sus hogares, en malas condiciones.

«Las infecciones son terribles en Bel Air, en Village de Dieu, en Cité Soleil», afirma, enumerando los barrios -que pese a lo que sugieren sus nombres- son los más pobres. «Recibimos a los niños ya muertos. No es un cuadro bonito. Es triste», sentencia.

Noticias relacionadas en rebelion.org:

Entrevista con el presidente constitucional de Haití

Jean-Bertrand Aristide, un año después del Golpe de Estado

Claude Ribbe (03-03-2005)

Un año de resistencia contra el golpe en Haiti

Angel Palacios (02-03-2005)