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No hay lágrimas bastantes

Fuentes: Apuntes del Natural

Ha cundido el estupor en los círculos pensantes de los países occidentales tras saberse que los terroristas suicidas de Londres eran jóvenes de origen pakistaní pero nacidos ya en Gran Bretaña, pertenecientes a familias relativamente acomodadas, con estudios y sin problemas de arraigo social. Se les desmorona el retrato-robot que habían atribuido a los terroristas […]

Ha cundido el estupor en los círculos pensantes de los países occidentales tras saberse que los terroristas suicidas de Londres eran jóvenes de origen pakistaní pero nacidos ya en Gran Bretaña, pertenecientes a familias relativamente acomodadas, con estudios y sin problemas de arraigo social.

Se les desmorona el retrato-robot que habían atribuido a los terroristas islámicos. Se suponían que tenían que ser inmigrantes mal instalados, con escasas expectativas de progreso personal, poco relacionados con la población indígena, encerrados en su gueto de fanatismo ideológico-religioso. Gente, en suma, sin apenas nada que perder, impelida a la violencia por un rencor primario, nacido de la ignorancia y de la pobreza.

Es curioso que se planteen ese fallo de su esquema mental ahora, cuando las pruebas de su simplismo son muy anteriores. Osama Ben Laden y algunos de sus colaboradores más cercanos son hijos de familias no ya adineradas, sino multimillonarias, que han realizado estudios superiores en Occidente y han vivido durante muchos años en la opulencia. Por lo que se dijo en su momento, los secuestradores de los aviones del 11-S tampoco eran precisamente desarrapados analfabetos que no tuvieran dónde caerse muertos.

No es cosa de ahora. Los máximos dirigentes del FLN argelino que declararon la guerra a Francia para lograr la independencia de su país y que recurrieron a atentados terroristas de tremenda brutalidad -alguno de ellos en el Metro de París, dicho sea de paso- eran hombres que habían cursado estudios universitarios en la metrópoli y que se codeaban sin problemas con lo más florido de la intelectualidad europea. En Gran Bretaña deberían acordarse de los muchos hijos de las elites africanas que se graduaron en sus universidades y que regresaron a sus países para encabezar revueltas anticoloniales en las que los ataques terribles a gente civil llenaron de horror las páginas de los periódicos de la época.

Lo que habría que considerar también y en paralelo, para que la evaluación de los hechos no resulte totalmente unilateral -e inútil, en consecuencia-, es la violencia, la brutalidad y el horror que los gobiernos y los ejércitos de Occidente han venido protagonizando desde hace demasiado tiempo en lejanos países que ellos han convertido, por razones casi nunca trasparentes, en teatros de operaciones, y en las que los ataques a las poblaciones civiles se han sucedido día tras día. Que la prensa occidental no considere noticia una represalia anglo-norteamericana contra una zona rebelde de Afganistán o de Irak en la que causan la muerte de cien civiles no quiere decir que esos cien civiles no sean noticia para nadie. Lo pongo como ejemplo: ¿cuántos no habrá habido que hayan inscrito esas víctimas o tantas como ellas en la lista de sus odios y de su afán de venganza?

Leo hoy que en Níger casi cuatro millones de personas viven en situación de hambruna crítica. Entre ellas, 800.000 niños y niñas. Se mueren de hambre.

De verdad que quisiera llorar todas las víctimas. Todas. Pero me faltan las lágrimas.

www.javierortiz.net