Panamá no ha podido superar su profunda dependencia de la economía mundial. En agosto, se cumplen 500 años que el Istmo es saqueado sistemáticamente por las potencias imperiales. La fundación de la ciudad de Panamá (1519) marcó el momento en que la Corona española selló la suerte del país. Desde entonces sus habitantes han luchado […]
Panamá no ha podido superar su profunda dependencia de la economía mundial. En agosto, se cumplen 500 años que el Istmo es saqueado sistemáticamente por las potencias imperiales. La fundación de la ciudad de Panamá (1519) marcó el momento en que la Corona española selló la suerte del país. Desde entonces sus habitantes han luchado por romper las cadenas que mantiene a su población en una situación de dependencia.
A pesar de que administra el Canal de Panamá desde 2000, la economía del país sigue siendo vulnerable y los problemas sociales se agigantan con el paso del tiempo. El presidente Juan Carlos Varela (2014-2019) prometió reformas y varios proyectos que nunca despegaron. Varela, sin embargo, sorprendió a todos cuando anunció que el gobierno establecería relaciones diplomáticas con la República Popular de China. Las perspectivas comerciales y las proyecciones en el campo de las inversiones alegró al sector empresarial.
La integración de Panamá en el proyecto chino de la Ruta de Seda se veía con optimismo. El Istmo sería el ‘hub’ de la conexión entre América latina y China. Los sueños se cortaron repentinamente después de la visita del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, quien ordenó desacelerar las negociaciones de Panamá con Pekín.
La entrega del Canal de Panamá por parte de EEUU al gobierno en 2000 y la ampliación de las esclusas (2006-2014), representó una fuerte inyección a la economía. La tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) del país creció en más del 10 por ciento durante varios años. A pesar del ingreso de divisas al país que representa la operación del Canal – 6 mil millones de dólares anuales – la economía panameña inició un espiral descendente a partir de 2015. Los especialistas pronostican para 2019 un crecimiento del PIB inferior al 5 por ciento (todavía entre las tasas de crecimiento más altas si no el más alto de la región).
Durante los últimos tres períodos presidenciales (2004-2019), la economía se multiplicó diez veces gracias al Canal de Panamá. Este crecimiento, sin embargo, dejó atrás el sector social. La educación, los servicios de salud y el empleo fueron desatendidos y colapsaron. Los enormes ingresos del país han sido mal administrados y la corrupción ha orientado las políticas en la dirección equivocada.
La economía de servicios que predomina en Panamá (desde los tiempos coloniales) privilegia las inversiones en los sectores especulativos y de servicios que no son productivos. En cambio, los sectores industriales y agropecuarios (a pesar del crecimiento de la economía del país) se han estancado, incluso retrocedido. Estos sectores productivos (que generan valor agregado) son los que impulsan la educación y los servicios de salud, también la seguridad, el empleo y las inversiones en áreas de innovación. En pocas palabras, contribuyen al desarrollo del país.
La estructura política que privilegia el sector servicios, desde la construcción del Canal a principios del siglo pasado, se prestó para que la ciudad de Panamá se convirtiera en un centro financiero para que las grandes corporaciones británicas y norteamericanas guardaran sus ganancias legales e ilegales. A pesar de que estos ingresos eran pequeños, las fortunas que buscaban ‘refugio’ en los paraísos fiscales eran monumentales. Varias firmas de abogados panameñas se especializaron en encontrarle destinos seguros a las riquezas bien o mal habidas. La política de los países de donde originaban esas fortunas cambió en el siglo XXI y comenzaron a exigir que sus corporaciones no las ‘escondieran’ en países extranjeros. Para legitimar su cambio de política, crearon el escándalo de los ‘Panama Papers’. Todos los males le cayeron al país Panamá (no a los que prestan servicios a los especuladores ni a los intereses bancarios). Mientras tanto, los países de la OCDE salieron libres de paja y polvo.
El próximo gobierno que se inaugura el 1 de julio tendrá sus manos llenas de problemas económicos y un escenario político muy complicado. El ganador tratará de mantener el mismo curso trazado por el actual (y los anteriores): Una política abierta a las inversiones extranjeras, sin planificación ni regulación. Le prestará mucha atención a los proyectos chinos, siguiendo de cerca las instrucciones de EEUU. Además, continuará con las políticas de desregulación en las relaciones obrero-patronales, en el sistema de precios de los bienes de consumo, así como en los sectores agrícola e industrial. Sobre todo, usara los medios que tiene disponible para reprimir cualquier demanda popular que implique reducir el costo de la vida (precio de la comida y de las medicinas) y la creación de empleos.
No hay perspectivas de cambio en Panamá.
Marco A. Gandásegui h., profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.