¿Hay realmente una «nueva derecha»? Uno de los peligros del análisis sociológico marxista es intentar reducir la singularidad histórica a la tipicidad sociológica. Para los analistas de esta índole no existe una nueva derecha en América Latina y el Caribe. Los que han ganado espacio político recientemente a los gobiernos posneoliberales -en Argentina, Venezuela, Brasil, […]
¿Hay realmente una «nueva derecha»?
Uno de los peligros del análisis sociológico marxista es intentar reducir la singularidad histórica a la tipicidad sociológica. Para los analistas de esta índole no existe una nueva derecha en América Latina y el Caribe. Los que han ganado espacio político recientemente a los gobiernos posneoliberales -en Argentina, Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia- son más de lo mismo según ellos.
Sin embargo, cuando estudiamos la forma de actuar políticamente de los grupos sociales que constituyen la clase dominante y sus clientelas, nos percatamos de la emergencia de una derecha con nuevos rasgos en la región, que pudiéramos designar como «nueva derecha», pese a sus analogías con las derechas que las antecedieron.
Izquierda y derecha son conceptos antitéticos. La derecha opina que las desigualdades son normales, mientras la izquierda considera que son el producto de relaciones sociales y de producción que marginan a los pobres y que con adecuadas políticas del Estado pueden solucionarse. Por eso, para la izquierda las desigualdades no son naturales sino artificiales y pueden y deben ser solucionadas mediante políticas estatales adecuadas. La izquierda anti-capitalista piensa que es necesaria una revolución social para tomar el poder estatal y transformar la sociedad en beneficio del pueblo, pues el Estado es un instrumento de la clase dominante que tiende a perpetuar las desigualdades.
Ciclos de la derecha y ascenso de la «nueva derecha»
En América Latina y el Caribe han existido tres tipos de derecha entre 1964 y 2016. De 1964 a 1985 predominó la «derecha dictatorial»2; de 1985 al 2000 la «derecha neoliberal»3; y desde el año 2000 ha emergido una «nueva derecha».4
Las estadísticas de CEPAL y del Banco Mundial, entre otras fuentes, nos indican que los gobiernos posneoliberales de Venezuela, de Brasil, de Argentina, de Uruguay, de Bolivia y de Ecuador, entre otros, que llegaron al poder venciendo en las urnas, han reducido en un elevado por ciento la pobreza y la marginalidad. ¿Cómo es posible entonces los reveses sufridos en todos esos países, salvo Uruguay, por los gobiernos posneoliberales?
Los gobiernos posneoliberales de MERCOSUR redujeron en mucho mayor grado la pobreza y la indigencia que los países neoliberales de la Alianza del Pacífico – México, Perú, Colombia y México – y exhiben una agenda impresionante de logros sociales en salud y educación. 5
La «nueva derecha» parece estar en ascenso: en Venezuela, tras haber ganado las elecciones parlamentarias en diciembre de 2015; en Ecuador y Bolivia, donde ganaron alcaldías de importancia en 2014, y donde Evo Morales perdió, en febrero de 2016, el referéndum para poder reelegirse a un nuevo periodo presidencial; en Argentina, donde ganaron por vez primera en la historia de este país unas elecciones presidenciales en noviembre de 2015; y en Brasil, donde al descenso vertiginoso de la popularidad de la presidenta Dilma Rouseff en las encuestas tras ser reelecta, le siguió el proceso de «destitución» en 2016 que en realidad es un golpe de estado. Por otra parte, esta «nueva derecha» está consolidando cada vez más su poder en Perú, y Colombia; se mantiene fuerte en México, pese al ascenso de la izquierda, e incluso en Chile, pues tras la victoria de Michele Bachelet, sigue controlando importantes espacios de poder.
En primer lugar hay que caracterizar brevemente la esencia de las derechas anteriores. La «derecha dictatorial» tuvo como rasgos: su absoluta sumisión a la geopolítica imperial de EE.UU.; su asociación a dictaduras militares; y su apoyo irrestricto a la Doctrina de Seguridad Nacional y a su correlato, esto es, el terrorismo de Estado. La «derecha neoliberal» se caracterizo por: adherirse a los postulados del «Consenso de Washington» fielmente, para aplicar el ajuste neoliberal; construir la democracia entendida como meras elecciones ante el llamado al respecto del Presidente Carter; y control de los medios de comunicación.6
Estrategias y Mecanismo de Acción de la «nueva derecha»
Para iluminar algunos rasgos de la «nueva derecha» es necesario estudiar sus estrategias en los países que están en la oposición y en los que están en el poder7. También es necesario identificar sus mecanismos de acción:
-
No electorales: Golpes de estado «blandos» como en Honduras, en Paraguay y en 2016 en Brasil.
-
Electorales no partidistas: Alvaro Uribe en Colombia.
-
Partidistas: la victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de Argentina.
En las «nuevas derechas» en el gobierno se perciben menos rupturas con las derechas neoliberales, qué las que se observan en las derechas en la oposición8. Estas «nuevas derechas» – y en especial las que se encuentran en la oposición – Se caracterizan por: un discurso moderado; la ausencia de una agenda re-privatizadora (en parte debido a que ya las grandes privatizaciones se han llevado a cabo); en sus programas económicos pro-mercado apenas se refieren a políticas de privatización, desregulación o apertura comercial propias del Consenso de Washington; se benefician de un momento histórico en que la geopolítica imperial de EE.UU. – de quién son aliados – ha re-priorizado la región: al ver la inestabilidad de sus fuentes de petróleo en el Próximo Oriente, por la imperiosa necesidad que tiene de las materias primas de nuestra región y debido a que Rusia, China y la UE le disputan y arrebatan cada vez partes mayores de sus espacios económicos en la región9; propuestas de redistribución de los ingresos en detrimento de las clases populares y en beneficio del capital; ciertas propuestas de inclusión social; el aglutinante principal de esta derecha es enfrentar a las fuerzas políticas de izquierda; no adoptan un tono de crítica demoledora contra las políticas sociales de los gobiernos posneoliberales, sino más bien hacen suyas las más exitosas en su discurso e incluso adoptan algunos símbolos de la izquierda como observamos en Venezuela; hacen énfasis en la seguridad ciudadana y en temas que preocupan en especial a la ciudadanía como la violencia, el narcotráfico, la corrupción y las cargas impositivas; han sabido capitalizar el descontento y decepción de las clases medias tradicionales y emergentes, de sectores de las clases populares y de los indígenas; se han percatado de que parte de las clases medias emergentes y de los sectores populares – que consideraron las políticas sociales en la era de las bonanza de los precios del petróleo y las materias primas (2003-2013) derechos adquiridos que no estaban en riesgo – están decepcionados ante el alza del costo de la vida, la inflación, los impuestos y la inseguridad; apelan más a los símbolos e imágenes propios de la pospolítica que a las expresiones ideológicas que dividen y confrontan; integran al empresariado privado a la gestión de los bienes públicos con el pretexto de garantizar una mayor eficiencia; proponen y prometen desde la oposición crear un clima consensual y dialogante que tienda a evitar el conflicto y a fortalecer la participación democrática; proyectan una imagen de empresarios prósperos, de deportistas y de juventud, con el fin de atraer a las nuevas generaciones que no vivieron los antecedentes de una derecha asociada a las dictaduras y al drástico ajuste económico neoliberal; su alianza con medios de comunicación masivos con carácter de oligopolio; la judicialización de la política para poder llevar a cabo golpes de estado; defienden la estabilidad de la democracia y sus instituciones en su retórica, pero están dispuestos a llevar a cabo golpes de estado; no son demócratas por convicción, sino por mero oportunismo, en la medida en que son reacios a la redistribución de la riqueza y al ascenso social de las clases populares.
Esta «nueva derecha» aprovecha la progresiva pérdida de base social de los proyectos posneoliberales en las clases medias tradicionales e incluso en las emergentes. En los sectores populares, donde tiene principal su base social el posneoliberalismo, también esta derecha ha ido reclutando sectores decepcionados. Por otra parte, la estructura sicológica y sociológica de las clases medias no es similar a la que existió de los 60s a los 80s y que se caracterizaba por ser una clase media de carácter universitario y con menos expectativas de consumo. Ahora, las clases medias están asentadas en patrones de consumo propios de sociedades regidas por los «valores» del «shopping center», que ha facilitado el boom del extractivismo y el capital financiero. Viven abroquelados en condominios cerrados y sus principales preocupaciones son privadas – sus propiedades, su bienestar, pagar pocos impuestos, su seguridad – y no ciudadanas. Su ideal no es el profesor universitario, sino el empresario exitoso o los políticos asociados a él como valor supremo.
Estudio de Casos de la «nueva derecha» en la oposición.
Veamos, brevemente, algunos casos. En Venezuela, tras el fracasado golpe de estado al Presidente Chávez en 2002 y el boicot petrolero posterior, la nueva derecha perdió grandes dosis de legitimidad democrática. Pese a esto, ganaron alcaldías – Henrique Capriles, Antonio Ledezma – en municipios importantes de Caracas e incluso la gobernación del Estado de Miranda en el caso de Capriles. Este último, representando a la coalición de la derecha agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), perdió las elecciones presidenciales contra Chávez en 2012 y contra Nicolás Maduro en abril de 2013 por un estrecho margen: obtuvo un 49,12 %, con una diferencia de 1,49 % con relación a Maduro. La «nueva derecha venezolana», y su expresión política que es la MUD, se ha caracterizado por su asociación con el gobierno y la embajada de EE.UU. y sus agencias como USAID, para derrocar a la revolución bolivariana. La escasez, la inflación, la corrupción y otros males como la inseguridad ciudadana, han sido sus banderas. Capriles no ha cuestionado las «misiones» y demás políticas sociales del gobierno frontalmente, e incluso ha adoptado muchas de las formas y coloridos populares del chavismo. Esta nueva derecha se ha visto beneficiada por el deterioro de algunos programas sociales debido a la baja de los precios del petróleo; por la percepción de los sectores populares de que no se añadirán nuevos beneficios a los adquiridos y que incluso estos no están debidamente garantizados; y por el hecho de que el aumento de los salarios está muy por debajo del índice de inflación. Esto pudiera ayudar a explicar la victoria de la «nueva derecha», de la MUD, en las elecciones parlamentarias de diciembre de 201510.
En el caso de Ecuador, en febrero de 2014, la «nueva derecha» ecuatoriana obtuvo su su primer triunfo, tras siete años de gobierno de la Revolución Ciudadana liderada por el Presidente Correa y su Partido Alianza País (AP), al ser electo alcalde de Quito, Mauricio Rodas, en lo que Correa denominó «la restauración conservadora». El gurú de la pospolítica Jaime Durán Barba – que también orientó las campañas electorales de Mauricio Macri y Felipe Calderón- lo guió a la victoria. Rodas – fundador del partido Sociedad Unida Más Acción (SUMA) – proyectó una imagen de joven desvinculado de los políticos tradicionales, con un discurso que eludía la confrontación y que se proyectaba al margen del conflicto tradicional entre izquierda y derecha. Rodas redujo sensiblemente la carga impositiva e integró al empresariado privado a la gestión de los bienes públicos. También AP perdió las elecciones de alcalde en Guayaquil y Cuenca. En noviembre de 2015 Correa, que había sobrevivido a un intento de golpe de estado de la derecha en 2010, anunció que no se presentaría a las elecciones nuevamente al concluir su mandato en 2017.
Evo Morales y el MAS ganaron las elecciones en Bolivia en 2005, en 2009 y en 2014, pero haber perdido en febrero de 2016 el referéndum para tener la posibilidad de reelegirse nuevamente, denota la fuerza que van tomando sus adversarios. A lo largo de su mandato, ha enfrentado a los que se oponen a la reforma agraria, a la nueva Constitución y a la aplicación de otros impuestos a las exportaciones de gas con los que el gobierno central ejecuta políticas sociales. También los grupos indígenas opuestos al extractivismo se han enfrentado a él.
En Brasil, los escándalos de corrupción propios del «mensalao», y de Petrobras, unidos a la baja drástica del crecimiento económico (el PIB pasó de cifras por encima de 5 antes de 2012 al -2.8 en 2015 y a una previsión de -1.0 en 2016) han debilitado al PT y han dado lugar al proceso de destitución de la Presidenta Dilma Rouseff en lo que constituye un «golpe de estado» contra la democracia, mediante el intento de judicializar la política.11 Lo paradójico es que las manifestaciones contra el gobierno de Dilma se nutrieron de las nuevas clases medias emergentes, que ascendieron socialmente gracias a las políticas de Lula y Dilma, y que con la crisis pudieron observar como retrocedía su bienestar económico. Estas manifestaciones «espontáneas» fueron capitalizadas por los enemigos del PT, por una «nueva derecha» que desea desmontar las medidas sociales tomadas por Lula y Dilma y por la nueva estrategia de EE.UU. de debilitar el MERCOSUR. Los tres actores principales del golpe han sido parlamentarios corruptos, un poder judicial cooptado por los corruptos y los medios de comunicación reaccionarios. Michel Temer, el vicepresidente que ahora asume la Presidencia interina, ha afirmado que hará ingresar a la banca privada a la esfera pública y que focalizará la política social en el 5% más pobre del país, lo que implica privar de Bolsa Familia a 36 millones de brasileños. Temer avanzará hacia acuerdos con Estados Unidos y la Unión Europea «con o sin el Mercosur». Con Temer de Presidente provisional, hay una transición con 180 días de suspensión a Dilma hasta que sea apartada definitivamente, en caso de que el golpe de estado se imponga. Puede ser que Temer complete el período o que, en un escenario muchísimo menos probable pero no imposible, se vea forzado a llamar a elecciones generales adelantadas. El golpe está dirigido con el fin de, además de destituir a Dilma, derrocar el PT y propiciar el procesamiento de Lula, para impedir que pueda postularse en la próxima elección presidencial. El ciclo del PT, que saco millones de brasileños de la pobreza, al parecer ha quedado trunco por el golpe de estado de políticos corruptos a la candidata democráticamente electa.12
Estudio de casos de la «nueva derecha» en el poder.
Hagamos ahora una breve caracterización de la «nueva derecha» en el poder en los países de la Alianza del Pacífico. En diciembre de 2012 fue electo Presidente en México, con el 38% de los votos, Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, tras dos sexenios del reaccionario PAN. El candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), obtuvo el 31%. La popularidad de Peña Nieto ha caído a 32 puntos en marzo de 2016 y el 56% de la población desaprueba su gestión. En esta caída de su popularidad mucho ha influido el tema de la inseguridad, la violencia a que dan lugar el narcotráfico y la exclusión social, el drama de Ayoztinapa y el abrir el petróleo a la inversión privada y extranjera con su política energética. Según diversas encuestas de 2015 y 2016, AMLO se perfila como el posible ganador de las presidenciales en 2018, lo que muestra que la «nueva derecha» mexicana, como antes le ocurrió a la chilena con Sebastián Piñera, está en crisis.
En Colombia, la izquierda no ha tenido una posibilidad real de acceder a la presidencia de la nación en las últimas décadas. La reelección de Santos en junio de 2015 contra Zuluaga, candidato de Uribe, fue una competencia entre dos tipos de derecha. Santos representa, por vez primera en la historia de Colombia, la ruptura de la oligarquía agraria de índole rural (Uribe), con la industrial de carácter urbano (Santos), que sin duda constituye una versión neoliberal-modernizadora de la «nueva derecha», que considera insoslayable construir la paz y lograr – al menos en la retórica de su discurso – menores índices de inequidad.
En Perú, la candidata de la izquierda, Verónica Mendoza, solo obtuvo en la primera vuelta en abril de 2015 el 18% de los votos, mientras que los candidatos de la derecha Keiko Fujimori y Kuczinsky obtuvieron el 39% de los votos la primera y el 21% de los votos la segunda. En los 90s, con el binomio Fujimori-Montesinos, el Estado peruano se convirtió en rehén del capital privado que se concentró en unas pocas grandes empresas, lo que se prolonga hasta la actualidad. El oligopolio de los medios de comunicación masivos apoyó esta captura del Estado. Lo esencial es que la derecha y el neoliberalismo han hegemonizado los gobiernos de Fujimori, en dictadura, y de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, en democracia, pese al inicial discurso de izquierda de este último antes de ganar las elecciones. La posible victoria de Keiko – o bien la menos probable de Kuczinsky – será más de los mismo.13
En el caso de Argentina, el ex gobernador de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, obtuvo la presidencia con el partido «Cambiemos» en ballotage con el 51% de los votos, mientras que el candidato del kichnerismo Scioli obtuvo 48%. Su elección será un test clave para saber si es posible hacer compatibles las políticas sociales de 12 años de kichnerismo con recetas de corte neoliberal. Desde que asumió la presidencia, Macri ha llevado a cabo masivos despidos de trabajadores estatales; en los primeros cuatro meses de 2016 los precios subieron aproximadamente un 19%; aumentó las tarifas de luz, agua y gas; y negoció con los fondos buitres. Es posible entonces, que las políticas sociales se posterguen y se priorice el equilibrio de las cuentas públicas al estilo clásico neoliberal en el nuevo contexto.14
El caso chileno.
El gobierno de chileno no puede ser calificado de posneoliberal, pero tampoco es de derecha. En Chile, se pasó del gobierno de izquierda de Michelle Bachelet (2006-2010), al de la «nueva derecha» de Sebastián Piñera (2010-2014) y de nuevo a Bachelet (2014-2018), que libra una ardua lucha, por un lado, con el poderoso bloque de la «nueva derecha» política y económica – y la de los principales medios de comunicación – que perdió el poder tras el efímero gobierno del empresario Piñera; y por otro, con los reclamos sociales de sectores estudiantiles y populares que le exigen un giro profundo a la izquierda. La Presidenta tiene ante sí el reto de cumplir con las reformas que prometió en su discurso inaugural – y que abarcan casi todos los ámbitos económicos y sociales – y con adicionales demandas ciudadanas. Tras la derrota de la» nueva derecha», su gobierno es el mayor esfuerzo realizado por cambiar la estructura política, económica y social desde la dictadura militar, con un evidente giro a la izquierda, alejado del conservadurismo tecnocrático de su anterior gobierno. Pese a esto, las continuas manifestaciones estudiantiles con nuevos reclamos, denotan lo difícil que resulta desmontar la hegemonía de la derecha.
El posneoliberalismo en la encrucijada15
La izquierda posneoliberal
Entre 1925 y 2016 encontramos, en esencia, tres tipos de izquierda. De 1925 a 1959 La «izquierda marxista y la populista»; de 1959 a 1990 la «izquierda guerrillera»; y de 1990 al 2016 la «izquierda nacional-popular y posneoliberal». En el primer caso, la izquierda se agrupó en los partidos comunistas (PC) o bien dio su apoyo a los regímenes populistas de Vargas en Brasil, de Perón en Argentina y de Juan José Torres en Bolivia. Tras el triunfo de la revolución cubana (1959) la izquierda se expresó a través de movimientos guerrilleros en el conjunto de la región, en algunos casos vinculados a la teología de la liberación.
La muerte del Che Guevara en Bolivia (1967) y de Salvador Allende (1973) en Chile, marcaron el inicio del reflujo del movimiento guerrillero y revolucionario que, con la victoria de los sandinistas en Nicaragua en 1979 y la de Maurice Bishop en Granada – invadida por Estados Unidos en 1983 – tuvo sus últimas victorias de importancia, sin olvidar la significación del gobierno de Velasco Alvarado en Perú, de Juan José Torres en Bolivia y de Omar Torrijos en Panamá. Tras estos reveses de las fuerzas de izquierda en la región y el derrumbe del socialismo del Este de Europa y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas entre 1989 y 1991, la revolución cubana dejó de ser un modelo en estrategia y táctica para las fuerzas revolucionarias de la región. Surgió un amplio consenso entre las fuerzas de izquierda de que era necesario elaborar nuevos modelos de estrategia política que no implicasen la toma del poder mediante las armas, sino a través de las urnas. Este consenso se desarrolló en el Foro Social Mundial de Porto Alegre.
El avance de posiciones de izquierda por la vía electoral se ha expresado en la victoria de proyectos posneoliberales de distinto signo en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Honduras, El Salvador, y Guatemala. Sin embargo, los golpes de estado fallidos en Venezuela y Ecuador; los golpes de estado en Honduras y Paraguay; la derrota electoral de AP en las elecciones de alcaldes en las tres ciudades principales de Ecuador en 2014; la victoria de Macri en Argentina contra el peronismo; el revés sufrido por el PSUV de Venezuela en las parlamentarias de 2015; la pérdida de Evo Morales del referéndum para reelegirse en 2016; y el golpe de estado contra Dilma Roussef en 2016, han demostrado que las élites dominantes organizadas en la «nueva derecha» no están dispuestas a entregar el poder fácilmente.
7.2 Rasgos principales de los gobiernos posneoliberales
Las políticas de estos gobiernos posneoliberales, pese a sus diferencias, se caracterizan por lo siguiente:
-
El Estado dinamiza las economías nacionales mediante reformas que corrijan las fallas del mercado, redistribuyendo la riqueza nacional y recuperando el control de sectores estratégicos, pero no desmantela ni cuestiona en forma drástica el sistema capitalista existente. En algunos casos, apela a las fórmulas propias del socialismo del siglo XXI, pero aún no ha logrado su consolidación como modelo alternativo, pese a éxitos parciales como los consejos comunales en Venezuela, la creación de una sociedad plurinacional en la que coexisten la democracia representativa con formas comunales e indígenas de democracia en Bolivia y formulas novedosas de democracia impulsadas por Correa en Ecuador.[
-
Control del excedente económico y de los recursos financieros.
-
Ninguno de los gobiernos posneoliberales ha sido capaz de transformar el modelo económico heredado del neoliberalismo concentrado en la exportación de materias primas en detrimento del desarrollo industrial.
-
El énfasis de estos gobiernos en su autonomía y en el rechazo del «Consenso de Washington», no ha implicado desmontar el modelo económico neoliberal heredado de carácter extractivista y sustituirlo por un nuevo modelo, pese a políticas de redistribución de la riqueza y cambios económicos y sociales de importancia.
-
Inserción en el mercado mundial mediante la comercialización de sus recursos naturales y buscando alternativas al TLC en otras modalidades de integración y ampliando las exportaciones hacia otros países diferentes de EE.UU., y en especial hacia China, Rusia y los demás BRICS.16
-
Desarrollo de nuevas formas y fórmulas de integración regional como CELAC y UNASUR, de bancos como el Banco del Sur y de agencias de noticias alternativas como Telesur.
-
Incremento de las relaciones comerciales inter-regionales.
-
Redistribución de la riqueza por diversos medios y programas.
-
Grandes inversiones en los servicios públicos para tratar de garantizar un acceso universal y en especial a la salud y la educación.
-
En el plano político se desarrolla un populismo de corte asistencialista que implica importantes formas de subsidio a los sectores más desfavorecidos.
-
Alianza con los movimientos sociales e indígenas de nuevo signo.
-
Desarrollo de un nuevo pensamiento teórico, crítico de las formas hegemónicas clásicas del capital transnacional y de los sectores de las burguesías criollas asociadas a ellos, que plantea como objetivos la liberación nacional y social. Se llevan a cabo intentos por definir el denominado «socialismo del siglo XXI».17 Se crean centros de estudio para desarrollar este pensamiento, como es el caso del Centro Internacional Miranda en Venezuela. El Foro Social de Porto Alegre fue clave para desarrollar este pensamiento alternativo al pensamiento único.
-
Políticas exteriores independientes y críticas de los intentos hegemónicos de EE.UU. y de la UE con respecto a la región.
-
Desarrollo de medios de comunicación independientes de la prensa tradicional. Casi todos estos gobiernos posneoliberales han tenido fuertes conflictos con algunos de los medios de comunicación tradicionales, como se ha observado en Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina entre otros países.
-
Las políticas sociales y la emergencia de clases medias nuevas -dada la favorable coyuntura económica debido al alza de los precios de las materias primas-, implica el fortalecimiento de tendencias hacia el consumismo.
-
Conflictos con movimientos indígenas y sectores de la izquierda que cuestionan las políticas de los gobiernos posneoliberales. Es el caso de sectores indígenas en Bolivia opuestos a la explotación extractivista de recursos naturales (pachamamismo); o bien la dura crítica de la izquierda brasileña a los gobiernos del Partido de los Trabajadores por considerar que sus políticas no solucionan de raíz los graves problemas de desigualdad social ni de transformación económica anti-capitalista.18
-
La incapacidad de los gobiernos posneoliberales para profundizar sus políticas y para construir un modelo alternativo de desarrollo, tienden a favorecer el ascenso al poder de la «nueva derecha» en un escenario de bajos precios de las materias primas.
Conclusiones
Estos gobiernos posneoliberales, como ya hemos señalado, han enfrentado maniobras de desestabilización de diversa índole, incluyendo intentos – tanto fracasados como exitosos – de golpes de estado. Estos procesos son herederos de las grandes revoluciones sociales del siglo XX en la región: México (1910), Bolivia (1952), Cuba (1959) y Nicaragua (1979), pero han sido criticados, en algunos casos, por su ambivalencia entre adaptarse al sistema capitalista imperante con meras políticas asistencialistas y los intentos de construir un modelo posneoliberal, o bien el socialismo del siglo XXI, sin haber podido aún consolidar una alternativa clara y viable.
Algunos analistas hablan del fin del ciclo del posneoliberalismo debido a: la baja de los precios del petróleo y de las materias primas y de la reducción, por tanto, de los recursos para llevar a cabo políticas sociales; los reveses sufridos por los gobiernos de esta índole en Ecuador, Argentina, Venezuela, Bolivia y Brasil y a la emergencia de una «nueva derecha» que va conquistando algunos espacios. Otros, entre los que me incluyo, refutan la tesis del fin de ciclo y afirman que la conciencia social de las masas prevalece y que lo importante es estudiar en profundidad, a nivel de país, a qué se deben los tropiezos y reveses de los gobiernos posneoliberales y el debilitamiento de las políticas sociales. Ya sabemos que nada es irreversible y que la lucha continúa.
Notas
2 En el mapa político de la región predominaron las dictaduras entre 1964 que se produjo el golpe en Brasil y la primera mitad de los 80s. En Paraguay: Stroessner, (1954-1991). En Brasil (1964-1985). En Chile: General Augusto Pinochet, (1973-1990). En Argentina: Videla, Viola, Galtieri, (1976-1982). En Uruguay: Jorge Pacheco Areco, y José María Bordaberry (1966- 1985). En Bolivia (1964-1982). En Centroamérica, coto de la United Fruit Company, las dictaduras estuvieron en el orden del día hasta los 80s, salvo en el caso de Costa Rica. Tras la victoria sandinista en 1979 y lograrse la paz en El Salvador y Guatemala, Centroamérica evolucionó hacia la democracia. Si bien los 80s fue una década perdida para la economía en el conjunto de la región latinoamericana, según CEPAL, se afirma que fue una década ganada por la democracia, aunque estas fueran de «baja intensidad», «vigiladas» y «débiles».
3 Entre sus principales representantes se cuentan: Carlos Menem, Fernando Henrique Cardoso, Alberto Fujimori, Carlos Andrés Pérez, Gonzálo Sánchez de Lozada y Carlos Salinas de Gortari.
4 Sebastián Piñera en Chile, Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos en Colombia, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en México, y Mauricio Macri en Argentina, se encuentran entre los más relevantes representantes de la nueva derecha en la medida en que obtuvieron la presidencia de la nación. Pero otros muchos ganaron elecciones de relevancia como Mauricio Rodas, que obtuvo la alcaldía de Quito en Ecuador, y otros fueron derrotados en las elecciones como fue el caso de Henrique Capriles en Venezuela, que obtuvo en 2012 el 44,31 % de los sufragios frente al 55,07 % de su contrincante Hugo Chávez y que perdió nuevamente en 2013 frente a Maduro, en nuevas elecciones, tras la muerte de Chávez. Sin embargo, Capriles había sido electo a gobernador del Estado de Miranda en 2008 y fue reelecto a dicho cargo a fines de 2012, siendo su actual gobernador. Por otra parte, otro representante de la «nueva derecha» venezolana, Henry Ramos Allup, preside la Asamblea Nacional venezolana desde diciembre de 2015.
5 Si analizamos estos dos bloques comerciales de acuerdo a sus progresos sociales, el Mercosur ha obtenido mejores resultados según el Panorama Social de CEPAL de 2013. En Brasil entre 2005 y 2013 la pobreza bajó del 36% al 18%; en Argentina del 30% al 4%; en Venezuela del 37% al 23%; en Uruguay solo hay un 6,5% de pobreza; mientras que Paraguay sigue con cifras muy altas: 49% de pobreza. Sin embargo en los países de la AP la disminución de la pobreza fue menor entre 2005 y 2013. En México hubo un retroceso pues subió de 31% al 37%; en Colombia disminuyó del 45% al 32%; en Perú del 52% al 25%; y en Chile se mantuvo baja con un 11%. La desigualdad en los ingresos entre el 20% más rico de la población y el 20% más pobre entre 2002 y 2012 bajó en Brasil más de 10 puntos, entre 5 y 10 en Argentina, Venezuela y Perú y menos de 5 en Colombia, Chile y México. Es decir, salvo en el caso de Perú, también en este aspecto los países de Mercosur presentaron mejores resultados en lo que a índices de desigualdad se refiere.
6 En un artículo en artículo en 1988 F. Hinkelamet la denominó nueva derecha. Nueva Sociedad noviembre-dic. 1988.
7 Ver los artículos publicados en el Nro. 254 de la Revista Nueva Sociedad en 2014. En especial el de Verónica Giordano y el de Cristóbal Rovira. Ver también en Página 12, 24 de noviembre de 2015, el artículo de Emir Sader «¿Hay una nueva derecha en América Latina?».
8 El Neoliberalismo como modelo económico, social y político presenta las siguientes características: teóricamente se basó en los trabajos de Milton Friedman y la Escuela de Chicago; alcanzó dimensión mundial con los gobiernos de Reagan y la Thatcher, pero fue una receta en especial para los países latinoamericanos; no tuvo gran universalidad, pues los países asiáticos de gran éxito en la economía mundial – Japón, República de Corea, Taiwan y China – apenas han tenido que ver con sus políticas; da prioridad a la lógica del mercado en la regulación, no sólo de la economía, sino de la sociedad en su conjunto; lleva a cabo grandes privatizaciones en la economía en aras del capital privado desmantelando los servicios públicos estatales y/o reduciéndoles los fondos drásticamente; propugna la liberalización del comercio internacional; demoniza el Estado como regulador de la economía y promotor de políticas sociales; tiende a concentrar la regulación económica global en dos instituciones multilaterales, ambas dominadas por el capitalismo euro-norteamericano (BM y FMI), en detrimento de las agencias de la ONU que anteriormente supervisaban la situación global; desregulación de los mercados financieros; sustitución de la regulación económica estatal por la autorregulación controlada por las empresas multinacionales (soft law). Los resultados para nuestra región fueron tan desastrosos si observamos las estadísticas de CEPAL, que dieron lugar a la emergencia y desarrollo de los proyectos neoliberales.
9 Vid. A. Borón: América Latina en la geopolítica imperial. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014.
10 El representante de la «nueva derecha» venezolana, Henry Ramos Allup, preside desde diciembre de 2015 la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela y ha intentado por todos los medios a su alcance desestabilizar el gobierno del Presidente Nicolás Maduro.
11 Mensalao: supuestas mensualidades pagadas como soborno a varios diputados en 2005 para que votaran a favor de los proyectos de interés del Poder Ejecutivo.
12 A. Borón (mayo 2016): «Asalto al poder en Brasil». http://www.atilioboron.com.ar/
13 I. Wallerstein: «The left loses elections in Peru » en Commentaries 425, May 15. http://iwallerstein.com/commentaries/
14 Vid. A. Borón: Argentina 2015: claves de una derrota. http://static.telesurtv.net
15 Francisco José Mojica y Francisco López Segrera (2015): ¿Hacia dónde va el mundo? Prospectiva, megatendencias y escenarios latinoamericanos. El Viejo Topo, Barcelona.
16 Según el Ministerio de Comercio de la República Popular China, a finales de 2011, la suma existente de inversiones directas chinas no financieras en Latinoamérica alcanzó los 54.000 millones de dólares y el volumen comercial sino-latinoamericano fue de 241.500 millones.
http://spanish.mofcom.gov.cn/article/reportajeexterior/201302/20130200029608.shtml
Sobre estimaciones de inversión china en la región, CEPAL no ofrece cifras precisas. Estas inversiones son muy difíciles de rastrear pues los chinos utilizan mucho la intermediación financiera a través de los paraísos fiscales para sus inversiones, con preferencia de portafolio.
17 Harnecker, M. (2010) Laboratoire pour un socialismo du XXIe siécle. Les Éditions Utopía, Paris.
18 En el debate entre pachamamismo y extractivismo no podemos olvidar que si antes «el desarrollo estaba asociado con la industrialización, el mercado interno y las exportaciones manufactureras» hoy el progresismo «es extractivista, primarizador y exportador», en especial cuando «los ingresos de las exportaciones extractivistas han servido para financiar amplios programas de políticas sociales». A. Borón, 2014, op. cit., p.135
Francisco López Segrera, Profesor Titular Adjunto del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba (ISRI). Profesor Titular Adjunto del Centro de Pensamiento Estratégico y Prospectiva de la Universidad Externado de Colombia. Profesor Titular Adjunto de la Cátedra UNESCO de Dirección Universitaria de la Universidad Politécnica de Cataluña.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.