El pasado 2 de agosto, Irfaan Ali se convirtió en el noveno presidente de la historia de Guyana. El anuncio sobre la victoria del Partido Progresista del Pueblo-Cívico (PPP/C) sobre la coalición oficialista comandada por el ahora expresidente David Granger, se produjo exactamente cinco meses después de las elecciones realizadas en marzo.
El proceso electoral nació con palos en la rueda y el oficialismo realizó innumerables maniobras para dilatar los comicios. Todo comenzó el 21 de diciembre de 2018 cuando sorpresivamente en la Asamblea ganó el voto de no confianza contra la administración de Granger. Esto significaba que había un plazo de 90 días para convocar a elecciones. Acusaciones de fraude, presentación de recursos judiciales y maniobras de la Comisión Electoral retardaron el sufragio para sostener el mayor tiempo posible a David Granger en el poder.
La votación se realizó bajo la observación internacional de la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Mancomunidad de Naciones (CommonWealth, resabio del colonialismo británico) y The Carter Center (ONG fundada en la década del 80 por Jimmy Carter, expresidente de Estados Unidos).
Una vez finalizados los comicios, hubo una acusación de fraude en el conteo de la región más populosa del país y todos los observadores coincidieron en la denuncia de diferentes irregularidades. De hecho, cuando se realizó el recuento total de votos ya con la pandemia del COVID-19 instalada, el presidente Granger solo habilitó la llegada de miembros de CARICOM.
A diferencia de las elecciones en Bolivia donde ni la OEA, Estados Unidos (y sus súbditos latinoamericanos) y la Unión Europea dudaron un segundo en instalar el fraude, en este caso solo agradecieron la paciencia del pueblo de Guyana y se vieron obligados a tomar posición cuando el fraude se hizo muy evidente.
Sin embargo, en el último tiempo la presión internacional con llamamientos, resoluciones e incluso las sanciones a funcionarios del gobierno anunciadas por el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, llamaron poderosamente la atención. Una vez más, lo hicieron en nombre de la democracia.
Aunque parece un país pequeño sin importancia, Guyana es de interés central para la región y Estados Unidos lo sabe mejor que nadie. En primer lugar, la riqueza y variedad de recursos naturales lo convierten casi en un diamante en bruto a explotar por parte de los norteamericanos y la Unión Europea.
El descubrimiento de reservas de petróleo en 2015, que podrían convertir a uno de los países más pobres de América Latina y el Caribe en uno de los más ricos del mundo, resulta una oportunidad única para Estados Unidos que, a través de sus empresas privadas con Exxon Mobil a la cabeza, ya empezaron la producción. Por supuesto, el progreso ya profundizó la crisis ambiental que atraviesa el país y está destruyendo las industrias agrícolas, arroceras y azucareras.
En segundo lugar, su ubicación geográfica resulta de vital interés en caso de una intervención militar contra Nicolás Maduro ya que limita con Brasil y Venezuela. También, la disputa que se está resolviendo en la Corte Internacional de Justicia entre Venezuela y Guyana por el Esequibo es un dato no menor para este complejo entramado geopolítico.
Con días de gestión, el gobierno de Irfaan Ali ya anunció su apoyo a la candidatura de Mauricio Claver-Carone al Banco Interamericano de Desarrollo. El estadounidense de descendencia cubana, asesor de Trump y representante de la línea dura contra Cuba y Venezuela, fue propuesto por el magnate para ocupar la presidencia en un acto sin precedentes para la historia del organismo, algo que levantó críticas de personalidades políticas de todos los colores. Argentina, Chile y la Unión Europea están buscando adhesiones para frenar la elección.
En cuanto a políticas locales, el gobierno guyanés ya anunció un fondo millonario para víctimas de la pandemia, la necesidad de “reabrir la economía” y afirmó que evaluará el regreso a las aulas en base a las estadísticas sobre el coronavirus.
¿Cómo será el futuro de Guyana? ¿Se alineará a las políticas del norte o se animará a construir un país soberano?
Nicolás Retamar. Licenciado en Comunicación Social (Universidad Nacional de Quilmes, Argetina) y docente. Redactor de NODAL. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (UCLAE, www.estrategia.la), y surysurtv