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Breve nota sobre el mensaje del presidente usamericano ante la Cumbre de Trinidad y Tobago

Obama: desmemoria e incoherencia

Fuentes: Rebelión

En su mensaje difundido masivamente en preparación de la Cumbre de Trinidad y Tobago el presidente Barack Obama dio a conocer su visión sobre como lograr un mejor futuro para las Américas. Se trata de una pieza sorprendente por su notable incoherencia interna, más allá de las críticas que suscitaría su muy unilateral concepción acerca […]

En su mensaje difundido masivamente en preparación de la Cumbre de Trinidad y Tobago el presidente Barack Obama dio a conocer su visión sobre como lograr un mejor futuro para las Américas. Se trata de una pieza sorprendente por su notable incoherencia interna, más allá de las críticas que suscitaría su muy unilateral concepción acerca de lo que sería bueno o malo para esta parte del mundo. En su escrito Obama exhorta a los gobiernos de la región a no seguir «enfrascados en los trillados debates del pasado» y a optar por el futuro. Agrega también que la relación entre Estados Unidos y Cuba es ejemplo de un debate «que no sale del siglo XX.» Tiene razón. Pero, para desazón del lector esperanzado, en el penúltimo párrafo de su mensaje se comprueba una vez más aquello de que «la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos», como el filósofo de Treveris lo observara a propósito de Luis Bonaparte. Es esa tradición de las generaciones muertas lo que lleva a Obama en recaer en la retórica de la Guerra Fría y afirmar que es necesario que los gobiernos de la región se plieguen a sus esfuerzos para «apoyar la libertad, igualdad y los derechos humanos de todos los cubanos.» Que pretenda dar lecciones de igualdad un gobernante que preside la más desigual e injusta sociedad del mundo desarrollado y que priva a cerca de 50 millones de ciudadanos del acceso a la salud; o que hable de derechos humanos quienes legalizaron la tortura y fueron actores fundamentales o copartícipes de las mayores violaciones de los derechos humanos en el siglo veinte demuestra que ni la buena memoria ni la coherencia argumentativa han llegado a la Casa Blanca. Su exhortación a optar por el futuro Obama debería dirigirla hacia sí mismo, enviando discretamente al museo de antigüedades un trillado discurso anticubano de mediados del siglo veinte que lo pone en ridículo ante los ojos del mundo entero.