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Uruguay

Pablo Romero: un liberal de izquierda hablando de filosofía

Fuentes: Uypress

Pablo Romero es ampliamente conocido más allá del ámbito filosófico. Con 38 años y cuatro hijos, egresado del IPA, tiene a su cargo una columna semanal de filosofía, todos los jueves, a las 19:30 horas, en el programa Ciudad + de TV Ciudad, donde intenta analizar problemas de la agenda nacional desde una perspectiva filosófica, […]

Pablo Romero es ampliamente conocido más allá del ámbito filosófico. Con 38 años y cuatro hijos, egresado del IPA, tiene a su cargo una columna semanal de filosofía, todos los jueves, a las 19:30 horas, en el programa Ciudad + de TV Ciudad, donde intenta analizar problemas de la agenda nacional desde una perspectiva filosófica, además de haber dirigido el Proyecto Arjé, de difusión y debate filosófico.

¿Cuál es tu formación?

Soy profesor de Filosofía, egresado del IPA.

Actualmente trabajás como docente.

Sí, soy docente en Secundaria y en la Universidad Católica, donde doy clases de Argumentación, que es una materia que depende del Departamento de Filosofía. Si bien no hay una carrera de Filosofía en la Universidad Católica, el Departamento de Filosofía nutre de varias materias filosóficas a diferentes licenciaturas.

Sos bastante mediático, como algunos otros filósofos. Basta ver los casos de Horacio Bernardo y Sandino Núñez. Eso antes no se veía; un filósofo apareciendo en la radio o televisión, dando opiniones sobre temas de la cotidianeidad.

No, no se veía, y creo que todavía hay una carencia en ese sentido. Todavía existe una cierta reclusión del filósofo, el profesor de filosofía o quien produce filosofía a nivel académico, que están muy vinculados a la producción interna. Generalmente nos reducimos a la Facultad de Humanidades, o en el caso de los docentes egresados del IPA, preparando las clases para Secundaria; a veces tomando situaciones del contexto y preparándolas para una situación áulica. No existe aún un vínculo con los medios de comunicación acorde a la cantidad de gente que nos dedicamos a la filosofía. No pasa lo mismo con el politólogo o el sociólogo, con otras áreas del pensamiento que también abarcan situaciones y problemas sociales. Son requeridos por los medios. En el caso de la filosofía, no sé si por problemas del propio filósofo, que suele tener una jerga muy especializada, y en lugar de aclarar, muchas veces oscurecemos. A veces también hay un prejuicio en el sentido de que pensar la realidad o la cotidianeidad podría trivializar o hacer más superficial lo filosófico.

¿Eso lo has visto?

Sí, sucede. Recuerdo haber tenido algún intercambio con docentes en la Facultad de Humanidades y te daba la sensación que nos sentíamos parte de una torre de marfil.

Hay prejuicios de la gente hacia los filósofos, pero también los hay de los filósofos hacia el resto de la gente.

Sí, sí. La cosa es de ambos lados. A veces está esa sensación de que si bajamos al barro de la realidad estamos trivializando lo filosófico. No sé si no se debe a cierta impotencia al tratar de allanar el lenguaje, bajar ciertos conceptos que pueden ser duros a un lenguaje comprensible por la mayoría de la gente.

Hace ya tiempo leí un reportaje, no recuerdo a qué filósofo, donde sostenía que a los gobiernos les haría bien tener en sus equipos algún filósofo más y algún tecnócrata menos. Por ejemplo, ¿le haría bien al gobierno de nuestro país tener algún filósofo en su equipo? 

Depende. Si a lo que se refiere es a una especie de intelectual orgánico, más vinculado a ser oficialista, actuar como vocero de las posturas oficiales, creo que no sería interesante. Sí creo que sería bueno tener gente que pueda aportar desde ese lugar del pensar filosófico a las cuestiones en debate. Los tecnócratas en general tienen una cierta especialidad y dan una mirada particular sobre los problemas que se están tratando; estaría bueno sí, que en esos equipos multidisciplinarios también apareciera la perspectiva del filósofo. Una cosa es un filósofo que trate de aportar una perspectiva que abra la cancha, y otra cosa es cuando, como se da con Feinmann en Argentina, cada vez que sale a la palestra desde su posición de filósofo, es para intentar defender argumentativamente la posición oficial. No parece saludable la filosofía defendiendo la corriente ideológica que esté en ese momento en el poder. Integrando equipos de trabajo, me parece bárbaro; es más, lo creo necesario. Los políticos de antaño, de hace 50, 60 años o más – incluso el propio Rodó llegó a ser diputado por el Partido Colorado, Vaz Ferreira estuvo cercano a la figura de Frugoni- cuando discutían o polemizaban, tenían una apoyatura filosófica.

¿Hoy no existe eso?

No, hoy no existe. Si analizás las discusiones de antes, era común citar a filósofos o recurrir a conceptos del campo de la filosofía; eran discusiones de otro calibre, en el terreno de las ideas. A mi entender, ha decaído mucho la formación intelectual de la clase política.

¿Es posible bajar la filosofía a tierra con temas de la agenda política? No me voy a referir al aborto, que es un tema político hoy, en el cual hay nítidamente implicadas posiciones filosóficas, pero por ejemplo, los temas de seguridad ¿pueden tratarse desde la filosofía?

Una de las columnas recientes que desarrollé en TV Ciudad, fue sobre el tema de la inseguridad. Hay fundamentos para ese tema. Cuando lo abordé aparecía la figura de Thomas Hobbes, con la idea del Leviatán, cómo se formaba el Estado moderno y cómo aparecía como un agente central el tema de la seguridad, de que el fundamento primero de los Estados modernos era la reunión en torno a la seguridad. Desde ahí se puede establecer un vínculo con la obra de Hannah Arendt y el tema de la crisis de autoridad, y cómo esta puede vincularse claramente con la inseguridad. Todos estos temas se pueden rastrear desde una perspectiva filosófica; a los filósofos no les ha sido ajena la problemática social. ¿Qué hicieron casi todos los filósofos de cierta importancia? Pensaron su momento, su tiempo. Y los grandes problemas de la historia de la humanidad siguen siendo los mismos. Contextualizados, con variantes según la época, pero seguimos girando en torno a aquellos problemas que siempre ha tenido la humanidad. En el caso de la inseguridad, tiene que ver con el surgimiento del Estado moderno, por qué renunciamos a nuestro derecho de defensa propia, qué crisis hay en torno al pacto fundante, y esto vinculado a cierta crisis de autoridad que está emergiendo en nuestras sociedades. Se le puede dar otro tenor que simplemente limitarlo, como termina pasando en la discusión mediática político-partidaria, sobre baja de la imputabilidad sí o no.

Por otro lado, muchas veces se argumenta que los problemas de inseguridad se deben, en última instancia, a factores económicos. ¿Es eso o hay otras causas? La crisis de autoridad a la que hacés referencia ¿tiene una base económica?

A veces hay situaciones económicas que generan un mayor grado de inestabilidad en ese terreno. Pero también, en muchas sociedades que no están mal económicamente, estos problemas están presentes. Incluso nuestro país, donde hemos tenido un repunte económico y no estamos tan mal como hace diez o doce años, ha sufrido un aumento del problema de la inseguridad. Eso implica que más allá del factor económico, hay problemas con lo que tiene que ver -según mi opinión- con los valores.

¿Qué valores? Casi todos hablan de pérdida de valores, pero ¿a cuáles te referís?

Creo que hay una pérdida de cierto sentido vinculado a lo colectivo, y quizás una híper individualidad. En general hay una menor puesta de límites en las familias. Entonces, en generaciones que tienen como objetivo lograr cosas de manera casi inmediata, con cierta ajenidad respecto al otro, aparece la carencia de límites. Eso sucede en los núcleos familiares, y quienes somos docentes lo vemos en la deslegitimación de ciertas figuras que antes, por su sola presencia, generaban cierta referencialidad positiva.

Ahora bien, ¿dónde está el límite entre el principio de autoridad y el autoritarismo?

El autoritarismo se impone por la fuerza; la autoridad se legitima por un valor positivo de la figura que la ejerce. Eso se ha ido perdiendo y se ha establecido una horizontalidad, que en alguna medida es positiva. Está bien cuestionar ciertas referencias de autoridad que pueda tener una sociedad; si no, no se producirían los cambios sociales y se reproducirían ciertos valores sociales de una cultura y no habría un cambio de cabeza. En ese sentido, está bien. Pero pasamos a otro extremo, que es deslegitimar esa presencia y asociar la autoridad legítima a algo autoritario. En el caso de los docentes lo vivimos a diario en el aula, donde existe una desvalorización de lo que puede trasmitir, porque además, esto de lo inmediato está presente en lo educativo. Lo educativo y la construcción de valores no es algo que pueda producir sus efectos al día siguiente.

Compre ya, adelgace ya, sea linda o lindo ya.

Efectivamente. ¿Cómo podemos los docentes contrarrestar esa situación? Es muy difícil.

Esa concepción se ve también en dirigentes políticos, de todos los sectores. Me refiero a cuando se habla de una educación que sirva para el mercado de trabajo. Eso ¿no es una forma de desvalorizar el pensamiento crítico?

Sí.

Más allá de que es necesario también que haya una preparación para el mercado de trabajo.

Está bien, pero sistemáticamente se ha agudizado esa situación. La reforma Rama había dado un paso en ese sentido, y la izquierda había tenido un discurso históricamente opuesto, de fomentar el pensamiento reflexivo, crítico, que la educación no podía estar meramente vinculada al mercado laboral. Sin embargo, si ves el discurso de Mujica en ese sentido, vinculado a la UTU -no hay que crear falsas oposiciones, está bien fortalecerla- ha ido en detrimento de esa formación humanística. Se ha extendido también cierta idea de universitarios provenientes del campo de las humanidades como parásitos, cuya reflexión no tiene una aplicación inmediata. Y se ha instalado un discurso que vincula, casi exclusivamente, a la educación con el mercado laboral. Las dos corrientes ideológicas dominantes en el país han tomado ese mismo posicionamiento. Se podía pensar antes que la izquierda podía ir hacia otro lado, y sin embargo se encaminó en la misma dirección que antes criticaba.

Capaz que eso es lo que se reclama, cuando te referías a la inmediatez.

Sí, sí, sí.

El asunto de cómo los chiquilines de secundaria se pueden insertar en un mercado laboral que exige determinadas capacidades.

Uno lo entiende, pero a la larga hay un costo en eso. Se puede vincular lo educativo a la urgencia laboral. Lo educativo ha terminado corriendo atrás de esa perspectiva. Si generás personas aptas para el mercado laboral, pero carentes de capacidad reflexiva que, eventualmente le permita cambiar de situación, pueden quedar estancados y sin posibilidad de reciclarse. Lo intelectual te da capacidad para generar otros espacios que no sean únicamente los de tu formación técnica.

Vos referías que antaño los políticos se basaban en filósofos para las discusiones.

Estaban más presentes.

Hoy, cuando se da Filosofía en Secundaria, ¿se estudian autores contemporáneos?

En los programas están contemplados algunos autores contemporáneos, pero sigue siendo mínimo.

Más allá de que los problemas o debates filosóficos puedan ser los mismos a lo largo de la historia de la humanidad.

Es cierto, pero más allá de que sigan siendo los mismos, importa mucho lo que cada generación discute sobre esos mismos problemas. Un poco la «gracia» de la indagación filosófica es que cada tiempo pueda repensar esos problemas. Los problemas no son atemporales, sino quedaríamos en Platón y Aristóteles, que básicamente tocaron casi todos los grandes temas. Volviendo a tu pregunta anterior, aparecen algunos autores contemporáneos y hay un esfuerzo de aggiornar los programas. En lo particular, trato de involucrar a más autores de los que están presentes en el programa y traer algunos contemporáneos y que están vivos y los tenemos entre nosotros.

¿Existe un pensamiento filosófico uruguayo?

No sé si con la característica de decir que hay un color local. Lo que sí hay es producción local, que no es muy grande, pero sí hay una tradición de autores de relevancia. El propio Vaz Ferreira fue una especie de griego exportado al Uruguay. Contextualizó problemas tocando temas de esa tradición universal de la filosofía. ¿Hay autores uruguayos que traten exclusivamente la situación uruguaya? Probablemente no. Pero sí hay autores que tomando los problemas universales de la filosofía han intentado dar una perspectiva local. Tenemos una tradición filosófica que, lamentablemente, no se difunde como se debería. Si pensás en los grandes centros de producción filosófica -los franceses, alemanes, los países anglo-sajones- andan por el mundo exportando su producción. Nosotros tenemos pruritos, y por intentar no ser provincianos acabamos siéndolo. No puede ser que no exista una cátedra de Filosofía Uruguaya en la Facultad de Humanidades. Hay autores; el libro «Pensamiento uruguayo», de Horacio Bernardo y Lía Berisso lo muestra claramente.

Sos docente en Secundaria pública.

Sí.

Nadie discute que la enseñanza atraviesa una época decadente. ¿Cómo se puede revertir eso?

Creo que hay un decaimiento en lo que podría definir como el capital cultural. Y hay una contracultura respecto a la formación que teníamos en otras generaciones, que tiene que ver con ese bombardeo en el cual participan a veces los medios de comunicación. Últimamente la tarea docente se está convirtiendo en un espacio de resistencia contrahegemónica. Cuesta muchísimo esfuerzo lograr que los muchachos se acerquen con cierto interés al estudio. La capacidad de acercamiento a la lectura, por fuera de la institución, es cada vez menor. Hay cada vez más una mayor presencia de lo «entretenido» y se va plasmando la idea de que lo educativo es algo aburrido. Si a eso le sumamos lo que hablábamos de lo inmediato, tenemos el combo completo.

Entonces, ¿todo tiempo pasado fue mejor o se está construyendo un tiempo nuevo con posibilidades?

No, no todo tiempo pasado fue mejor. Los docentes tienen que acercarse a formas de conocimiento que las nuevas generaciones han ido incorporando. Hoy hay formas cognitivas y de aprendizaje mucho más vinculadas a los medios audiovisuales. Eso hay que tenerlo en cuenta. Por lo visual, las nuevas generaciones captan conocimiento, más allá de la lectura tradicional del libro. Pero tampoco podemos irnos al extremo de intentar «didactizar» todo en términos de convertir la enseñanza en un entretenimiento audiovisual. Hay que buscar el equilibrio, y asociar los problemas filosóficos a los problemas cotidianos que puedan tener los adolescentes. Lo decía el otro día en una de las columnas: tal vez tenemos aún un profesorado muy vinculado a una formación que tiene que ver con la modernidad y la Ilustración, en instituciones que son hijas de esa etapa de la industrialización, intentando educar y encontrar un sentido mutuo con alumnos que son hijos de la posmodernidad. Este conflicto lo ves latente todo el tiempo en al aula. En ese sentido es una situación de crisis.

Siguiendo con este esquema: ha habido un abandono masivo de la educación pública por parte de ciertos sectores con capacidad -y a veces no tanto- para hacerlo. Por otro lado hay una población importante, sobre todo a nivel urbano y en especial en Montevideo, que vive en asentamientos. Con ese paradigma, ¿no estamos corriendo el riesgo de formar y perpetuar una clase dirigente por un lado y un sector postergado por otro? Parecería que ese Uruguay integrador de la escuela pública de antaño ya no existe, y no tiene retorno.

Ya desde hace bastante tiempo se están abriendo brechas. Mucha gente que hace un esfuerzo e intenta salirse de la educación pública, quiere escapar de ciertas situaciones que se están dando en la misma. La masificación de la educación, su universalización, ha llevado a incorporar situaciones nuevas. Muchas veces, las propias instituciones no saben cómo responder a esas situaciones. Hay cada vez más intentos de equipos interdisciplinarios, fundamentalmente en los institutos de contexto crítico, de paliar situaciones de desintegración social. A raíz de eso, lo estrictamente educativo, lo que tiene que ver con los contenidos, comienza a quedar relegado a un segundo plano; las instituciones pasan a convertirse en espacios de contención social. Hay situaciones realmente jodidas, para no usar eufemismos. En muchos casos, intentás integrar a los gurises para que adquieran capacidad de convivencia. Los docentes egresamos del IPA con la intención de impartir las clases con los contenidos para las cuales nos formamos, y terminamos, fundamentalmente en el ciclo básico, ocupando unos cuantos minutos para que los alumnos entiendan que están en una situación áulica, en una institución formal; que hay determinadas cosas como insultar y golpearse que no se pueden hacer. Pareciera que primero hay que socializarlos para estar en una institución. Al final, la institución se termina convirtiendo en un espacio de contención social y de intentar paliar situaciones, como ausencia o desintegración familiar y otras. El docente comienza a cumplir papeles que no le corresponden y para los cuales no estamos formados. No estamos formados para ser psicólogos o asistentes sociales. Hay instituciones que no tienen estos profesionales, y la cosa termina explotando en el aula. Terminás cumpliendo roles que hacen que los contenidos queden relegados. Todo esto contribuye a aumentar la brecha a que referíamos. Quien hoy le puede escapar a lo público, lo hace, y genera un plus diferencial.

Ese quiebre social no es nuevo.

No, ya viene de un par de generaciones.

Sí, hay generaciones nacidas en los asentamientos.

Ese es el tema. No es la primera generación, es algo que ya está instalado. Ya viene de atrás la pérdida del valor del estudio o el respeto por ciertas referencialidades positivas. ¿Cómo lidiás con eso? Por ejemplo, a veces cuando llamás a los padres, ves que hay una reproducción valorativa.

¿Cómo te definirías ideológicamente? 

Me he ido corriendo desde una izquierda tradicional a definirme actualmente como un liberal de izquierda.

¿Son compatibles el liberalismo y la izquierda?

Sí. El liberalismo en términos ideológicos no tiene nada que ver con el neoliberalismo en términos económicos. Los grandes valores de la Revolución Francesa y de la Ilustración, están en el seno del pensamiento liberal. Tengo un talante de búsqueda de la justicia social, que creo que ideológicamente se sigue dando en la izquierda. La derecha sigue teniendo una cierta insensibilidad en ese punto. Hay que apuntar a que la distribución económica ayude a los que están más hundidos en la sociedad. Con todos los defectos, creo que eso sigue estando más presente en la izquierda.

¿Hay derecha en nuestro país? Porque nadie se define como de derecha. De la misma forma que en la izquierda nadie se define como socialdemócrata.

Tal vez hablaría en términos de ser más o menos sensibles en el campo de la justicia social. Creo que ahí se establece una divisoria y marca una diferencia entre, por ejemplo, Larrañaga y Lacalle, con la perspectiva que pueda tener el Frente Amplio, aunque se pueda pensar que hoy en día no hay grandes diferencias entre un Astori y ciertos posicionamientos económicos de la derecha. Aun así, creo que hay un plus vinculado a las políticas sociales y distributivas. Eso, para mí, aún marca las fronteras entre izquierda y derecha. Creo además que la izquierda está más vinculada a la concepción socialdemócrata, independiente de que alguien lo diga o no.

¿Se puede vivir de la docencia?

Depende de la cantidad de horas que tengas. El problema es que cuando sumás muchas horas de clase y andás corriendo de un lado a otro, eso termina influyendo en tu trabajo. Si das 20 horas de clase, es como si tuvieras 40 de trabajo, porque tenés que prepararlas -no podés caer a improvisar-, instancias de evaluación, etc. El tema es que acá los sueldos son bajos en comparación con el costo de vida. Un docente recién egresado gana alrededor de 13.000 pesos con una unidad docente (20 horas de clase). Esa persona en general anda entre los 20 y 30 años; ¿qué hace? No puede alquilar, porque el sueldo se le iría en pagar la vivienda. ¿Cómo vive entonces?

¿Vuelve el Proyecto Arjé?

Sí, la idea es retomar la publicación de la revista y algún ciclo de charlas. Tenemos que volver a tomar impulso y generar los espacios; hay que movilizar las neuronas e incorporar diferentes miradas.

Fuente: http://www.uypress.net/uc_41356_1.html