El 29 de noviembre de 2012 es ya una fecha histórica. La Asamblea General de la ONU reconoció a Palestina como Estado observador retando, con claridad, a Estados Unidos e Israel. Panamá decidió autoexcluirse del momento histórico, optar por sus negocios con Israel, y alinearse con las colonias del Pacífico que Washington reclutó para su […]
El 29 de noviembre de 2012 es ya una fecha histórica. La Asamblea General de la ONU reconoció a Palestina como Estado observador retando, con claridad, a Estados Unidos e Israel. Panamá decidió autoexcluirse del momento histórico, optar por sus negocios con Israel, y alinearse con las colonias del Pacífico que Washington reclutó para su aislada causa.
El pasado 30 de octubre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ya avisó que Panamá sería el único país de Latinoamérica que votaría en contra de su nuevo estatus como estado observador ante las Naciones Unidas. En ese momento, las autoridades panameñas reaccionaron con enfado asegurando que la OLP no era quién para conocer el voto de Panamá. Parece que no era difícil acertar en esta quiniela.
Ayer, en la histórica votación de la Asamblea General de Naciones Unidas, Panamá se unió a países tan poco relevantes como las Islas Marshall, Micronesia, Nauru o Palao para juntar fuerzas y sumar 9 votos en contra de la resolución con Israel y Estados Unidos tirando del grupo y Canadá y República Checa de escoltas. la resolución fue aprobada con 138 votos a favor, esos 9 en contra y 41 abstenciones (entre ellas las de Paraguay, Colombia y Guatemala). México, en el último momento y por sorpresa, se sumó a la mayoría nuestramericana que apoyó el nuevo estatus de Palestina.
«Desde el inicio de este gobierno hemos estado votando siempre a favor de Israel y en contra de todo aquello que ataque a Israel», aseguró ayer a la BBC Pablo Antonio Thalassinós, el embajador panameño ante la ONU. Es contundente el encuadre del gobierno con Israel y este compromiso, que se concreta en negocios que van desde armamento hasta el mercado de diamantes, lo evidenció el presidente centroamericano Ricardo Martinelli el 2 de marzo de 2010, al poco de estar en el Ejecutivo. En esa fecha visitó Israel y metió la pata al afirmar: «Israel es la guardiana de la capital del mundo: Jerusalén«. La Autoridad Palestina respondió asegurando que «las declaraciones de Martinelli no son sólo una ofensa al pueblo palestino, al mundo árabe y a todo el mundo cristiano e islámico, sino que también son una ofensa al derecho internacional». La Coalición Cristiana Nacional de Tierra Santa pidió a la Liga Árabe que declarara al presidente panameño como persona non grata.
Las relaciones entre el Gobierno de Panamá y el de Israel van más allá de estas declaraciones. Aunque la mayoría de acuerdos se producen a las espaldas de la opinión pública, se conoce que el American Jewish Committe (AJC) y el World Jewish Congress -los dos brazos del lobby judío en Washington- han premiado la fidelidad de Panamá en las votaciones ante Naciones Unidas, siempre en contra de Palestina. Ambas organizaciones presionaron fuertemente al gobierno de Barak Obama y al Congreso para que se aprobara el Tratado de Promoción del Comercio (TPC) entre ambos países y así evitar el bloqueo demócrata que tenía estancado este acuerdo desde hacía meses. Mientras esto se lograba, Panamá e Israel han ejecutado numerosos acuerdos en materia de seguridad que han ido desde la formación del anillo de seguridad del presidente y de los miembros del Servicio de Protección Institucional (SPI), hasta la implementación del polémico Pele Police (dispositivo electrónico móvil de acceso a los antecedentes de los ciudadanos), pasando por asesoría y equipos para el rastreo de señales de telefonía y control de las fronteras.
La intensa relación se explica además por la fuerza del lobby judío en Panamá, cuya comunidad asciende a unas 8.000 personas de fuerte poder económico y, según el Congreso Judío Mundial, con unos 1.000 israelíes llegados en los últimos 20 años. La poderosa e histórica comunidad judía controla parte de la Zona Libre de Colón, ha contado con dos presidentes de la República en el siglo XX (el único lugar del mundo aparte de Israel) y ejerce una fuerte presión; que en este Gobierno se traduce en altos cargos (incluido uno de los ministros de confianza del presidente) y en fuertes relaciones de negocios personales de Martinelli con miembros de esa comunidad. Estos temas son tabú en Panamá ya que cualquier publicación de temas relacionados con la comunidad judía que no sean en clave positiva activa todos los mecanismos de presión de un sector muy poderosos financieramente.
«Estamos a la orden»
En la visita del presidente de Panamá a Israel de marzo de 2010, Martinelli ya dejó clara cuál sería la actitud política de su Gobierno en todo lo que tuviera que ver con el conflicto en Oriente Medio: «Lo hemos hecho ya en Naciones Unidas, en varios votos, y en todo lo que podamos ayudar y servir estamos a la orden», dijo Martinelli en entrevista con Efe reiterando un mensaje que ya había comunicado al presidente, Shimón Peres, y al primer ministro, Benjamín Netanyahu, durante sus reuniones con ambos. «Nosotros no somos miembros del Consejo de Seguridad, pero cuando se presente en la Asamblea una condena y consideremos que es injusta vamos a darle el voto favorable al Estado de Israel, junto con la posición americana [EEUU]».
Es decir que el voto panameño es coherente con la posición cerrada de su presidente y que fue reconocida en abril de 2011 por el American Jewish Congress (AJC) que otorgó a Martinelli el reconocimiento «Luz de las Naciones». En el acto, celebrado en Washington, el presidente de Panamá dijo: «Yo apoyo a Israel porque es lo justo«.
Ya en ese momento, la AJC reconoció públicamente y agradeció a Panamá el hecho de que fuera el único país de América Latina que votó -junto con Canadá, Israel, Micronesia, Naurú, Macedonia y Estados Unidos- en contra de la Resolución A/64 de 26 de febrero de 2010, que facultó al Secretario General de las Naciones Unidas para investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el ejército israelí en Gaza, en 2008-2009. Martinelli había descalificado previamente la validez del Informe Goldstone sobre la operación militar Plomo Fundido que Israel lanzó en Gaza entre diciembre de 2008 y enero de 2009, en el que se acusaba al Ejército israelí de supuestos crímenes de guerra por las cuantiosas víctimas civiles entre los 1.400 muertos palestinos. «Lo primero en una democracia es que una persona es inocente hasta que le prueben culpable. En ese informe usted es culpable y no tiene oportunidad de probar su inocencia. Es como una Inquisición».
Panamá también votó en solitario con Israel en una de las resoluciones aprobadas el 16 de noviembre de este año 2012 en la Cuarta Comisión previa a la Asamblea General y apoyó a Israel en otras varias quedando tan aislada como Estados Unidos y Canadá en la comunidad internacional.
El Movimiento Popular Unificado de Panamá manifestaba anoche en un comunicado la actitud de la delegación de su país ante la ONU como «un hecho vergonzoso para la diplomacia de Panamá, su representante en la ONU votó en contra del reconocimiento de Palestina como Estado Observador de las Naciones Unidas, siendo el único país latinoamericano que votara de esa manera, equiparándose a las minicolonias norteamericanas del Océano Pacífico, como las Islas Marshal».
Para Washington, sin embargo, el voto de Panamá suma en la pequeñísima lista de apoyos que ayer consiguió. La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, cerró la sesión con amargura: «Quiero decir unas palabras sobre la desafortunada y contraproducente resolución en la Asamblea General de las Naciones Unidas. (La resolución) añade más obstáculos al camino de la paz».