Imagino estas notas que se publican los lunes como una suerte de carta, de incitación al diálogo entre quiénes tenemos preocupaciones parecidas. 1- Otrora, durante Pacheco y la dictadura, las «cartas» que hacíamos circular, las de la FAU, las del PCU, por ejemplo, se repartían sin pié de imprenta, desde las sombras. No tenían otra […]
Imagino estas notas que se publican los lunes como una suerte de carta, de incitación al diálogo entre quiénes tenemos preocupaciones parecidas.
1- Otrora, durante Pacheco y la dictadura, las «cartas» que hacíamos circular, las de la FAU, las del PCU, por ejemplo, se repartían sin pié de imprenta, desde las sombras. No tenían otra forma de existir que en la clandestinidad.
De este modo se hacía difícil al lector anónimo hacer llegar al editor su opinión sobre lo que allí leía. Hoy hemos reconquistado esas libertades. Hay que ejercerlas para ampliarlas. Internet nos la facilita aún más ese ejercicio hoy imprescindible. Para el que quiera meter baza en estas reflexiones le paso mi correo: [email protected]
2- Es bien cierto que, como dice Paulo Virilio en un libro reciente (Villa Pánico), en las sociedades modernas frente a la inseguridad y el miedo, apostar a la razón, al debate y la persuasión parece un empeño casi quijotesco. Resume la revista Ñ, que aparece con Clarín: Durante todo el proceso moderno, la imagen idealizada de la democracia griega había dado paso, primero, a la democracia indirecta, ejercida a través de los representantes, y luego a la democracia de la opinión pública, donde los medios de comunicación disputan a las instituciones, corporaciones y partidos políticos el lugar de la «reflexión en común», del debate acerca de la dirección de los asuntos de una nación.(…)
Las tendencias prevalecientes en las sociedades actuales nos llevan a que, cada vez más, «estamos dominados por el miedo y el pánico a la inseguridad antes que por un sentido de deber hacia nuestra nueva e insólita ciudad-Estado.
Este pánico anula el lugar de la reflexión y los medios se hacen cargo, no ya de la demanda de reflexión colectiva, sino de una demanda de emoción colectiva.»
3-Volvamos al aquí y ahora. Muchas veces se plantean situaciones contradictorias -esta que vivimos en Uruguay es una de ellas- en las que hay muchas cosas para hacer y no se tiene fuerza militante para emprenderlas. Al mismo tiempo, proliferan los militantes voluntarios (intelectuales, ex sindicalistas) dispuestos a brindar tiempo y saber, que hoy no encuentran dónde aplicar sus energías. Sienten, por eso, un cierto desasosiego que mañana será quizá frustración.
Señal que, como «partido» (FA-EP-NM), en algunas cosas no estamos todavía a la altura de lo que nos exige la situación que nosotros hemos ayudado a construir.
4- Al querer terminar con las injusticias más flagrantes, la corrupción y los privilegios, estamos convocando a un aquelarre (un cabildo abierto de hechiceras) pero todavía no hemos auscultado ni organizado a un número suficiente de brujas (y brujos) a los que no podemos dejar deambular sin orientaciones políticas y prácticas precisas.
Algunos lineamientos ya los tenemos, habrá que socializarlos. Otras los iremos creando sobre la marcha, puesto que, un nuevo proyecto de país, conlleva también una ampliación de la democracia y formas más intensas de participación.
5- Tomemos, por ejemplo, la iniciativa -clave para la izquierda- de la realización del plan de emergencia social.
Es respuesta a una circunstancia social inédita en nuestro país. Una sucesión de hechos que, a diferencia de otros dramas históricos recientes, de los que se conocen relatos, nombres, fechas, nóminas de víctimas y de verdugos, este otro drama social, que concierne a decenas y decenas de miles de personas, ha sido en silencio, su presentación pública y (no su real y sangrante realidad) no ha sido noticia, carece (supuestamente) de protagonistas, no surgen responsables. Todos vemos a diario, en las calles a los desastrados protagonistas y todos sabemos quienes con eso se han hecho millonarios.
Pero nadie, ni dentro ni fuera de los cuarteles hace un acto para conmemorar el día de los caídos en la miseria, en la escasez, en la enfermedad.
Ayer domingo, el matutino El Observador daba cuenta de una interesante Investigación realizada por el Observatorio de Inclusión Social de la IMM.
6- En Uruguay no se alzó un muro, como el construido en Palestina por Sharon. Ni los trabajadores fueron arrojados de sus casas a la miseria a punta de fusil, como los campesinos colombianos.
Todo transcurrió -y transcurre- silenciosamente. Legalmente, ¡a la uruguaya, vamos!
Primero se impide que la gente se organice. Esto es clave. Al desorganizarse, el pueblo más pobre pierde su arma primordial. Luego viene el despido, después el desalojo y … después de unos años de aplicación de estas «normalidades legales» la ciudad ha cambiado, nos dice el Observatorio.
Ahora hay barrios, como Carrasco y Punta Gorda, donde los niños pobres son el 4.2% del total.
En otros lugares, sin muros ni fusiles que se interpongan, en Casavalle por ejemplo, el 91.4% de los niños son pobres. En La Paloma y Tomkimson, 87.5% y en el Casabó, el 79.1%.
Sobre los departamentos de Artigas, Rivera y Cerro Largo, no hay datos tan actuales y precisos. Pero todo hace pensar que la miseria y la desigualdad social son aún peores.
Esta es la herencia social que nos dejan los blancos y colorados, los devotos del pensamiento único, de las privatizaciones, los apologistas de la libertad irrestricta del mercado. Es una herencia que deja al país sin futuro.
Por eso el plan de emergencia es impostergable. Y no puede fallar.
7- Muchos compañeros se han acercado a distintos enclaves políticos o de la administración o universitarios para ofrecer su participación voluntaria, honoraria en las tareas. Es un buen indicio.
Creo que una de las claves es que el plan de emergencia no debiera tener como exclusivo campo de ejecución lo que se realice desde el Estado. El Estado y las Intendencias harán lo suyo. Porque el neoliberalismo terminó su reinado en el gobierno de este país. Y la participación del Estado es esencial.
Pero no a nuestros gobernantes no tenemos que dejarlos solos.
Es preciso retomar la cadena en el eslabón que se rompió cuando se dio inicio al círculo vicioso de la pobreza: necesitamos fortalecer las instancias de organización y participación popular.
Las comisiones barriales y las cooperativas de FUCVAM, los sindicatos de la zona y las organizaciones de mujeres o de ambientalistas.
Las organizaciones de usuarios de los servicios de salud. Los núcleos de padres en torno a las escuelas.
El Departamento de Montevideo ha dado algunos pasos en materia de descentralización. Esas formaciones democráticas incipientes y a menudo débiles podrían ser fortalecidas si, por ejemplo, los Consejos Vecinales hacen un llamado a la participación y abren sus puertas para que se arrimen nuevos brazos y se oigan nuevas voces.
Una vez más, una parte de esta iniciativa podría ser asumida por las fuerzas políticas implantadas en cada zona a través de sus Comités de Base. Experiencia anterior no falta. Quizá haya que agregar imaginación para actuar como punto de apoyo a los esfuerzos de la administración, como factor de contralor y como espacio para la participación y el aporte de ideas.
Para avanzar en todo esto precisamos romper con todas las rutinas de la democracia de balconeadores que pretenden que seamos.
Y nuestra fuerza política, el FA (y sus aliados) no puede permanecer ajena a esta necesidad.
28 de marzo de 2005