La VIII Cumbre de las Américas, pende literalmente de un hilo. Podría atribuirse el hecho a la terca e irresponsable conducta de la Cancillería peruana que, digitada por PPK, se ha puesto a disposición de la Casa Blanca en el avieso propósito de agredir a Venezuela; pero también a la voluntad de los halcones del […]
La VIII Cumbre de las Américas, pende literalmente de un hilo. Podría atribuirse el hecho a la terca e irresponsable conducta de la Cancillería peruana que, digitada por PPK, se ha puesto a disposición de la Casa Blanca en el avieso propósito de agredir a Venezuela; pero también a la voluntad de los halcones del Imperio, empeñados en instalar en nuestra América una suerte de réplica de la guerra genocida que hoy impulsa Donald Trump en el Asia Central.
Es claro que la cita de abril es un evento protocolar en la que los Jefes de Estado y de Gobierno de todos los países de América se reúnen para intercambiar opiniones en torno a «grandes temas». El encuentro no tiene el propósito de loar, ni demonizar, a nadie. Son todos mandatarios de un mismo rango y representan a distintos países y pueblos. Los une, en el caso, la voluntad de hablar en torno a la democracia, la corrupción y la gobernabilidad de este continente, agobiado por grandes retos económicos y sociales.
Ocurre, sin embargo, que Washington se ha empeñado en «dejar afuera» a uno de los más importantes países de América del Sur Y eso, apenas porque considera que su Presidente de hoy, es un «dictador». Ignora, a propósito por cierto, que Nicolás Maduro fue electo en un proceso democrático validado por la propia Organización de los Estados Americanos; y que es reconocido por todos los gobiernos del mundo como la única autoridad formal de la República Bolivariana de Venezuela.
Oído por la Asamblea General de Naciones Unidas, no hace mucho, el jefe de Estado del país llanero formuló un fervoroso llamamiento a la paz, y defendió con la fuerza de su mensaje la Independencia y la Soberanía de su patria, lo que -dicho sea de paso- le supo a chicharrón de sebo al sucesor de Barack Obama.
Este llamado tampoco gustó a Pedro Pablo Kuczynski, el casual Presidente Peruano que, solícito, se prestó a eslabonar una cadena de excomuniones contra Venezuela en el empeño de aislar a ese país del concierto de naciones de nuestro continente. Al alimón, como en las corridas de toros, ambos Presidentes emprendieron la faena de descalificar a Nicolás Maduro, denigrando su gestión. Ese empeño hoy adquirió dimensiones mayores, y amenaza la paz del continente.
Pareciera que Washington, en efecto, resolvió ya intervenir militarmente contra Venezuela. Busca, para este efecto, «calcar» la experiencia centro asiática. Allí, en efecto se valió de la OTAN para comprometer a otros países de Europa Capitalista, y Canadá. Aquí, hará uso de la OEA como manto de ataque. Y como ella no tiene «armada» propia, se valdrá del Comando Sur de los Estados Unidos y de los Convenios bilaterales que tiene con cada uno de estos países para «colaborar» en la acción militar contra la Patria de Bolívar. En el Perú, por lo pronto, funcionan ya 9 bases militares norteamericanas y hasta se han dado «decretos» mediante los que -incluso- se permite la acción militar de tropas yanquis.
El conjunto de bases ya instaladas en la región bajo el pretexto de enfrentar el tráfico de drogas, le servirá de perillas para esta operación que ya está en marcha y que se inició en Tabatinga hace apenas dos meses. Por eso Trump no quiere enfrentar a Maduro en la cita de las Américas.
Si persistiera en esa voluntad -que marcaría el sentido de la crisis del evento de abril- se sellaría por cierto la suerte de la Cumbre. Porque ella no podría funcionar con una sola exclusión. No estamos ya en los años 60 del siglo pasado, donde Estados Unidos se dio el lujo de prescindir de Cuba con la anuencia de los demás. Ahora hay contestatarios que harán uso de su dignidad, y no asistirán -o se irán- de la Cumbre, si se concreta la idea de excluir a Venezuela el concierto americano.
Para en enfrentar desde la base popular este torpe intento anti bolivariano; las organizaciones sociales y de masas están programando lo que se ha dado en llamar la Cumbre Alternativa de los Pueblos Ella tendrá lugar en Lima los días 12, 13 y 14 de abril bajo la convocatoria de las instituciones más representativas de nuestro pueblo. Diversos actos se han previsto en la coyuntura, pero quizá si los más importantes sean hasta hoy la cita que tendrá lugar el JUEVES 12 DE ABRIL a las 6 de la tarde en la Plaza San Martin para repudiar masivamente la presencia de Donald Trump; y el evento del SÁBADO 14 que mañana y tarde será escenario de un homenaje a los gobiernos y pueblos solidarios con la lucha emancipadora de nuestro continente. Allí, peruanos, cubanos, venezolanos, bolivianos, chilenos, colombianos, nicaragüenses, mexicanos, salvadoreños, y otros, nos abraza reos en un grito común contra el Imperio.
A todo esto, en medio del fragor de la Cumbre y del ruido ostentoso de las «confesiones» de Barata, sumadas a las pillerías de PPK que asoman de manera cotidiana; los peruanos se preguntan dónde está Alberto Fujimori. Pareciera que se lo tragó la tierra. Nadie da razón de él, y la «prensa grande» lo ha olvidado, como si no existiera. No está sano, ni está enfermo. Tampoco está en Política, con Keiko ni contra ella. Simplemente, se ha esfumado. ¿No será que ya ha huido?
Sería bueno que los periodistas de investigación, tan diligentes para algunas cosas, se pusieran las pilas y emprendieran la búsqueda del chinito de la yuca, porque se ha hecho humo. Dijeron que no podía salir del país porque no tenía Pasaporte. Pasaporte peruano, claro, pero ¿Pasaporte japonés? A lo mejor sí; porque ese pillo, es ciudadano del Imperio del Sol Naciente. Por lo demás, podría haber ocurrido una fuga no por las fronteras -donde hay que presentar documentos de identidad- sino por el mar. Después de todo, en algunas películas norteamericanas se ha visto cómo, en un helicóptero, se traslada a un individuo de una casa especialmente acondicionada, y se le lleva hasta un barco en alta mar. Desde allí podría consumarse un viaje sin retorno, y sin interferencia alguna, a cualquier puerto nipón ¿o no?
SI algo se supiera en torno al tema, el colapso de la Cumbre, sería más sabroso.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.