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Uruguay

Perfiles de un perfil presidencial antinatural

Fuentes: Editorial La República

El debate que comienza a asomar en el Frente Amplio uruguayo (FA) sobre la candidatura presidencial va tomando un cariz apasionante no sólo por poner sobre la arena de juego militante -con valoraciones muy divergentes- apellidos y personalidades sino también indirectamente, el papel de los sujetos en la historia. Aunque de manera tangencial, no deja […]

El debate que comienza a asomar en el Frente Amplio uruguayo (FA) sobre la candidatura presidencial va tomando un cariz apasionante no sólo por poner sobre la arena de juego militante -con valoraciones muy divergentes- apellidos y personalidades sino también indirectamente, el papel de los sujetos en la historia. Aunque de manera tangencial, no deja de estar aludido el programa de gobierno y la relación entre la fuerza política y sus representantes. Tales nombres y personalidades representan perfiles claramente delimitados y en algunos aspectos con signos diferenciales. Sin embargo, no todas las menciones (y una en particular) parecieran tener factibilidad de concretarse. Por tal razón, intentaré sugerir un método inverso al de la sucesión entre nombre y trayectoria desde donde queda delimitado un perfil. Quizás un previo debate sobre el perfil del candidato o candidata, el recorte de una suerte de silueta política ideal, permita no sólo precisar las expectativas sino también producir el antinatural alumbramiento de un nombre factible.

Los blogs (y facebooks) a los que aludí el domingo pasado bulleron esta semana con cientos de intervenciones polémicas. Pero no es un fenómeno encerrado en las redes sociales. La prensa comienza a reflejarlo. Este diario publicó un editorial el martes aludiendo de manera directísima a ello. Luego Enrique Ortega Salinas destacó el perfil de Constanza Moreira dos días después y al día siguiente Luis Casal Beck, si bien escribió sobre la constitución, aludió indirectamente al debate interno al respecto en el FA. No considero un reflejo ajeno a estas expresiones que finalmente el FA llenara con algún contenido y precisiones la página de convocatoria al Encuentro de Comités de Bases cuya realización seguramente potenciará la polémica aún más.

La razón por la que creo que el FA es (aunque con riesgo de dejar de serlo) una experiencia de convergencia unitaria en su múltiple diversidad prácticamente inédita y valorable internacionalmente, no es exclusivamente la audacia, inventiva y pluralismo de sus fundadores y sucesores. También lo es el carácter particular y escurridizo al etiquetamiento que adquieren sus organizaciones internas y su capacidad para relacionarse con los movimientos sociales combativos y sus luchas, además de la masa de independientes (aunque hoy en franca declinación, al menos militante). Si bien existen tendencias que pueden denominarse socialdemócratas, no guardan relación mecánica con la socialdemocracia europea u otras variantes latinoamericanas. El Partido comunista uruguayo nunca fue un partido estalinista clásico y mucho menos aún se le parece al del otro lado del río que aún pervive, ni el socialista se asemeja a ningún homónimo externo, aunque tiene sus alas diferenciables. El trotskismo vivió peleándose al interior de la IV Internacional para fundamentar su participación dentro del FA (criticado por su conciliación de clases), aunque creo que varios de ellos ahora lo han abandonado. El resto son organizaciones sin referencialidades teóricas o ideológicas en los grandes lineamientos de las izquierdas mundiales. De alguna manera las tienen y por algo los más «clásicos» se llaman así como en casi todo el mundo, pero, para decirlo como se dice allí, lo son «a la uruguaya», es decir en su particularidad y semi orfandad teórico-ideológica. Esta desdogmatización relativa y flexibilidad inserta en su realidad específica, explica algo más el crecimiento y posterior éxito electoral y sobre todo su influencia de masas, que la amplitud del espectro ideológico. El FA es un frente del Uruguay y para el Uruguay, no necesariamente repetible en otras latitudes pegando etiquetas presumiblemente similares, aunque es una experiencia a estudiar en profundidad. No obstante, si tuviéramos que esquematizarlo groseramente, conviven en su seno un sector débilmente reformista y moderado (que sus críticos llaman socialdemócrata o social-liberal) con una izquierda que -aunque con matices diversos- expresa radicalidad e intenciones de profundización de los cambios sociales.

Llegar a un candidato presidencial necesariamente único por razones constitucionales (y también de principios) no puede dejar de contemplar esta particular naturaleza con su correspondiente debate interno y variedad de alternativas, además de un irrenunciable compromiso con el programa. Al FA le es indispensable dirimir internamente con sus militantes y adherentes la mejor encarnación personal de tan compleja y rica diversidad. No criticaré al aparente candidato único Tabaré Vázquez, sino, como lo hice el domingo pasado, a la «naturalización» de su precandidatura. Lo haría también con cualquier otro nombre si se presentara de esta forma excluyente y con el triunfo como único argumento, aún suponiéndolo cierto. He escrito oportunamente críticas a lo largo de su gobierno y de sus intervenciones públicas posteriores, tanto como destaqué sus logros. No es el momento de hacer un balance o caracterización de Vázquez, aunque sí recordar que me parece un sesgo negativo todo reeleccionismo, aún que éste no sea sucesivo, porque valoro significativamente el instituto político de la rotación que es el primer ladrillo de una vasta edificación institucional hacia la distribución del poder. Personalmente veo la figura de Constanza Moreira con gran interés y simpatía como precandidata. Pero ella lamentablemente no, según leí de su propia pluma en Brecha. Entonces, ¿qué hacer si se comparte el criterio de evitar una precandidatura única «natural»? Salir en busca de otra alternativa parecería la única salida, pero ¿con qué criterio?

El parámetro que viene primando en el debate es estrictamente ideológico, a través de su asociación directa con nombres. No niego que tenga significativa trascendencia, pero no necesariamente debiera ser la única medida a considerar. No podré más que dejar apuntados algunos posibles criterios para la confección de un perfil, ni continuarlo en lo inmediato porque parto de vacaciones por un mes, lo que implica dejar de escribir, apagando además computadoras y celulares. Pero tal vez sería una pequeña contribución si el debate contemplara la posibilidad de incorporar previamente perfiles desde los que examinar personalidades e ideologías. Me refiero a un conjunto de variables, ninguna de las cuales por sí misma asegura ni define nada, que pueden compartirse o no, acotarse o ampliarse, reordenarse según prioridades, pero que de conjunto podrían ayudar a transversalizar y ampliar las opciones y perspectivas, o evitando la polarización maniquea.

Muy sintéticamente creo que el candidato presidencial del FA (y consecuentemente los precandidatos) podrían ser alguien:

  1. Radicalmente laico o laica, preferentemente ateos, ateas o agnósticos y agnósticas, ya que esta posición filosófica es la que mejor garantizaría el criterio expuesto, o en su defecto que profese alguna religión no necesariamente mayoritaria (como el judaísmo, el afroumbandismo, etc.) que no han conocido un exponente en el sillón presidencial.

  2. Absolutamente fiel al programa y a la disciplina partidaria para evitar toda forma de personalismo y carácter fiduciario del ejercicio del cargo. Que explicite concretamente tal compromiso.

  3. Con larga trayectoria en el FA.

  4. Preferentemente mujer, no sólo porque Uruguay jamás conoció una presidenta, sino porque ayudaría a mitigar en parte el lugar relegado (aunque decreciente) que las mujeres ocupan en los ámbitos de responsabilidad y decisión.

  5. Preferentemente trabajador o trabajadora porque supone un conocimiento de los padecimientos y necesidades de la fracción explotada de la población que probablemente induzca a inclinarse más que si se tratara de empresarios o empresarias, grandes comerciantes, rentistas o gente de fortuna, hacia el mejoramiento del nivel de vida de los más postergados.

  6. Preferentemente austero o austera.

  7. Preferentemente de sólido nivel intelectual que no necesariamente supone grados académicos. Las universidades forman muchos más expertos y expertas que intelectuales.

  8. Preferentemente con experiencia legislativa o ejecutiva.

  9. Preferentemente con inserción actual o pasada en sindicatos o movimientos sociales reivindicativos y con experiencia de lucha.

  10. Preferentemente de la generación posfundadora o que no se encuentre muy próximo o próxima a la expectativa de vida media (digamos por ejemplo entre los 40 y 65 años).

  11. Preferentemente afrodescendiente aunque el peso demográfico resulta escaso en Uruguay y ni hablar de pueblos originarios.

Este punteo puede tanto modificarse cuanto refinarse, ampliarse o reducirse aunque es indudable que la prescindencia de la palabra «preferentemente», ciñe de manera drástica las posibilidades de asociar el perfil (éste o cualquier otro) a un nombre. Tal vez contribuya a ordenar el debate que viene instalándose. En cualquier caso, hasta al propio precandidato «natural», le resultará indispensable legitimarse en una elección interna, ya que de lo contrario se expone no sólo a una fuga de votos para sí hacia la opción de voto en blanco o anulado, sino a la obtención de mayorías parlamentarias para el FA.

En los foros y páginas que vengo refiriendo, puede leerse explícitamente que hay quienes no estarán dispuestos de votar por el FA en primera vuelta si el candidato fuera Vázquez. Táctica que no comparto, pero comprendo en muchos de sus fundamentos. Pero tal vez si el ex presidente fuera candidato como ganador de una interna (como lo fue antes de su primer gobierno frente a Astori y como Mujica también en la siguiente) podría disuadirse esta opción de fuga. Como no voto, no puedo decir que haré, sino sólo qué haría en caso de poder hacerlo: votaría al candidato que el FA presente, aún si surgiera como resultado de aquello que este movimiento en ciernes quiere evitar que es la «candidatura natural». De lo contrario, se debilitaría al FA fortaleciendo a la derecha. Sin embargo apoyo fervientemente a quiénes buscan alternativas.

Quizás debatir previamente perfiles genéricos antes que apellidos, permita encontrar la más antinatural de las esperanzas: la del reencuentro con la historia del propio FA.

Emilio Cafassi. Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.