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Porqué vamos a ganar

Fuentes: Rebelión

Dicen que el «Trágala» es insultante Pero no insulta más que al tunante (Canción popular de los republicanos españoles) Los partidos tradicionales aparecen cada vez más débiles. No se resquebrajan solos o por inercia. Es la resistencia de nuestras organizaciones y la fuerza de nuestra unidad lo que está logrando agrietar el frente tácito de […]

Dicen que el «Trágala» es insultante
Pero no insulta más que al tunante
(Canción popular de los republicanos españoles)

Los partidos tradicionales aparecen cada vez más débiles. No se resquebrajan solos o por inercia. Es la resistencia de nuestras organizaciones y la fuerza de nuestra unidad lo que está logrando agrietar el frente tácito de las derechas.

El frente que hasta ahora unifica varios factores de poder: los dos partidos tradicionales, los que mandan en los grandes medios de comunicación y la cúpula de la administración, la alta burocracia (incluyendo a los mandos militares) y la tecnocracia que manejan el funcionamiento del aparato estatal.

Mientras, los que detentan -dentro y fuera del país- el poder económico, comen y callan. Apuestan al continuismo pero al mismo tiempo saben que hay una parte considerable de su poder que no estará en juego en las elecciones. Gane quien gane, procurarán seguir en lo suyo, que es acumular. Ya veremos cómo les irá. Todo lo que ellos retengan será en perjuicio de la gente de trabajo.

Vale la pena examinar cómo y por qué se está resquebrajando el frente de las derechas. Hay indicios claves que se notan desde la propia conducción de los canales de TV. Ya es notoria la actitud de viejos apostatas que encienden velas a los nuevos santos. Los círculos concéntricos formados por politólogos, encuestadores, conductores de programas periodísticos, y hasta informativistas, han ido girando lentamente. Con matices y ritmos distintos. Pero todos amoldando poco a poco el cuerpo a una victoria popular.

El casi total reconocimiento público, por parte de las encuestadoras, que el FA-EP-NM triunfará en la primera vuelta ha sido un paso significativo.

Recuérdese cómo les costó admitir el avance del voto rosado en el referéndum por ANCAP, cuando hasta el final se intentó difundir sondeos que sugerían una disputa «cabeza a cabeza».

La señal de reconocimiento de la victoria en primera vuelta, emitida desde esos centros, habrá de actuar sin duda como un fuerte corrosivo sobre operadores políticos intermedios, de influencia local, que sienten que la permanencia de blancos y colorados en el gobierno es hoy una causa perdida. Y esos operadores, gestores, pequeños caudillos, proclives y beneficiarios del clientelismo, no están dispuestos a quemarse para después pasar veinte años o veinticinco años de gobiernos progresistas alejados de la teta del estado. Ellos después verán cómo sobrevivir, pero, ahora, ¿por qué quemarse?

Carentes de doctrinas propias, cultores rutinarios del pensamiento único importado de los centros imperiales, los partidos tradicionales han desestimulado absolutamente todo intento de auténtica renovación desde abajo. No consiguen cohesionar sus fuerzas y han perdido gran parte de su credibilidad.

Además de sentirse el efecto acumulado de muchos años de engaños, de muchas promesas incumplidas, algunos de los sultanes claves del conservadurismo neoliberal, Batlle, Lacalle y Sanguinetti, todavía no se han repuesto del golpe que la izquierda y el movimiento social les asestaron el 7 de diciembre.

Victoria promovida desde abajo, a la que no siempre la izquierda ha dado la valoración que merece: contribuyó a mellar piezas claves de los partidos adversarios, en algunos casos de manera muy importante. A Lacalle, sus propios correligionarios le impidieron ser candidato al Senado. Sanguinetti, que sigue en carrera, aparece especialmente irritado, casi como un gorila irritado. Sus alocuciones desaforadas y agresivas empatan poco con la imagen del intelectual-estadista, del sereno-conductor-para-las-horas-de-peligro sobre la que estuvo retocando su autorretrato durante decenios. El ex presidente es otro que perdió el estribo el 7 de diciembre, y no consigue volver a calzarlo.

Más que a Stirling y a Larrañaga que, pobres, uno ve que hacen lo que pueden, es a estos tres desmejorados dirigentes políticos y a su séquito de sobones y alcahuetes, a quienes cabe la responsabilidad del proceso de fragmentación de los viejos partidos.

La pérdida de credibilidad de los dirigentes continuistas, el resquebrajamiento de sus apoyos mediáticos, académicos y, en parte, de la burocracia estatal, van estrechando el margen de maniobra antidemocrática que, en actitud delirante, podrían imaginar.

Es un signo de la hora. Les falta prestigio para convencer a las masas dentro de los marcos legales. Y, al mismo tiempo, les falta unidad para conspirar fuera de ellos.

Y como música de fondo, los más atentos, ya están oyendo cada vez más cerca la música del «trágala», aquella vieja canción que los republicanos españoles les cantaban a las derechas autoritarias. La izquierda en el gobierno, trágala. Aumento del gasto social para terminar con la miseria y el hambre, trágala. La independencia del Poder Judicial y el fin de la impunidad, trágala.

Finalmente, vale la pena no dejar pasar los anuncios realizados por autoridades del Ejército de convocar un Tribunal de Honor para juzgar la publicación del libro de memorias del General Oscar Pereira.

Como se puede percibir, por ahí anda más gente, que tiene poder, y anda muy confundida. ¿Cómo era que decían…? Gente que «perdió los puntos de referencia» y todavía no los encontró.

Parecen no haber entendido que el Ejército no está en condiciones de constituir un Tribunal de Honor al ciudadano Pereira. Y no lo está porque las Fuerzas Armadas se han negado sistemáticamente a depurar sus cuadros de personajes que durante la dictadura cometieron crímenes aberrantes. ¿Quiénes integrarían tal tribunal?

¿Algunos de los oficiales requeridos por la Justicia chilena por supuesta complicidad con el asesinato de Berríos?

¿O alguno de los citados en las causas judiciales argentinas por el secuestro y desaparición de Gatti, Duarte, Liberoff y tantas decenas y decenas de uruguayos?

¿Lo formarían los acusados de haber asesinado a Michelini y Gutiérrez Ruiz? ¿Qué clase de tribunal sería?

¿De qué tipo de honor se trata?

En el contexto general que hemos descrito ¿quién se atrevería a ensuciar la cancha buscando detener el andar del pueblo hacia el gobierno y hacia un largo ciclo de transformaciones profundas?

* PVP- Frente Amplio Lista 567