Recomiendo:
0

Haití, los militares y las víctimas

Preguntas a un Nobel de la Paz

Fuentes: Rebelión

La catástrofe natural es evidente: un fuerte terremoto con varias réplicas sacudió este pequeño país y causó decenas de miles de víctimas. Pero… ¿está seguro míster Obama de que las miles de víctimas se deben únicamente al terremoto? A este drama muchos medios de comunicación occidentales lo presentan sólo con alguna discreta mención en el […]

La catástrofe natural es evidente: un fuerte terremoto con varias réplicas sacudió este pequeño país y causó decenas de miles de víctimas. Pero… ¿está seguro míster Obama de que las miles de víctimas se deben únicamente al terremoto? A este drama muchos medios de comunicación occidentales lo presentan sólo con alguna discreta mención en el sentido que estas víctimas se deben también a otros motivos ajenos al fenómeno natural. Todo lo cual obliga a reflexionar y a recordar.

Y a preguntar.

Cuando una catástrofe azota una población indefensa, sin preparación y sin recursos, entonces, la catástrofe se convierte en tragedia. Por lo que cabe esta pregunta:

¿qué preparación y recursos tiene la población de Haití para enfrentar una catástrofe natural?

Prácticamente ninguna míster Obama.

La población de Haití es víctima pobre, indefensa y desamparada. Qué extraña situación para un pueblo que durante más de dos siglos ha sido invadida y ocupada por grandes potencias, particularmente Francia y su gran país, míster Obama. Durante más de dos siglos, ¿cuales han sido sus programas de educación, de salud y de infraestructura en esta pequeña isla? ¿Sólo se podían desarrollar programas para arrasar con sus recursos naturales, como la madera y el azúcar, dejando un país en estado de miseria?Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.

Míster Obama, hoy sólo se ve el resultado en esas decenas de miles de muertos y desamparados.

Su país, míster Obama, desde hace varias décadas sataniza a Fidel Castro. Cada uno puede pensar lo que quiera de Fidel Castro y del «régimen castrista», lo que en realidad incumbe a los cubanos de Cuba más que a los cubanos de Miami o a los políticos de Washington. (Y dicho entre paréntesis, nada más que por precisar: hablando de justicia no hay ninguna duda que la cárcel cubana donde más se violan los derechos humanos y donde más se tortura es la de Guantánamo, donde no flamea precisamente la bandera cubana).

Míster Obama, si usted analiza los daños causados en las últimas décadas por otras catástrofes naturales, como los huracanes, descubrirá que muchas veces azotan las islas del Caribe antes de llegar incluso a México o La Florida. También descubrirá que en Cuba no hay prácticamente víctimas pero que en Haití cada huracán las toma numerosas.

¿Por qué será, míster Obama? Pues simplemente porque la población de Haití está indefensa y desprotegida mientras que Cuba cuenta con logística de evacuación, programas de ayuda y una población correctamente preparada. Así que, míster Obama, le guste o no, es evidente que para defensa de una población frente a situaciones de catástrofes naturales, Fidel Castro obtiene mejores resultados que las grandes potencias que ocuparon Haití.

Pero míster Obama, el pueblo de Haití vive hoy además una segunda tragedia. La de una pequeña nación violada en lo más profundo de su identidad: la invasión y la ocupación de su territorio.

¿Sera usted, míster Obama, el primer Premio Nobel de la Paz que aprovecha una catástrofe natural y la terrible tragedia subsiguiente para invadir y proceder a la ocupación de un país? Porque si no es así tal vez quiera ilustrarnos:

¿qué hace un Premio Nobel de la Paz enviando 20.000 soldados a instalarse en Haití?

Es cierto, coincidimos en que se debe controlar a una población hambrienta: el hambre la volverá siempre peligrosa. Pero esta tarea es de especialistas entrenados y equipados para mantener el orden público. No es tarea de comandos y paracaidistas equipados con armas de guerra, como son los de su 82 División Aerotransportada.

¿Un Premio Nobel de la Paz habrá evaluado cuántas vidas de haitianos se pueden salvar con la logística brindada a 20.000 soldados que gozan de excelente salud y se alimentan tres veces por día? ¿No sentirán vergüenza sus «marines» cuando se alimentan copiosamente frente a seres humanos que mueren de hambre y de sed?

¿Quién le dio autorización a un Premio Nobel de la Paz para:

– ocupar militarmente cuatro aeropuertos de Haití…

– impedir sin explicación alguna a seis aviones de Médicos Sin Fronteras aterrizar para desembarcar hospitales de campaña…

– ordenar sin más explicaciones que los corresponsales extranjeros evacúen la zona «antes de dos horas» impidiéndoles cumplir su labor reporteril?

No, míster Obama, no son muy convincentes las explicaciones que da su general del Comando Sur en rueda de prensa frente a una sala ocupada sólo por siete periodistas.

¿Será, míster Obama, que no le conviene que los corresponsales extranjeros sean testigos de las operaciones de sus tropas en Haití?

¿Qué quiere ocultarle al mundo, míster Obama, de lo que pasa o pasará en Haití?

¿Qué pretende un Premio Nobel de la Paz enviando buques de guerra a rodear una isla víctima de una catástrofe y obligando a otros Estados a desembarcar la ayuda humanitaria en Santo Domingo, frenando así la llegada de víveres y medicinas a los damnificados?

Míster Premio Nobel de la Paz: en estos momentos Haití necesita socorristas, médicos, medicinas, alimentos, agua y albergues para una población desamparada -y usted seguro que lo sabe. Míster Obama, Haití no necesita de sus «marines», ni de sus sofisticadas armas de guerra- y usted no lo puede ignorar.

¿Y que pensará un Premio Nobel de la Paz frente al comportamiento de los medios de comunicación de su país? ¿Qué pensará de la cadena CNN, que el primer día de la tragedia informó de las ayudas recibidas por Haití obviando descaradamente que la primera ayuda la prestó un transporte de Venezuela y que la segunda -media hora después- llegó de Cuba?

Claro que a míster Obama no le debe gustar que los rusos enviaran dos potentes transportes para establecer un puente aéreo humanitario entre Venezuela y Haití. Pero, Míster Obama, ¿por qué no analiza la razón de esta ayuda de Rusia a Venezuela?

Es muy simple, míster Obama. De la flota de Hércules 130 vendida a Venezuela por su nación, actualmente sólo tres están operativos porque su país, míster Obama, no envía a Venezuela los repuestos que necesitan esos aviones de transporte… Y si quiere saber algo más, le informo de que en Venezuela se tuvo hasta que ordenar a pilotos militares no volar mas sobre algunos aparatos porque EEUU ni siquiera enviaba los repuestos para sus sillas de eyección.

¿Entonces, míster Obama, no le parece lógico que aparezcan aeronaves rusas o chinas en los cielos de Venezuela? Incluyendo aviones de transporte y helicópteros para misiones humanitarias. Esto no debe ser de difícil entendimiento para un Premio Nobel de la Paz.

¿Y que pensará un Premio Nobel de la Paz acerca de un compatriota suyo, un «reverendo» que ni siquiera merece individualizarse, que se permite en un programa de televisión desarrollar la teoría de que el pueblo de Haití es un pueblo maldito castigado por Dios por haber osado hace más de dos siglos reivindicar su libertad ejecutando a los generales franceses de Napoleón para ganar esta libertad?

Ese «reverendo» -¿lo conoce usted, míster Obama?-, da a entender que es natural que miles de haitianos mueran hoy como un castigo de Dios porque sus ancestros llegaron a ser la primera república negra libre.

Míster Premio Nobel de la Paz, locos extremistas los hay en todas partes y no es grave aunque a veces sea doloroso, porque en rigor se necesita de todo para hacer un mundo. Lo grave, míster Obama, es que su «reverendo» enloquecido tenga libertad de expresión, apoyo de difusión y una gran audiencia en su país.

(Ya el mismo personaje, ¿lo recuerda?, instigó hace tiempo que la solución para «salir» del presidente Chávez era asesinarlo).

¿Le gusta a un Premio Nobel de la Paz la idea de asesinar el Presidente de otra nación sólo porque no conviene a los intereses de Washington? ¿A un Premio Nobel de la Paz le parecerá que es libertad de prensa la instigación al asesinato y la justificación de miles de víctimas como castigo de algún dios peculiar porque pertenecen a un país que pretende ser libre?

¿Un Premio Nobel de la Paz autoriza que en plena tragedia centenas de niños haitianos sean evacuados para ser adoptados en EEUU además de otras naciones sin la tarea previa de tratar de ubicar sus familiares?

La UNICEF no parece dar su respaldo a este programa, míster Obama.

Para los latinoamericanos es bien conocida la operación Peter Pan que en su tiempo trasladó miles de niños cubanos hacia los EEUU. Míster Premio Nobel de la Paz, ¿usted no cree que la época de la esclavitud y tráfico de seres humanos pertenece a un pasado poco glorioso de los imperios?

Así que hoy una parte del mundo asiste impotente a una nueva invasión y ocupación de EEUU a un país víctima de una tragedia. La otra parte del mundo -las «grandes potencias»- mantiene un silencio cómplice, como cómplices han sido en llevar al pueblo de Haití a la situación de ser una de las naciones más pobres del mundo.

Para esta invasión, Míster Obama, no se necesitan 20.000 «marines». Pero esos 20.000 permiten volver a recordar que no hace mucho otros «marines» detuvieron y expulsaron al presidente de Haití elegido democráticamente y lograron su reemplazo por uno «alineado» con Washington, y con quien el Premio Nobel de la Paz no tendrá ningún problema para instalar nuevas bases militares en esta isla estratégica para sus deseos de apoderarse de los recursos de otros en este Hemisferio.

¿Sera ese el objetivo oculto de sus 20.000 «marines», aviones, helicópteros y buques de guerra anclados o al acecho en aguas haitianas?

Míster Obama, su 82º División Aerotransportada se lució gloriosamente cuando desembarcó en las playas de Normandía ayudando a liberar Europa de la amenaza del nazismo. También se lució, pero con menos gloria, cuando sus tropas de élite realizaron operaciones de desembarco en pequeñas naciones indefensas como Dominica, Granada, Honduras o Panamá. En teatros de operaciones más serios como Vietnam, Afganistán o Iraq y otros, en lo que sabemos, fue diferente y están, digamos, victorias y derrotas empatadas o los «marines» empantanados.

¿No cree míster Premio Nobel de la Paz que son patéticas las imágenes del espectáculo de sus «marines» armados con sofisticados equipos de guerra de última generación frente a una población que se muere de hambre y de sed, amenazada por epidemias?

Ya cuando otro desastre natural azotó Luisiana, en territorio continental de EEUU asistimos a una ocupación militar, al tiempo que sus servicios de rescate -con miles de sus propios bomberos y otros especialistas- reclamaban que los tenían confinados sin dejarlos intervenir para ayudar a la población.

Es verdad que en esa oportunidad EEUU vivía bajo la presidencia de un «vaquero», a diferencia de hoy -caso de Haití- en que gobierna un Premio Nobel de la Paz.

Pero los dos casos tienen una turbia similitud: en ambos se trata de poblaciones negras, una similitud que acaso deba llamar la atención de Barack Obama.

Míster Barack Obama, Premio Nobel de la Paz, Presidente de los EEUU, ¿puede por favor ordenar a sus «marines» y buques de guerra dejar a los socorristas, médicos y ayudas humanitarias cumplir con sus labores en Haití para salvar las miles de vidas que se pueden todavía salvar? ¿Y puede ordenar que los periodistas de muchos países allí destacados puedan informar al mundo?

Si no, míster presidente, tenga la honestidad de anunciar al mundo que el plan de los EEUU es de apoderarse de parte de la isla -Haití, y vaya a saber qué planes tienen luego para República Dominicana- aprovechándose de esta situación de desastre y tragedia humana. Y que, para conseguirlo, a usted le importa un bledo, nada, lo que pueda pensar o decir el mundo -como lo han hecho en muchas otras oportunidades, en otros casos bien conocidos de todos.

Esa será su tragedia. Por la que habrá de pagar su pueblo.

Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.