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El padre Jean-Juste vuelve a casa

Prisionero de conciencia haitiano liberado

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El padre Gerard Jean-Juste, una voz haitiana categórica en su defensa de los derechos humanos, la justicia social y la democracia, volvió a Haití el fin de semana pasado por primera vez después de ser sacado precipitadamente de su celda en la prisión por guardias fuertemente armados y colocado en un avión a la espera hacia Miami en enero de 2006. El padre Jean-Juste, un cura católico, había pasado casi seis meses en una serie de prisiones haitianas por haberse negado a dejar de criticar en público los abusos de los derechos humanos por el gobierno golpista que derrocó al presidente elegido Jean Bertrand Aristide. A su llegada a Miami, el padre Jean-Juste fue inmediatamente hospitalizado para ser tratado por leucemia por el doctor Paul Farmer, un antiguo amigo, que había realizado en secreto una biopsia a Jean-Juste en su celda en la cárcel.

Ahora, año y medio más tarde, el padre Jean-Juste volvía a casa, sin saber cómo sería recibido. Cuando el avión aterrizó en Port au Prince, el padre Jean-Juste se persignó silenciosamente al ver su parroquia, St. Claire, desde la ventanilla.

Al caminar hacia la entrada del aeropuerto Toussaint L’Ouverture, cientos de personas lo saludaron agitando las manos y aplaudiendo desde los balcones que dominaban la pista de aterrizaje. En el interior, funcionarios del aeropuerto, agentes de la policía, miembros de los medios y de la iglesia se apretujaron a su alrededor. Dándole palmadas en la espalda, estrechando sus manos, abrazándolo, llegó la multitud gritando «¡Mon Père! [¡Padre!]»

Un nuevo Haití le dio la bienvenida. El gobierno golpista no elegido había terminado por abandonar el país. El pueblo eligió presidente a René Preval. La democracia había vuelto.

Adentro, cámaras de televisión, micrófonos y grabadoras se le echaban encima. Muchos querían saber si iba a ser candidato a la presidencia en la próxima elección. El padre Jean-Juste reía y decía: «La única elección en la Iglesia Católica es para Papa, y ya que el Papa está en buena salud, no veo una elección en el futuro cercano.»

El padre Jean-Juste habló de la desaparición del activista de derechos humanos Lovinsky Pierre-Antoine, llamó al retorno del presidente Aristide, e instó a que la gente interesada en los derechos humanos en Haití mantenga la presión – sin violencia. Volvía a Haití en peregrinaje. Le preguntaron si temía a la muerte. «Soy cristiano,» respondió. «Sé adonde voy. Si muero, sé que la lucha continuará. La lucha por los derechos humanos y los principios democráticos debe continuar.»

Mientras trataba de abandonar el aeropuerto, lo rodeó un gentío de cientos de personas que celebraban, vitoreándole y repitiendo su nombre, tratando de tocarle. Docenas de soldados de la ONU con cascos azules y escudos antidisturbios de plástico empujaron a la inmensa multitud para permitir que pasara su coche mientras la gente lo seguía corriendo.

Se estableció una plataforma improvisada de madera en un parque cercano para permitir que el padre Jean-Juste hablara a la multitud que había aumentado a bastante más de mil personas. Frente a la plataforma había un gran letrero hecho a mano: FIDEL KATOLIK YO DI’W BON RETOU PE JANJIS ­ celebrando su retorno. El ardiente sol de mediodía no impidió la celebración. Bandas de rara compuestas de tambores y trompetas de todo tipo deambulaban entre la multitud mientras hablaba el padre Jean-Juste. Cuando llegó el momento de partir hacia su iglesia, la multitud volvió a aglomerarse y numerosos auxiliares fueron necesarios para abrir paso a su coche.

Gente de todas las edades bordeaba la ruta en camino a la iglesia, saludando y vitoreando. Retratos fotocopiados en blanco y negro del padre Jean-Juste estaban pegados a los muros de hormigón junto a fotos a todo color de la bandera haitiana.

Por primera vez en más de dos años, el padre Jean-Juste retorna a la iglesia St. Claire en Port au Prince.

La última vez que estuvo en su iglesia fue el 21 de julio de 2005. Ese día el padre Jean-Juste fue al funeral del periodista asesinado Jacques Roche en la iglesia St. Pierre. Durante las exequias en la iglesia, el padre Jean-Juste fue atacado por una turba, perseguido por el edificio de la iglesia; le escupieron, lo golpearon y casi lo mataron. Las autoridades no elegidas de Haití arrestaron al padre por segunda vez en menos de un año y lo mantuvieron en una serie de prisiones en un intento de silenciarlo. Amnistía Internacional lo designó Prisionero de Conciencia y se lanzó una campaña mundial para proteger su vida en la cárcel y ayudar a lograr su liberación. Cuando fue liberado para recibir tratamiento médico en Miami, las autoridades no le permitieron que visitara su iglesia antes de partir.

Cientos esperaban en la iglesia el retorno de su cura. Cuando terminó por llegar, la gente cantó y lo ovacionó. Totalmente empapado por la lluvia, el padre Jean-Juste trató de saludar a tantos como fuera posible y agradecerles por su apoyo y por el buen trabajo realizado mientras estaba lejos. Después de hacerlo, fue a una pequeña pieza en la parte superior de la iglesia. Allí, cayó de rodillas y rezó en silencio durante varios minutos.

La atmósfera de celebración fue truncada por la llegada de varios camiones con policías armados. Diez hombres con el uniforme de la Policía subieron la escalera a ver al padre Jean-Juste. Para la alegría general, cada uno de los policías se acercó al padre, le dio la mano, y le prometió protegerlo mientras estuviera en Haití. En 2005, una visita de la policía a la iglesia llevó al arresto del padre y a otros seis meses en prisión. Fue un cambio considerable. La democracia causó un cambio maravilloso en la policía.

El abogado de derechos humanos Mario Joseph dijo al padre Jean-Juste que los fiscales habían abandonado todas las acusaciones espurias que lo habían mantenido en la cárcel y en silencio durante el gobierno golpista. Pero algunos jueces insistieron en que volviera a Haití para una audiencia judicial el 5 de noviembre de 2007 para que todas las acusaciones fueran abandonadas formalmente.

Durante toda la tarde la gente llegó a la pieza superior de la iglesia a saludar y a orar con el padre Jean-Juste. En un momento nueve mujeres teniéndose de la mano formaron un círculo alrededor del padre en sus plegarias. Otras veces hubo cámaras y grabadoras. Delante de la iglesia, mujeres caminaban por los senderos polvorientos con baldes de plástico con agua sobre sus cabezas. El aire estaba cargado de humo y la oscuridad cayó rápidamente.

A las 9.30 el padre Jean-Juste abrió la puerta a su dormitorio. Por primera vez en veintinueve meses, había vuelto a casa.

El día siguiente comenzó con sol y calor. Había informaciones de que el huracán Dean estaba cerca de Haití pero todavía no era evidente. Cuando el padre Jean-Juste llegó a la misa matutina, las mujeres reunidas estallaron en canciones agradeciendo a Dios por su retorno. Otro sacerdote, que es un buen amigo suyo, dijo la misa mientras el padre Jean-Juste oraba junto a los escaños del coro. Al ser invitado a participar en la celebración de la misa, el padre Jean-Juste declinó hacerlo, y el cura lo elogió por su dedicación a la iglesia y a la gente. Por invitación del sacerdote, el padre Jean-Juste distribuyó la comunión.

Cerca de mediodía, el padre llegó al edificio de la Fundación Aristide para hablar a los cientos de partidarios acalorados pero entusiastas. La multitud estaba plena de energía. Cantaron apasionadamente el himno nacional haitiano, oraron, bailaron y batieron palmas al ritmo de una serie de canciones, guardaron un largo momento de silencio por los miles que perdieron sus vidas resistiendo el golpe de 2004. Una persona en la primera fila sujetaba sendos marcos de retratos – uno del ex presidente Aristide y otro del padre Jean-Juste. Docenas vestían camisetas rojas, blancas y azules que tenían impreso «Bienvenido de vuelta padre Jean-Juste.»

El padre Jean-Juste, vestido enteramente de negro, habló a la multitud durante casi una hora. Lo aclamaron, rieron, mostraron tristeza y luego se excitaron cuando les habló de sus experiencias y de los desafíos que todos enfrentan en Haití. Cuando terminó y los dejó volvieron a entrar en tropel.

De vuelta a la iglesia, llegaron un grupo tras el otro. Una hermosa música dominó las conversaciones mientras los coros ensayaban abajo en la iglesia. Llegó gente de Cité Soleil y de otras partes de Port au Prince y de Haití y pidió al padre Jean-Juste que fuera a visitar sus vecindarios. También llegaron equipos de la televisión, grupos juveniles, miembros de la iglesia, políticos, otros sacerdotes, y miembros del coro. El padre dirigió a los que todavía estaban en la iglesia en un brioso rosario de cuarenta minutos de duración.

Durante la noche, los vientos del huracán Dean llegaron con fuerza. Los árboles se balanceaban y tambaleaban – la lluvia entraba por los lados a las salas de la iglesia.

A pesar de los fuertes vientos y la lluvia, la misa de las 6 de la mañana estuvo repleta de gente que vitoreaba y cantaba en acción de gracias por el retorno del padre. Después de la misa, recomenzaron las visitas y el huracán tampoco disminuyó el flujo de visitantes.

El padre Jean-Juste saludó a cada uno, niño o abuela, político o periodista, con una sonrisa. Se mostraba confiado y cómodo. Después de dos períodos de seis meses en la cárcel y de pasar durante más de un año en su tratamiento para el cáncer, evidentemente gozaba de cada segundo de su retorno y de cada persona a la que podía encontrar.

Al caer la última noche de su estadía en Haití, el padre Jean-Juste asistió a la celebración de clausura del campo de verano de la iglesia. Durante el año, cientos de niños son alimentados a diario por miembros de la iglesia con financiamiento de What If Foundation basada en EE.UU. En el campo de verano, la cantidad de niños y comidas aumentó a más de mil por día. Cincuenta miembros de la comunidad sirven como consejeros y los niños aprenden pintura, costura, crochet, y otras artes y artesanías.

Había serpentinas de papel amarillo colgadas bajo el techo de hojalata que protegía de la lluvia a los niños, a los consejeros y a las familias durante la celebración del fin del campo de verano. Los niños aplaudieron cuando llegó «mi padre» y cantó con ellos canciones llenas de vida. Los niños presentaron obras teatrales satíricas y los consejeros, a la luz de velas, mostraron al padre sus creaciones artísticas y artesanales. Particularmente grata fue la instalación, durante la ausencia del padre, de varios retretes al aire libre para la comunidad, incluyendo uno con fontanería subterránea completa.

Durante toda su última noche, la gente golpeó continuamente a la puerta de la iglesia para ir a verlo. La comunidad cantó un intenso rosario de medianoche. El padre dijo que durmió durante tres horas, pero parece dudoso.

Temprano por la mañana, llegó a Port au Prince el primer avión después de que disminuyeron los vientos del huracán Dean. Mientras esperaba el avión y cuando ya se encontraba a bordo, la gente siguió yendo a saludar al padre y a tocarlo y darle la bienvenida. Al despegar el avión y mientras su avión desaparecía de la vista, el padre Jean-Juste cerró los ojos y rezó por Haití.

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Bill Quigley es abogado de derechos humanos y profesor de derecho en la Universidad Loyola en Nueva Orleans. Bill asiste a Mario Joseph del Bureau des Avocats Internationaux en Port au Prince y a Brian Concannon del Instituto de Justicia y Democracia en Haití en representación del padre Jean-Juste. Para contactos, escriba a: [email protected].

Quien desee tomar contacto directamente con el padre Jean-Juste debe escribirle a [email protected].

http://www.counterpunch.org/quigley08242007.html