Encontrar pistas de los migrantes desparecidos su en tránsito por México (entre 70.000 y 120.000 desde 2006, según cifras no oficiales) es el objetivo de la Caravana de Madres Centroamericanas. En cárceles, hospitales, albergues, centros de detención o prostíbulos, siguen el rastro de las víctimas, además de denunciar el trato «ilegal e inhumano» que México […]
Encontrar pistas de los migrantes desparecidos su en tránsito por México (entre 70.000 y 120.000 desde 2006, según cifras no oficiales) es el objetivo de la Caravana de Madres Centroamericanas. En cárceles, hospitales, albergues, centros de detención o prostíbulos, siguen el rastro de las víctimas, además de denunciar el trato «ilegal e inhumano» que México dispensa a los migrantes en tránsito (procedentes sobre todo de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua). Las madres denuncian la impunidad, el efecto de las políticas migratorias y las complicidades entre el crimen organizado y el aparato estatal. Impulsada desde 2006 por el Movimiento Migrante Mesoamericano, la Caravana comenzó el pasado 20 de noviembre la gira de 17 días en México, con paradas reivindicativas en lugares estratégicos y una demanda muy clara: «que el estado limpie de criminales la ruta migratoria». La coordinadora de la Caravana, Marta Sánchez Soler, ha explicado esta iniciativa de «solidaridad en el dolor» en un acto organizado por la ONG Jarit en Valencia.
-El Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), de cuya Dirección Ejecutiva eres responsable, impulsa desde 2006 la «Caravana de Búsqueda de Madres Centroamericanas». ¿Cuál es el origen de estas «marchas»?
Recorrimos las rutas migratorias desde los pueblos de origen en El Salvador, y nos encontramos ya en Honduras con que las madres se estaban organizando para venir a buscar a sus hijos. Pero sólo podían llegar a la frontera porque no tenían recursos ni documentos para continuar. Entonces decidimos apoyarlas, como Movimiento Migrante Mesoamericano. Las primeras caravanas que hicimos fueron modestas. Empezamos a recorrer la parte sur del estado de Chiapas, hasta Veracruz. Año a año fuimos aumentando la ruta y creciendo, hasta que ya llevamos nuestros propios camiones y hacemos recorridos de 4.000-5.000 kilómetros. Las caravanas parten simultáneamente de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala (unas diez madres salen de cada país), y llegan a México donde las «recoge» el MMM. Entramos por el Golfo de México, recorremos el país con unas 25 paradas estratégicas hasta llegar a Tabasco y Chiapas (zona de frontera). En las paradas se realizan todo tipo de actividades, dependiendo de la localidad. Para ello nos hemos vinculado a 120 organizaciones civiles diversas.
-¿Qué actividades desarrolla la Caravana de Madres en estos lugares «estratégicos»?
Formamos la Caravana unas 70 personas. Dentro de las acciones que realizamos se incluyen plantones y exposiciones en plazas públicas dentro de la ruta migratoria; recabar mensajes de los migrantes para llevarlos a su familias en los lugares de origen; visitas a las cárceles, donde hay gente encerrada que no ha tenido un proceso debido, y que están sentenciados; visitamos hospitales, prostíbulos, albergues de migrantes y de indigentes, centros de detención… También se realizan ceremonias en las vías del tren de la ruta migrante, en las tumbas anónimas de los cementerios, organizamos caminatas por los pueblos y tarea de difusión en los medios informativos. Por otra parte, tenemos encuentros con los legisladores. En lo humanitario todos nos apoyan, pero cuando se ha de traducir en acciones políticas, ahí se pinta la raya. Nuestros aliados son los legisladores de izquierda, pero es la derecha la que está en el poder. También mantenemos entrevistas con los organismos defensores de derechos humanos y con funcionarios del Instituto Nacional de Migración.
-¿Cuáles son los objetivos?
Se trata de empoderar a las personas para que luchen por sus derechos y tengan su propia voz, sin que necesiten la traducción ni la intermediación de nadie. Los procesos de capacitación han sido muy importantes en el caso de las madres (personas muy humildes, como el caso de las madres guatemaltecas) y los jóvenes. El objetivo radica en encontrar a los familiares desaparecidos en tránsito por México, y descubrir pistas para saber la situación en que se hallan (si viven, murieron, están privados de libertad o son víctimas de la trata de personas). No podemos permitir que estas personas resulten ignoradas y consideradas inexistentes. También se intenta denunciar ante los medios de comunicación el trato ilegal e inhumano que México aplica a los migrantes en tránsito; pedimos cambios al gobierno mexicano (frente a su complicidad, la impunidad y la no-reparación de los daños). Otro aspecto importante es combatir la xenofobia. En definitiva, se trata de dar con la verdad y el destino de miles de migrantes desaparecidos.
-Definís vuestro movimiento como «de lucha y acción directa muy frontal». Hay, por tanto, un trabajo de denuncia política que trasciende la labor humanitaria…
Es un trabajo político muy fuerte. Hemos logrado tal presencia que el gobierno de México nos acepta dos cosas que nosotros le pedimos: documentos para las personas de la caravana que vienen de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala (al principio los traíamos sin documentos); y también les pedimos seguridad, de hecho, a la caravana la resguarda el ejército y la policía. Eso lo hemos conseguido por la dimensión que ha ido adquiriendo el movimiento. Hacemos la denuncia mayor, estratégica, como los Tratados de Libre Comercio o el Acuerdo de Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), pero también -y de un modo muy directo- las fallas del gobierno mexicano. La colusión con el crimen organizado, la situación en los centros de detención migratoria, cómo se aplica la legislación migratoria; por qué no están «limpiando» de criminales la ruta, cuando es muy fácil. Se trata de una ruta muy «marcada». De hecho, México se ha convertido en una «frontera vertical» de miles de kilómetros para quienes huyen en una migración forzada por la violencia extrema (económica, social y política). Las maras, pandillas, carteles, bandas locales de México, policías, autoridades corruptas, maquinistas y garroteros de los trenes, tienen control sobre la ruta migrante: enganchan, extorsionan, roban, secuestran, violan y asesinan.
-Sin que haya datos oficiales, la cifra de migrantes desaparecidos en tránsito por México oscila, según algunas fuentes, entre 70.000 y 120.000 desde 2006. La Caravana de Madres Centroamericanas ha podido localizar a unos 200 migrantes desaparecidos en México. ¿Cómo valoráis la labor realizada?
El trabajo es muy intenso y da esperanzas a todo el movimiento, a la lucha de las madres. El segundo Informe Especial sobre Secuestro de Migrantes en México realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, publicado en febrero de 2011, registró 214 eventos de secuestro con un total de 11.333 víctimas en solo seis meses. En México hay muchas fosas clandestinas con cadáveres no identificados, producto de desapariciones forzadas o de la actividad del crimen organizado. Últimamente se han descubierto numerosas fosas en el estado de Guerrero, a raíz de la búsqueda de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa (se han descubierto cinco o seis fosas en menos de tres semanas). Se trata de un proceso que cobra fuerza a partir de 2010 y se prolonga hasta la fecha de hoy. En agosto de 2010, en Tamaulipas resultaron asesinados 72 migrantes de Centroamérica y América del Sur por miembros del crimen organizado, se sospecha que con la complicidad de los policías locales. En abril de 2011 fueron encontradas al menos 193 personas en fosas clandestinas, en San Fernando (Tamaulipas) y Caldereyta.
-¿Qué hace el gobierno mexicano?
Nada. Han descubierto fosas clandestinas en Veracruz y Chiapas. Nosotros decimos que en Veracruz debe de haber muchísimas, porque es donde empezaron los secuestros en masa. En Tamaulipas no han empezado a investigar todas las que hay. Hay fosas clandestinas por todo México, que albergan cadáveres de mexicanos y también de migrantes. En una autopista cercana a Monterrey fueron abandonados 49 cadáveres (decapitados y mutilados) en mayo de 2013. Los cuerpos en descomposición de 43 hombres y seis mujeres fueron hallados en San Juan, Municipio de Caldereyta (también decapitados y mutilados). Al menos once de las personas fallecidas eran de nacionalidad hondureña.
-Unos 400.000 migrantes centroamericanos cruzan anualmente el territorio de México. ¿Se mantiene el prototipo de «migrante» en tránsito por México: varones jóvenes en edad de trabajar (entre 14 y 45 años)?
Hay un cambio de tendencia a partir del último trimestre de 2013, cuando se produce un incremento sustancial de la migración centroamericana, que todavía se hace más acusado desde febrero de 2014. Uno de los nuevos actores con mayor presencia son las madres con niños entre 0 y 12 años, pero también los jóvenes no acompañados (entre 14 y 18 años) y los Garífunas del Caribe centroamericano, que llegan en grupos de entre 50 y 100 personas. Además, el 70% de los migrantes entrevistados afirman que huyen de sus países por las amenazas de muerte, las extorsiones o el asesinato de algún familiar, por parte de pandillas o de los «narcos». La descomposición de los países y de su tejido social ha ido aumentando de tal modo, que la olla a presión no la pueden parar. Por ejemplo, la ciudad de San Pedro Sula, en Honduras, ha sido declarada la ciudad más violenta del mundo. La violencia ejercida por el crimen organizado va de la mano con la violencia estatal, alimentada por la falta de oportunidades de empleo, salud, educación y los elementos básicos del bienestar social. Puede, incluso, que a las personas deportadas a los países de origen les estén esperando las maras, para ajustar cuentas. De todos modos, la mayoría entra en el «carrusel» de la emigración: vuelven a intentarlo una y otra vez.
-¿Con qué lógicas opera el crimen organizado?
Decidieron que les resultaba mucho más rentable el trabajo de «menudeo» (poco a poco) que, por ejemplo, el secuestro de un gran capitalista, pues en este caso se armaba un gran escándalo y terminaban metiéndolos en la cárcel. Entonces descubrieron la migración. Empezaron a extorsionar migrantes, a quienes sacaban dinero de dos formas. O forzándoles a que vendieran sus pertenencias, empeñándose de por vida, para obtener dinero; o bien extorsionando a los familiares que las personas migrantes tienen en Estados Unidos. Muchas veces los asesinados son aquellos a quienes no se les puede sacar dinero. O quienes no aceptan trabajar con los criminales. Además, hay algo aún más siniestro, de lo que cada vez tenemos más rumores: el tráfico de órganos.
-Otro asunto que ha encontrado mucho eco en los medios es la «crisis humanitaria» por los niños «no acompañados», que al llegar a la frontera norte de México se entregan a las autoridades migratorias y solicitan asilo. ¿Qué intereses subyacen a estas dinámicas migratorias?
Los niños «no acompañados» detenidos por la patrulla fronteriza de los Estados Unidos (octubre de 2013-septiembre de 2014) se elevan a 65.005, pero las «unidades familiares» suman 64.804 (de estas se habla muy poco). Además, los niños «no acompañados» son unos 500 menores de 5 años, cerca de 1.300 entre 5 y 12 años; y el resto, entre 13 y 18 años, que en muchos casos ya han asumido funciones de adultos. Se trata de una campaña mediática encabezada por Estados Unidos, a la que se han incorporado México y Centroamérica, que centra esta «crisis migratoria» de 2014 en los menores. La campaña traslada la culpabilidad a los padres y a la industria del tránsito. Lo que tratan de esconder es que son desplazamientos forzados por la violencia social, la militarización, el despojo y la pobreza. También han contribuido las políticas de inmigración de los Estados Unidos, el endurecimiento de la vigilancia fronteriza, la militarización y la adopción de unos modelos económicos que desplazan a los productores agrícolas y a los trabajadores urbanos.
-Por último, ¿qué responsabilidad tiene Estados Unidos en las políticas migratorias que se llevan a término en la región?
Hay un cambio «radical» a partir del ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Se empieza a equiparar a la emigración con criminalidad y terrorismo, una retórica que impregna a todas las derechas de los Estados Unidos. México obedece en sus fronteras a todo aquello que Estados Unidos le pide. De hecho, actuamos como la policía fronteriza estadounidense. Eso es nuestro sistema migratorio. Debido a la aplicación de la «Doctrina de Seguridad», en menos de una década México se convirtió en un infierno para los migrantes en tránsito. Aumentaron súbitamente las muertes y también la criminalización de la protesta social.
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