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Resistencia popular de Caracas a El Cairo

Fuentes: al–Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens

«¡Contemplad mis obras, Poderosos, y perded la esperanza!» dice la inscripción epónima en la estatua en el poema Ozymandias de Percy Bysshe Shelley. Pero lo que yace semienterrado en la arena es el monumento del tirano bravucón, no la confianza en sí mismos de sus enemigos.

Cinco años después de las atrocidades del 11 de septiembre de 2001, George W Bush y los neoconservadores se las han arreglado para desolar gran parte de Afganistán y de Iraq, repletos ahora de restos exánimes.
En medio de esta carnicería yace otra víctima, no lamentada – la colosal ruina de la política exterior de USA y Gran Bretaña. Los autores de esa ruina no pueden pretender que no fueron advertidos sobre las calamidades que causarían.
Fuimos millones los que les dijimos lo que ocurriría si aprovechaban los eventos de hace cinco años para lanzar lo que el Pentágono ahora llama «la guerra prolongada». Cuatro días después de los ataques en Nueva York y Washington, hablé en una sesión del parlamento británico reconvocado. Advertí que si USA y sus aliados manejaban mal la reacción, crearían mil, diez mil Bin Ladens. ¿No es lo que ha ocurrido, cinco años después?
Muchas decenas de miles de personas – sobre todo mujeres y niños – fueron muertas en Iraq y Afganistán. ¿Se imaginan los perpetradores en última instancia de esos asesinatos, sentados tras sus escritorios de caoba en la Casa Blanca y en Downing Street, que el resto del mundo no se da cuenta de que para ellos esos árabes y musulmanes muertos no merecen el mismo dolor que les espera a ellos?
¿Piensan que no nos hemos dado cuenta de cómo llegan a negarse a contar los muertos en Iraq? ¿Creyeron que las imágenes pornográficas de Abu Ghraib serían descartadas? ¿Se engañaron George Bush y Tony Blair hasta tal punto que llegaron a pensar que podían afilar el cuchillo que Israel clavó en Líbano sin que se les considerara cómplices de crímenes de guerra?
Por cierto, Blair pareció haber perdido todo contacto con la realidad cuando voló a Tel Aviv el fin de semana pasado. Mientras sus propios parlamentarios complotaban para derribarlo por haber dañado sus posibilidades de ser reelegidos, fue a Jerusalén ocupado y abrazó a Ehud Olmert, a cuya guerra en Líbano se opone la vasta mayoría de la gente en Gran Bretaña.
En cuanto a Bush, hasta le ha costado siempre dar la impresión de que está conectado con la realidad. Sin embargo, la realidad de los últimos cinco años se obstina en seguir existiendo. El mundo no es un sitio más seguro: es más violento, más peligroso.
Hay más y más yihadíes de la cepa de Bin Laden. La amargura en el mundo árabe y musulmán es más profunda, más amplia y más incendiaria.
En Afganistán, Blair, olvidadizo de la historia de catástrofes militares de su nación en ese orgulloso país, ha lanzado a sus soldados al terreno más inclemente, contra una resistencia militar feroz y creciente, en una parte del mundo que ni siquiera Alejandro Magno logró ocupar.
En Iraq, los ocupantes han derramado suficiente sangre para pintar de rojo los dos grandes ríos. Para aferrarse, fomentan los antagonismos sectarios y confesionales que, y podría ser su regalo de despedida, amenazan trágicamente con trisecar el país. ¿Pueden mantener una cara dura cuando pretenden que a Iraq le va mejor ahora que antes de la invasión?
Hay que recordar lo que dijeron que lograrían con su guerra: libertad y democracia, respeto para las mujeres, prosperidad y dignidad.
En realidad lo que lograron fue la libertad de la cultura corporativa de USA, la democracia del dólar y un mundo árabe gobernado por reyes corruptos y presidentes marionetas igual de dóciles, pero un poco menos torpes, capaces de amañar una elección como los Bush lo hacen en Florida en lugar de encarcelar sin tacto a la oposición.
Incluso éstas, sus propias ambiciones egoístas, no han sido cumplidas. Es cada vez más la característica más notable de la realidad que han creado durante el último medio decenio. Nada lo simboliza más que Líbano.
En marzo del año pasado, el Departamento de Estado de USA y el Foreign Office británico jugaron de modo disonante el papel de panfletistas revolucionarios. La «Revolución del Cedro» en Líbano impulsaría, nos aseguraron, un movimiento irresistible por un «Nuevo Oriente Próximo.»
Quince meses después ya sabemos cómo están las cosas: el ejército israelí promete bombardear a Líbano para llevarlo a donde estaba hace dos décadas y se lanza a una invasión cuyo éxito contaba con que se reavivarían las llamas de la guerra civil que el pueblo de Líbano había hecho tanto por apagar.
La guerra de este verano no fue sólo otro episodio en la sangrienta historia de Israel que arremete contra Estados vecinos. Fue una batalla en la guerra contra el terror más amplia de Washington. Fue un frente que se abrió, irónicamente, precisamente porque USA está enlodazado y perdiendo en el frente iraquí. El ataque contra Líbano debía preparar el camino para otra agresión contra Siria e Irán.
Esto hace que la reacción de los dirigentes árabes que denunciaron a la resistencia libanesa sea tanto más repugnante. Sus espurias afirmaciones de que era simplemente un problema chií o que las amenazas de bombardear Irán eran un problema persa no deberían provocar otra cosa que desprecio.
Al respaldar a Israel contra Hezbolá y la resistencia libanesa, se pusieron de parte del enemigo que estrangula a los palestinos en Gaza. Mientras esos dirigentes se humillaban ante Washington y Tel Aviv, el nombre del jeque Sayed Hassan Nasrallah estuvo en los labios de millones de Rabat a Riad.
La derrota de Israel a manos de Hezbolá y de la resistencia en Líbano es también una derrota de Washington y Londres. Abre una nueva perspectiva para terminar con la pesadilla de los últimos cinco años.
La confianza aumenta, no sólo en el mundo árabe y musulmán, en que existe una alternativa a la dominación por las corporaciones globales de USA y sus socios subalternos locales. Lo mismo ocurre en Latinoamérica donde el presidente Hugo Chávez de Venezuela personifica una nueva generación radical, que encuentra sus homólogos en Oriente Próximo y la generación anterior del gran Fidel Castro en la Cumbre de los No Alineados de esta semana.
Ésta, considero, será el legado duradero de los últimos cinco años, un movimiento global renovado en oposición directa al Pentágono y a las multinacionales por cuya cuenta actúa como perdonavidas. Hay muchísimo en juego. Igual como el impasse en Iraq llevó a USA a apoyar la aventura israelí en Líbano, esa derrota puede, por su parte, acelerar los preparativos para un ataque contra Irán.
Sería uno de los errores de cálculo más costosos de la historia. Están advertidos. Pero se les advirtió sobre su reacción demencial al 11-S, de manera que nadie debe subestimar su capacidad de vadear más profundo en el río de sangre.
USA no se irá de puntillas, a pesar de sus pérdidas. Si lo hiciera significaría que la elite gobernante en USA acepta que se habrá hecho retroceder su poder y su prestigio a antes de 1989, cuando enfrentaba a una potencia rival.
Se va a requerir la potencia de la resistencia popular de Caracas a Cairo para hacer retroceder a esa bestia y para ajustar cuentas a todos los quislings de los que depende que pero que también dependen vitalmente de ella.
* El autor es miembro del parlamento británico por el partido Respect por el distrito electoral londinense de Bethnal Green y Bow
http://weekly.ahram.org.eg/2006/812/op2.htm
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=22&ItemID=11000

Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft y se puede reproducir libremente, a condición de mencionar al autor, al traductor y la fuente.