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Rusia, Georgia y EE.UU., doble moral en acción

Fuentes: Zmag

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Ante la breve guerra rusa contra Georgia, los medios dominantes de EE.UU. corrieron a las barricadas de un modo ya familiar y rutinario, como el de su servicio usual de apoyo a la invasión-ocupación de Iraq y su descripción de la «inmensa amenaza» planteada por el programa nuclear de Irán. Ciertamente, la invasión y ocupación por Rusia se diferenciaban en mucho de las de EE.UU. en Iraq. En primer lugar, Georgia limita con Rusia y ha sido armada y sus militares entrenados por potencias que no son amistosas hacia Rusia (EE.UU. e Israel). La amenaza a la seguridad nacional que plantea Georgia a Rusia como cliente de esos poderes extranjeros no carece de importancia. Al contrario, Iraq había sido efectivamente desarmado y no era un cliente de una potencia extranjera amenazante – de ahí que su amenaza para la seguridad nacional de EE.UU. era insignificante.

Un segundo punto estrechamente relacionado es que el armamento occidental de Georgia y el esfuerzo de EE.UU. por incorporarla a la OTAN forma parte de un programa más amplio que ha puesto seriamente en peligro la seguridad nacional de Rusia. Al permitir que Alemania Oriental se uniera a Alemania Occidental en 1990, el presidente soviético Gorbachev recibió una garantía del Secretario de Estado de EE.UU., James Baker, de que la OTAN no se expandiría «ni una pulgada» hacia el este, menos aún que incorporaría a cualesquiera ex clientes soviéticos a una alianza militar occidental. No sólo fue violada esa promesa, sino EE.UU. ha intervenido agresivamente en los asuntos políticos de una serie de ex Estados soviéticos en el flanco sur de Rusia y ha establecido bases en varios de ellos, planteando de nuevo una amenaza para la seguridad nacional de Rusia. Más recientemente, EE.UU. incluso ha negociado el establecimiento de bases antimisiles en la República Checa y en Polonia, supuestamente para proteger contra misiles nucleares iraníes inexistentes y que incluso si existieran no amenazarían a los países anfitriones de las bases. De nuevo, al contrario, Iraq no tenía ningún programa contra EE.UU. y no formaba parte de una alianza que planteara alguna amenaza para la seguridad nacional de EE.UU.

Otro punto de gran relevancia es que la reciente seria escalada de la violencia entre Georgia y Rusia comenzó en la noche del 7 de agosto con el bombardeo por Georgia de Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, y con el envío de una fuerza militar sustancial a la provincia. Ya que Georgia es un cliente de EE.UU., que EE.UU. (junto con Israel) armó y entrenó a las fuerzas georgianas, que sólo días antes del ataque participó en maniobras conjuntas con fuerzas georgianas, y que personal de EE.UU. e Israel estuvo presente en Georgia cuando ocurrió el ataque, es muy posible – e incluso muy probable – que el ataque georgiano no haya sido un error imprudente de la dirigencia georgiana, sino más bien una acción por encargo realizada por cuenta de EE.UU. Su objetivo no está claro, pero podría haber sido una ulterior humillación de Rusia, que no había reaccionado ante la larga serie de acciones hostiles de Occidente. O tal vez se proponía provocarla para probar su capacidad de reacción, o para llevar la nueva Guerra Fría a un nivel superior para obtener ventajas políticas (ayudar al partido de la guerra y a John McCain – la esperada sorpresa de octubre – un mes antes).

En todo caso, Rusia reaccionó 24 horas después del bombardeo georgiano en gran escala contra Tsjinvali, expulsó a los georgianos, y atacó y ocupó parte de la propia Georgia durante los días siguientes. Durante algunos años Osetia del Sur ha sido casi independiente, aunque legalmente parte de Georgia. La paz había sido anteriormente mantenida por un acuerdo de status quo que conservó la independencia de Osetia del Sur y a una cantidad de mantenedores de la paz rusos y de otras nacionalidades. El ataque georgiano del 7-8 de agosto apuntó, junto a la población civil de Tsjinvali, a las residencias de los mantenedores de la paz rusos que sufrieron numerosas bajas mortales y muchos heridos. Una vez más, el contraste con el ataque de EE.UU. contra Iraq es obvio: Iraq no había atacado o amenazado a EE.UU.; fue atacado sobre la base de afirmaciones falsas para ayudar a vender una invasión con ocupación. (En mayo de 2003, se hizo famoso el reconocimiento por Wolfowitz de que el argumento de las «armas de destrucción masiva» fue utilizado por razones burocráticas y políticas.)

La manera como los responsables y los medios de EE.UU. trataron la reacción rusa al ataque georgiano fue una lección en el uso del sesgo, de la tergiversación, y de la aplicación de la doble moral. También fue a menudo bastante divertida.

Acción rusa amenaza con el comienzo de una nueva Guerra Fría

Una de las reacciones más notables y divertidas del cliché utilizado por los círculos oficiales y los medios dominantes ha sido la acusación de que el ataque ruso amenazaba con iniciar una nueva Guerra Fría. Pero la Guerra Fría fue reinaugurada de inmediato después del colapso de la Unión Soviética en 1991, con el apoyo de EE.UU. y Occidente para un programa de terapia de ultra-choque y de privatización y robo masivo que aplastó la economía rusa, aseguró una estructura oligárquica de control económico y de no-democracia, redujo a Rusia a condiciones económicas casi al nivel del Tercer Mundo y a la impotencia. Esto fue realizado bajo el gobierno de Boris Yeltsin, el «reformador,» que sirvió de agente de facto de EE.UU. Ese programa fue acompañado o seguido por:

§ la expansión de la OTAN hasta la frontera rusa

§ el desmantelamiento de Serbia, aliada de Rusia

§ la cancelación por el gobierno de Bush del Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM)

§ el establecimiento de nuevos clientes y bases en los Estados ex-soviéticos del sur

§ misiles ABM en Europa Oriental

§ el armamento de Georgia

Incluso Thomas Friedman reconoce que el equipo de política exterior de Clinton decidió «imponer a los rusos la expansión de la OTAN porque Moscú es débil y, a propósito, se acostumbrarán a que sea así» («What Did We Expect?» 20 de agosto de 2008). Pero, evidentemente, esto no llevó a Friedman a calificar el programa de la OTAN de «expansionismo» o «imperialismo,» o a explicar que Putin merece que se reconozca que terminó por oponer resistencia a un programa semejante que incluía la agresión abierta. No, Putin sigue recibiendo una «medalla de oro por estupidez brutal,» mientras que Clinton y Bush sólo reciben bronce por «miopía.» Friedman no explica lo que Putin podría haber hecho para terminar con la explotación de la debilidad rusa, ni explica por qué el ataque ruso – que los propios georgianos afirman que causó algunos cientos de muertos civiles – fue brutal, mientras el ataque de EE.UU. contra Iraq, con un millón de civiles muertos, no fue calificado de brutal y posiblemente genocida.

En clásico lenguaje orwelliano, Condoleeza Rice declaró hace poco – mostrando indignación – que en su ataque contra Georgia, Rusia ha vuelto a una política de fuerza, lo que es algo chocante y terrible en esta era ilustrada. «Rusia es un Estado que por desgracia utiliza precisamente el instrumento que siempre ha empleado cada vez que desea enviar un mensaje, o sea su poder militar. No es el modo de actuar en el Siglo XXI.» Como subraya Glen Greenwald, ella lo dijo «con cara seria,» y no provocó ningún comentario en los medios dominantes, lo que prueba que los responsables de EE.UU. pueden decir cualquier cosa y salirse con la suya. Rice habla en nombre de un gobierno que ha utilizado y sigue utilizando extrema fuerza en dos guerras importantes realizadas en violación de la Carta de la ONU y que ha reivindicado abiertamente el derecho a utilizar violencia preventiva violando el estado de derecho. Rice también es famosa por su apologética para la política de fuerza de Israel en el Líbano en 2006 como simples «dolores de parto de un nuevo Oriente Próximo» que ella no quería interrumpir.

No hay nada nuevo en este súper auto-engaño o hipocresía. En 1965, James Reston, el principal periodista del New York Times, afirmó que EE.UU. estaba en Vietnam para establecer el principio de que la fuerza no paga y que «ningún Estado debe utilizar la fuerza militar o la amenaza de fuerza militar para lograr sus objetivos políticos.» Lo dijo a pesar de que todos los responsables y analistas informados reconocían que el «enemigo,» el Frente de Liberación Nacional, contaba con apoyo masivo en Vietnam del Sur, que nuestra camarilla minoritaria tenía poco, y no sobreviviría durante un mes sin el apoyo militar de EE.UU., y que toda la justificación de la política de EE.UU. se basaba en la idea de que el enemigo se rendiría mientras escalábamos e introducíamos nuestra fuerza masiva. (Vea «The Perils of Dominance» de Gareth Porter para un estudio del uso genocida de la fuerza por EE.UU. en Indochina.)

Agresión o reacción a una amenaza para la seguridad nacional

Es asombroso ver al establishment imperialista de EE.UU., incluyendo a los medios, deshaciéndose en indignación sobre la «agresión rusa,» la «brutalidad» rusa, y una renovación del «expansionismo» ruso. Este establishment jamás logra admitir sus propias agresiones regulares, seriales y masivas – la palabra «expansionismo» nunca fue utilizada por los periodistas o editores de los medios dominantes para describir el ataque contra Vietnam, entre 1954 y 1975, o en Iraq en 2003 y después. Y la guerra en Iraq nunca ha sido atribuida a un expansionismo planificado, aunque esta «proyección de poder» en Oriente Próximo y más allá, fue realmente anunciada anticipadamente en el Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense, Reconstrucción de las Defensas de EE.UU., (2000) y en el programa de Seguridad Nacional de 2002. Podemos matar a millones en Indochina e Iraq – incluyendo en este último las 500.000 muertes de niños resultantes de las «sanciones de destrucción masiva» que «valieron la pena» (para Madeleine Albright) – pero eso no es «brutal,» una palabra utilizada libremente en el caso de los cientos muertos en la agresión rusa. Lo que demuestra que el establishment de EE.UU. puede tragarse cualquier cosa, no importa lo estrambótica que sea, para justificar la proyección de poder incorporada ahora en la economía política de EE.UU. Mientras McCain la saborea, Obama también se inclina ante ella en su busca de la victoria electoral.

Nosotros, y nuestro «departamento de defensa» protegemos la «seguridad nacional» de EE.UU., según el cliché-mito. Que la intervención electoral, la captura política, el armamento, y la propuesta absorción de Georgia en la OTAN hayan planteado una amenaza para la seguridad de Rusia, fue apenas reconocido en Occidente. Si los rusos (o los chinos) hubieran formado una alianza militar con México, le hubieran suministrado armas y asesores militares, utilizado una versión rusa o china de la «Fundación Nacional por la Democracia» [NED] y a otros agentes para producir un cambio político en México (hay que recordar que México ha tenido una serie de elecciones ganadas mediante el fraude), y tal vez colocado algunos ABM para proteger a México contra una posible amenaza colombiana, ¿podéis imaginar el frenesí de los políticos y de la «prensa libre» de EE.UU.?

Para el establishment imperialista sólo EE.UU. y sus clientes enfrentan amenazas «a la seguridad nacional.» Ciertamente, no es el caso de los rusos, aunque los cercamos y colocamos ABM directamente en sus fronteras.

Cuando se reconoce ocasionalmente que la expansión de la OTAN y la condición de cliente de EE.UU. y el armamento de Georgia preocupan a Rusia, esto no va acompañado por sugerencias de que tal vez debiéramos dejarla en paz, retirarnos, y dejar de tratar de intimidar a Rusia (o China) para que se someta. No, fue utilizado para explicar que dio a Rusia una excusa para reiniciar su comportamiento expansionista, es decir, «dio a Putin una excusa fácil para usar su puño de hierro» (Friedman, «What Did We Expect?», 20 de agosto).

Sólo Rusia tiene motivos malos. El presidente de Georgia, Saakashvili, sólo cometió un «error» o «puso (atolondradamente) un cebo» a los rusos, o EE.UU. se descuidó o no fue muy cuidadoso al no retenerlo – pero ni el uno ni el otro fueron culpables de agresión, brutalidad, chantaje, o expansionismo.

Elusión del inicio del conflicto por Georgia

Ha sido abochornante para el establishment occidental que Saakashvili haya sido realmente el que inició el conflicto con un bombardeo importante y orientado contra civiles, así como con un ataque por tierra contra Tsjinvali. Los rusos no hicieron la primera jugada y pueden afirmar de modo verosímil que reaccionaron ante el ataque georgiano. El establishment de EE.UU. ha manejado la situación mediante: 1) haciendo caso omiso del hecho básico del inicio por Georgia; 2) ignorando la orientación contra los civiles como objetivo de este ataque inicial; 3) argumentando que los rusos habían provocado a Georgia y la habían arrastrado deliberadamente a un conflicto mayor. Pero ninguna de esas respuestas sirve para algo. Las primeras dos eluden por completo el problema y la tercera no explica por qué Saakashvili hizo algo tan aparentemente autodestructivo – y por cierto no llega a considerar la posibilidad de que no haya esperado una reacción rusa, que esperaba apoyo militar occidental, o que haya sido utilizado por EE.UU. para sus propios fines. Sean cuales sean las respuestas, Georgia comenzó la guerra, no Rusia, y Occidente ha tenido que eludir y / o minimizar ese hecho.

También es interesante que EE.UU. y la UE se hayan mostrado totalmente despreocupados por el uso por parte de Georgia de poderosos e indiscriminantes misiles Grad en el ataque inicial contra lo que parecen haber sido lugares estrictamente civiles en Tsjinvali. En 1996, el Tribunal para Yugoslavia declaró culpable de crímenes de guerra al líder serbo-croata Milan Martic por haber realizado bombardeos indiscriminados al atacar Zagreb, un área densamente poblada, aunque afirmó que apuntaba al Ministerio de Defensa y al aeropuerto. Pero el tribunal concluyó que trataba de aterrorizar a la población (mientras que la fiscal Carla Del Ponte estableció que aunque la OTAN también utilizó bombas de racimo, «No hay indicación de que las bombas de racimo hayan sido utilizada de esa manera por la OTAN.») y Martic recibió una sentencia de 35 años por utilizar bombas de racimo. Pienso que podemos concluir sin temor a equivocarnos que el uso por Saakashvili de bombas de racimo será tratado como el de la OTAN y no como el de Milan Martic.

Redescubrimiento de la Carta de la ONU y del Derecho Internacional

La Carta de la ONU y el derecho internacional van y vienen en EE.UU. según si EE.UU. los ignora o los viola o trata de utilizarlos para sus propios fines políticos. Sería difícil encontrar una violación más grosera de ambos que el ataque contra Iraq, pero no hubo mención alguna de las palabras «Carta de la ONU» o «derecho internacional» en los 70 editoriales del New York Times sobre Iraq que aparecieron entre el 11 de septiembre de 2001 y el 21 de marzo de 2003 (Friel and Falk, Record of the Paper). El Times finalmente mencionó el derecho internacional a fines de marzo de 2003, para atacar a Iraq, cuando el gobierno iraquí presentó a varios prisioneros de guerra estadounidenses en la televisión, pero también para amonestar al gobierno de Bush por hacer poco caso de esa legislación y al hacerlo, poner en peligro a nuestros soldados tomados prisioneros en el extranjero (ed., «Protecting Prisoners of Wad,» 26 de marzo de 2003).

En cuanto a Rusia y Georgia, los medios no se han concentrado explícitamente en la Carta de la ONU, pero han acusado repetidamente a Rusia de agresión, que es una violación fundamental de la Carta de la ONU, así como de violencia desproporcionada, y de no respetar la soberanía y la integridad territorial de Estados. La acción de Rusia fue una agresión «descarada», pero la invasión estadounidense de Iraq o el ataque israelí contra el Líbano fueron de una categoría totalmente diferente, ciertamente no «descarados», «inaceptables,» o requiriendo una reacción internacional. La integridad territorial de Georgia «debe ser respetada,» pero la de Yugoslavia y de Serbia eran un «caso especial,» basado en la vigencia de la doble moral.

El primer editorial del Washington Post arremetiendo contra Rusia por Georgia subrayó lo maravilloso que es el Estado «víctima» Georgia, ya que uno de sus logros ha sido su apoyo para «la misión en Iraq» (ed., «Stop ping Rusia,» 9 de agosto de 2008). Pero la misión en Iraq, a la que la honorable Georgia contribuyó con 2.000 soldados, fue y sigue siendo un importante acto de agresión, que hace que el ataque ruso contra Georgia parezca insignificante en comparación, y que posiblemente sea un acto de autodefensa, lo que no fue la agresión de EE.UU. Los editores de una institución ideológica como el Washington Post se muestran, claro está, completamente inconscientes ante la ironía de su palmadita en la espalda para el apoyo de la víctima de agresión, Georgia, a esa agresión en mayor escala.

Amenaza para la «democracia elegida»

Junto con el redescubrimiento de la importancia del derecho y de la integridad territorial, «el mundo libre» se ha apresurado por lo tanto a exigir que los rusos salgan rápidamente de Georgia, un objetivo primordial de la rápida visita a Moscú del presidente Sarkozy de Francia. El contraste con Iraq en este caso va más allá de ser dramático: el agresor recibió rápidamente la aprobación del Consejo de Seguridad para que se quedara, y cuando la agresión produjo una notable resistencia y resultó en las muertes de tal vez un millón (en comparación con tal vez 300 del ataque ruso contra Georgia) y en millones de refugiados, todavía no hubo una demanda de retirada, y el agresor organiza ahora una estadía permanente, con «bases duraderas» y derechos de inversión para compañías petroleras. Pero todo eso no constituyó una «agresión» para los Estados de la UE, igual como el desposeimiento de los palestinos por Israel no constituye una «limpieza étnica.»

Prácticamente cada artículo y editorial sobre el conflicto ruso-georgiano se refiere a Georgia como «Estado democrático elegido,» a veces también como una democracia «orientada al mercado,» a veces «aliada con las democracias occidentales,» y también «independiente.» Y el presidente Saakashvili es «educado en Occidente.» También democráticamente elegido, aunque su primera victoria electoral le otorgó un 96% de los votos, una cantidad que provocaría sospechas si no fuera obtenida por un dirigente educado en Occidente. Su victoria electoral en 2004 fue una de esas operaciones apoyadas por Occidente-Soros-NED-CIA que sería brutalmente ilegal si algún país extranjero la realizara en EE.UU. No constituye, sin embargo, «expansionismo» occidental, y la hostilidad rusa a ese intervencionismo y al establecimiento de un cliente hostil en su frontera muestra el intento ruso de establecer su «hegemonía» en el Cáucaso.

Varios observadores han señalado que Saakashvili ha mostrado tendencias marcadamente autoritarias. Su pérdida de popularidad, de su 96% de votos favorables en 2004 hasta la actualidad ha sido dramática. En la elección de 2007-2008 decenas de miles de manifestantes que se reunieron en las calles de Tiflis exigiendo reformas democráticas fueron dispersados el 7 de noviembre de 2007 usando gases lacrimógenos, balas de goma, carros lanza-agua, y porras, y más de 600 personas necesitaron atención médica. Una emisora disidente fue allanada, su equipo desbaratado, los periodistas golpeados, y sus operaciones suspendidas, dejando sólo en función una estación de televisión controlada por el Estado. Dos dirigentes de la oposición fueron acusados de traición y de conspirar con Rusia, mientras otros dos potenciales contrincantes fueron eliminados de la elección mediante trucos legales. Observadores de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) cuestionaron la integridad de la elección sobre la base de afirmaciones sobre el uso por Saakashvili de dinero del Estado, chantaje, y compra de votos.

Pero nada de esto afecta a los medios de información occidentales, que se entusiasmaron ante la extremadamente corrupta elección rusa de 1996, ganada por el «reformador» Yeltsin, e incluso ante las elecciones de 1982 y 1984 en El Salvador, en las que ganaron dirigentes aprobados por EE.UU. bajo condiciones de extremo terror estatal. Así que ¿por qué no entusiasmarse respecto a Saakashvili, un fervoroso cliente «educado en Occidente» y sirviente de un Estado expansionista global que se las da de defensor de la democracia?

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Edward S. Herman es un columnista sobre temas económicos y políticos, y crítico mediático.

http://www.zcommunications.org/zmag/viewArticle/18994