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¿Puede permitirse la OTAN perder su flanco oriental?

¿Saldrá Turquía de la OTAN?

Fuentes: TopoExpress

En el análisis estratégico clásico, la comparación costo/beneficio producido por el actual conflicto turco-estadounidense aconsejaría limitar los daños. Las pérdidas (salida de la OTAN, aumento de la influencia ruso/china) son muy superiores a los probables beneficios. El nuevo tiempo mundial, el tiempo de las guerras híbridas, enseña que los modelos clásicos de análisis están en […]

En el análisis estratégico clásico, la comparación costo/beneficio producido por el actual conflicto turco-estadounidense aconsejaría limitar los daños. Las pérdidas (salida de la OTAN, aumento de la influencia ruso/china) son muy superiores a los probables beneficios. El nuevo tiempo mundial, el tiempo de las guerras híbridas, enseña que los modelos clásicos de análisis están en camino de ser reconsiderados. No hay que descartar, por tanto, una ruptura en el seno de la alianza atlántica. La OTAN, con la incorporación de Colombia o los países bálticos, conjuntamente con la implicación de gobiernos asiáticos pro-estadounidenses, han transformado su propia esencia. Hoy es más irrelevante en Oriente Medio en la misma medida en que se hace más global.

No podemos entender la actual crisis entre Turquía y Estados Unidos sin contextualizarla en el marco de la guerra siria. La derrota de Estados Unidos y sus aliados ha trastocado toda la política de alianzas en la zona. Estamos asistiendo a un cambio drástico en las relaciones de poder en Oriente Medio. El final de la guerra en Siria no significa, ni mucho menos, la reducción de la tensión en la zona, que seguirá estando «caliente».

Turquía ha sido uno de los principales actores e impulsores de la guerra. Ankara siempre apostó por la destrucción del Estado sirio y es por ello que se convirtió en la retaguardia de los grupos terroristas que atacaban Damasco. Sorprendía a cualquier visitante que transitara en las cercanías de la tres veces santa ciudad de Sanliurfa la enorme acumulación de pertrechos militares tan cerca de la frontera siria (80 km): centenares de vehículos blindados, camionetas civiles aparcadas a docenas dentro de las instalaciones militares del ejército turco. Una acumulación de material muy superior a la que se observaba en áreas históricamente más conflictivas como Diyarbakir, capital oficiosa del Kurdistán turco. Todo esto inmediatamente antes de la actual guerra (finales del 2010).

Ankara, con el beneplácito de la OTAN, decidió implicarse en la guerra siria. Creó, armó y financió sus propias milicias terroristas. En ese momento sus relaciones con sus socios atlantistas eran excelentes. A finales de 2015 aviones turcos abatían un bombardero ruso. Ankara prohibía el paso del gaseoducto ruso hacia Europa…

Todo fue cambiando cuando la caída del gobierno de Damasco no se produjo y el ejército sirio fue recuperando terreno apoyándose en sus aliados en la zona: Hezbola, Irán, Rusia y China.

El presidente Obama seguía considerando a Ankara como un aliado estratégico en su pugna con Rusia. Pero el actual inquilino de la Casa Blanca ha perdido interés por Oriente Medio en la misma medida que ha perdido la guerra en Siria. Trump pensó que manipulando a los kurdos y prometiéndoles un estado independiente podría asentarse en la zona y controlarla. La fortaleza del eje de la resistencia supo implicar a Irak (que veía amenazada su integridad territorial) en la lucha contra los clanes kurdos a sueldo de EEUU. A todo esto se añadió la invasión turca del norte de Siria; los dos hechos debilitaron a los kurdos que comprendieron, posiblemente tarde, que EEUU los había utilizado para dejarlos después en la estacada. A estas alturas, la corrupción en la dirigencia kurda es una evidencia. EEUU apoyó a los kurdos en la medida en que le fueron útiles, aunque eso incrementara la tensión con Turquía, que temía y teme aún una guerra civil interna. Hay 20 millones de kurdos en Turquía.

Erdogan dejó de ser un aliado estratégico para convertirse en un personaje imprevisible y molesto, puesto que había mejorado sus relaciones con Rusia, cosa inaceptable para Washington. Es en 2016, cuando el intento de golpe de Estado contra el Presidente turco fracasa (gracias a la información proporcionada por la inteligencia rusa), que la situación gira. Hoy sabemos que los aviones que intentaron asesinar al presidente turco salieron de la base de la OTAN de Inçirlik. La más importante en el Mediterráneo oriental. Se inicia un cambio radical en la postura atlantista de Ankara. Los choques con la presidencia de Trump se suceden y profundizan. Pero nada o muy pocas cosas son lineales en política. Este proceso, el alejamiento de Washington, está colmado de aproximaciones y retrocesos. Erdogan es profundamente pro-neoliberal, aunque revestido con la capa religiosa de los Hermanos Musulmanes. Aún hoy tiene un sueño: reconstruir el «antiguo esplendor» del Imperio Otomano.

La actual crisis no es un hecho puntual. Es la acumulación de una serie de factores de gran calado e importancia estratégica. Nunca, excepto en 1966, cuando Francia abandonó la OTAN, había existido tal distanciamiento entre aliados militares. El nivel de hostilidad mutua protagonizado por los dos presidentes dificultará alcanzar puntas de mediación. Aún no hemos visto lo peor.

Trump exige la liberación de un predicador evangelista (Andrew Bruson, afincado en Izmir desde hace 20 años y pastor de una Iglesia evangélica con 20 fieles), arrestado hace 21 meses. Los evangelistas, con el vicepresidente Mike Pence a la cabeza, tienen mucha influencia y exigen su liberación. El predicador está acusado de ser partidario del golpe de Estado contra Recep Tayyip Erdogan. Éste, a su vez, pide como contrapartida que se le entregue a Fethullah Gülen (antiguo aliado, actualmente exiliado en Estados Unidos y según Ankara promotor del golpe de Estado en su contra). Las negociaciones fracasan. Washington ha iniciado las hostilidades al imponer sanciones económicas que han debilitado enormemente la libra turca (ha bajado un 25% desde agosto y un 40% en lo que va de año) y de rebote han agudizado las tensiones financieras en la UE. La crisis bancaria asoma en Europa; muchos bancos europeos tienen inversiones importantes en deuda turca (especialmente el BBVA, que posee una cartera de deuda de 8.600 millones, lo que representa el 15% de sus activos). El crecimiento importantísimo registrado por Turquía últimamente (en 2017 fue del 7%) puede verse en riesgo por la huida masiva de capitales, los que han alimentado el «boom» de los últimos años. Todo se ha basado en el crecimiento de la demanda interna proporcionando dinero a bajo interés. A pesar de la exposición de la economía europea a la crisis turca, la UE no se enfrentará a Trump, aunque esta crisis influirá en Europa más temprano que tarde.

Washington juega a que la presión económica obligará a ceder a Erdogan. En realidad puede ocurrir lo contrario, que los sectores más pro-occidentales acaben agrupándose en torno al Presidente turco.

Hay varias cuestiones económicas que se solapan: la primera es la negativa de Turquía a aplicar a su vecino iraní las sanciones que impone Washington. La Administración Trump amenazó a todo el mundo que quisiera seguir cooperando con Teherán. Trump se adelantaba a la actual crisis y preparaba la confrontación con Ankara. El objetivo es el control del Banco Central turco, idea propuesta también por la canciller Merkel y que equivaldría a la pérdida de la autonomía política de Turquía. La segunda, y que tiene relación con lo anterior, son las acciones de Ankara rompiendo el bloqueo contra Venezuela. Ankara refina el oro bruto extraído en la Cuenca del Orinoco. Una vez purificado, el Banco Central turco lo pone en circulación permitiendo aliviar la situación de Maduro. Caracas obtiene una entrada de divisas imprescindible en este momento. En tercer lugar, la propuesta turca de entrar en los BRICS, acercándose a Rusia y China en detrimento de Occidente. Es una cuestión que Washington no puede ver con buenos ojos. Pero especialmente significativo es el cuarto conflicto: la propuesta turca de pagar y comprar los productos energéticos que necesita utilizando la moneda nacional y relegando al dólar. Son ya varios países importantes los que parecen querer transitar por el mismo camino: Irán, Venezuela, Pakistán, Rusia y especialmente China.

La cuestión económica no es el único problema en las relaciones Washington/Ankara. La compra del sistema antiaéreo ruso S-400 en lugar de los «patriot» estadounidenses ha sido muy mal recibida por la presidencia norteamericana. Los sistemas de misiles-antimisiles norteamericanos son un completo fiasco. En la última ofensiva de Hamás, hace pocos días, la famosa y carísima «cúpula de hierro» desarrollada por Israel basándose en los «patriot» solo fue capaz de abatir el 18% de los misiles caseros utilizados. Como represalia a la opción turca de adquirir los sistemas antiaéreos rusos, Washington prohíbe la venta de los cazas S-35, de última generación. Turquía había invertido mucho dinero en su desarrollo y había pagado ya unas cuantas unidades.

En términos estratégicos Turquía tiene tres grandes bazas. Es el segundo ejército más grande de la OTAN, es además un país musulmán (se elimina el argumento de que la alianza atlántica es una especie de ejército de cruzados cristianos) y por último su situación geográfica como cerradura del Mar Negro a la flota rusa. Trump parece dispuesto a jugar la partida hasta el final, puesto que Turquía es menos valiosa ahora, en la misma medida en que Estados Unidos pierde interés por Siria. La Base Aérea de Inçirlik (frontera con Siria) ha perdido parte de su importancia. Sus armas nucleares han sido trasladadas a bases italianas, así como los aviones de guerra que antes controlaban el Mediterráneo oriental desde esa zona. Esta base militar está también en el centro de la controversia entre Ankara y Washington. Un grupo de abogados ha abierto una acción legal contra oficiales estadounidenses en Incirlik por supuestos vínculos con «terroristas». Los abogados piden la detención de siete coroneles y tenientes coroneles, así como del general Joseph Votel, jefe del Comando Central de EEUU.

Sea cual sea la evolución de la crisis se evidencia que las relaciones turco-estadounidenses ya no serán las mismas. Estados Unidos ya no puede comportarse como el «matón pistolero» de la política internacional. Washington enfrenta los nuevos retos políticos con una visión estereotipada, propia de la época en la que era, o se sentía, la única potencia capaz de imponer sus criterios. El mundo y las relaciones internacionales están cambiando de base. La crisis entre estos aliados de la OTAN es una de sus evidencias. Hoy esa organización fundada en 1949 contra la Unión Soviética es cada vez más irrelevante y por tanto será cada vez más conflictiva.

Artículo escrito por Eduardo Luque en colaboración con Bashar Barazi

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/saldra-turquia-de-la-otan/