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Seamos resueltamente «modernos»: ¡Cursos de chino en las facultades francesas!

Fuentes: Mémoire des luttes

Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino

Este 22 de mayo, la ministra francesa de Educación Superior e Investigación, Geneviève Fioraso, puso a consideración de la Asamblea Nacional un proyecto de ley en el que una de sus disposiciones claves es la institucionalización del inglés como lengua de enseñanza universitaria en Francia. Bajo un hipócrita camuflaje -se refiere a «lenguas extranjeras» no a una de ellas en particular- este texto constituye un gigantesco paso hacia la subordinación de la actividad científica francesa a la tutela anglosajona. Pero no solamente francesa: el ejemplo de París se esparcirá por los demás países francófonos, especialmente en Africa y en aquellos parientes de lenguas latinas (español, italiano, portugués).

Una lengua no es solo un instrumento de comunicación, es como decía Gramsci «una visión del mundo» que se traduce en conceptos, en enfoques intelectuales, incluso en valores. Incluida la ciencia. La pluralidad y muchas veces la confrontación de esas «visiones» es lo que estimula la creatividad de los investigadores. Lo que propone la señora Fioraso es hacer abstracción de la lengua materna y pensar directamente en inglés, un ejercicio en los que los «speakers» de habla inglesa tendrán siempre mucha ventaja sobre los nativos de otros idiomas y en el que será la investigación, tomada en su conjunto, la que terminará perdiendo. La diversidad lingüística es un bien común tan precioso como el de la biodiversidad.

Nadie sabe si la señora Fioraso se habrá planteado alguna vez este tipo de problemas. En todo caso los argumentos que esgrime a favor de su proyecto de ley no ponen en evidencia ninguna reflexión original. Se trata según dice de promover el «atractivo» de las universidades francesas a los estudiantes extranjeros. Se trata en cierto modo de una versión de la «enseñanza superior» de la «competitividad», esa quimera que se ha convertido en el alfa y el omega de la política gubernamental. Para lograrla, una receta milagrosa -ya auspiciada en el pasado entre otros por Alain Mine, Claude Allègre. Valérie Pécresse o Silvio Berlusconi apelando a que el inglés, y progresivamente «todo en inglés» (se dará) en la ciencia, la técnica, la comunicación y la enseñanza.

Será necesario entonces creer que los estudiantes chinos, japoneses, rusos o brasileños vendrán a Francia a realizar cursos en un idioma que no es el propio, ni el del profesor, ni el de su país de estancia. Esta absurda propuesta que -sin la más mínima verificación- da por sobreentendido que esos mismos estudiantes y sus profesores serán por otra parte excelentes anglófonos ha sido hecha pedazos por Claude Hagège y Michel Serres, por no citar más que a dos. Si los colaboradores de la señora Fioraso se hubieran tomado el trabajo de estudiar la puesta en marcha de ese tipo de política lingüística en las universidades de Alemania y de los Países Bajos (leer este artículo de Claude Truchot) habrían podido comprobar que el balance ha sido totalmente negativo. Para un gobierno que ha invocado el modelo alemán como centro de su doctrina, esto se habría entendido y el texto de la señora Fioraso habría terminado en un archivo. Pero no ha sido el caso.

En un comunicado el Partido de izquierda (PG) -única formación política que hasta donde sabemos opinó sobre el tema- propone una explicación: «Estamos atónitos ante una ceguera tan suicida que tiende a desvalorizar la excelencia de la enseñanza y de la investigación francesas y en francés y a hacerle la cruz a la francofonía sin el menor beneficio. No se puede explicar esta renuncia si no es por razones ideológicas, por un atlantismo lingüistico que acompañe a una aspiración a la servidumbre voluntaria frente al mundo anglosajón característica de las «élites»francesas (1) Con la victoria de Nueva York y San Francisco sobre Berlín, se trata ciertamente de un efecto de la ideología atlantística y no del pragmatismo porque para la Universidad francesa el juego se definirá como perdedor-perdedor.

A nadie asombrará entonces que Le Monde, asocie el rechazo de la «vasallización» lingüística a una nueva batalla de Hernani entre los Antiguos y los Modernos (2). Si no tuviera una aversión política hacia el rojo, el periódico habría regalado un chaleco de ese color como el que usaban los seguidores de Víctor Hugo en la presentación del 25 de febrero de 1830… ¡Pero en tren de ser «modernos» es preciso serlo hasta el final! Y quién puede usar un chaleco «rojo» mejor que la República Popular China, por otra parte segunda potencia mundial con un idioma que pronto hablarán 1.400 millones de habitantes, muchos más que los de la totalidad del mundo anglófono.

¿Es posible ignorar con seriedad que a mediano plazo este gigante habrá de reivindicar e imponer, al menos en su zona de influencia y a sus clientes, entre ellos los EE.UU., el establecimiento de una lengua vehicular de vocación mundial como el mandarín? Anticipemos por una vez lo inevitable y ¡Hagamos campaña con Le Monde para la enseñanza del chino en las universidades francesas! Pero hagámoslo con profesionalidad. No como Libération que en el número del 21 de mayo -en un totalmente pretendido inglés- pone en evidencia que sus redactores todavía tienen que hacer muchos esfuerzos para manejar las sutilezas de esa lengua. Y todavía más para utilizarla en cursos sobre periodismo en la universidad (3)…

Notas:

(1) http://www.lepartidegauche.fr/non-l-atlantisme-linguistique-genevieve-fioraso-23267  

(2) Le Monde, 11 de mayo de 2013 3) Les indicaremos que entre otras cosas «proyecto de ley» se traduce simplemente como «bill» y no como «government proposed bill»

Fuente: http://www.medelu.org/Soyons-resolument-modernes-des

rCR