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Uruguay

Seis mitos acerca de los autoconvocados y una gran certeza

Fuentes: Rebelión

1- Los autoconvocados ahorraron la plata cuando la bonanza y ahora lloran la milonga, típica zorrería del hombre de campo Este mito se basa en el desconocimiento de las actividades rurales y empresariales en general. Sí, por supuesto, el empresario en el terreno que fuere, si puede, ahorra para bancar los malos momentos, pero habida […]

1- Los autoconvocados ahorraron la plata cuando la bonanza y ahora lloran la milonga, típica zorrería del hombre de campo

Este mito se basa en el desconocimiento de las actividades rurales y empresariales en general. Sí, por supuesto, el empresario en el terreno que fuere, si puede, ahorra para bancar los malos momentos, pero habida cuenta del pequeño margen que otorga el plazo fijo o los bonos, le conviene invertir en lo que hace, sobre todo en un período de bonanza. Así que gran parte de los beneficios obtenidos en la década pasada fueron a inversión en maquinaria, alambrados, riego o pozos de agua. El aumento en la producción fue resultado de un aumento en la inversión, pero para que eso se traduzca en ahorros tenemos que considerar el volumen producido, el costo de los insumos y el precio de la mercadería, donde interviene el dólar que, como sabemos, se ha mantenido bajo.

2- Los autoconvocados son unos vivos que mandan al frente a los pequeños productores, las sardinas, pero son dirigidos por los grandes rentistas, los tiburones según Mujica

Este mito se basa en una desconfianza eterna del citadino hacia el hombre del campo. Ninguno de los voceros de los autoconvocados es rentista, son ingenieros agrónomos o productores rurales, es decir, gente que trabaja. Existe, por supuesto, gente que hereda un campo, que no lo pisa nunca, se compra un apartamento en Pocitos y vive cómodamente de cobrar el alquiler de su tierra. Esas personas, los arrendadores, no se gastan en reuniones de autoconvocados ni conocen a ninguno, salvo al arrendatario a quien alquila el campo para producir. Ese sí es un autoconvocado.

3- Los autoconvocados representan a la oligarquía rural

En rigor, y desde 1871, la oligarquía rural tiene su propio gremio llamado Asociación Rural del Uruguay. Acaso haya alguno entre los autoconvocados, pero por lo que se ve, hay colonos, pequeños y medianos productores y luego toda esa gente del interior, desde almaceneros hasta escribanos, que les va bien en tanto a los productores rurales les vaya bien.

Conviene además adaptar a la realidad el concepto «oligarquía rural» . Aquí, como en muchas colonias, la oligarquía rural es extranjera y ausentista, pues los principales propietarios de la tierra y por destrozo, son empresas extranjeras. A modo de ejemplo, los tres principales oligarcas rurales son Eufores, con 369.000 hectáreas; UAG con 320.000 y Stora Enso con 308.000. También tienen el cuarto puesto, el quinto y etcétera. El proceso de extranjerización de la tierra se acentuó a partir de la crisis del 2002 y nada lo detiene. Sigue habiendo grandes propietarios uruguayos, pero son a lo sumo una buena corvina negra al lado de estos tiburones que a la postre, reunidos, acaparan el 46% de nuestro país.

4- Los autoconvocados se oponen a UPM pues el sueldo que pagan las pasteras alteraría el salario miserable que pagan los estancieros

Interesante disparate que lanzó algún ignoto publicista y que caló entre aquellos que quieren creer a la fuerza, cualquier cosa que les impida ver que las pasteras arruinan a casi todo el resto de la producción rural. Si estamos diciendo que el campo está en crisis, si el productor a la hora de invertir lo piensa dos veces, si reduce costos y por lo tanto empleados ¿qué factor puede incidir más en el salario que la masa de desocupados rurales en aumento? Además, los 400 asalariados de la futura UPM ni siquiera arañan el número de desocupados que genera el eucaliptus a medida que se extiende.

Rechazan a UPM por significar un pésimo negocio para todo el Uruguay: tendrán leyes a medida, contaminarán agua y cielo, erosionarán para siempre una porción considerable del territorio, les regalaremos combustible, les regalaremos agua, les pagaremos a buen precio su energía, les haremos una vía para ellos, expropiaremos cientos de terrenos por ellos, atravesaremos ciudades con el ferrocarril para ellos, inundaremos algún balneario por ellos, nuestra deuda externa crecerá todavía más a causa de ellos y recibiremos de ellos sólo algunos salarios y sus correspondientes jubilaciones, el trabajo en viveros y plantaciones, el trabajo de los camioneros y el canon que pagarán ni siquiera servirá para los millones que debemos gastar haciendo como que los controlamos. Si los miles de millones de dólares, con exoneraciones tributarias incluidas, que «invertiremos» en UPM para obtener penosos beneficios, los hubiéramos invertido en los productores nacionales, haríamos un negocio cien mil veces mejor desde todos los puntos de vista.

5- Los asalariados rurales se oponen a los autoconvocados

Este mito capitalino tiene dos características principales: cero pruebas y una lógica desastrosa. Como las pruebas o testimonios no son conocidos por nadie, nada más podemos decir, pero en cuanto al carácter lógico del planteo le propongo al lector que piense que es un obrero de la industria textil que esté bien enterado que cierra una empresa tras otra y que su patrón le anunció que está pensando en cerrar la empresa o, en el mejor de los casos, reducir personal. Si ese patrón con otros patrones le hace al Estado algún reclamo para tener condiciones más competitivas ¿usted lo apoyaría o estaría en contra? Por supuesto, si se le reclamara al Estado una rebaja del sueldo se opondría con uñas y dientes, pero si reclamaran otras medidas que aliviaran al sector y dieran trabajo, que significa que aumentarían los sueldos al subir la oferta de trabajo, salvo que fuera acometido por un ataque de masoquismo, estaría radicalmente de acuerdo con ellos.

6- Los autoconvocados quieren desestabilizar al gobierno y son los blancos disfrazados de ovejas

El partido de gobierno no necesita a nadie que lo desestabilice porque se desestabiliza solo. Alcanza con Ancap, con Sendic, con Alur, con Pluna, con la Regasificadora, con la Deuda Externa, con el Pato Celeste, con la educación, con la inseguridad, con los 4.000 millones con que se llenó la boca que invertiría UPM y que quedaron reducidos a casi la mitad y con el bochornoso acuerdo con la trasnacional el año pasado que nos lanzó a la categoría de colonia finlandesa.

Es obvio que los blancos quieren llevar toda esta agua de descontento hacia su molino. En su lugar, el Frente Amplio cocinaría el mismo pastel, pero sazonado con terribles discursos de barricada. Los autoconvocados han expresado, toda vez que se expidieron sobre el tema, que su reclamo va dirigido contra todo el sistema político y han recibido ataques tanto desde el gobierno, como desde algunas intendencias blancas.

Si uno piensa a priori que el gobierno es bueno y que el bien está triunfando en nuestra tierra, cualquier reclamo de quien fuere lo tomará como la encarnación del mal. Lo preocupante es que si uno adolece de esta condición psíquica, se convierte en una pieza fácilmente manipulable. Ahora, si los autoconvocados no son el cuco, es que son otra cosa y para saber lo que sí son los autoconvocados, vayamos a nuestra certeza.

Lo que sí son los autoconvocados

«¡Viva el trabajo!» fue un grito lanzado desde el público en el acto del 23 de enero. Éste es el aspecto cardinal del movimiento, tan importante como ignorado. En el medio rural no está bien visto desaprovechar tierras y arruinarlas, habida cuenta que sienten orgullo por producir alimentos para la sociedad. Por algún motivo «misterioso», siendo mayor la renta que les generaría alquilar el campo a los sojeros, muchos criadores de ganado se mantienen en su rubro y los que se han dedicado a la soja, en gran parte han sido empujados a su pesar. Saben que la soja no es lo mejor para su tierra, pero ante la baja rentabilidad de las mejores opciones, la soja les ha permitido subsistir sin abandonar su propiedad.

Como dice Federico Cantera Nebel, es tan importante esta cultura del trabajo transmitida desde niño, que aquellos que abandonan la vida de la ciudad para dedicarse a las tareas rurales, normalmente fracasan pues no han heredado ese conjunto de herramientas culturales transmitidas de padre a hijo y de generación en generación. Cortar ese hilo es destruir cultura para siempre, pues nada ni nadie puede rehacerlo, como nada ni nadie puede rehacer el hilo cultural cortado entre los aborígenes.

«¡Viva el trabajo!» es una consigna que debería alertar a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad social, pues significa que quien la grita percibe que le están robando trabajo, su rica tradición, su principal rol social y su forma de subsistencia, pues el Estado toma decisiones que en lugar de alentar, arruina la producción de riqueza.

Este grito fue la traducción en nuestro país de un fenómeno mundial. A partir de la crisis alimentaria y bursátil de 2007 y 2008, los grandes capitales optaron, al ser negocios seguros y altamente rentables, por invertir en la compra de tierras y en la producción de alimentos. No sólo grandes capitales, sino incluso Estados se lanzan a acaparar tierras donde pueden, esto es, en los países dependientes. El signo de este tiempo es un nuevo colonialismo que se apodera de los recursos de las naciones, deteriora las soberanías y barre las particularidades culturales.

El gran capital extranjero apenas agrega y acapara, en nuestro caso, los frigoríficos, la producción de arroz, las bebidas, la pesca, la producción de madera, la producción y exportación de soja, las grandes superficies comerciales, la banca y la tierra. Primariza nuestra economía, genera un débil encadenamiento productivo, altera el tejido social y acelera la fuga de capitales, convirtiéndose en una invasión perjudicial para las grandes mayorías que van desde el asalariado hasta una inmensa mayoría de productores.

Si no generamos un movimiento ciudadano dispuesto a invertir los recursos que el país tiene para desarrollarse, si no evitamos que el Estado siga apostando a la inversión extranjera en vez de implementar un Plan de Desarrollo Nacional, nos iremos empobreciendo cada vez más con consecuencias peligrosas que ya tenemos a la vista.

Lejos de ser unos «conspiradores y desestabilizadores de nuestras instituciones», los autoconvocados son un movimiento ciudadano que se enfrenta a la verdadera conspiración y desestabilización impulsada por los grandes tiburones del capital trasnacional y sus aliados, demasiado dispuestos a destruir la riqueza invaluable que significa el tejido cultural de nuestro campo y muy poco dados a escuchar a nuestra gente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.