Compañeros, los años nos van cascoteando y nos vamos poniendo veteranos, pero hay ciertas emociones, para las cuales siempre somos gurises. Primero, una confesión: soy filosóficamente frenteamplista, que es mucho más que un signo político. Dije filosóficamente, porque una cosa es el cintillo político, el color de la bandera y muy otra, la profundidad de […]
Compañeros, los años nos van cascoteando y nos vamos poniendo veteranos, pero hay ciertas emociones, para las cuales siempre somos gurises.
Primero, una confesión: soy filosóficamente frenteamplista, que es mucho más que un signo político. Dije filosóficamente, porque una cosa es el cintillo político, el color de la bandera y muy otra, la profundidad de los contenidos. Porque en esa filosofía, hay un bruto pedazo de historia nacional y una lección que las nuevas generaciones deben comprender. Pertenecemos a una izquierda, una izquierda vieja, tan tradicional como cualquier partido. Porque esta Patria se hizo de a caballo por un abuelo gaucho y las manos de trabajadores dignos que disparaban del hambre europeo y trajeron el progreso material, los oficios, los linotipistas, los primeros herreros, los carpinteros…y trajeron con su lengua entrecortada y su dolor, con sus «saudades», las ideas y la organización social.
Ser de izquierda significa tener memoria. Para los viejos trabajadores anarquistas, que empezaron a fundar por 1860 y pico los primeros sindicatos en un país cerril, venimos de esa tradición. Pero no podemos, ni debemos olvidarnos, de la otra, la «Patria gaucha», la más vieja. Y el ser frenteamplista significa haber aprendido que con el sectarismo, con la definición perfecta de nuestros viejos partidos muy coherentes, donde cada miembro del Comité Central repetía el mismo versículo como máquinas, éramos perfectos y muy coherentes, pero no jodíamos a nadie. Cuando aprendimos a juntarnos y a entender que por tener diferencias se puede caminar juntos, fuimos creando una cultura de brazos abiertos. En primer término abierta para nuestro pueblo, porque significó el primer abrazo directo con hombres que venían de la historia del Partido Nacional y que venían de la historia del Partido Colorado, los fundadores primigenios de nuestro Frente. Hay allí una lección de historia que hay que aprenderla permanentemente, por ello dije que era filosóficamente frenteamplista, lo que quiere decir inclusivo.
Pertenecemos a una izquierda popular e inclusiva y dispuesta antes que nada a radicarse en el trabajo para servir de trampolín de muchísima gente que tiene otros orígenes, como en un abrazo… Y lo haremos esencialmente, con la visión clara que tenemos un enemigo fundamental, de enormes recursos, y que esto no es sólo una cuestión electoral, sino que implica trabajar territorio adentro, por un brutal abrazo social en derredor del mundo del trabajo. Y que nunca estaremos seguros hasta que en el último galpón de esquila, el más aparentemente analfabeto pero eficaz trabajador de una esquila, diga: ¡»compañero»! Y no estaremos seguros hasta que en la soledad de los montes un obrero montaraz diga la palabra: ¡»compañero»! Y esos compañeros, esos futuros compañeros, a veces pueden estar equivocados, o a veces por las vueltas de la vida, pueden tener otras definiciones con el camino de lucha. Porque también nuestra visión frenteamplista no abdica del papel en la sociedad que tienen los trabajadores. Y esto lo tengo que decir rotundamente en Paysandú, como homenaje a su hondo pasado proletario. Porque el primer organizador de la sociedad es el trabajo, y éste es el primer problema nacional: el trabajo. El trabajo que genera valor, no el trabajo del curro. Y si, ése es el primer desafío, la primer gran batalla de carácter estratégico, es impulsar un país que genere trabajo. Y eso, en este país agro-exportador, significa que para que haya proletarios en la ciudad, tiene que funcionar el campo. Porque aún hoy el 60% de los obreros que quedan en este país trabajan en agroindustrias. Porque es el reflejo de la materia prima del campo, lo que se transforma en trabajo industrial en la ciudad.
Dicen los números -no míos, los del gobierno- que el conjunto de lo que significa el producto de la agroindustria y el agro-negocio compone el 25% de la riqueza nacional… «No pares en la estancia donde hay perros flacos»… Con un campo que no funciona se nos mueren las ciudades. Esta interpretación es la que nos obliga a ser abiertos. Nos obliga, porque hay que llegar a la retaguardia de la chilca y de la carqueja como planteo estratégico para crear un marco, para que haya trabajadores reales.
Esta interpretación de país nos obliga a ser abiertos, por eso tenemos una práctica política inclusiva y abierta, porque vamos a buscar aliados, no a reclutar compañeros. Y el aliado se supone que tiene ciertas diferencias, pero no miramos para atrás, miramos hacia delante… Vamos hacia delante, no andamos escudriñando en el ombligo los desacuerdos de ayer. Porque la vida nos ha enseñado que para aspirar a cambios de profundidad hay que juntar grupos humanos de carácter colosal. Y los grandes grupos humanos de carácter colosal, no los componen Cristo o el Che Guevara, los componen nuestra doliente humanidad, con todas los virtudes y todos los defectos. A los pueblos se los quiere como son o no se los entiende. Y hay de todo en esa masa. Pero es inútil pelear con el desafío imperialista, es inútil mirar los números de la deuda pública, es inútil mirar nuestra juventud pulverizada, es inútil ver la presión de una globalización que te estruja, es inútil ver la dependencia en mate
ria de precios internacionales, es inútil ver el cowboy suelto por el mundo unipolar, si no se apela a juntar toda la energía dormida posible de nuestros actores principales. Por eso somos inclusivos, por eso en lugar de salir a disputar adentro de la izquierda, a practicar un eterno canibalismo, para intentar trasvasar compañeros de un sector a otro, todo nuestro esfuerzo está en ganar y convertir pueblo blanco y pueblo colorado. Porque hay que agrandar el caudal global de las filas y esto también es una filosofía frenteamplista, donde centramos el esfuerzo, donde ponemos la puntería principal.
No es que reneguemos de ser de izquierda. Es que se trata de retomar de nuestra historia la más maravillosa de las lecciones, que está latente en aquella década del 70, que con sus frustraciones y con su siembra, tanto enseñó, y esto hay que enseñarlo y repetirlo, para la gente joven. Porque lo primero que entiende la gente es en el corto plazo: «vienen ahora… porque podemos ser gobierno, por qué no vinieron antes y vienen ahora, porque se quieren acomodar, etc., etc…». Porque hay una visión peyorativa dentro de nosotros, de lo que es el circuito humano: ¿y cuándo querés que vengan, cuando estemos para perder? ¿Y cómo ganamos, si renunciamos a la política de crecimiento? ¿Y con qué vamos a crecer: con la reproducción vegetativa de nuestros hijos o aspiramos a multiplicarnos en el seno del pueblo?.
En política no hay seguridad, en política tampoco hay garantía, en política sólo hay compromiso y la política es un desafío permanente. Por ello tenemos estas cuestiones, nítidamente planteadas. Y no es con una nariz repingada de tufo de izquierda -porque hay también una especie de sentido aristocrático que se puede dar por el lado de la izquierda, por haber leído cuatro libritos más y creer que los otros no saben o no sirven- como hay que ir a la gente. Y creemos que eso termina siendo una actitud francamente conservadora, porque habrá que aprender de gente que tiene otras definiciones políticas y que no ha vivido «al pedo» y tiene mucho para enseñarnos. Que hay mucho para aprender y porque además tenemos que hacer un esfuerzo de carácter considerable por aislar lo más posible al adversario principal, primera ley fundamental de toda lucha. Multiplicar nuestra fuerza y aislar lo más posible al enemigo principal, lo cual significa tener el coraje de trazar un proyecto de cará
cter policlasista, y sin andar disimulándolo. Y todos los que sirven en este país para producir y están sintiendo la mecha de una relación comercial imperial, son potencialmente aliados.
Digo alianza con lealtad, no renuncio, ni voy a renunciar, ni van a renunciar mis viejos compañeros a una visión de un mundo sin clases; de un mundo, si se quiere hasta una ilusión, donde lo mío y lo tuyo no nos separe tanto; un mundo que pueda superar las contradicciones flagrantes mas profundas de las sociedades que nos tocan vivir.
Pero hay hoy una cuestión de etapa que no podemos predecir cuánto va a durar, y si se que no se puede construir ninguna sociedad superior, en un país sin trabajo, en un país sin una brutal acumulación, en un país tapado de deudas y sobre todo, no se puede construir una sociedad mejor, si no se tiene un pueblo con una altísima capacitación. A eso le llamamos una larga etapa de liberación nacional: no tener cuentas, tener una «burra propia»; tener independencia de carácter económico; tener una acumulación intelectual y un desarrollo básico de la infraestructura científica fundamental para una sociedad moderna.
Para cumplir esos objetivos, todos los que se agarren a esa bandera y todos los que luchen sirven. Los que estén por la multiplicación de la riqueza real de este país y que no sean profundamente jodedores, sirven, son nuestro aliados. Y no les pedimos a esos compañeros que piensen del punto de vista finalista lo mismo que pensamos nosotros. Lo que les pedimos a los compañeros es coherencia en esa lucha por el desarrollo material, por el problema del trabajo, por eliminar el hambre, por enriquecer este país, por acumular conocimiento, por tener un país con dignidad. Y esos son nuestros aliados. Y si son de origen blanco bienvenidos, y si son de origen batllistas bienvenidos, y si son independientes bienvenidos. Y no le andamos pasando la boleta para atrás, porque hiciste esto o aquello… Ay!, si alguna vez nos enamoramos y la querida nos pegó un esquinazo y no nos volvimos a enamorar, que vida desgraciada… En todo lugar puede existir un traidor potencial o un flojo, en todo lugar puede haber un Judas, son partes de los costos de cualquier lucha humana y frente a eso no hay garantía. La verdadera garantía es el timón, el rumbo de la lucha, el gran compromiso y el camino que es sagrado. Porque cuando las papas queman, los flojos van quedando a los tumbos…no importa, bienvenidas estas cuestiones. No le damos la derecha en materia de izquierda a nadie, pero tampoco le andamos restregando el trapito rojo a nadie.
No somos vanguardia de nada, ni tampoco nos creemos el eje vertical, ni tampoco sembramos de que somos la garantía de los cambios. La única garantía que hay para los cambios, son los pueblos… Son los pueblos. Los partidos políticos componemos la burbuja, componemos la espuma. La historia la van trazando, el rumbo, lo marcan las grandes multitudes. Y no es que no se precisen partidos políticos. Pero los partidos lo máximo que logran es crear marcos, trazar la historieta, no son el cerco de la historia, porque la verdadera historia no tiene nombre propio y es anónima, está en el seno de la gente.
Por eso compañeros: estamos en un enclave de carácter electoral… yo no ando recorriendo el país para decirle a la gente: «vote la 609, que somos los campeones de la política y somos una cosa bárbara y esto y lo otro…» no. Somos un pedazo de historia doliente de nuestra sociedad, ni mejores ni peores. Y ustedes voten lo que se les cante… y lo que voten, bien hecha está la decisión. Ya está su decisión y abajo el sectarismo y que vivan todos y que haya decisiones de la gente. Porque acá no hay ningún partido intermedio, hay un partido final, de carácter decisivo: o le arrancamos el gobierno en octubre o cualquier triunfo de carácter interno es puro aspaviento.
Porque se nos acabó el tiempo, porque la izquierda nacional no tiene tampoco más tiempo, porque el país no tiene tampoco más tiempo, porque se nos acabó el tiempo de andar haciendo «amorcito en el zaguán»… hay que asumir, hay que entrar a gobernar este país, hay que dejarse de joder con que me falta esto y me falta lo otro y tengo miedo y tengo esto. Hay que dejarse de joder, y yo se de pelear por ganarse el derecho de bailar con la más fea…. Pero en la historia humana hay que afrontar las cosas, no se puede quedar galvanizado y paralizado por la duda, es un momento de hacer una raya y salir a jugar. Hoy lo central es entender que por la situación de nuestro pueblo, tenemos que llegar, y que llegar es pelear. Una suerte de masoquismo… porque llegar en esta coyuntura es el peor desafío de carácter histórico, pero hay que hacerlo. Porque: cuál es el destino de nuestro pueblo, que es lo que está en juego? ¿Acaso el triunfo de nuestras vejeces, acaso lo importante del tiempo por venir…? No, no…el porvenir no es para nosotros, somos responsables del mundo y del país que le vamos a dejar a los que trajimos a la vida, sin consultarlos.
El mundo que hereden, es consecuencia en parte de lo que hagamos o no hagamos. La verdadera solidaridad es intergeneracional: una generación ha de acumular y abrir el camino para los que vienen. Y hay que reconocer que los de mi edad, fundamentalmente, hemos sentido el dolor, somos los grandes derrotados de la historia nacional. Porque heredamos un país que hicieron nuestros abuelos y nuestros bisabuelos, que dejaron un país acumulado, las empresas públicas, una deuda pública al revés: nos debían a nosotros. Y hemos consumido gran parte de lo que hicieron nuestros abuelos para dejarles cuentas a nuestros nietos, porque hay cuentas anotadas hasta el 2033. Triste papel el de mi tiempo, y esto hay que confesarlo y hay que tener un sentido autocrítico: el país se nos trancó a fines de la década del ’50 y quedamos sin proyecto nacional y hace más de 50 años que venimos flotando, discutiendo la crisis fiscal, el sistema monetario, tapando un agujero, pidiendo plata prestada, tirando la pelota para adelante y eso se terminó. Se terminó la patria de la frivolidad, se terminó el tiempo de la frivolidad, se terminó el tiempo de la irresponsabilidad, de «el que viene atrás que arree»… Hay que ponerle pecho a la situación, porque hemos entrado en un tiempo, que tiene determinadas características y damos vuelta la tapa y nos paramos en la cancha o vamos rumbo a Africa.
El 60, el 70 % y más de los jóvenes de Europa, de Japón, de Corea del Sur, de EEUU, tiene calificación universitaria. Cada vez que entramos a comprar un remedio, una cremita para la cara, una semilla de tomate o de morrón, lo que estamos pagando es el precio de la patente. El mundo que viene vende inteligencia y el que no venda inteligencia pierde. Y en un intercambio desigual, vendiendo atados de troncos y carne en el gancho sin diferenciar, nos transformamos en Africa, podemos laburar como perros, pero la quedamos, sencillamente la quedamos. Para ese mundo hay que invertir una fortuna en la cabeza de nuestros gurises, hay que tener el coraje de levantar un proyecto nacional, que se habrá de construir entre todos. Proyecto nacional es proponernos cuáles son las prioridades y qué es lo secundario y en qué centramos las baterías y en qué no. Tenemos que salir del mundo de la pavada, somos un país con once millones de vacas y nueve millones de ovejas y tenemos la Facultad de Veterinaria en Montevideo. Somos un país estrictamente agroexportador y el año pasado se matricularon 1400 ingresantes en abogacía y 150 en agronomía, mientras las carreras de ingeniería explotan en Europa.
Nuestros gurises definen su porvenir porque no les gusta matemáticas y entonces van a estudiar abogacía, porque no les gusta matemáticas. ¿Por qué nos pasa eso?, ¿es culpa de los gurises? Es culpa del país, que no sabe a dónde va. Yo sueño con una sociedad que le indique a cada gurí lo que tiene que estudiar. Pero una sociedad tiene que tener un ámbito de orientación fundamental, hacia dónde va. Y dentro de eso la gente sabrá elegir la carrera del conocimiento y el único recurso que no se termina nunca es el «balero» humano y la lucha actual es por capturar la propiedad del «balero» humano.
Tener un proyecto nacional es interpretar qué somos.
Tenemos propuestas, pero no queremos tener la arrogancia de que ello es una decisión nuestra, pero vaya como idea general. Estamos en el medio de la última reserva agrícola que le queda a la humanidad, la última. Estamos en el medio de la segunda reserva de agua dulce, en un pequeño país esquina, en un manchón de tierra prácticamente privilegiada en un continente, el más injusto que hay arriba de la tierra, el que peor reparte la riqueza. Estamos rodeados de 220 millones de vacas, el mayor hato ganadero que queda sobre la tierra, que será, por lejos, en poco tiempo apabullantemente grande. Sin vueltas Brasil va a ser el primer exportador mundial de carne de vaca, como de tantas otras cosas. La salud de esas vacas es una fortuna. Salud, porque los problemas de la sanidad animal vinieron para no irse, como los de la sanidad humana. Hay una torta de guita en vacunas, en transplantes embrionarios, en genética, en mejoramiento de mil cosas, en investigación, hay mil canales de trabajo nuevo que significan invertir inteligencia. Hay miles de laboratorios de investigación y de producción de conocimiento, a favor de insertarnos en este colosal mercado que se llama Brasil, que se llama Argentina. No en contra de ellos. Penetrando en el ciclo de la biología por excelencia, un recurso interminable: esa es nuestra visión. Alguien tiene que financiar ese país y lo tiene que financiar el país real: el viejo país agroexportador tiene que ponerle los cimientos a un país que yo llamo «agrointeligente». El mismo camino hizo desarrollar a Holanda y construir una formidable pequeña nación, como una bisagra, entre medio de Francia y Alemania. O un país como Dinamarca, que supo explotar históricamente los dilemas de la unidad alemana.
Esto es algo que hay que discutirlo después de suturar la hemorragia y las heridas. Hoy hay que resolver el problema del guiso y del trabajo. Porque el Uruguay ha tenido las consecuencias de un formidable error estratégico, en nuestra humilde opinión. Y no es de hoy, es de los últimos 50 años: el ser un país agroexportador nos fragiliza, porque el mundo es liberal para venderte pero no para comprarte. Y una honda dependencia del mundo exterior, tomadores de precios, nos coloca como economía en una debilidad espantosa, cada vez que los precios caen o el mundo se cierra.
Creo que en el correr de las edades venideras, el mundo va a ir variando eso, pero mientras tanto, este perfil agroexportador, en el mejor de los casos no puede ocupar nunca más del 40 % de la fuerza activa de éste país y eso «andando al toque», y para que pueda dar respuesta al resto tendrán que pasar mas de 25 años y altísima capitalización.
La gran pregunta es esta: ¿qué haremos con el otro 60 %? ¿Y qué es lo que venimos haciendo? La variable del segundo batllismo: le encajamos impuestos a la exportación para tapar el otro agujero, pero ello nos agotó en la capacidad de exportar, al final nos estranguló.
Estamos creando un mundo marginado al que no le damos respuesta. El marginado, antes que nada, es alguien que no tiene laburo y no hay laburo porque estructuralmente este tipo de economía no puede generar trabajo para todos. Y es un fenómeno de carácter intelectual como modelo de país planteamos revalorizar el papel del mercado interno con criterios selectivos. Alguien dijo: «volveremos a hacer azúcar», no importa que los zapatos nos cuesten más, no importa que la camisa nos cueste más. No como proyecto definitivo, no como volver a 1960, pero hay que generar laburo sea como sea, hoy en esta circunstancia. Y el laburo está en nuestras necesidades, en nuestros consumos finales. Si tu eres panadero, y te traen un pan congelado y bizcochitos congelados, no va a caminar tu panadería y si tu hacías baterías pero te traen baterías de Taiwán, no vas a poder competir. Y si eres carpintero pero te traen puertas y ventanas, la quedaste… y así sucesivamente. Hemos caído en el horror de importar nueve millones de pares de zapatos en un año, cuarenta millones de contrabando de pares de medias, ni que fuéramos ciempiés… Y después no tenemos respuesta laboral para nuestra gente. Y entonces descubrimos que Uruguay es pequeño, que tiene que exportar, pero ¿qué le pido al Uruguay, milagros?. Frente a ese ganadero inglés protegido, que le nace un ternero y va a cobrar una asignación familiar para el ternero, es una competencia desigual. En un mundo que protege precisamente lo que nosotros vendemos. El día que el mundo cambie, me haré librecambista y recorreré el país, recomendándole a los muchachos que pastoreen terneros, aunque sea en las cunetas, porque no habrá negocio más fácil y más eficaz que ése. Pero eso será el día en que el mundo baje sus barreras, ese mundo no existe.
En el tiempo presente, en el actual tiempo histórico Uruguay tiene este dilema: cómo le da trabajo a su gente. Porque la otra alternativa es pagar por otra ventanilla: puede organizarse un mundo aparente que es mejor: la camisa te cuesta la mitad, los zapatos te cuestan la mitad y muchísimas cosas que tu consumes te cuestan la mitad. Pero tu vas a pagar por otra ventanilla: porque un preso te cuesta $ 8000 por mes y un hombre sin trabajo, una familia sin trabajo, tiene que ir a Salud Pública y eso, por mal que lo atiendan, lo tiene que bancar el mundo que trabaja.
Entonces acá hay que decidirse políticamente. Por eso la economía no puede ser un ciencia independiente de la política, hay que resolverse y tirarse al agua: o tenemos un mundo marginado sin trabajo o peleamos por reservarnos selectivamente franjas de trabajo para tener a nuestros hijos ocupados, cueste lo que cueste.
Por eso compañeros, esto es una lucha. Cuando decimos cambiar la línea económica, cambiar el modelo, nos estamos refiriendo a esto. Yo sé por experiencia que la vida humana no es sólo pan, pero no hay vida humana sino hay pan, principio tienen las cosas. El problema fundamental es el trabajo y esto es consecuencia de la línea económica. Nos hemos comido la pastilla y hemos sido mucho más liberales desde el punto de vista práctico y dándole pelota a la teoría del enemigo. Pero ellos la usan para que otros la consuman y aplican otra. Si no, uno no se puede explicar el brutal proteccionismo agrícola que practican. Cuando este mundo cambie, tendremos que cambiar y nosotros no hablamos de un país cerrado. Sería estúpido ponernos a hacer un torno o un tractor que por el costo que tengan, después repercuta en el costo de trabajo. Somos bien claros: producir selectivamente en productos de consumo final. Y no en aquellas cosas que pueden intervenir en el costo de producción.
Bien clarito: nada de galletitas importadas. Nos quedan dos fábricas apenas. Nada de caramelitos importados, nada de bombones importados. Hay toda una franja de la economía que hay que reservarla para nuestros hijos. Y me dirán: «¿y las inversiones, viejo?». La vida me enseñó que todo negocio de producir empieza por el final: en cómo vendés. Si vendés, si los números cierran, la economía va a generar los recursos necesarios para que esas cosas caminen. Lo fundamental es asegurar mercado, asegurar que se pueda vender, que el circuito económico sea rentable y la propia economía generará inversión y puestos de trabajo. Pero no al revés, porque tú puedes tener todo el capital que quieras, pero si cuando sales a vender tienes que vender a precio de derrota, que no te cierran los números, perdiste. Entonces el mercado es una forma de capital. No hay que abandonar el mercado interno y hay que aprender de los gringos: somos chiquitos como una tacita, pero Coca Cola vino hace como 50 años,
no pensó que éramos chiquitos, vino porque se dio cuenta que había para currar. Mc Donald’s vino, hizo su análisis: somos chiquitos, un barrio de San Pablo, pero vinieron. Entonces vamos a dejarnos de joder con que nuestro mercado es chico.
Muchos uruguayos se «comen la pastilla» por la literatura oficial, que tienen que venir unos señores llenos de plata, que van a invertir en el Uruguay. En el Uruguay no invierte nadie como la gente, los grandes inversores van a China, y no le tienen ninguna simpatía al gobierno Chino, no es una cuestión política, es una cuestión de rentabilidad. Y en el Uruguay, no hay rentabilidad evidente para ningún negocio importante. Ello quiere decir que nos queda como responsabilidad, francamente, hacer andar el país con los recursos que tiene hoy y dejarnos de soñar. Cuando el país empiece a caminar, que tenga una economía en franco tono de crecimiento, no tenga dudas que van a venir, si les conviene, porque no vienen a resolvernos los problemas. El que viene, viene a colocar la guita para multiplicarla, y esas son las leyes de juego. Que no se desprenda de esto, que estamos contra la inversión. Estamos contra la ilusión de que va a venir inversión de carácter estratégico, y a la vez creemos que el país no es un desierto, es más bien una tierra prometida.
Compañeros: no tiene explicación que en este país haya gurises con hambre. Si no servimos para barrer el hambre, no servimos para nada. Seremos una manga de ordinarios y jodidos, y hay que retobarse contra esto. Porque somos el mayor productor de proteínas animal que hay en América Latina; porque el costo de la producción de leche del Uruguay es probablemente el segundo del mundo y nadie puede competir en materia de costos en América Latina con nuestra producción láctea; porque somos el séptimo exportador mundial de arroz.
Entonces tenemos que dar esta pelea y arrancarles el gobierno. Porque con nítida claridad se necesita otra línea económica. Emprender una batalla de carácter cultural, un horizonte largo, levantar un proyecto de carácter nacional. Pero teniendo muy en claro que es más fácil vencer en las elecciones que cambiar un milímetro la corteza cerebral de una sociedad. Y el verdadero cambio empieza en la «croqueta», en el «balero» colectivo, porque el progreso material es hijo del trabajo y de una sociedad que cree la mística del valor que tiene el trabajo en el progreso. Y en la acumulación del mundo material en que vivimos hay que colocar al tope, como religión, el valor que tiene el trabajo y sobretodo el uso de la conciencia en el marco del trabajo.
Para todo esto necesitamos un cambio en toda la orientación del Estado. Porque el Uruguay es un país casi hijo del Estado. Tuvimos primero la Constitución antes que tener una país, y nos costó más de 80 años de conflictos civiles, conformar ese país. El Uruguay no cambia, si no cambia su Estado y el cambio del Estado significa un bruto cambio de mentalidad. En la década del ’40, el trabajador del Estado se sentía orgulloso de trabajar para la Nación, pero para recuperar esto hay que empezar de arriba, hay que tener mucha dignidad arriba para comprometer en esa suerte a la gente. No puede verse al trabajador público como un ser vegetativo que viene para jubilarse a los 40 años. Tiene que sentirse parte de la suerte de la construcción de una nueva Nación. El cambio de la Nación pasa también por el cambio de la organización total del aparato del Estado y del compromiso de su gente.
Parece mentira que mientras en el mundo rico, se hacen congresos de organización empresarial, de organización de los factores productivos, se discute cómo se organiza el Estado en equipos y entonces tenemos que en tecnología organizacional está mucho más adelantada la fábrica Volvo que el Estado uruguayo. Nosotros trabajamos con el Estado igual que hace 100 años y por lo tanto no jodemos a nadie y perdemos la energía del tipo que está 20 años trabajando en una cosa y establecemos un sistema de escalafón que con sólo envejecer ascendés. Y después queremos hablar de promover a la juventud…
Entonces, queridos compañeros: primero hay que arrancarles el gobierno. Pero incluso para hacerles un favor de carácter histórico: hoy la derrota es buena compañera. Aunque parezca mentira, el éxito y los triunfos le dan bombo a la vanidad, y la derrota determina que quede por el camino mucho «cascarriaje». Ya que necesitamos Partido Nacional y Partido Colorado que sean mejores por el bien de la Nación, una buena derrota les va a servir para una poda de restauración, que al no tener el acomodo del gobierno mejore la conducción de esos partidos. Y el gran favor que le puede hacer el Encuentro Progresista a éste país es troncharle la copa a esos viejos partidos, para que empiecen a retoñar con ramitas nuevas, desde la propia base, porque necesitamos un escenario político más digno de lo que tenemos hoy.
Finalmente: U$S 800 cuesta un minuto de televisión en los grandes canales de Montevideo. Ustedes se darán cuenta que están gastando una torta de guita en propaganda. En esa lucha, la cosa es desigual. Nuestro gran recurso es el mano a mano, todos militantes, definiendo como militantes no necesariamente el que va al comité, si no la gente que no se calla la boca y que sale a hablar con pueblo Blanco y pueblo Colorado. No jodan compañeros con los que ya están definidos, no son tiempos de andar rascándonos el ombligo, que aquel número es mejor que éste, que lo otro… el que está definido, que vote lo que se le cante y está fenómeno, pero ya está definido Hay que apostar a trabajar y a chamuyar en el tronco del pueblo Blanco y del pueblo Colorado, pidiéndole por favor que nos de una mano. No agredan, lloren por la Patria. Pidan por favor, pidan por los que van a venir, que nos den una mano. Y ése es un trabajo de todos. Que nos den una oportunidad histórica. Y ese es nuestro verdadero trabajo de aquí a octubre…
Otra cosa: la historia de este «mono raro» que se llama Hombre, es la lucha insaciable por la libertad, sin tener muy claro qué es la libertad. En mis definiciones caseras, pienso que sos libre en ese cacho de vida, muy corto, en que puedes hacer con tu vida lo que se te canta sin joder a otro. Cuando tienes que salir a laburar no eres un hombre o una mujer libre, estás sometido como cualquier bicho -sólo que más complicado- a conseguir las cosas materiales que te permiten mantener la vida. Sos libre en ese tiempo en que nadie te paga, en que hacés con tu vida lo que te a ti te motiva, lo que a ti te gusta. De ese cacho de libertad no se cansen de gastar lo que más puedan de tiempo por la suerte de los que van a venir luego de nosotros. Porque el «bicho humano» es gregario, vive en grupos, no puede vivir aislado y el hombre, como decía Aristóteles es un animal político, dándole a la palabra política el sentido trascendente respecto de la suerte del conjunto de la sociedad…
No se callen en estos meses… No ofendan a nadie… Apuesten al hombre Blanco y a la mujer Colorada y viceversa… Apuesten a que nos den una mano, son parte de nuestro pueblo. Nunca odien a nuestro pueblo, por grandes, por enormes que sean los errores que cometan… La única cosa permanente es nuestro pueblo… y canten…A pesar de todos los pesares…A pesar de todas las abdicaciones…A pesar de las vanidades…A pesar de los dobleces…A pesar de las caídas…A pesar de nuestros errores…A pesar de las incomprensiones…A pesar de nuestros dolores, de nuestras enfermedades…
Párense mirando la naturaleza, ustedes que están alguna vez mirando una puesta de sol, al río, del gran río que nos dio nombre y digan con fuerza: «Gracias a la vida, por estar vivos», y quieran a la vida antes que a nada… ¡Gracias compañeros!