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Siria: Otro «enemigo» más de EEUU que revuelve las aguas del Medio Oriente

Fuentes: Progreso Semanal

«La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros… Todos los Miembros en sus relaciones internacionales evitarán la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o independencia política de cualquier estado o de cualquier otra manera inconsistente con los Propósitos de las Naciones Unidas». (Artículo […]

«La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros… Todos los Miembros en sus relaciones internacionales evitarán la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o independencia política de cualquier estado o de cualquier otra manera inconsistente con los Propósitos de las Naciones Unidas». (Artículo 2, Capítulo 1, Carta de las Naciones Unidas).

Los invasores de Irak están en eso de nuevo. El Vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, junto con su personal neoconservador liderado por el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz y el Subsecretario de Defensa para Política Douglas Feith, han encontrado un villano más: Siria.

Quieren castigar al régimen de Bashar Al-Assad por crímenes parecidos a los de Saddam: armas de destrucción masiva y fomento del terrorismo. Aunque su agresivo asalto verbal puede tener como verdadera intención evitar la crítica por razones de espionaje y filtración provenientes de la oficina del Vicepresidente. Investigadores del Departamento de Justicia tienen en la mira a altos ayudantes de Cheney como los posibles culpables de haber suministrado al periodista Robert Novak el nombre de la operativa encubierta de la CIA Valerie Plame. Cuando Novak la «delató», Plame abandonó su misión y su carrera. De esta manera los bushistas demostraron a otros potenciales contadores de la verdad el alto costo de «embarazar» a la Administración por decir la verdad. El esposo de Plame, Embajador Joseph Wilson, había demolido públicamente la historia de Cheney de que «Saddam trató de comprar uranio en África».

Más recientemente, el FBI ha señalado a un ayudante de Cheney y a miembros del Comité Norteamericano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC) como personas involucradas en espionaje a favor de Israel. Este cabildo israelí, que dice representar a la población judía, durante décadas ha desviado la atención de la agresión israelí y la manipulación de las políticas de EEUU al acusar de terrorismo a las vecinos inamistosos de Israel -primero Irak, ahora a Siria e Irán.

La palabra que empieza con «t» tomó un nuevo significado a principios de septiembre cuando tropas rusas y separatistas chechenios mataron conjuntamente a más de 300 personas, y fuerzas israelíes asesinaron a 14 palestinos en Gaza. En esta aterradora atmósfera, Siria no debiera haber sido considerada como tema. No obstante, la influencia del cabildo israelí sobrepasó a los titulares. Así que en otoño de 2003, el cabildo israelí convenció a liberales demócratas como la Senadora Barbara Boxer, de California, y al Representante de Los Ángeles Henry Waxman a que generaran apoyo para la Ley de Responsabilidad Siria y Restauración de la Soberanía Libanesa, una legislación que castiga a Damasco por supuestos vínculos terroristas y acumulación de ADM. Es más, la mayoría del Congreso -derecha, izquierda y centro- votó a favor de la legislación sin dedicarse seriamente a la búsqueda de hechos o a un debate serio. Bush firmó la ley en diciembre y en mayo de 2004 prohibió las exportaciones a Siria y la entrada y salida de vuelos sirios desde y hacia territorio de EEUU.

El Comité Norteamericano por un Líbano Libre lideró la acusación a Siria. Fundado como una fachada israelí en 1997, bajo Ziad K. Abdelnour, el Comité Líbano Libre trabajó conjuntamente con el AIPAC y los neoconservadores para promover sanciones contra Siria. Al criticar a Siria, Washington en realidad estaba castigando a Damasco por haber ayudado a Estados Unidos. Al hacerlo, Washington demostró a otros regímenes en la región su naturaleza impredecible.

A principios de los 90, Siria promovió activamente el intento de Washington por organizar una reunión de paz en Madrid. Aún más desconcertante, Siria suministró a la CIA inteligencia crucial para evitar un ataque de Al Qaeda a personal norteamericano en Bahrein durante el período posterior al 11/9.

Para demostrar que ninguna buena acción puede pasar sin castigo, Bush acudió a las presiones para atacar a Siria en Naciones Unidas. Durante el período previo a la invasión de Irak, este tipo de comportamiento había desencantado a los que creían en la ley y eficacia de Naciones Unidas. El 2 de septiembre, Washington hizo que el Consejo de Seguridad aprobara la Resolución 1559 (de 15 miembros, 5 votos a favor), que ataca aunque no nombra específicamente a Siria por mantener tropas en Líbano e interferir en las cercanas elecciones presidenciales libanesas.

En esta oportunidad Francia copatrocinó la Resolución, un dramático viraje de su negativa en 2003 a apoyar la invasión de Washington a Irak. Un vocero del Primer Ministro israelí Ariel Sharon dio la bienvenida a la resolución, pero lamentó que dejara de sancionar a Damasco. Sin embargo, la acción del Consejo de Seguridad expresó su desprecio por los principios básicos de la ONU: respeto por la soberanía y no interferencia en los asuntos internos. La resolución pedía «a todas las fuerzas extranjeras que quedan a retirarse de Líbano» y «un proceso electoral libre y justo en la cercana elección presidencial conducida según las reglas constitucionales libanesas ideadas sin interferencia o influencia extranjeras».

Líbano no había solicitado una acción del Consejo de Seguridad. Es más, al día siguiente, 3 de septiembre, el Parlamento de Líbano enmendó su Constitución (96-29) y extendió el período de seis años del presidente pro-sirio Emile Lahoud, el cual debía expirar el 24 de noviembre.

En vez de averiguar los motivos de Siria para mantener su fuerza libanesa, la prensa sencillamente publicó la invención de la Casa Blanca como noticia: Siria es una malvada fuerza ocupante. Qué irónico, en vista de la actual ocupación norteamericana del vecino Irak y de la historia de las tropas israelíes en las Alturas de Golán en Siria.

La historia no se ha inmiscuido en la explicación de Bush acerca del bien y la maldad globales, pero si él hubiera ofrecido los apropiados antecedentes, uno podría comprender por qué Siria se involucró en la guerra libanesa de 1975-1990. En mayo de 1976, con el apoyo de la Liga Árabe, el Presidente Hafez al-Assad envió tropas a Líbano pata ayudar a las milicias cristianas. Al hacerlo, Siria se enfrentó al enemigo de Israel, la OLP, que se había aliado con el Movimiento Nacional Libanés.

En octubre de 1976 líderes árabes negociaron un cese al fuego entre Siria y la OLP. El acuerdo pedía que fuerzas árabes, principalmente sirias, permanecieran en Líbano para mantener el orden. Assad utilizó este acuerdo como palanca en la política libanesa y el territorio libanés como barrera contra Israel. Pero Assad no pudo terminar con la guerra civil en la cual intereses nacionales y extranjeros buscaban ventajas. En su lugar, de 1976 en adelante potencias extranjeras apoyaron a las facciones rivales de milicias libanesas mientras éstas destruían su propio país.

En 1982, para destruir el ala militar de la OLP, Israel invadió a Líbano y se unió a maronitas cristianos para la realización de masacres de palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila. Israel también esperaba forzar a Assad a retirar las tropas sirias, cuya proximidad hacía sentirse inseguro a Israel. Tropas israelíes permanecieron como ocupantes en el sur de Líbano hasta mayo de 2000 (excepto por una franja de seguridad a lo largo de la frontera sirio-libanesa), cuando el público israelí exigió el fin de la ocupación.

Pero Siria, menos preocupada por la opinión pública, permaneció en Líbano, lo cual incomoda a Israel. El comportamiento de Israel ha ayudado a los estados árabes a forjar alianzas. Pero Israel, con el apoyo de Estados Unidos, también ha convencido a algunos de los regímenes más rabiosamente anti-israelíes a que abandonen a la OLP. A su vez, la «calle árabe» ha respondido fomentando violencia religiosa y étnica, lo cual ha desestabilizado partes de la región.

¿Bizantino? No, pre-bizantino. La política contemporánea del Medio Oriente tiene raíces pre-coloniales, anteriores a la expulsión europea del imperio otomano. Como descubre diariamente Bush en Irak, los hacedores norteamericanos de la guerra tuvieron poco contexto histórico para establecer su paz. No obstante, los planificadores de la invasión iraquí, algunos de los cuales pueden haber estado vinculados a las operaciones de espionaje, han ofrecido la versión de «culpen a Siria».

Ellos exigen duras acciones de eeuu contra ese país para «luchar contra el terrorismo» e introducir la democracia estilo norteamericano. Al igual que Irak, Siria ha tenido un gobierno estable y seglar, aunque autoritario. Hafez Al-Assad gobernó de 1971 a 2000; Bashar, su hijo, desde junio de 2000 hasta el presente.

Los medios ni siquiera han presentado el elemental barniz histórico que hemos esbozado. Ni la prensa ha comentado la selectiva puesta en práctica de las resoluciones del Consejo de Seguridad relacionadas con el Medio Oriente. Irak fue castigado por hechos similares a los cometidos por Israel; invasión de sus vecinos, acumulación de armas destructivas y violaciones de los derechos humanos.

En octubre de 2003 Israel bombardeó a Siria para castigar a Damasco por apoyar al terrorismo. Israel no presentó ninguna prueba. El Consejo de Seguridad no condenó a Israel por ese acto de agresión. Pero el Consejo exige ahora la retirada de fuerzas extranjeras de Líbano, sin mencionar la continua ocupación por parte de Israel de las alturas de Golán de Siria. En 1981 el Consejo aprobó la Resolución 497 que declaraba que la jurisdicción de Israel allí era «nula e inexistente y sin efecto legal internacional». Desde 1967, Israel ha ocupado territorios palestinos adquiridos por la fuerza, en violación directa de las Resoluciones 242 y 338.

Tom Kasey, vocero del Departamento de Estado, calificó a la extensión del período presidencial libanés «… una vulgar burla a los principios democráticos». Una fuente diplomática siria dijo que «después de la elección en la Florida en el 2000, la Administración Bush tiene las agallas de decir a otra gente cómo seguir las reglas diplomáticas».

El voto del Parlamento libanés para cambiar la Constitución, que beneficia a Siria, refleja más una búsqueda de la estabilidad que tendencias anti-democráticas. Pero ningún demócrata debe condonar la continua influencia siria en la política libanesa. Sin embargo, aún en el caso de que Siria quisiera retirarse, eso no borraría varios siglos de colonialismo, desde los otomanos a los franceses y británicos, Loa árabes han tenido la dominación imperial grabada en su cultura política. En el período entre las dos guerras mundiales, Francia dominó a Siria y manipuló su Constitución para conveniencia de sus propósitos imperiales. Francia apoyó a los cristianos contra los musulmanes en la política libanesa y, conjuntamente con Estados Unidos e Inglaterra, ha apoyado consistentemente los intereses israelíes.

Irónicamente, cuando la política del Medio Oriente adopta posiciones anti-israelíes, Estados Unidos predica la «democracia». Es más, las «designocracias» en Irak y Afganistán gobiernan debido al poder de EEUU, no por mandato popular. El «compromiso» verbal de EEUU con la democracia ha provocado que «la calle árabe» se vuelva muy escéptica de los motivos de EEUU -no sólo en Damasco.

El nuevo libro de Saul Landau es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política y da clases en la Universidad Cal Poly Pomona. Farrah Hassen fue una de las cineastas de Siria: entre Irak y un lugar difícil.

www.saullandau.net