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Sobre el Informe de la FDIM en Corea

Fuentes: Rebelión

Recientemente hemos publicado en varios medios una traducción del texto «Nosotras Acusamos. Informe del Comité de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) en Corea», escrito entre el 16 y el 27 de mayo de 1951: https://ideajuchemadrid.com/2018/11/28/nosotras-acusamos/ El propósito de este artículo es hacer un repaso y análisis de este esclarecedor informe, algo que nos […]

Recientemente hemos publicado en varios medios una traducción del texto «Nosotras Acusamos. Informe del Comité de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) en Corea», escrito entre el 16 y el 27 de mayo de 1951: https://ideajuchemadrid.com/2018/11/28/nosotras-acusamos/

El propósito de este artículo es hacer un repaso y análisis de este esclarecedor informe, algo que nos parece de vital importancia para conocer y entender la Guerra de Corea (1950-1953), la situación actual de la Península, el desarrollo de la República Popular Democrática de Corea, el proceso por el cual ha llegado a ser lo que es actualmente.

La Comisión Internacional para la investigación de atrocidades de guerra cometidas en Corea estaba formada por 24 mujeres de 19 países, de diferentes ámbitos profesionales y académicos, y con funciones determinadas y lugares a visitar una vez en Corea. El informe comienza así:

«Nosotras, mujeres de diferentes países, de diferentes nacionalidades, de diferentes creencias religiosas y diferentes puntos de vista políticos, algunas de nosotras miembros de diferentes partidos políticos y otras sin partido o afiliaciones, teníamos una tarea común: informarles de manera concienzuda y veraz a las mujeres que nos delegaron esta Comisión y a todas las personas corrientes y amantes de la paz del mundo, los hechos tal y como los hemos visto. Todos los actos que figuran a continuación, las cifras y otros datos mencionados en este documento, han sido recogidos personalmente por las componentes de la Comisión. Estos hechos están todos de acuerdo con las evidencias que las mujeres vieron con sus propios ojos, y con declaraciones dadas por testigos oculares y funcionarios en Corea.«

Continúa con una declaración en la que se denuncia que «el pueblo de Corea está sometido por ocupantes estadounidenses a una despiadada y metódica campaña de exterminio que está en contradicción no sólo con los principios de la humanidad, sino también con las reglas de guerra establecidas, por ejemplo, en los Convenios de La Haya y de Ginebra.» Y señala cuatro maneras mediante las cuales se está produciendo lo anterior (ver el enlace al informe más arriba).

Sigue con este llamamiento:

La Comisión solicita a la Federación Democrática Internacional de Mujeres que envíe este documento a los Gobiernos de todos los países del mundo, a todas las organizaciones de mujeres de todo el mundo, independientemente de si son miembros de la Federación o no, al Consejo Mundial de la Paz, a todas las organizaciones que luchan por la paz, a todas las organizaciones humanitarias y líderes públicos, independientemente de su opiniones políticas o religiosas, que aprecien la causa de la paz.

Tras seis capítulos en los que se dividen los viajes que realizó la Comisión, grueso del informe y duro relato de las barbaridades cometidas por el Ejército de los EEUU, las tropas surcoreanas al mando del dictador Syngman Rhee, y las llamadas «fuerzas de la ONU», el informe termina con una carta a las Naciones Unidas en la que se exige:

1) Detener inmediatamente el bombardeo de ciudades, pueblos y civiles coreanos;

2) Llegar a una solución pacífica del problema coreano y ordenar la retirada de todas las tropas extranjeras de Corea;

3) Conceder la autodeterminación para el pueblo coreano y el derecho a resolver sus propios asuntos.

El primer factor que hay que tener en cuenta es que el informe está fechado en mayo de 1951. Es decir, la Guerra de Corea llevaba ya casi un año produciéndose, y quedaban aún dos largos años y dos meses de conflicto. Antes y después del Informe, incluso antes y después de la guerra, las atrocidades se estaban cometiendo y se iban a seguir cometiendo. Como ejemplo, el asesinato a manos del llamado «Séptimo de Caballería» estadounidense de 400 refugiados surcoreanos, en su mayoría ancianos, mujeres y niños, en No Gun Ri, mientras intentaban protegerse bajo un túnel ferroviario. Fueron ametrallados durante cuatro días seguidos.

El segundo factor importante es que, según informes desclasificados por Canadá y EEUU en los años noventa (recogidos, entre otros, por Stephen Endicott y Edward Hagerman en su libro The United States and Biological Warfare, Indiana University Press, 1998), aún faltaban siete meses para que el ejército estadounidense iniciase su guerra bacteriológica contra Corea (diciembre de 1951). En ese momento, el secretario de estado de los EEUU ordenó que «los preparativos pueden ya ser llevados a cabo con la mayor celeridad» respecto al uso ofensivo de armamento bacteriológico. A las pocas semanas, el jefe de la fuerza aérea estadounidense informó de que esto «se estaba materializando rápidamente». También se lee en dichos documentos que todo esto tenía un propósito «experimental». Los coreanos veían caer bombas que no estallaban, tras lo cual reportaban ver insectos incluso sobre la nieve, principalmente moscas, mosquitos, arañas y pulgas. Por poner un ejemplo, hubo un fuerte brote de cólera en el país cuando toda Corea estaba libre de esta enfermedad desde hacía sesenta años. Los ataques afectaron a toda la Península, no solo a la parte norte, y también a China y a Rusia.

Justo un año antes de esta orden, el jefe del Estado Mayor Conjunto de los EEUU apoyó la solicitud del General MacArthur sobre la utilización de más de treinta bombas atómicas sobre distintos objetivos de Corea y China. Fue la primera de un total de once veces en las que se ha propuesto ante el Congreso estadounidense el uso de armamento nuclear contra la RPDC. Los ensayos de lanzamientos de este tipo de bombas (conjuntamente con Corea del Sur y peligrosamente cerca de la RPDC) comenzaron en septiembre de 1951, y han continuado hasta la actualidad de forma constante.

Volviendo al informe de la FDIM, nos gustaría destacar los siguientes puntos:

– Las mujeres que conformaban la Comisión de la FDIM realizaron su labor informativa sobre el terreno: ellas mismas sufrieron ataques y alertas de ataques, y se vieron obligadas a huir o a buscar refugio en numerosas ocasiones.

– Las personas que informan a la Comisión son sobre todo mujeres, vecinas de los pueblos y de las ciudades, campesinas o miembros de organizaciones locales: Comités Populares, colectivos de mujeres, uniones campesinas, sindicatos, cooperativas de consumidores, grupos vecinales, etc. En todo momento se dan los nombres, apellidos y la edad de las y los testigos, así como su lugar de residencia, provincia, región o distrito, localidad, calle y número.

– El nivel de salvajismo de las tropas estadounidenses, también británicas, australianas y canadienses, entre otras nacionalidades, unidas a las tropas surcoreanas de Syngman Rhee, es sencillamente indescriptible, incomprensible. Aparte del fuego de ametralladora y los bombardeos terrestres o aéreos, se describen las siguientes formas de morir: fusilamientos, disparos, cuchilladas, hachazos, muertes por bayoneta, ahogamientos, gente que es quemada o enterrada viva, etc. Se cuentan al menos dos casos de personas crucificadas. También muchas que murieron de hambre al ser sus pueblos vaciados de las reservas de comida, al ser bombardeadas las cosechas, al ametrallar a los pescadores (que se veían obligados a salir por las noches), etc. Las fosas comunes eran innumerables. Los propios habitantes que fueron obligados a excavarlas condujeron a la Comisión hasta ellas. Así se pudieron comprobar las causas de la muerte. Muchas fosas contenían solo cuerpos de niños, algunos abrazados a sus madres. Los muertos también eran tirados a los pozos de agua. Hay casos de niños siendo asesinados solo porque lloraban. Se dan en todo momento cifras exactas del número de muertos, cifras que provienen de datos demográficos locales.

– La tortura era algo habitual. Entre las torturas descritas se constatan latigazos, apaleamientos con palos de madera, golpes con barras de hierro, culatazos, tenazas aplicadas en los pies, clavos ardientes en orejas y entre las uñas, amputación de miembros, de senos, de lengua y objetos siendo introducidos por la vagina. En la mayoría de los casos estas torturas terminaban en la muerte de la persona torturada. En otros casos, la amputación de lengua y de senos se dio tras morir fusilada la persona, como se relata en el caso de una mujer que antes de ser ejecutada gritó «¡Viva Kim Il Sung y la República!». En lugares destinados a ser usados como prisiones se ven manchas de sangre en las paredes. A veces las torturas eran públicas, como las ejecuciones, por eso pudieron ser descritas al detalle por los supervivientes. Se describen casos de torturas a niños.

– Las violaciones a mujeres eran habituales. En las ciudades ocupadas, los soldados estadounidenses reservaban siempre un edificio para convertirlo en burdel (en la capital, Pyongyang, se usó para ello la ópera). Las mujeres eran raptadas por la calle y obligadas a prostituirse, y se escogían de entre ellas a las más jóvenes, a veces menores de edad. En las prisiones, las violaciones se producían a diario. También era habitual desnudar a las mujeres en público o pasearlas así por las calles. Por ello nos resulta cuando menos chocante el informe de «Human Rights Watch» sobre las supuestas violaciones en Corea, obviando lo anteriormente dicho en este párrafo. A este respecto ya publicamos un artículo en su día: https://ideajuchemadrid.com/2018/11/09/sobre-el-informe-de-human-rights-watch-contra-la-rpdc

– La Comisión toma nota y transcribe las inscripciones que encuentran en los casquillos y en las carcasas de las bombas. Los caracteres están en inglés y hacen referencia al tipo de bomba, número de serie, unidad, etc.

– En varias ocasiones se describen efectos de armas hasta el momento desconocidas. Bombas de tiempo (que obligan a la gente a huir sin saber cuándo regresar a sus poblaciones), napalm, líquidos abrasivos, otros que prenden al entrar en contacto con la luz del sol, etc.

– Se describen también los refugios donde vive la gente que ha conseguido sobrevivir a la destrucción. Ruinas de ciudades, agujeros en el suelo, cuevas, etc. A veces son verdaderas «ciudades» alternativas, contando incluso con espacios destinados a cuidados médicos. Estos refugios son también bombardeados o atacados, y a veces aprovechados por las tropas de ocupación como lugares de ejecución en masa. Hay cuevas y pasadizos donde la gente ha sido quemada viva. La Comisión refiere un fuerte olor a gasolina allí.

– Se relata cómo ciudades y pueblos fueron sistemáticamente destruidos sin ser objetivos militares y sin tener infraestructuras o fábricas destinadas a la industria bélica. A veces las localidades son destruidas sin razón aparente al marcharse los soldados yankis de allí, y tras haber «limpiado de rojos» el lugar.

– Hospitales con cruces rojas pintadas en los tejados y perfectamente visibles a muchos metros son atacados y destruidos. También iglesias con cruces cristianas pintadas en el tejado. Existe tradición cristiana en Corea. Hay coreanos católicos, protestantes, o simplemente creyentes, que se preguntan cómo es posible que los norteamericanos puedan ser capaces de tales barbaridades. Comentan: «Pensamos que los estadounidenses eran caballeros cristianos. No pensábamos que matarían a la gente con semejante brutalidad.»; «Los estadounidenses creen en Cristo; entonces, ¿cómo pueden matar a la gente?»; «Los estadounidenses son bestias salvajes. Vinieron a nuestro pueblo y mataron a todos.» En ocasiones, los norteamericanos intentan bautizar por la fuerza a los niños y jóvenes, maltratando e incluso llegando a matar a los que se negaban. Una mujer declaró que, antes de que los estadounidenses llegaran a su pueblo, ella había sido cristiana e iba a la iglesia regularmente, pero que ya no podía creer en nada.

– Los museos fueron totalmente saqueados. Algunas obras de arte imposibles de transportar (por ejemplo, mosaicos) son destruidas. Se relata al menos un caso en el que un asentamiento arqueológico, compuesto por tumbas antiguas, es utilizado para cometer actos de tortura.

– En varias ocasiones se comenta cómo todos los males del pueblo y las atrocidades contra la localidad en cuestión terminan automáticamente al ser liberados por el Ejército Popular de Corea. Se cuentan casos de gente que huye de los ocupantes para unirse a los partisanos. También se cuenta al menos un caso de un soldado surcoreano que, arrepentido, deja huir a un prisionero. Vemos en varios casos personas que apelan al hermanamiento de los coreanos, a la unidad de la nación, etc.

– Entre las acusaciones a la hora de arrestar a la gente, se encuentran las siguientes: pertenecer a cualquier organización local (más arriba se han mencionado algunas), «ser rojo», pertenecer o tener familiares en el Ejército Popular y «ser patriotas».

Por último, ¿cuál es la actitud de los coreanos, y sobre todo de las coreanas, ante estas atrocidades? Ellas mismas nos lo cuentan: piden directamente ayuda a las miembros de la Comisión para poder «vengarse»: preguntan sobre todo si saben dónde están las posiciones del Ejército Popular para poder unirse a él. Y por otro lado, el trabajo: sencillamente, ponerse a trabajar, al máximo, para poder alimentar y vestir a los revolucionarios, para que puedan continuar la lucha de liberación del Pueblo Coreano, hacia la victoria y el socialismo.

Recordamos que, aunque la parte norte de la Península fue liberada de las fuerzas hostiles yankis, a día de hoy la nación coreana sigue dividida, la paz no ha llegado jamás a firmarse, la parte sur de Corea sigue ocupada por los Estados Unidos, y su amenaza contra la RPDC se mantiene constante.

Mikel Vivanko es Delegado Oficial de la Asociación de Amistad con Corea (KFA).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.