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Sospechoso «supuesto» intento de atentados en Gran Bretaña

Fuentes: Rebelión

Escenario: Gran Bretaña. Trasfondo: el apoyo incondicional del gobierno de Blair a la invasión de Israel al Líbano. Dos acontecimientos paralelos: una manifestación de decenas de Miles de personas en Londres para pedir el fin de los bombardeos criminales del país hebreo contra la población civil Palestina-libanesa, y » de repente» un «atentado, eso sí, […]

Escenario: Gran Bretaña.

Trasfondo: el apoyo incondicional del gobierno de Blair a la invasión de Israel al Líbano.

Dos acontecimientos paralelos: una manifestación de decenas de Miles de personas en Londres para pedir el fin de los bombardeos criminales del país hebreo contra la población civil Palestina-libanesa, y » de repente» un «atentado, eso sí, frustrado, de los terroristas islámicos. ¡Muy oportuno para el gobierno, tanto por ser un «atentado islamista» -así neutraliza los efectos de las protestas de los ciudadanos británicos contra su política-, como por «frustrado» -pues su desprestigiada policía puede colocarse muchas medallas!

Un menor de 17 años -nos informa la policía británica-, junto con una jovencita embarazada de 21 años y otra veintena de musulmanes, «supuestamente» habían planeado hacer estallar simultáneamente en el aire aviones entre Gran Bretaña y EE.UU.

Otro dato curioso: en el momento de la detención, aquellos 24 terroristas «ultra peligrosos» no dispararon ni un solo tiro, ni mostraron resistencia ni mucho menos se suicidaron. Pues, ¡Posiblemente ni esperaban ser detenidos!

La verdad es que el gobierno británico y sus instituciones han ganado a pulso su falta de credibilidad. Tras las grandes mentiras y manipulación informativa sobre las armas de destrucción masiva de Saddam Husein, sufrieron el año pasado otro monumental fiasco, al revelarse la verdad sobre el asesinato del joven de brasileño, Jean Charles de Menezes que fue abatido en el metro de Londres a manos de la policía «confundido» con un terrorista. Lo curioso fue que esta tragedia también sucedió en el transcurso de unos atentados frustrados, en la capital británica. Es lógico que ahora tengamos derechos a la sana duda respecto tanto a los atentados que se organizan por aquí y por allá, como a los videos del amigo Ben Laden y compañía, que aparecen cuando sirve para alimentar la mentira preventiva de la lucha contra el terrorismo internacional.

En aquella ocasión, la policía británica estafó a la opinión publica por partida doble, además en pocos días.

Pues la Brigada Especial nos dijo que De Menezes era el presunto terrorista Husein Osman, y que tuvieron que disparar a aquel joven electricista once veces en la cabeza y en el dorso, porque «no quiso detenerse cuando los agentes le dieron el alto» o «que corrió y saltó los torniquetes de entrada a la estación de metro de Stockwell» o que «el joven portaba una mochila y llevaba puesto una gruesa gabardina».

Sin embargo, los documentos y fotografías publicadas más adelante confirmaron que De Menezes «ni llevaba mochila, ni gabardina», «que andaba normalmente en el metro y no corría, y que comenzó a correr como otras personas cuando se vio un tren que llegaba a la estación», que «fue disparado a quemarropa cuando estaba sentado en un vagón», según la Comisión Independiente de Quejas a la Policía (IPCC).

La segunda estafa no tardó en salir. Según el rotativo británico News of the World, «la policía británica podría haber falsificado pruebas sobre la muerte del brasileño Menezes». Los agentes de la Brigada Especial de Scotland Yard habían alterado el informe de la investigación sobre las circunstancias que rodearon la muerte de De Menezes.

Pocos días duraron a la policía británica la gloria de haber eliminado a un terrorista.

Mucho cuidado con atentados «reales» y «frustrados».

Algunos atentados «virtuales», fabricados en los despechos de los guerreros contra el terrorismo islamista, también se abortan de forma virtual, mientras en esta farsa lo único real son las medallas que se les pone a los organizadores, el rentable y premeditado pánico que lanzan entre los ciudadanos occidentales para justificar «la guerra de la civilización contra la barbarie del Sur», y unos inocentes que acabarán de engrosar la lista de los inquilinos del tenebroso Guantánamo.