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República Dominicana

Telebasura y basura política

Fuentes: Rebelión

Un efecto de la proclamada alianza público-privada en la política dominicana es la puesta en evidencia del compromiso de fomentar el atraso e imponer antivalores con el propósito inmediato de garantizar concurrencia al espectáculo politiquero y la finalidad de dar apariencia de legitimidad a un ejercicio de poder que no solo es ilegítimo, sino que viola de manera sistemática sus discutidas normas éticas y su acomodaticia legalidad.

Recibir dinero obtenido a través de negocios ilícitos, evadir impuestos, ocultar fortunas utilizando paraísos fiscales, engrosar el patrimonio personal mediante la malversación de fondos que deben destinarse a satisfacer las necesidades de la gente, usar testaferros o alcancías humanas para resguardar sus bienes, son prácticas que, junto a otras no menos condenables, están indiscutiblemente vinculadas a los nombres de Luis Abinader, Leonel Fernández, Danilo Medina, Miguel Vargas, Hipólito Mejía y Abel Martínez y a los de sus principales colaboradores.

No sorprende, pues, que ese equipo de `presidenciables` y potenciales candidatos a cualquier puesto, apoye, sin reparo, a comunicadores (hay que incluir periodistas, presentadores vestidos de analistas y productores de plataformas como YouTube y TikTok) que pregonan que el robo, la prostitución y las más groseras formas de adulación son actividades normales en materia laboral y vías aceptables para acumular fortuna, lo cual, dentro del esquema de antivalores, es la definición del éxito.

Luis Abinader, en su condición de presidente, acude a programas en los cuales se exalta el lujo y se mide el valor de la persona en términos del precio de los bienes que posee. Para colmo, manifiesta admiración y ofrece apoyo a quienes producen esos contenidos. Lo mismo hacen Hipólito Mejía, Leonel Fernández y figuras del espectáculo politiquero como Carolina Mejía, alcaldesa del Distrito Nacional y secretaria general del Partido Revolucionario Moderno (PRM).

Evidencian con esto que dirigen un Estado que se sirve de la podredumbre y se sustenta en el delito.

Las fortunas de Leonel Fernández y Luis Abinader, que sobrepasan los cuatro mil millones de pesos, junto a los caudales de Hipólito Mejía, los de Danilo Medina, los de Miguel Vargas y los de Abel Martínez, comparables en magnitud y cuyo examen igualmente conduciría a emitir terribles acusaciones, constituyen un elemento definitorio del carácter saqueador del sistema político.

Es ese sistema político el que se asocia a los medios de comunicación para crear ideología y, como apunta Antonio Gramsci, alienar y construir sentido común.

Sirve a ese equipo de politiqueros el grupo de comunicadores que ahora se presentan como la personificación de lo nuevo y son, en realidad, la continuidad de un proceso de afianzamiento de la podredumbre.

Muchos comunicadores de vieja data califican como paladines de la democracia y de la libre expresión a empresarios cuyos privilegios son preservados mediante la asociación con políticos corruptos para garantizar la impunidad (que cubre también las prácticas sucias en los negocios).

LOS ADAPTADOS DE AYER Y DE HOY

El encubrimiento a cambio de empleo y oportunidades de inserción en la clase dominante es una práctica nada limpia.

Bertolt Brecht llama adaptados a quienes por temor no condenan la maldad y están, por consiguiente, destinados a pasar de la omisión a la comisión. Dice Brecht entre otras verdades: “Quien no pestañea al ver un crimen sangriento, le concede apariencia de naturalidad. Hace de la horrible maldad algo tan corriente como la lluvia y tan inevitable como la lluvia. Así apoya con su silencio a los criminales, pero pronto notará que, para no perder el pan, no sólo ha de callar la verdad, sino que debe decir la mentira”.

La crisis global del capitalismo obliga a quitar la venda, a realizar con descaro las acciones que, en otros momentos, se realizaban en forma velada. Por la variedad de medios que permite crear la tecnología, la situación no es delimitable en el marco de cada nación, pero el desborde del discurso antiinmigrantes, de los mensajes racistas y de las ofensas a grupos humanos determinados, encuentra eco en organizaciones, en círculos intelectuales e intelectualoides y en medios de comunicación. ¿Qué decir del Thea Party en Estados Unidos y de los grupos ultranacionalistas de Europa? ¿Qué decir de los pronunciamientos en este sentido de políticos destacados en países desarrollados?

En República Dominicana, durante décadas, presidentes y funcionarios han seleccionado a los periodistas que participan en sus encuentros públicos, y esa imposición ha sido acogida por directores y dueños de medios. ¿Alianza público-privada para difundir lo que conviene a los poderosos y evitar que el pueblo les pida cuentas? No hace falta ponerle nombre.

La censura termina elaborando los diarios, advirtió Carlos Marx en uno de sus artículos en La Gaceta Renana. Y cuando se hace visible la podredumbre se advierte la veracidad de este anuncio.

En República Dominicana, además del asesinato de periodistas (para citar solo un caso, en 1975 fue asesinado, por su apego a la verdad y su militancia comunista Orlando Martínez), Joaquín Balaguer, durante sus gobiernos, repartió apartamentos, dinero y nombramientos entre periodistas con importantes puestos en los medios de comunicación más influyentes. Desde la década de 1980 los nombramientos en la administración pública y en las grandes empresas privadas, han servido para silenciar voces importantes en el diarismo nacional.

Luego, las grandes corporaciones que han adquirido medios de comunicación han convertido la censura, la autocensura y el condicionamiento velado en prácticas `normales`. De no hablar lo cierto, se pasa a decir lo que no es cierto… Podredumbre en avance.

Son continuadores de esa tradición y se han insertado en un ambiente ya podrido los comunicadores que hoy, con pésimo vocabulario cargado de palabras soeces, recomiendan a los jóvenes renunciar a los principios y desconocer la dignidad cuando se presenta la oportunidad de obtener beneficios materiales.

Entre los comunicadores de vieja data hay integrantes de ese coro (algunos de ellos reconocidos como especie de avanzada). Otros, por intereses económicos y vínculos nada limpios, defienden esa práctica, y hay quienes realizan tibios cuestionamientos (casi siempre personalizados porque así se integran al espectáculo y no arriesgan sus puestos de trabajo y menos su integridad física) sin preguntar de dónde procede el dinero que patrocina la imposición de lo soez y la prédica de sucias prácticas.

Los estrategas de la sociedad de clases se dan cuenta de que solo con niveles cada vez más altos de alienación es posible dar continuidad al saqueo y al despojo.

En los países desarrollados hay plataformas que difunden mensajes alienantes con el fin de exacerbar el fascismo, fomentar el racismo y presentar como natural la desigualdad social. Esas plataformas se multiplican y expanden y son sustentadas por organizaciones descaradamente fascistas.

En la realidad dominicana, las plataformas para difundir palabras soeces y convivencia dañina sirven a los politiqueros, quienes también se acercan a la juventud solo para difundir antivalores.

¿Qué, si no una dañina veneración por la riqueza de cualquier procedencia fomenta la alcaldesa del Distrito Nacional cuando exhibe unos costosos zapatos o cuando se proclama amiga entrañable de millonarios que dirigen plataformas de difusión de contenido basura?

La telebasura fomenta la violencia e incita a delinquir a los jóvenes de los sectores pobres (más de la quinta parte de la juventud dominicana no estudia ni trabaja). Pero ha llegado el momento de determinar cuántos y cuáles medios dominicanos con cualquier denominación o de cualquier propiedad, se han convertido en difusores de basura con la mendaz explicación de que es lo que el pueblo pide… Es preciso denunciar que esto se hace en contubernio con una dirigencia política que en realidad es politiquera y que, aunque no quiere asumir el costo político de reconocerlo, prefieren que los jóvenes sean delincuentes y no que se formen como entes pensantes…

Es deber de conciencia realizar esfuerzos para que las nuevas generaciones entiendan que la clase dominante les niega el acceso a una educación de calidad y a convivir en el marco del respeto a la dignidad humana… La telebasura y la basura política atentan contra la juventud en aras de evitar lo inevitable: la toma de conciencia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.