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The Economist: «la economía del mundo entero está en peligro»

Fuentes: Rebelión

Lo del título lo expresa, ni más ni menos, que el principal vocero periodístico de la burguesía a escala planetaria. Si, lo dice The Economist, refiriéndose a las consecuencias globales del estallido inevitable de la mayor burbuja inmobiliaria de la historia.  Según la revista, el desinfle de la burbuja no pasará de este año. El […]

Lo del título lo expresa, ni más ni menos, que el principal vocero periodístico de la burguesía a escala planetaria. Si, lo dice The Economist, refiriéndose a las consecuencias globales del estallido inevitable de la mayor burbuja inmobiliaria de la historia.  Según la revista, el desinfle de la burbuja no pasará de este año. El efecto riqueza -provocado por el aumento del valor de sus casas y que mueve a los estadounidenses a endeudarse y gastar- podría desaparecer, y los consumidores podrían parar de gastar.
    Asimismo, varios analistas internacionales han llegado a la conclusión de que también se aproxima un irremediable ajuste de los desmedidos déficits en EE.UU., tanto en materia fiscal (el déficit público creciente fue de más de 600.000 millones de dólares en el 2004) como comercial. O un ajuste del precio de los commodities (materias primas) que también están bajo sospecha. Entre octubre del 2001 y abril del 2005, su precio aumentó 64%.
    Entonces, no deja de ser importante analizar las causas de esa rotunda afirmación del periódico ingles, abrevadero de información calificada hasta para el mismísimo Carlos Marx. Y ello, en primer lugar, porque el Uruguay, como tantos y tantos países dependientes -y como siempre-, vamos a pagar muy duro y caro las consecuencias de esos ajustes en las economías imperiales.
   En segundo lugar, porque a muchos -además de los tradicionales y consabidos cipayos- les ha entrado un respeto bárbaro por las recetas de los organismos multilaterales de crédito y por las perspectivas que nos brindan las economías «desarrolladas» o «centrales» o del «primer mundo», eufemismos todos para no pronunciar la vieja -y más que nunca vigente- palabra que las caracteriza: imperialistas.
      Y, en tercer lugar, porque nos parece que desde una visión de izquierda, desde el bloque político-social alternativo, este dato que surge de las relaciones de producción capitalistas debe estar presente cuando hacemos los análisis nacionales y/o regionales y establecemos las perspectivas. No nos alejamos del Uruguay y sus problemas, sino todo lo contrario. Pero, además, no olvidemos que estos análisis tienen que ver con cosas muy puntuales que estamos debatiendo en estos días en Uruguay. Así, por ejemplo, el economista Jorge Caumont titulaba de esta manera una nota en el suplemento Economía y Mercado de El País: La opción es Estados Unidos, que sigue a otra -y no es casualidad-  titulada: Abandonemos ya el MERCOSUR. Todo lo cual podría parafrasearse en Firmemos el Tratado de Inversiones ya.
   The Economist esta verdaderamente alarmado -y con razón agregamos nosotros- por lo que denomina «burbuja inmobiliaria». Obsérvese esta conclusión: «el ‘boom’ inmobiliario mundial es la mayor burbuja financiera de la historia. Cuanto mayor sea el auge, mayor será el derrumbe, cuando ello ocurra… La forma como llegue a su fin el auge inmobiliario actual podría marcar el curso que seguirá la economía de todo el mundo en los próximos años».
    También lo esta el FMI, que en un informe indicaba que una crisis inmobiliaria afecta el doble que un «crack» bursátil. La burbuja inmobiliaria sustituyó a la bursátil, y el menor coste del endeudamiento hizo el resto.
      Aclaremos que la burbuja inmobiliaria no solo afecta a Estados Unidos, sino a otros muchos países. Es que en varios países (por ejemplo, España, Gran Bretaña y Holanda) los valores se duplicaron desde 1995, y en Irlanda casi se triplicaron. Ni China se a escapado. La venta de propiedades inmobiliarias representa un 25% del PIB de Pekín y el 20% del de Shangai, lo que da idea de la magnitud del negocio que se está generando. Pero, al mismo tiempo, eso está ocasionando una igualmente espectacular subida de precios que se traslada a otros sectores. En Shangai, por ejemplo, los precios de la vivienda suben una media del 20% anual desde 2001. La gran inversión que se realiza en China está tirando a su vez de la economía mundial. El gigante asiático compra ya el 40% del cemento mundial, el 25% del aluminio y entre el 20 y el 50% de otras materias primas vinculadas a su desarrollo industrial. The Economist considera que «en siete países desarrollados -España, Reino Unido, Holanda, Australia, Irlanda, Nueva Zelanda y EEUU- se ha generado una burbuja inmobiliaria que acabará sufriendo una corrección mediante una caída de los precios de la vivienda».
     Un período largo de bajas tasas de interés (como el que se ha dado en estos últimos años) impulsó la demanda de créditos hipotecarios y, por ende, de viviendas, generando una espiral ascendente de precios de casas y departamentos, ya que la oferta no pudo cubrir esta demanda que creció muy rápido. Otro elemento que dispara los precios en el sector inmobiliario son los enormes beneficios obtenidos por los países productores de petróleo, gracias al alza del crudo, los que suelen ser «reciclados» en el sector inmobiliario.
   «Los ladrillos» se han convertido definitivamente en EEUU y otros países en un refugio para la riqueza de las familias y en un activo interesante para los inversores privados. Esto provocó una «burbuja inmobiliaria» -o sea, la oleada de aumento en los precios de las casas-, que hizo que los propietarios se sintieran más ricos porque sus viviendas pasaron a tener un mayor valor, lo que terminó estimulando el consumo.
   Todo esto a generado una serie de consecuencias muy importantes. Veamos algunas:

1.    El aumento -mucho mayor que el de las casas- de la deuda de los núcleos familiares. ¿Por qué? Porque al aumentar los precios de las viviendas sus propietarios sacan préstamos hipotecarios -muy extendidos o comunes en EE.UU. y otros países-, o sea, dinero en efectivo que pueden gastar. En suma, los propietarios han estado utilizando sus casas como un cajero automático para extraer dinero.
2.    Esto ha repercutido fuertemente en el enorme gasto en consumo (gasto que explica dos tercios de la economía yanqui), lo que se relaciona, como veremos más adelante, con el enorme déficit comercial de EE.UU. Aprovechando el aumento de valor de sus viviendas y la disminución del coste del endeudamiento, las familias han podido obtener grandes sumas de su patrimonio familiar -sea mediante la venta de viviendas, la refinanciación y las segundas hipotecas- desempeñando así a plena satisfacción el papel que se les había asignado en el impulso a la economía de mantener el crecimiento del consumo. Entre 2000 y mediados de 2003 el aumento de los gastos de consumo reales alcanzó el 2,8 por 100 anual, pese a que las retribuciones totales reales disminuyeron de hecho durante ese mismo periodo.
3.    El aumento sostenido del consumo, gracias al incremento paralelo del endeudamiento de los hogares, ha sido el factor determinante del crecimiento del PIB a partir de 2000, limitando el precipitado declive de la economía en 2001, estabilizándola en el invierno de 2001-2002 y estimulando el crecimiento que ha tenido lugar desde entonces. En términos de contabilidad nacional, el aumento de los gastos de consumo personal fue responsable de casi todo el incremento del PIB verificado entre 2000 y el primer semestre de 2003, debiéndose a él un crecimiento un 16 por 100 por encima del que tuvo efectivamente lugar durante ese periodo.
4.    Otra consecuencia ha sido en la generación de empleos. Dice The Economist: «El 40% de todos los empleos generados en Estados Unidos desde 2001 son en sectores vinculados con la vivienda, como la construcción, los préstamos inmobiliarios y las agencias inmobiliarias.»
5.    Algunos expertos creen que es la banca comercial, que ha nutrido sus cuentas de resultados con las refinanciaciones hipotecarias, la que se ve obligada a sostener los tipos de la deuda para evitar una eventual explosión de la morosidad que podría producirse si los tipos de interés a largo siguieran el camino alcista introducido por la FED en los de referencia.
6.    Crecimiento de la deuda de las familias, las que han podido incrementar su endeudamiento, a pesar de la desaceleración de la economía real, la disminución del salario real por hora y el aumento del desempleo. Las familias estadounidenses están altamente endeudadas, no sólo por causa de la vivienda. Los datos de la Reserva Federal exhiben una deuda total por arriba de los 35 millones de millones, unos 450 mil dólares por cada familia típica de cuatro miembros, a causa de tarjetas de crédito, automóviles y otros bienes que alcanzan niveles récord (a agosto de 2004). Y aparecieron nuevas formas exóticas de financiamiento hipotecario que permitieron tomar mas dinero, como los prestamos «sólo de intereses». Según la NAR, una asociación inmobiliaria de EE.UU. el 42% de todos los que compraron casa por primera vez el año pasado no pagaron anticipo. Y para los créditos hipotecarios se piden cada vez menos certificados de empleo y otros documentos de solvencia.
Aprovechando el aumento de valor de sus viviendas y la disminución del coste del endeudamiento, las familias han podido obtener grandes sumas de su patrimonio familiar -sea mediante la venta de viviendas, la refinanciación y las segundas hipotecas- desempeñando así a plena satisfacción el papel que se les había asignado en el impulso a la economía de mantener el crecimiento del consumo.
7.    Se esta en presencia de un exceso de ahorro a escala mundial, que no encuentra canales de inversión de envergadura equivalente. Los ahorros del mundo, calculados por el FMI en 24,9% del PBI, están muy por encima de su promedio de largo plazo. Esa novedosa situación está llevando a algunos «economistas líderes» a diagnosticar que el mundo está bajo los efectos de una sobreoferta mundial de ahorro (concepto que habrá que registrar, ya que en las últimas semanas se ha convertido en la fórmula standard para describir la actual situación económica del mundo). Por eso, se observa «un mayor apetito por el riesgo», lo que agrega fragilidades al sistema financiero internacional. Lo que antes era local, ahora adquiere dimensiona global (Steneri) En otras palabras más directas, estamos en el reino de los capitales especulativos. Hoy pululan los hedge funds y están a punto de sacar credenciales de respetabilidad, cuando en realidad son capitales mafiosos que recorren el planeta cual piratas, incrementando todos los riesgos propios de su carácter altamente especulativo.

¿Qué pasaría si  estallará la burbuja?

   El Fondo Monetario Internacional comparó el efecto de un crack inmobiliario frente a uno de origen bursátil. Un crack bursátil, definido como una caída superior a 30% en los precios de las acciones, «cuesta» el equivalente a 4% de crecimiento del PBI en 2 años. Mientras que un crack inmobiliario, definido como un caída en los precios superior a 14%, produce daños similares a una caída de 8% en el PBI . Y encima sus efectos duran mucho más: hasta cuatro años.
    Según el especialista John Rubino, autor de How to profit from the coming real estate bust (Cómo aprovechar la próxima depresión inmobiliaria), el valor de todas las viviendas en EEUU alcanza los U$S 14 billones, por lo que una caída en los precios de 20% representaría una pérdida de valor cercana a los U$S 3 billones, lo que superaría ampliamente (en valores y cantidad de gente afectada) a la crisis de las punto com en el año 2000. Como referencia, en Gran Bretaña, en 1992, en oportunidad de la ultima callad fuerte de las propiedades, las viviendas perdieron hasta un tercio de su valor.
    Para el semanario especializado «The Economist», se trata sin dudas de una burbuja especulativa que se corregiría con una caída en los precios de, por ejemplo, 50% en España o 25% en Holanda, para que los ratios de estos valores respecto de salarios o alquileres recuperen el nivel promedio de los últimos 30 años.
    Actualmente las tasas de interés esta subiendo y, entonces,  cae la demanda de créditos hipotecarios y de viviendas, los precios se reducen y, al mismo tiempo, cae el consumo, porque las familias tienen que pagar más por las hipotecas. Si este proceso es pronunciado, el efecto negativo sobre el crecimiento económico puede ser muy importante , porque la pérdida del poder adquisitivo impacta de lleno en el consumo. Por otra parte, el ajuste del déficit fiscal traerá, como ya se anuncio, incrementos de los impuestos y recortes en los gastos. Y para completar el ta te ti, existe el riesgo real de que una bajada de los precios de la vivienda disminuya el consumo (como pasó en Holanda en 2003), con repercusiones negativas en las exportaciones de países como China o Japón. Éstos tendrían que reducir sus inversiones en EE UU con efectos muy perniciosos por la necesidad de inversión que tiene éste último para sufragar su déficit de cuenta corriente (5.000 millones de dólares al día).

Conclusiones
   
     No podemos hacer como el avestruz o pensar que el desenlace inevitable de estas contradicciones no nos afectará. Es un hecho que, por las malas o por las buenas, se vendrá (en la terminología de The Economist o el FMI) un gran ajuste o una gran crisis de alcance mundial (en la nuestra). Si se duda, no hay mas que seguir atentamente esta situación a través de las preocupaciones de Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, o de su par inglés Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, o de los organismos financieros internacionales o la prensa especializada y las dudas se acaban.
   ¿Que hacemos, entonces, como pequeño país? ¿Nos atamos más aún a EE.UU. (algo así como la versión uruguaya de los primos carnales de Menem, donde las ataduras económicas se relacionan indefectiblemente con las políticas y militares -ir viendo lo del Paraguay-), y abandonamos el MERCOSUR, como quiere el superneoliberal Caumont?  ¿O buscamos la máximas diversificación de nuestros mercados (China, UE, Venezuela, Irán, India, países africanos, etc.) e intentamos potenciar el MERCOSUR, sin por eso despreciar el de Estados Unidos (mientras permanezca, antes de estallar su burbuja inmobiliaria y ajustar sus enormes déficit paralelos -fiscal y comercial-.)? Y siempre mejorando el mercado interno, más que chico, un mercado achicado neoliberalmente (más de un millón de pobres, creciente desempleo estructural y precarización-flexibilización, caída de dos dígitos del salario real y las pasividades, etc.) , ese mismo mercado interno que ante cualquier desastre mundial será -como en tantas otras ocasiones- el refugio y salvación de las mismísimas producciones exportables, hoy tan despreciativas del mismo.
      Esta burbuja inmobiliaria no se da en nuestro país, ya que la debacle de 2001 provocó un ajuste muy importante en los precios de los inmuebles. A tal punto que luego de tres años, solamente una parte del mercado logró recuperar lo perdido.
    Vista desde el Uruguay, una caída pronunciada en el poder adquisitivo de las familias de EEUU tendría efectos significativos sobre las exportaciones hacia ese país, pero también hacia otros destinos, en países más dependientes del mercado estadounidense (como los del sudeste asiático), que incluso podrían sufrir severas crisis financieras. Sin embargo, hay que recordar que este problema de la burbuja no es exclusivo de EEUU, sino que también se da en varios países europeos.
      Quedan para otra oportunidad analizar si seguimos siendo el patio trasero del imperialismo -o sea, si seguimos insertándonos periféricamente en la economía mundial, totalmente dependientes de la hegemonía de la potencia de turno- o las contradicciones insalvables del capitalismo,  los límites puestos por él mismo, reflejados en los crecientes procesos paralelos y mundiales de concentración de la riqueza en un polo y de la ampliación de las capas sumidas en la pobreza en el otro.

* Eduardo Lorier es Senador por el Partido Comunista