El progresismo en Nuestra América doblegó por partida doble al conservadurismo regional con la victoria este domingo de la Alianza País en las elecciones ecuatorianas, y el triunfo de Venezuela el pasado martes frente a la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual no consiguió imponerle la injerencista «Carta Democrática». A pesar de una arremetida […]
El progresismo en Nuestra América doblegó por partida doble al conservadurismo regional con la victoria este domingo de la Alianza País en las elecciones ecuatorianas, y el triunfo de Venezuela el pasado martes frente a la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual no consiguió imponerle la injerencista «Carta Democrática».
A pesar de una arremetida derechista sin precedentes para alterar la correlación de fuerzas en la Patria Grande, las revoluciones Ciudadana, de Ecuador, y Bolivariana, de Venezuela, echaron por tierra agresiones, campañas mediáticas difamatorias y planes desestabilizadores de todo tipo perpetrados por la oligarquía y alentados desde territorio estadounidense.
El pueblo ecuatoriano le dio su voto mayoritario en las urnas al candidato presidencial de Alianza País, Lenín Moreno, quien continuará el legado del mandatario Rafael Correa y el proceso de transformaciones sociales a favor de los más desposeídos iniciado en esa nación hace una década.
Con la victoria de Moreno se pone freno definitivo a otra tenebrosa avalancha neoliberal en Latinoamérica y el Caribe, y el cacareado «síndrome del fin del progresismo» en la región que se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
Ya la pasada semana Venezuela junto a los gobiernos dignos de Nuestra América frustraron otras tentativas de la derecha de cercar a la Revolución Bolivariana con la aplicación por la OEA de la denominada «Carta Democrática» de esa organización, con sede en Washington.
La OEA, su secretario general, Luis Almagro, y regímenes neoliberales como los de Argentina, Brasil, Paraguay y Perú, entre otros, vieron malogrados sus planes de pretender ilegitimar la democracia venezolana para preparar el terreno hacia una eventual intervención en la Patria de Hugo Chávez, al no lograr el apoyo de la mayoría de los estados latinoamericanos y caribeños.
Ese duro golpe al muy bien bautizado «ministerio de las colonias de Washington», y a su cabecilla Almagro y sus secuaces, colocó al borde de la histeria a la envalentonada oligarquía, que arreció aún más su ofensiva en Ecuador en los últimos días con el evidente objetivo de impedir a toda costa una nueva conquista de la Revolución Ciudadana, y de facto la continuidad del progresismo en Nuestra América.
La desesperada OEA y sus empleados siguen empecinados en atacar a Venezuela, y lo harán también contra otros países con gobiernos de izquierda, pero está claro que no conseguirán revertir los procesos de cambios en la Patria Grande.
Desde el triunfo en Nicaragua del Sandinismo y del presidente Daniel Ortega en los comicios de noviembre pasado, se reabrió un nuevo sendero esperanzador en Latinoamérica y el Caribe que de seguro sí conducirá al fin del conservadurismo en nuestra región.
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