La última crisis política vivida por Ucrania durante el último mes está abocada a una solución en el transcurso de esta misma semana. Así por lo menos lo afirmó el presidente Víctor Yúshenko luego de reunirse con el primer ministro, Víctor Yanukovich, quien dijo a la prensa que «Estamos esperando el dictamen del Tribunal Constitucional […]
La última crisis política vivida por Ucrania durante el último mes está abocada a una solución en el transcurso de esta misma semana. Así por lo menos lo afirmó el presidente Víctor Yúshenko luego de reunirse con el primer ministro, Víctor Yanukovich, quien dijo a la prensa que «Estamos esperando el dictamen del Tribunal Constitucional que va a poner todos los puntos sobre las íes».
El TC es el único órgano competente para dirimir si es legítima o no la resolución emitida por el mandatario disolviendo el parlamento o Rada Suprema, pues la mayoría representada en ese poder legislativo, considera ilegal el dictamen y por ello se rebelaron en su contra negándose a cumplir con lo dispuesto.
Pese a que todos los ministros, excepto el de defensa y el canciller, apoyaron esa posición, varios jueces del TC se negaron a asumir la responsabilidad de arbitrar el contencioso. Eso ha provocado una demora en la solución del asunto, tiempo aprovechado por personajes como Yulia Timoshenko, quien promovió expresiones callejeras de sus seguidores, agitando aguas no precisamente livianas. Una forma de probar suerte a costa del país.
La Timoshenko fue aliada del presidente Yúshenko durante el proceso conocido como Revolución Naranja, (noviembre 2004) un montaje que de acuerdo con varias fuentes, (entre ellas el politólogo Leonid Ivashov) fue diseñado por Occidente y contó con su apoyo y financiamiento. Según informes divulgados por la prensa rusa recientemente, Estados Unidos gastó más de 110 millones de dólares tanto en esta revuelta como la de Kirguizistán. La tesis y diferentes argumentos, son recogidos por documentalistas franceses quienes en su trabajo fílmico aseguran que situaciones como la de estas dos repúblicas son similares a las de Serbia y Georgia y todas responderían al mismo guión: fabricar cambios a través de procesos más o menos incruentos, usando para ellos fuerzas internas afines.
Pero Yulia, quien asumió el cargo de primera ministra en el 2005, tras aquellos sucesos, fue separada del cargo seis meses más tarde. Sus intereses no conjugaron con los de Yúshenko pues, aunque ambos fueron íntimos socios en la brega por alcanzar el poder, ella se apuró demasiado en lo que toca a favorecer a sus protectores y aliados internos, y en tal medida que rebasó todo límite. Se la describe como alguien muy ambiciosa y capaz de arriesgadas o dudosas empresas y algo de cierto debe existir en esta semblanza de su lado oscuro, toda vez que su aliado la alejó de su entorno.
La ex ministra no ha perdido tiempo pues en seguida reorganizó sus fuerzas con pequeñas formaciones. Su capacidad de transmutación la demostró cuando ofrece re-asociarse con el presidente el 2 de marzo pasado, fecha en la cual éste decide anular el legislativo, tomando como base el que un grupo de diputados de su propio partido y otros del de su ex afiliada, decidieron pasarse a la bancada de Yanukovich.
La inquietud que mueve al jefe de estado a tomar una medida tan drástica proviene del miedo a perder capacidad de decisión, puesto que con los once tránsfugas que se le incorporaron, el grupo político del premier pasaba a tener capacidad de anular incluso los decretos del presidente.
ACLARACIONES
Se precisa dejar nota sobre un par de elementos que clarifiquen situación tan enrevesada. En primer término, debe saberse que hacia el 2003, fue promovida una ley destinada a contrarrestar los fueros del entonces presidente Leonid Kushmá, fortaleciendo las prerrogativas de los legisladores. O sea, dejar de ser una estructura de gobierno eminentemente presidencialista y pasar a una de tipo parlamentario fuerte.
Tanto Yúshenko como la Timoshenko, inseguros de si ganarían o no las elecciones de esa etapa, pero convencidos de que tendrían un trozo de influencia en la Rada, (solo es necesario un 3% de votos para acceder) promovieron la fórmula. De acuerdo con estimados especializados, ese decreto dejó en zona de indefiniciones algunas cláusulas y eso habría servido ahora para cuestionar la validez de lo que cada parte interpreta.
Otros aspectos a tener en cuenta son que cuando la ex primera ministra es relevada del cargo fue necesario hacer comicios legislativos y resultó ganador el Partido de las Regiones, liderado por Yanukovich, quien fue adversario de Yúshenko y perdedor en las presidenciales realizadas en el 2005, bajo los influjos de la efervescencia naranja.
Este triunfo de Yanukovich en el 2006 lleva a Yúshenko a una disyuntiva. No quería un gobierno de cohabitación con su antiguo oponente, pero la cantidad abrumadora de votos logrados por el grupo que liderara, obligó a que lo aceptara como jefe del ejecutivo. Al presidente se le tilda de pro occidental en tanto al premier de pro ruso. Esta divergencia se lleva a escala de sociedad arguyendo que la composición humana de Ucrania, lo determina. Poco más del 50% de la población es directamente o desciende de rusos y la otra mitad es lo que algunos denominan ucranianos occidentales.
Esta división, se tiene como algo artificial en un país donde cultura y raíces estuvieron siempre muy intervinculadas. La basan en su geografía, pero sobre todo promovida por tendencias que se han estado polarizando al calor de sucesos que tienen estímulos relacionados con intereses oligárquicos y son aupados desde fuera.
Si existen apetitos económicos que reclaman el favor de los estratos de gobierno, lo mismo sucede con las inclinaciones que alcanzan dimensión política, de orden crítico, debe saberse. Un tema es el del ingreso de Ucrania a la OTAN que resulta uno de los macro propósitos occidentales (Bush ya aprobó esa incorporación) al promover elementos que le sean afines y que Moscú aprecia como un acto amenazante, toda vez que poco a poco han ido rodeándola de bases hostiles, mientras les prodigan poco creíbles garantías y protestas de amistad. Aclaremos que la mayor parte de la población (en algunas zonas ucranianas incluso por encima del 90%) rechaza esa entrada al pacto bélico. Yúshenko y sus allegados abogan por asociarse y Yanukovich indica que el paso debe ser sometido a referéndum.
Se supone que en la base de la discrepancia en curso hay factores como éste influyendo y detrás de ellos la pugna sobre si mantener lazos estrechos con el Kremlin o favorecer un incremento de los ya contraídos con Europa y Estados Unidos. Esto se parece tanto a la antigua disputa este-oeste, que resulta imposible no recordarlo.
Sin embargo, hay politólogos rusos estimando que en este conflicto «no hay ni asomos de ideología, de discusión sobre el modelo de administración del país, ni de debates en torno a la OTAN o al Espacio Económico Unificado» pues todo gira en torno a conveniencias de los diferentes oligarcas que prevalecen en Ucrania. Según ese criterio, cada partido proyecta las propensiones de determinados sectores empresariales, y están, de hecho, representados e influyendo dentro del cuerpo legislativo y en todo el aparato estatal.
Al cabo de mes y medio de pulso, Yúschenko dijo estar dispuesto a suspender la vigencia de su decreto (sobre la disolución del parlamento). A cambio exige que le aprueben varias leyes, sobre todo algunas enmiendas relacionadas con el sistema electoral y otras en las cuales se intenta redefinir el reglamento para los diputados. No serían las únicas. Todas, se colige, fueron negociadas entre los dos altos funcionarios en reciente encuentro.
Para no pocos -y me incluyo- este problema no se cierra con los acuerdos a que se pueda haber llegado o estén por firmarse y nadie sabe por cuánto tiempo regirán.