En este artículo el autor reflexiona sobre los posibles triunfos electorales de Petro en Colombia y Lula en Brasil, lo que sumaría fuerzas del cambio en América Latina.
El siglo XXI es el siglo de América Latina. En su primera década surgieron los únicos gobiernos antineoliberales del mundo, en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador. En la segunda, la derecha recuperó la iniciativa, sin aliento, porque no abandonó su modelo neoliberal.
En la tercera década del siglo XXI se configura plenamente una nueva ola progresista de gobiernos antineoliberales, con México, Argentina, Bolivia, Chile, Perú, Honduras. El año 2022 tendrá como principales eventos en el continente las elecciones en Colombia y Brasil. En ambos países, los candidatos de izquierda, Gustavo Petro y Lula da Silva, son los favoritos para ser elegidos presidentes de estos países en 2022.
Dos de los gobiernos de extrema derecha del continente -uno de Iván Duque y otro de Jair Bolsonaro-, también dos de los más impopulares, salen de la presidencia con todo indicio de que serán rotundamente derrotados, dando paso a dos líderes de la izquierda latinoamericana.
Dos de los países más grandes del continente, escenario de la mayor violencia en la región, tanto política como en la vida cotidiana, podrían dar pasos decisivos para enfrentar el neoliberalismo y la inseguridad ciudadana en las próximas elecciones.
El 29 de mayo Colombia tendrá su nueva elección presidencial. En la anterior, en 2018, por primera vez, un candidato de izquierda, el propio Petro, llegó a segunda vuelta, logrando obtener 8 millones de votos. Se consolidó la renovación de la izquierda colombiana, con el éxito del proceso de paz con las guerrillas de las FARC y el ELN, y se pasó la página en la historia del país de casi 70 décadas de enfrentamientos militares con el Estado colombiano.
Alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015, Petro organizó una coalición de izquierda llamada Pacto Histórico. Saludando la victoria de Gabriel Boric en Chile, Petro reafirmó que hay un cambio de época en América Latina, con la superación del neoliberalismo, que “no es más que la expansión de la idea de mercados, de negocio, que no tiene nada que ver con inversiones o derechos humanos ”.
En Brasil, desde que salió de la cárcel y se le cancelaron los procesos, recuperando todos sus derechos políticos, Lula comenzó a liderar todas las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre de este año. Será candidato a la presidencia de Brasil por sexta vez -derrotado en 1989, 1994 y 1998 y victorioso en 2002 y 2006-, esta vez, como indican las encuestas, por primera vez con posibilidad de triunfar en la primera vuelta.
Habiendo salido de su segundo mandato como presidente de Brasil con el 87% de apoyo, logró que, por primera vez, la izquierda se volviera hegemónica en el país, con un gobierno que combatió y disminuyó substancialmente las desigualdades, en el país más desigual del continente más desigual del mundo.
Aunque dejó el poder hace 12 años, la huella de su gobierno quedó presente en la memoria de la gran mayoría de los brasileños, especialmente los de las periferias de las grandes ciudades y los del nordeste del país, quienes vieron profundamente transformadas sus condiciones de vida.
El golpe que sacó al PT del gobierno, en 2016, arrojó al país a la peor crisis de su historia. Crisis económica, social, política y sanitaria, personificada en el gobierno de Bolsonaro, a quien la derecha apeló para consolidar el golpe de Estado que había dado contra Dilma Rousseff y llevar a la presidencia del país a la persona más descalificada, desde todos los puntos de vista, a ocupar esa posición.
La imagen de Lula ha resurgido en la escena política brasileña en los últimos dos años, lo que lo convierte en un 40% preferido en encuestas espontáneas y un 48% en la primera vuelta frente al 19% de Bolsonaro. Lula ganaría a todos los posibles oponentes en la segunda vuelta, pero, principalmente, se proyecta una posible victoria para él en la primera, el 2 de octubre de 2022.
De confirmarse estas victorias, América Latina tendrá su perfil político mayoritariamente de izquierda, con la adhesión de los países más grandes del continente: Argentina, México, Brasil, Colombia, sumados a los de Bolivia, Perú, Honduras. Será una tercera década del siglo XXI que perfilará el continente a lo largo de la primera mitad del siglo XXI, un siglo definitivamente de izquierda en América Latina y el Caribe.
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