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Una Europa a la deriva, ¡un terremoto en Francia!

Fuentes: Democracia Socialista

La victoria del Front National (FN) constituye una sacudida histórica para Europa y un terremoto para Francia. El resultado de las elecciones europeas confirma la grave crisis política que atraviesa Europa. Estamos frente a una onda de choque cuya amplitud aún es difícil de valorar. Si bien hay que evitar realizar una lectura «francesa» de […]

La victoria del Front National (FN) constituye una sacudida histórica para Europa y un terremoto para Francia. El resultado de las elecciones europeas confirma la grave crisis política que atraviesa Europa. Estamos frente a una onda de choque cuya amplitud aún es difícil de valorar. Si bien hay que evitar realizar una lectura «francesa» de los resultados electorales europeos (según la situación política de cada país, las relaciones de fuerzas varian de un país a otro), estas son las grandes tendencias se desgajan sobre el telón de fondo de la crisis y de la degradación de las relación de fuerzas para el movimiento obrero: abstención masiva, crecimiento de la extrema derecha, retroceso de la derecha tradicional, debilitamiento considerable de la social-democracia y estabilidad de la izquierda radical con el ascenso de Syriza en Grecia y Podemos en el Estado español.

1. Una abstención masiva

Se trata de una tendencia fuerte en todas las consultas electorales, en particular en las elecciones europeas, y aún cuando no progrese, el partido de la abstención es el primer partido en Europa (cerca del 57% de abstención). Estas elecciones confirman el rechazo masivo de la Unión Europea por parte de las clases populares. Desde su inicio, la construcción europea ha estado reservada a las clases dominantes, a los gobiernos y a las élites tecnocráticas; los pueblos nunca han sido tomados en cuenta. Actualmente la conjunción de este modelo de construcción y las políticas de austeridad que estrangulan a los pueblos conduce a un rechazo masivo, poniendo al descubierto la enorme crisis de representación política que afecta a casi todos los países de Europa y abriendo un fase de crisis política aguda, no sólo en las instituciones europeas sino también en las relaciones intra-europeas.

La abstención ha sido particularmente fuerte en los barrios populares. Es normal, ¿cómo sumarse a es «bella idea de Europa» cuando para millones de personas la Unión Europea que promueven los gobiernos significa más austeridad, más paro y más pobreza?

En muchos casos es esta abstención la que ha favorecido los resultados de los partidos populistas o neofascistas.

2. Crecimiento de la extrema derecha, de los partidos populistas y de los neofascistas

 

La expresión más significativa de este crecimiento es el primer puesto alcanzado por el Front National en Francia. Supone una sacudida sin precedentes. En la historia europea se ha hablado a menudo de la «excepción francesa» para evocar las luchas y las revoluciones populares. En esta ocasión existe una excepción, pero esta vez va contra los movimientos populares.

El FN toma arraigo en la sociedad francesa. Según los sondeos, ha cosechado el voto del 43% de los obreros, del 38% de los empleados y del 37% de los parados. Las listas del PS, por su parte, el 8% de los obreros, el 16% de los empleados y el 14% de los parados. ¡Un joven sobre tres ha votado al FN! Es verdad que el auge de la extrema derecha o de los «partidos eurófobos» afecta a todo el continente, pero es Francia donde provoca la crisis política más aguda. En primer lugar, porque Francia es, junto con Alemania, una de las dos potencias claves de la Unión Europea. En segundo lugar, porque el ascenso del FN viene acompañado en Francia de la caída del resto de las formaciones políticas. La derecha tradicional se hunde bajo los escándalos de corrupción y una crisis de dirección abierta. ¿quién puede decir donde terminara la UMP -derecha tradicional- en los meses que vienen? En cuanto a la izquierda, globalmente está en sus peores resultados: apenas alcanza el 34% de los sufragios. De golpe, se pasa de una situación bipolar, derecha/izquierda, a una situación tripolar o tripartita: derecha/ PS/ FN.

Ahora bien, la progresión de las formaciones de extrema derecha o populistas no se limita a Francia: el Partido del Pueblo en Dinamarca logra el 27% de los sufragios, el UKIP de Gran Bretaña se sitúa a la cabeza con el 37%, el FPO austriaco supera el 20%, y eso sin contar los partidos «anti-Europa» -en Alemania, Polonia o Suecia- que salen reforzados. Por último, hay que indicar que las organizaciones abiertamente fascistas como Amanecer Dorado en Grecia con el 10% de los votos o el partido Jobbik húngaro que supera a la socialdemocracia con cerca del 15%, también van a pesar en la situación política de sus países.

Aún cuando se puedan dar otras situaciones, como el retroceso del partido islamófobo de Wilders en Holanda que tiene que ver con la recuperación económica del país, se tratade una tendencia de fondo

En el Estado español y en Portugal, las formaciones neo-fascistas apenas existen, lo que se puede explicar por el profundo rechazo popular a las dictaduras policiales tras decenios de franquismo y salazarismo. Señalemos, en todo caso, la presencia de una derecha extrema en el Partido Popular de Rajoy que, con la presión de la jerarquía católica, explica los proyectos de ley para poner en cuestión el derecho al aborto.

Este progreso general es fruto del ascenso de los nacionalismos en una situación de crisis económica y de debilitamiento histórico del movimiento obrero. La identidad social retrocede frente a la identidad nacional, los conflictos de clases dejan lugar a la «etnizacion» de las relaciones sociales, el racismo gana a sectores de masas de las clases populares. «Es más fácil emprenderla con un inmigrante que con un banquero»… No es la primera vez en la historia de Europa que estamos confrontados al ascenso de la extrema derecha. En los años treinta, tanto por los imperativos de una crisis, que exigía la superexplotación del trabajo para garantizar las ganancias de los grandes grupos capitalistas, como por la necesidad de contener el ascenso revolucionario vinculado a la fuerza propulsiva de la revolución rusa, condujeron a las clases dominantes a optar por el fascismo.

Otra referencia que marca las tensiones sobre el continente es la crisis ucraniana. Y las posibles dislocaciones nacionales en Europa central pueden incluso traer a la memoria las confrontaciones nacionalistas de antes de la guerra del 14-18. Por supuesto, las situaciones no son comparables y cuando se hace referencia a los años 1930, hay que hacerlo desde el punto de vista de los «años 30 al ralentí». Ahora bien, es preciso añadir que la configuración del mundo, de las clases y de la relación de fuerzas no son las mismas. A diferencia de ese períodos histórico marcado por las opciones nacionalistas de las burguesías europeas, actualmente las clases dominantes optan claramente por la integración en la globalización capitalista y no existen amenazas revolucionarias que les obliguen a optar por soluciones fascistas para la destrucción violenta del movimiento obrero y de las libertades democráticas.

Las especificidades de la situación actual condicionan una determinada configuración de la que dependen las fuerzas de extrema derecha. Existe toda una variedad de ellas. Algunas, como la Alianza Nacional de Italia, se han integrado completamente en el juego parlamentario y han roto con sus amarras fascistas. Otras son abiertamente profascistas e incluso neo-nazis, como Amanecer Dorado en Grecia y el partido Jobbik en Hungria. En Europa del Norte, estas formaciones adquieren un perfil populista y alimentan la histeria anti-inmigración e islamofoba. En Francia, el FN combina la «dirección» y la «matriz neo-fascista» con objetivos de integración en el juego político tradicional que a la larga pueden crear tensiones y diferenciaciones en su seno. Es cierto que desde el punto de vista de los temas que plantea como del de sus dirigentes el FN ha evolucionado: ya no se trata de la organización fascista de los años 80; ahora bien, esta evolución no ha llegado al punto de romper con los orígenes de la matriz neofascista, lo que hace que, de un lado, el FN se «desdiabolice» y, de otro, ampare corrientes abiertamente fascistas en su seno o en su periferia. Por último, el ascenso del -FN provoca un fenómeno doble: una presión sobre la derecha tradicional y espacios para grupos fascistas extraparlamentarios que agreden a los militantes de todas las fuerzas de izquierda.

También hay que sumar a esta categoría de «populistas» a las formaciones llamadas «eurófobas» como el UKIP de Gran Bretaña, el AfD alemán o el partido «Derecho y justicia» polaco. En toda esta galaxia nacionalista y populista existen sectores, segmentos fascistas que en determinadas circunstancias de agudización de los conflictos sociales y políticos pueden pasar a atacar a la población inmigrada y a las organizaciones democráticas. La situación de Grecia, con el desarrollo de Amanecer Dorado muestra bien el papel de estas bandas contra la izquierda y la población inmigrante.

Pasando a otro registro, el Movimiento de las 5 estrellas de Beppe Grillo que no procede de la extrema derecha, aunque que se reclama abiertamente del populismo, ha obtenido casi el 24% de votos, lo que pone de manifiesto la continuidad de la crisis política e institucional en Italia. Se sitúa delante del partido de derechas Forza Italia, pero deja la primera plaza al Partido Demócrata italiano. El eclecticismo de sus posiciones -rechazo de las políticas de austeridad de la Unión Europea, pero también posicionándose contra la inmigración- así como su funcionamiento interno muestran que, si bien contribuye a la crisis italiana, no puede constituir uno de los elementos de una alternativa política.

Conclusión política: mientras las clases dominantes necesitan partidos o coaliciones estables de partidos en el poder orientados a la integración en la economía mundial -es decir, partidos de la derecha tradicional parlamentaria o de la socialdemocrácia- se encuentran frente a una desestabilización política profunda marcada por el ascenso de los partidos nacionalistas, populistas o neo-fascistas. ¿Qué consecuencias tendrá, por ejemplo, el ascenso del UKIP Gran Bretaña si el referéndum sobre «la pertenencia a Europa» termina con la salida del Reino Unido de la UE? ¿Qué sería la UE sin el Reino Unido? ¿No estaríamos asistiendo al principio de su desintegración?

Los intereses «bien entendidos» de la burguesía no empujan hacia el fascismo, pero las múltiples crisis a las que está confrontada le lleva a orientarse cada vez más hacia soluciones autoritarias. Las clases dominantes tienen otras soluciones diferentes al fascismo para meter en vara a los asalariados y asalariadas, a la juventud y a las clases populares. Las instituciones europeas son antidemocrática y las de la democracia parlamentaria a nivel nacional están vacías de contenido; las diversas intervenciones de la Troika en el Sur de Europa han mostrado como se pisotean los parlamentos nacionales. Estas soluciones autoritarias pueden darse con coaliciones de la derecha con la extrema derecha.

Esta larga fase de descomposición económica, social y política de las sociedades europeas, la crisis histórica de representación y de dirección política, el preocupante debilitamiento del movimiento obrero, la propia crisis de Europa, pueden conducir ahora a situaciones imprevisibles, a cambios bruscos, que propulsen la extrema derecha a las puertas del poder.

3. La derecha tradicional

La derecha tradicional retrocede, incluso aunque haya confirmado su mayoría en el Parlamento europeo obteniendo 213 contra 190 diputados del Partido socialista europeo. Aliándose con el centro y los liberales, controlará el próximo parlamento.

La Democracia cristiana alemana continúa conservando el liderazgo político de las derechas europeas e inspira las políticas de los gobiernos de unión nacional con la izquierda social en varios países.

En algunos países existen coaliciones entre la derecha, el centro y la izquierda liberal: Alemania, Holanda, Austria, Irlanda, Grecia, Italia, Bélgica y Finlandia. La derecha tradicional continúa siendo el eje de dominación de las clases dominantes bastantes países.

Pero más allá de esos resultados, la derecha parlamentaria tradicional sale debilitada. De entrada sobre la cuestión de Europa, con la división entre quienes desean una integración óptima en la UE y las llamadas fuerzas «euroescépicas», en determinados países bajo la presión de la extrema derecha.

Los partidos demócrata cristianos, las derechas populares y diversos partidos de centro se sitúan a menudo a la cabeza, pero es necesario señalar que la crisis mina las bases sociales políticas y electorales de esos partidos que ya no son más que máquinas electorales. Confrontados a la presión de la extrema derecha y del nacionalismo, la derecha se radicaliza y se fragmenta: se radicaliza bajo la influencia de la extrema derecha, sobre todo en lo que se refiere a la inmigración, provocando divisiones internas, y se fragmenta entre sectores de la «derecha fuerte» y los que desean aliarse con el centro. Un centro a su vez atraído por la social-democracia. Terminar señalando que en Francia, ¡una vez más!, la dirección del UMP se encuentra en plena tormenta debido a escándalos de corrupción que pueden debilitarla de forma duradera, lo que beneficia una vez más al Frente Nacional.

4. La social-democracia ha retrocedido 

No será mayoritaria en el Parlamento europeo. En Francia, donde el conjunto de la izquierda se encuentra a su nivel más bajo (alrededor del 34%), ha recibido un fuerte varapalo. En la historia de Francia es raro encontrar un presidente que haya tenido una base electoral tan mermada: menos del 15%. Sufre derrota tras derrota en todas las citas electorales y sólo se mantiene gracias al presidencialismo de las instituciones de la V República.

En un sentido más profundo, las elecciones muestran los cambios estructurales de la social-democracia en Europa. La crisis actual a acelerado su adhesión a las políticas neo-liberales y la campaña electoral de Martin Schultz, definida como «anti-austeridad», no ha podido camuflar esta realidad. En una contexto dominado por el capital financiero, la socialdemocracia, siempre cuidadosa de respetar los equilibrios capitalistas, ha abandonado las fórmulas keynesianas clásicas. La convergencia de las políticas de los gobiernos de derecha e izquierda liberal es manifiesta a los ojos de millones de trabajadores.

En Francia, las instituciones bonapartistas de la V República impiden la constitución de un gobierno de unión nacional entre la derecha y la izquierda; si bien ésta se materializa a través del sucedáneo del acuerdo entre el gobierno y la patronal francesa sobre el «pacto de responsabilidad».

De ese modo, cara a la crisis, lo esencial de las fuerzas de derecha y la social-democracia convergen a la hora de gestionar la crisis en el marco de la Unión Europea, respetando los intereses de los mercados financieros y de las multinacionales.

Más allá de esta secuencia electoral, son los fundamentos de la social-democracia los que están en cuestión. Si los PS guardan aún vínculos históricos y políticos con los social-demócratas de antaño, su transformación social liberal está a punto de llegar a término. Los PS mutan: se convierten en el equivalente del partido demócrata americano, instrumento de la alternancia burguesa. En ese proceso, lo que aún queda del «origen social-demócrata» está en vías de extinción.

En efecto, el principal pilar de la social-democracia europea, el SPD alemán mantiene sus posiciones pero mantiene una posición subordinada al CDU en la Gran Coalición. Esta situación no sólo es debido a formar parte de esta coalición, sino de la situación económica de Alemania y su liderazgo europeo. Allí donde los partidos socialistas se han hecho cargo de las políticas de austeridad, se hunden progresivamente, como es el caso del PASOK en Grecia.

En Francia, el PS, bajo la batuta de Hollande y Valls, conoce una verdadera derrota y acumula una dinámica de derrotas que puede provocar un crash en los meses que vienen o durante las próximas elecciones presidenciales en 2017.

En Italia, para sorpresa general, el Partido Demócrata de Renzi ha obtenido más del 40% de votos y frena el ascenso del Movimiento de las 5 estrellas de Beppe Grillo. Estos resultados ¿hay que ponerlos en la cuenta de la capacidad de iniciativa del Primer Ministro italiano y de determinadas medidas como la reducción de impuestos? Es muy pronto para decirlo, pero estas elecciones confirman que el Partido Demócrata que ya no tiene nada de comunista ni de socialista, en el sentido social-demócrata, sino que es un partido burgués… como el resto.

En el Estado español, el PSOE retrocede de forma neta: pasa de más de 6 millones de votos en 2009 a 3,5 millones en estas elecciones. En Portugal, tras años ejerciendo el poder y sufrir un retroceso neto, el encontrarse en la oposición ha dado al PS una salud electoral, aunque de proporciones limitadas.

La crisis de la socialdemocracia produce divisiones internas pero pocas fracturas o rupturas. En los últimos años, sólo corrientes en torno a Oskar Lafontaine en Alemania y Mélenchon en Francia han dado paso para crear sus propios partidos. En general, la presión es tal que siempre hay voces que, aquí y allí, se contra tal o cual medida de los gobiernos socialistas que asumen, sin complejos, las políticas de austeridad. Incluso puede haber cambios en los equipos de dirección, pero la cosa no va más allá. Todas las tendencias asumen, poco más o menos, la adaptación social liberal. A diferencia de otros períodos históricos, actualmente, la crisis de la socialdemocracia no ha cristalizado en corrientes de izquierda en el seno del PS. Por último, si bien se ha dado el hundimiento del PASOK, el resto de partidos socialdemócratas retroceden pero no se hunden. Incluso pueden recuperarse en la oposición ante el descrédito de la derecha. Será necesario hacer seguimiento de lo que ocurra en los meses que vienen en el PS de Francia, porque la continuidad en sus políticas de austeridad le pueden hacer caer.

5. Los ecologistas

Confirman la realidad de la ecología política en Europa. Obtienen una cincuentena de escaños y sus resultados rondan el 10% en una serie de países como Francia, Austria y Alemania. La dimensión sistémica de la crisis actual, la crisis ecológica y el riesgo nuclear nutren políticamente a las corrientes ecologistas. Se apoyan tanto en una red impresionante de asociaciones como en una integración cada vez mayor en el juego institucional que les lleva a la participación o al apoyo de coaliciones dominadas por la social-democracia. En determinados sectores de la juventud, de capas superiores del asalariado o de la pequeña burguesía, los partidos ecologistas continúan estando entre «los partidos más europeos», lo que les puede dar una base social y electoral. Sin embargo es necesario anotar el carácter volátil de ese electorado: en Francia, los ecologistas han perdido más de 6 puntos en relación a 2009, tras la retirada de la escena electoral europea de Daniel Cohn-Bendit.

6. La Izquierda radical

Mantiene sus posiciones, consolidándose y progresando en Grecia, en el Estado español y en Bélgica.

Syriza ha obtenido más del 26% de votos. Confirma que es una alternativa al poder de la coalición de Nueva Democracia y el Pasok. Apoyándose en las movilizaciones y en las redes de solidaridad social en todo el país, aparece como la primera fuerza política. Más allá de determinadas declaraciones de sus dirigentes que buscan vías de acuerdo con la UE, se mantiene como la fuerza anti-austeridad radical del país. Ha exigido elecciones anticipadas. Syriza se encuentra ahora entre la espada y la pared: bien defiende una política anti-austeridad consecuente anulando la deuda y rechazando de todos los memorandums o bien cede a las presiones de la burguesía griega y de la Unión Europa. En esta batalla, la izquierda de Syriza que propone un gobierno de izquierda con el KKE y Antarsya juega un papel decisivo.

Los resultados electorales muestran que en los países del Sur de Europa en los que se han desarrollado luchas masivas contra la austeridad se da una traducción política con resultados significativos a la izquierda de los social-liberales.

En el Estado español, Podemos ha obtenido 7,9% de votos y cinco escaños. No se puede entender este resultado sin tomar en cuenta las jornadas de movilización nacional, las Mareas (blanca, verde…) y la emergencia de un movimiento como los Indignados. Es preciso añadir a ello la crisis política e institucional del modelo político de la transición post-franquista de 1978.

En el Estado español, el bipartidismo también sufre los avances de IU y Podemos. Entre estas dos formaciones políticas suman el 18% de los votos; un resultado que pone sobre la mesa la cuestión de las relaciones unitarias. La fuerza de Podemos tiene sus referencias a los procesos de lucha y autoorganización de estos últimos meses en el Estado español. Este movimiento puede jugar un papel fundamental en la reconstrucción de una perspectiva social y política unitaria que pese en el conjunto de la izquierda. Para las y los revolucionarios que forman parte del mismo constituye todo un desafío.

Añadamos a ellos los buenos resultados del PTB-Gauche d’ouverture en Bélgica que con el 5,48% de votos avanza significativamente en la Bélgica francófona. En estos países el rechazo a las políticas de austeridad ha cristalizado en fuerzas anticapitalistas o antiliberales.

En Francia, el Front de Gauche obtiene los mismos resultados que en 2009, pero muy por debajo de lo esperado. El mismo Mélenchon había previsto que su formación se situaría por delante del PS en estas elecciones. Die Linke obtiene el 7,5%. Hay que anotar que los partidos comunistas mantienen sus posiciones e incluso progresan, como en Portugal -el PCP ha obtenido el 12% de los sufragios mientras que el Bloco d’Esquerda se sitúa un poco por encima del 4%- pero retroceden en Grecia en beneficio de Syriza y no obtienen los resultados esperados en el Estado español donde Podemos se sitúa al mismo nivel que Izquierda Unida.

Mencionemos también el retroceso de la izquierda revolucionaria, sobre todo en Francia, donde el NPA -privado de la propaganda electoral por motivos económicos presentándose sólo en 5 circunscripciones sobre 8- no alcanza el 1% y Lutte Ouvrière obtiene el 1,4%. El NPA participa del retroceso general de todas las listas de izquierda y ve retroceder sus propias posiciones en relación a las últimas citas electorales tras haber jugado un papel importante en la manifestación unitaria contra la austeridad el 12 de abril y a pesar de una buena campaña. No logra obtener unos resultados que se correspondan a su papel en la lucha de clases.

7. ¿A dónde va Europa?

Es la cuestión que está al orden del día. Hemos entrado en una fase de crecimiento débil o de recesión de largo alcance. Si los gobiernos y la BCE se han dotado de instrumentos para evitar una nueva crisis bancaria, nadie puede poner la mano en el fuego descartando la crisis de alguno de los grandes bancos. ¿Hasta que punto el reembolso de la deuda puede seguir sangrando las economías de una serie de países del Sur y de países intermediarios como Italia o Francia?

En el plano político, la crisis de dirección es total. Europa continua siendo el continente más rico, pero pierde peso en el mundo. Las políticas de austeridad al igual las diferentes trayectorias de las economías europeas agravadas por la crisis, tienden a hacer estallar el marco europeo. Una vez más, tras los resultados de UKIP en Gran Bretaña, nadie puede prever las consecuencia de una salida de este país de la Unión Europa. Es cierto que el poder de los intereses económicos de las clases dominantes, el margen de maniobra que detentan los gobiernos así como las direcciones de los grandes bancos y las multinacionales, o la solidez de las instituciones de los Estados europeos, contienen la crisis, pero el tipo de construcción actual de la UE (sin verdadera democracia, sin políticas social, fiscal, presupuestaria, sin cohesión gubernamental salvo para las políticas de austeridad sin fin), vacía los proyectos europeos de todo contenido.

En gran parte, es el debilitamiento del movimiento obrero el que concede estos márgenes de maniobra a las clases dominantes europeas. Aquí también existe una contradicción entre la opción de la globalización capitalista de sectores claves de la burguesía europea y el ascenso del nacionalismo reaccionario que se encarna en los partidos neofascistas y populistas, pero que desgraciadamente irriga también a otras formaciones políticas de derechas e izquierdas. Las fórmulas y propuestas de un Sarkozy para salir de Schengen expresan esa salida nacionalista. Las propuestas de patriotismo económico o las salidas de unos y otros contra la «Europa alemana» traducen también la presión nacionalista.

Frente al ascenso del nacionalismo reaccionario, es necesario, una vez más en la historia, unir todas a las corrientes, asociaciones, partidos militantes que se oponen al peligro populista o neofascista. La cuestión de la unidad de acción, de la unión en las luchas así como en la construcción de una oposición políticas unitaria anti-austeridad, es central. También habrá que estar atentos para diferenciar la movilización unitaria de masas de una parte y el llegar a acuerdos políticos o programáticos que autolimiten la lucha anticapitalista, por otro.

En esta situación es necesario «ponerse a trabajar sin descanso», oponer la urgencia social y democrática a las políticas de austeridad patronal y gubernamental, redoblar la lucha contra la derecha y la extrema derecha, no ceder en la independencia respecto al social-liberalismo -ninguna alianza gubernamental o parlamentaria con el PS- y mantener el rumbo de una política internacionalista, rompiendo con la Unión Europea actual, pero defendiendo una Europa cooperativa y solidaria de los pueblos y de los trabajadores y trabajadoras.

Fuente: http://www.democraciasocialista.org/?p=3180