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Nota sobre las elecciones europeas del 7-J

Urnas de castigo

Fuentes: Rebelión

A la expectativa del efecto movilizador que las actividades de campaña puedan tener sobre el ánimo de los 375 millones de votantes llamados a las urnas el próximo 7 de junio, el proceso electoral europeo arranca bajo la espada de Damocles de una abstención prevista, según el Eurobarómetro de mediados de abril, superior al 65% […]

A la expectativa del efecto movilizador que las actividades de campaña puedan tener sobre el ánimo de los 375 millones de votantes llamados a las urnas el próximo 7 de junio, el proceso electoral europeo arranca bajo la espada de Damocles de una abstención prevista, según el Eurobarómetro de mediados de abril, superior al 65% [1]. Si al cabo los hechos respaldan esta pavorosa previsión, y apenas tres o cuatro de cada diez europeos llamados a las urnas acuden finalmente a votar, hasta para los más entusiastas europropagandistas será difícil seguir escamoteando la evidencia de que el proceso de construcción política europea ha entrado definitivamente en vía muerta en términos de representatividad y legitimidad. ¿Por qué castigan con su indiferencia los europeos a esas instituciones comunes que tan extendido y fervoroso entusiasmo despertaban hace una o dos décadas? No resulta difícil adivinarlo. Es cierto que, desde la olímpica perspectiva de la macroeconomía, la moneda única ha sido un éxito que ha fortalecido a Europa (o más exactamente, al gran capital y a las grandes empresas europeas) en el marco de la competencia global. Pero a ras de suelo de la realidad social, se percibe con toda justicia que esa fortaleza macroeconómica se ha edificado a costa de las microeconómicas penurias de millones de trabajadores y hogares europeos, cuyas condiciones de vida se han endurecido ostensiblemente a causa de la costosa transición al euro. Como se percibe el sesgo agresivamente neoliberal de legislaciones europeas como la Directiva Bolkestein (privatización de servicios públicos y desregulación del mercado de trabajo), el Plan Bolonia (subordinación de la universidad pública a la gran empresa)… O como se percibe la desunión y la inoperancia en la elaboración de una política exterior y de seguridad común (que se ha reiterado ante las guerras de los Balcanes, la invasión de Iraq, el genocidio palestino…). Si la Unión Europea se está construyendo estructuralmente al margen de sus expectativas de bienestar, equidad y paz, contra sus derechos laborales y sociales, de espaldas a sus comunidades y a la medida de sus mercaderes, ¿por qué ahora iban los europeos a abalanzarse sobre las urnas para legitimarla con su sufragio?

Si este primer voto de castigo en las urnas del 7 de junio se dirigirá, en forma de masiva abstención, contra las instituciones y el proceso europeo en su conjunto, el segundo tendrá como objetivo a los grandes partidos de la izquierda moderada europea. En Francia, Alemania e Italia siguen sin ser capaces de articular una oposición efectiva y una expectativa de cambio, y volverán a fracasar frente a Sarkozy, Merkel y Berlusconi. En España, el Partido Popular parte de un empate técnico en las encuestas y aspira a una victoria clara que le allane el camino a La Moncloa en 2012 (o antes, si consigue forzar un adelanto electoral). Empeñada en comprenderse y comportarse como, en expresión de Mario Tronti, «un centro a destiempo» [2], ni en el marco de la Unión Europea, ni en las reuniones del G-20, ni en el ámbito estatal, la socialdemocracia europea y española ha estado a la altura en la tarea de presentar una alternativa genuinamente progresista a la gestión neoliberal de la crisis. Una alternativa progresista que evidentemente no tiene nada que ver con devolver 400 euros del IRPF a una persona que gana 5.000 euros mensuales, o con regalar un ordenador a un niño que ya tiene dos en casa, sino en levantar un infranqueable cordón sanitario contra la exclusión social mediante la implementación de una Renta Básica de Ciudadanía y la extensión de los servicios públicos. En emprender una guerra sin cuartel contra la corrupción, el fraude fiscal y la economía sumergida, para devolver a los trabajadores la dignidad que merecen y al Estado los recursos que necesita. En impulsar decididamente el cambio de modelo económico que conduce de la especulación financiera a la inversión productiva, de la precariedad laboral al reparto justo del trabajo, de la desigualdad creciente a la redistribución del bienestar y las oportunidades, de la depredación medioambiental a la ecosostenibilidad… ¿Ha hecho el gobierno de Rodríguez Zapatero algo de todo esto? Con una clarividencia a la vez irónica y terrible, el mismo Zapatero trazaba en 2006, en una entrevista concedida a la revista italiana Micromega [3], una fiel premonición de esta su segunda y fracasada legislatura: «Los poderosos, la derecha económica, los grupos de presión, no tienen necesidad de la política para vivir y mandar. Pero el ciudadano que tiene sólo su voto le atribuye un gran valor. Es su patrimonio, el único instrumento de que dispone para realizar sus ideas y para mejorar su vida. Por eso, cuando la izquierda no mantiene las promesas y los electores se sienten defraudados en sus expectativas respecto a la política y a la democracia, normalmente la izquierda provoca su propia derrota, porque decepciona a sus propios electores«. No hace falta añadir nada a estas palabras para explicar el previsible y merecidísimo descalabro electoral del PSOE el próximo 7 de junio.

En el previsiblemente minoritario porcentaje de participación del próximo 7 de junio aún habrá espacio para un tercer voto de castigo, en este caso dirigido al espacio político situado a la izquierda de la socialdemocracia, que en principio debería convertirse en directo beneficiario del enfado de las clases trabajadoras más vapuleadas por la crisis, y en su herramienta preferente de presión e influencia política, ante la insoportable tibieza de una socialdemocracia tan pálida y desnaturalizada que ya ni para «voto útil» alcanza. Algo que, al menos en España, no parece que vaya a suceder, si observamos como persiste el estancamiento de Izquierda Unida por debajo del 5% en las encuestas, y como los votos que pierde la socialdemocracia por la izquierda se vierten mayoritariamente a la abstención. ¿Por qué? Sólo hace falta echar un vistazo al interminable listado de candidaturas de izquierda presentadas ante la Junta Electoral para comprenderlo: Izquierda Unida, Izquierda Anticapitalista, Iniciativa Internacionalista, Partido Comunista de los Pueblos de España, diversos partidos verdes y nacionalismos progresistas… Sin duda es cierto que esas diferencias ideológicas y organizativas que justifican la existencia de todas estas organizaciones a la izquierda del PSOE son legítimas y sustantivas. Tan cierto como que su creciente electorado potencial va a castigarlas a todas por igual por no haber sabido, podido o querido estar a la altura de las circunstancias, componiendo (mano a mano con los movimientos sociales, con el sindicalismo combativo, con los medios y la cultura independientes…) un programa de mínimos irrenunciables compartidos, una única lista electoral capaz de resquebrajar el endemoniado consenso del neoliberalismo, una decisiva tercera fuerza política de ámbito europeo, juramentada en torno al inexcusable imperativo político y moral de poner en primer plano, en este dramático pasaje histórico, la voz de los de abajo, de los explotados, de los expoliados, de los desempleados, de los precarios, de los insolventes, de los endeudados, de los desalojados, de los humillados, de los vejados, de los excluídos…

Que quien al final vaya a beneficiarse de este triple (y en cada caso perfectamente justo) castigo en las urnas sea la derecha más autoritaria y regresivamente neoliberal no hace sino añadir la sal del escarnio a la herida del desencanto. Las cosas seguirán yendo a peor después de este 7 de junio, y lo único que las multitudes productivas y la izquierda política van a sacar en claro de estos comicios serán algunas ásperas y clarificadoras lecciones sobre la España, la Europa y el mundo en que vivimos. Esperemos que, al menos, esas enseñanzas sean tenidas en cuenta, y de ellas se extraiga alguna utilidad práctica, con vistas al incierto porvernir que encaramos.

Jónatham F. Moriche, Vegas Altas del Guadiana, Extremadura Sur, mayo de 2009

http://jfmoriche.blogspot.com [email protected]

Notas:

[1] http://www.elpais.com/articulo/internacional/abstencion/amenaza/futuro/europeo/elpepiint/20090416elpepiint_1/Tes

[2] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=1949

[3] http://www.atrio.org/?p=117

[Una versión resumida de este texto se publicará en el número 56 (mayo de 2009) de La Crónica del Ambroz (Hervás, Cáceres). Edición digital disponible en http://www.radiohervas.es]