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Uruguay a la medianoche

Fuentes: Semanario Brecha

«Singular Welfare State sin industria, con pies de barro, pasto y pezuñas» [3] , así describía Alberto Methol Ferré al Uruguay batllista, ese peculiar proceso histórico en el que se fundó el mito de la excepcionalidad uruguaya a caballo de una generosa renta diferencial de la tierra. Varias décadas después, con más de 20 años […]

«Singular Welfare State sin industria, con pies de barro, pasto y pezuñas» [3] , así describía Alberto Methol Ferré al Uruguay batllista, ese peculiar proceso histórico en el que se fundó el mito de la excepcionalidad uruguaya a caballo de una generosa renta diferencial de la tierra. Varias décadas después, con más de 20 años de neoliberalismo sobre el lomo: singular «Welfare» State (o sus restos) sin industria, con pies de barro, pezuñas, soja y celulosa.

¿Cómo se puede tener un «Welfare State» o desarrollar un proceso de inclusión social progresista de más de una década en pleno S.XXI cuándo no se tiene la base económica necesaria para ello? Renta diferencial [4]. En 1967, en su ensayo Uruguay como problema, Methol era premonitorio: «La renta diferencial fue el paraíso de la paz uruguaya y el desfonde de la renta diferencial será el infierno tan temido. La renta diferencial fue la concordia de más de medio siglo, su desaparición será la guerra social ya en ciernes para los años venideros». Y es que el Uruguay, al igual que la mayoría de los países latinoamericanos, baila al compás del valor de los precios de sus productos de exportación, por ser este su principal (y casi único) activo en su interrelación con el mercado mundial. No es tan exagerado el dicho venezolano que dice que allí no hay ni buenos ni malos gobiernos, sino altos y bajos precios del petróleo, algo de eso nos cabe a nosotros también.

Luego de casi una década de renta diferencial alta, la situación comienza a revertirse. Queda por ver si es algo de largo plazo o coyuntural, las opiniones de analistas se inclinan por lo primero. En tal caso, a América Latina y a Uruguay, le estará pasando lo que a la bella Cenicienta a las 12 de la noche: el hechizo mágico que permitía que un capitalismo precario como el nuestro se reprodujera como si fuese virtuoso creciendo e incluyendo una población obrera que es estructuralmente sobrante [5], se caerá y nos pondrá a todos ante nuestras propias carencias. La realidad empezará a reclamar sus derechos y ante ello habrá tres posibilidades: a) desvalorizar la fuerza de trabajo haciendo caer el salario directo e indirecto dejando por el camino a la población que comienza a «sobrar» (ajustes); b) endeudarse hasta que no nos presten más y finalmente hacer un ajuste; c) enfrentar los problemas estructurales.

De optar por «a» o por «b» (en última instancia son lo mismo), no habrá zapatillo de cristal que nos salve; la suerte será la del progresivo deterioro del tejido social y económico nacional hasta que el Hada Madrina de los ciclos económicos internacionales nos vuelva a encantar con un nuevo boom de commodities.

Si hay que pecar que sea por tremendistas y no por ingenuos, pensando que los problemas estructurales se resuelven con llamados a la cautela y «buenas gestiones macroeconómicas». El único camino posible y viable es enfrentar de lleno la estructura misma del Uruguay: su rezago productivo, su concentración del ingreso y la riqueza, la falta de soberanía política-ciudadana sobre el excedente económico social y su uso. Asumir que no hay sobre la mesa un proyecto de desarrollo serio y contundente que aclare el horizonte y que las conquistas sociales de los últimos años corren serios riesgos bajo un escenario económico adverso. ¿Hay consciencia de que la historia se conquista con cambios estructurales o está ganando el repliegue y la resignación encubierta de la política del achique y la cautela? «Hay momentos en que los países son urgidos a `re-contar` su vida, para hacerse cargo de ella plenamente o librarse a la deriva», he allí el dilema de fondo según Methol.

Hasta hoy el debate debió girar en torno a cómo se distribuía una renta en ascenso y se apalancaba con ella el desarrollo futuro, no fue así. Ahora el gran tema no pasa a ser cómo disputamos la renta (aunque lo siga siendo), sino como sobrevivimos sin ella.

«La historia se nos cuela por el vacío de la renta diferencial» decía, lúcido, Methol, «un fresco y afilado viento de realidad comienza a disipar la atmósfera enrarecida y perpleja» del Uruguay.


Notas

[3] Methol Ferré, Alberto. El Uruguay como problema. 1967. Disponible en : http://electroneubio.secyt.gov.ar

[4] Como la tierra es heterogénea en cuanto a su productividad y los precios de los bienes primarios, a diferencia de los industriales, se determinan no en las condiciones medias de producción sino en las peores, quienes poseen tierras más productivas se apropian de lo que se denomina renta diferencial, esto es, la diferencia entre el costo de producción en las mejores tierras en relación con las peores. A mejor fertilidad o ubicación del suelo mayor será la renta diferencial. Los países latinoamericanos exportadores de materias primas se acaban apropiando de renta diferencial pagada por capitales del resto del mundo. Ese flujo de valor que llega se vuelve fundamental para la dinamización de la dinámica de acumulación interna de las economías latinoamericanas.

[5] La Población Obrera Sobrante es una categoría marxista que no hace referencia únicamente a aquellos trabajadores que acaban en la mendicidad. Entran aquí también profesionales que no pueden vender su fuerza de trabajo en su área, trabajadores calificados que acaban migrando en busca de empleo, entre otros. En síntesis, se trata de trabajadores en general que el capital ya no requiere para su reproducción como tal.

Rodrigo Alonso es Economista.

Fuente: http://brecha.com.uy/uruguay-a-la-medianoche/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.