Darío Balvidares

Artículos

La reciente irrupción de grupos libertarios en la asamblea de la Universidad Nacional de Quilmes, en un intento por deslegitimar la resolución sobre la toma contra el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, refleja la escalada en la confrontación ideológica sobre el papel de la educación pública.

En su derrotero por la “modernización” educativa el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es una máquina de promover una reforma donde el objetivo final siempre es difuso para quienes todos los días hacen la educación en las escuelas; sólo se trata de avanzar en los lineamientos internacionales focalizados en un paradigma estandarizado y de coloniaje cognitivo.

El marcado desembarco de la Inteligencia Artificial (IA), con la que ya convivimos en redes, aplicaciones y las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC), son agentes que vienen a prometernos la educación perfecta y la muerte de la pedagogía.

Tanto la educación como la tecnología son campos complejos, atravesados por las políticas, así en plural, porque no se trata sólo de una discusión en el ámbito de la política educativa, sino de las presiones de las políticas de mercado.

El esperpéntico Pacto de Mayo, que estará firmado antes de la publicación de esta nota, además de ser un decálogo del colonialismo, el aumento de la fragmentación social y las desigualdades, anuncia la profundización del paradigma neoliberal de la educación.

Luego de terminado la discusión por la Ley Bases, se debatirá en la Cámara de Diputados de la Nación el proyecto de Ley presentado por el exministro de Educación del macrismo y actual diputado PRO, Alejandro Finocchiaro que, con su bloque, más la UCR, LLA, Innovación Federal, Hacemos Coalición Federal y Coalición Cívica obtuvo el dictamen favorable en la comisión de Educación.

No hay dudas que para estos modelos de país la educación no es importante más que en los discursos de la dirigencia que administra los asuntos públicos.

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