El 15 de enero, a las 10:30 h, el Banco nacional suizo (BNS) decidió abandonar el tipo de cambio mínimo de 1,20 francos suizos por 1 €, que había mantenido desde el 6 de septiembre de 2011, con un coste de 300 mil millones de francos (de los que, por lo que parece, 100 mil […]
El 15 de enero, a las 10:30 h, el Banco nacional suizo (BNS) decidió abandonar el tipo de cambio mínimo de 1,20 francos suizos por 1 €, que había mantenido desde el 6 de septiembre de 2011, con un coste de 300 mil millones de francos (de los que, por lo que parece, 100 mil millones lo fueron en las dos últimas semanas). Esta decisión, que cayó como un trueno, se anunció seis días antes de la esperada decisión del Banco Central Europeo (BCE) de comprar determinadas deudas públicas de los Estados por un importe de 60 mil millones de euros al mes durante 19 meses, y cuando faltaban diez días para la anunciada victoria de Syriza en las elecciones griegas del 25 de enero.
El 99% pagará el pato
¿Por qué semejante decisión? En primer lugar, para evitar tener que comprar muchos más euros para hacer frente a la previsible subida del franco. Efectivamente, el atractivo del franco suizo se basa, al menos en parte, en el bajísimo nivel de endeudamiento de las administraciones publicas suizas. Un nivel que no deja de disminuir desde el año 2004, mientras que en la zona euro aumenta vertiginosamente a partir de 2008. El año 2013, este endeudamiento sólo representaba el 36,3% del PIB suizo, contra el 92,6% en la zona del euro. Sin embargo, la flexibilización cuantitativa anunciada por el BCE aumentará aún más ese diferencial.
Esta cambio de orientación, decidido de forma discrecional por los tres miembros de la Junta Directiva de la BNS, tendrá, de entrada, un impacto negativo en la vida cotidiana de millones de personas en Suiza, porque servirá de pretexto para imponer recortes en el empleo y reducciones en los gastos de las empresas (en sueldos, impuestos, en contribuciones a la seguridad social) que justificarán más recortes en el gasto público y en las prestaciones sociales. Y también en el extranjero, donde muchas administraciones públicas que han referenciado sus préstamos al francos suizo (como en Alemania y Francia), verán cómo el servicio de su deuda aumentará del 3 % al 12 %, e incluso al 17 %. Lo mismo les sucederá a los cientos de miles de hogares de Europa Central y del Este (Polonia, Hungría, Rumania, Croacia, etc.) cuyas hipotecas fueron fijadas en francos suizos.
Una disputa familiar
¡Pero que más da! El presidente del BNS, Thomas Jordan, es un monetarista dogmático, un paranoico de la inflación, al mismo tiempo que un euroescéptico de la primera hornada, cuya tesis doctoral en 1993 criticaba ya la propuesta de creación de una moneda única europea. Es por eso que su nombramiento como jefe de la BNS en el 2012 fue aplaudida por la Weltwoche y Christoph Blocher (derecha nacionalista). Su decisión de suprimir el tipo mínimo de cambio del euro está en sintonía con el de los sectores dominantes suizos que pretenden jugar un papel específico en la escena internacional. Para ellos resulta inconcebible ofrecer un apoyo, aunque sea indirecto, a la política de flexibilización monetaria de Mario Draghi. No obstante, la decisión adoptada no tiene nada que ver con la defensa del interés general de la población.
En Suiza, la patronal agita la amenaza de los despidos y las deslocalizaciones para obtener nuevos privilegios del Estado, así como nuevas concesiones por parte de las burocracias sindicales y el Partido Socialista Suizo (PSS). Por su parte, las direcciones del PSS y el USS (Union Syndicale Suisse) deploran la decisión de la BNS y hacen un llamamiento a actuar para moderar la subida del franco. En realidad, lo que buscan es que las autoridades y la patronal negocien con ellos qué tipo de pócima van a prescribir para la población. Todo esto aparece como una disputa familiar, ya que nadie cuestiona las decisiones políticas fundamentales de la BNS. Por otra parte, el Presidente del Consejo de Banco ¿no es también el ex jefe socialista del gobierno cantonal de Neuchâtel, el campeón de la reducción de impuestos a las empresas?
Una economía híper competitiva
En 2013, con el euro a 1,20 francos suizos, la balanza comercial suiza dio un superávit récord de 28,6 millones de francos suizos (12%), que ha venido creciendo de manera constante desde 2005, a pesar de la continua apreciación del franco. Más aún… fuera de la zona euro, donde Suiza exporta más de la mitad de sus productos, el superávit comercial fue de ¡45%! Por ello, parece razonable afirmar que la industria suiza es capaz de soportar una nueva revalorización del franco en un 10 % frente al euro, si éste se estabiliza en 1,05-1,10 CHF (que es el objetivo de la BNS). Esta revalorización sería menor – del 5 al 10 % – en relación al dólar estadounidense y el yuan chino. Cabe señalar que dos tercios de las importaciones suizas, provenientes de la zona euro, serán significativamente más baratas, mientras que más de la mitad de sus exportaciones destinadas al resto del mundo sufrirán un encarecimiento menos pronunciado. Teniendo en cuenta los servicios, rentas y transferencias, la balanza por cuenta corriente de Suiza ¡triplica su superávit comercial! Este logro demuestra la excepcional competitividad de su economía, calificada durante varios años como la más alta a nivel mundial por el Foro Económico Mundial.
El economista francés Paul Jorion se equivoca cuando en su blog afirma que «los suizos se deciden a sacrificar sus actividades agrícolas e industriales para no verse arrastradas financieramente por el colapso de la zona del euro (…)» (18 de enero). Muy al contrario, la producción industrial per cápita en Suiza sigue siendo la más alta del mundo. Manteniendo el euro a razón de 1,20 CHF durante más de 3 años, el BNS también dio un respiro a la industria para hacer frente a la subida del franco -entre finales de 2007 y principios de 2011, casi del 30% – y para que pudiera abordar la recuperación en una posición de fuerza. Sin embargo, como la mejora esperada no llega, el BNS toma nota de la inevitabilidad de una nueva caída del euro. También estima que la industria suiza puede hacer frente a una nueva revalorización del franco suizo, probablemente inferior al 10%, en el conjunto de sus mercados de exportación, más aún cuando una gran parte de sus actividades está establecida en el extranjero, donde no sufre ninguna desventaja en el cambio y, por el contrario, va a poder fortalecer su posición mediante la compra de [empresas] de la competencia a precios baratos.
El chantaje patronal
La patronal espera que las autoridades mejoren las «condiciones marco» de la economía. Se trata de acelerar la tercera reforma del impuesto de sociedades, cuyo objetivo sería garantizar un nuevo beneficio fiscal de 3 a 4 millones de dólares por año a las empresas privadas mediante la reducción de los costes laborales unitarios, tal y como ha defendido recientemente en Davos, entre otros, el consejero federal Johann Schneider-Ammann. Para lograrlo, la patronal confían plenamente en la división de las y los trabajadores, sobre todo tras de la votación del 9 de febrero contra la «inmigración masiva». ¿No se estigmatiza ya a los fronterizos alemanes, franceses e italianos en función de la ganancia cambiaria? Esa es la razón por la que los sectores más expuestos de la patronal, sobre todo en el sector del turismo, tratarán de recurrir a la variable de ajuste de mano de obra extranjera.
Es probable que los sectores más vulnerables de la economía suiza que se encuentran en dificultades, se esfuercen en transferirlos sobre las espaldas de los trabajadores y trabajadoras. Sin embargo, no son la gente asalariada la que tiene que cargar con el costo de las decisiones del BNS y la revalorización del franco que, en gran parte, es fruto de la especulación internacional. ¿No son los círculos dirigentes -en particular, los bancos- quienes desde hace décadas lo alientan negándose a establecer cualquier control sobre los movimientos de capitales? Así pues, los sindicatos y la izquierda digna de ese nombre, en lugar de llamar a la unidad nacional para defender la economía suiza deberían exigir al Gobierno federal y al BNS, que en 2008 no dudaron un segundo en otorgar decenas de miles de millones para salvar la UBS [Unión de Bancos Suizos, banco privado y de inversión], el rescate y la puesta bajo control público de las empresas cuya existencia podría verse amenazada por la subida del franco, a fin de defender los salarios y el derecho al trabajo.
¿Que alternativa de izquierda?
El Wochenzeitung, periódico de la izquierda alternativa suizo-alemana, cuestionó recientemente la posición de Daniel Lampart, responsable del área económica de la USS y miembro del Consejo del BNS, que criticó la decisión de la cúpula del banco central. Para este semanario, el tipo mínimo de cambio del euro no era otra cosa que un subsidio oculto a los exportadores suizos, lo que no es falso, pero no responde al problema fundamental… En efecto, mediante la eliminación del la tipo mínimo de cambio del euro, el BNS tiene la intención de utilizar la especulación internacional sobre el franco como palanca para aumentar aún más la competitividad de la economía suiza a expensas de las y los trabajadores, de la gente usuaria de los servicios públicos y de quienes se benefician de las prestaciones sociales. Como se puede ver, el debate sobre la defensa o no del tipo mínimo de cambio ignora el fondo de la cuestión. En efecto, para concebir una política económica alternativa, es necesario mirar más allá de las políticas sobre el tipo de cambio.
Una izquierda digna de ese nombre debería exigir al banco central la defensa de los intereses de la gran mayoría de la población. Por ejemplo, el gobierno y el BNS habrían podido intentar resistir la alza especulativa del franco aceptando, en Suiza, ratios de deuda y déficit comparables a los de sus principales socios comerciales. Desde el otoño de 2011, en lugar de gastar 300 mil millones de francos para comprar euros, el banco central podría haber prestado una cantidad similar a las instituciones públicas con el fin de respaldar un amplio plan de apoyo a la investigación, a la educación, a la salud, a las pensiones, a la vivienda social, a la defensa del medio ambiente (aislamiento de los edificios), etc. Situando la deuda pública al nivel de la de Alemania, que, sin duda, es bastante «razonable», el BNS habría contribuido a frenar el alza del franco al mismo tiempo que «servir a los intereses del país» (o más bien «de la población»), como lo exige la Constitución.