Carpintero y uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional (MLN)-Tupamaro, Julio Marenales participó en la guerrilla urbana del Uruguay durante la década de los 60 y los primeros años 70; además permaneció preso durante 13 años. En un compendio sobre la historia de la guerrilla publicada en el periódico La Haine, Marenales explica […]
Carpintero y uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional (MLN)-Tupamaro, Julio Marenales participó en la guerrilla urbana del Uruguay durante la década de los 60 y los primeros años 70; además permaneció preso durante 13 años. En un compendio sobre la historia de la guerrilla publicada en el periódico La Haine, Marenales explica que en el país conocido durante largo tiempo como «la Suiza de América», la lucha guerrillera tuvo su embrión en el apoyo al movimiento de los trabajadores de la caña de azúcar. Fue el llamado «Coordinador», que de manera solidaria y militante hacía frente a la violencia perpetrada por las bandas fascistas; estas actuaban algunas veces conchabadas con la policía, aunque en otras ocasiones las fuerzas policiales actuaban por cuenta propia. «Desde el principio los tupamaros se definieron como socialistas», recuerda el exguerrillero, idea que -lejos de permanecer encerrada en textos canónicos- iría aclarando sus perfiles conforme avanzara el proceso histórico.
En enero de 1966 se celebró la Primera Convención Nacional del MLN-Tupamaros. El 22 de diciembre de ese año se registró un enfrentamiento con la policía, que terminó con un militante muerto. Comenzaron las detenciones y, según transcurrieron los días, una veintena de activistas pasaron a la clandestinidad. Una de las expresiones de la «escalada operativa» tupamara tuvo lugar en la ciudad de Pando (octubre de 1969), a 32 kilómetros de Montevideo. Los guerrilleros, explicaba Julio Marenales en el texto de La Haine, tomaron la central de bomberos, la Telefónica, dos bancos y una comisaría. Sin embargo, «por errores en el repliegue, la operación devino un fracaso militar», afirmaba el activista. Murieron tres militantes y una treintena resultaron apresados, entre ellos un miembro de la dirección tupamara.
Un libro de 177 páginas, «Tupamaros. Del fusell al parlament» (1966-2016)», editado por Tigre de Paper en 2017, sintetiza el recorrido de la guerrilla uruguaya. El autor, Vicent Galiana i Cano (Callosa d’en Sarrià, 1992), es historiador, colaborador del periódico La Directa y participa en la Plataforma en Defensa de la Querella Argentina del País Valencià. Durante la presentación del texto en la librería La Repartidora de Valencia, el historiador destaca que los tupamaros antepusieron el pragmatismo y el análisis concreto de cada coyuntura a los mayúsculos debates teóricos. Representaron asimismo una respuesta a la falta de eficacia de la izquierda tradicional (el partido socialista y comunista); en apenas cuatro años, entre 1966 y 1970, la guerrilla pasó de ser un grupúsculo de conspiradores (de apenas 50 personas) a una organización revolucionaria con más de un millar de militantes. Evitaban, en todo caso, convertirse en una élite, en una vanguardia de izquierdistas alejada de la realidad; y en cierto modo eran heréticos, al separarse del modelo de guerrilla cubana y el «foquismo» guevarista, para desplegar la lucha guerrillera en las ciudades.
Hasta 1970 el MLN-Tupamaro se caracteriza por unos métodos que irán desdibujándose con los años. «Utilizaron la ‘propaganda armada’ como vía más rápida de comunicación con las masas», sostiene Galiana. En otros términos, «la renuncia (en una primera etapa) a la utilización de explosivos; y la obsesión tanto por la comunicación como por la argumentación pública». También se trataba de evitar debates estériles que impidieran después fraguar alianzas. Acciones características de esta primera etapa fueron el asalto a la financiera Monty, el 16 de febrero de 1969, con la consiguiente difusión de prácticas empresariales como fraudes e inconfesables vínculos con la élite política. O el asalto de una radio en el mes de mayo, para emitir un comunicado mientras se disputaba la final de la Copa Libertadores. A finales de los años 60, la guerrilla experimentó un franco incremento en influencia y número de militantes. Según Galiana, «se convirtió en uno de los actores principales de la realidad uruguaya». Parte considerable de la expansión del movimiento se produjo entre los estudiantes, sobre todo a partir de 1968 y mediante la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUU).
Un punto significativo en el recorrido histórico de los tupamaros se localiza el verano de 1970. En un contexto de represión por parte de las fuerzas armadas, en pocas fechas el MLN-Tupamaro secuestra al juez Pereira Manelli; al cónsul de Brasil, Dies Gomide; al asesor policial y miembro del FBI, Dan Mitrione; y el especialista agrónomo estadounidense, Claude Fly. Con estas acciones se pretendía negociar desde una posición de fuerza la liberación de prisioneros políticos, así como obtener recursos para financiar el movimiento. Diseñó la estrategia -el «Plan Satán»- uno de los dirigentes, Eleuterio Fernández Huidobro. En el fondo, se trataba de constituir «otro» poder, paralelo al oficial. Además, por esas fechas «cae» la cúpula tupamara en una casa de Montevideo («caída de Almería», por el nombre de la calle); y los guerrilleros deciden ejecutar a Mitrione, a quien -como relata la película «Estado de Sitio», del cineasta Costa Gavras- se acusaba de adiestrar a torturadores. Unos meses antes, el 13 de abril, es asesinado el inspector Morán Charquero, también señalado como torturador.
Otro aspecto subrayado por el autor de «Tupamaros. Del fusell al parlament (1966-2016)» es la constitución, el cinco de febrero de 1971, del Frente Amplio, una coalición de organizaciones de izquierda en la que los tupamaros participan con el Movimiento de Independientes 26 de Marzo. El contexto es muy hostil. Desde finales de los años 60 se fueron promoviendo escuadrones paramilitares con el fin de sofrenar a la guerrilla urbana, bandas de ultraderecha que -afirman diferentes investigadores- contaron con el apoyo de la CIA y el FBI. Así, el 18 de julio de 1971 se produce la desaparición de Abel Ayala, primera víctima del grupo parapolicial «Comando Caza Tupamaros». En febrero de 1972 la guerrilla secuestra al fotógrafo policial y miembro de los «escuadrones», Nelson Bardesio, quien reconoce en la «Cárcel del Pueblo» la existencia de la guerra sucia. La respuesta consiste en el asesinato de un militante estudiantil, que aparece con este papel adjunto: «Vos también pediste perdón. Bala por bala. Muerte por muerte». En el intercambio de golpes, mueren asesinados cuatro miembros de los «escuadrones» y ocho tupamaros.
«Luego de poner en jaque al sistema político uruguayo, éste reacciona con la más virulenta y sangrienta represión apoyada por el Gobierno de Washington», explica el investigador puertorriqueño Carlos Rivera Lugo, en un artículo publicado en 2009 en los periódicos Claridad y Rebelión. El Gobierno declara en la primavera de 1972 el Estado de Guerra Interna. «El Régimen vigente pasó de la dictadura disfrazada a la dictadura abierta», sostiene Rivera Lugo. A los detenidos se les tortura, asesina o se les hace desaparecer. Aunque no se llegue a detener a todos los dirigentes y militantes del movimiento, a la altura de 1972 la represión ha terminado con su capacidad operativa. En junio de 1973 el Gobierno decreta la disolución de las cámaras de Representantes y Senadores. Y adviene la dictadura militar, que se inclina más que por el exterminio, por el encarcelamiento prolongado y en masa de los opositores. La dictadura se prolonga hasta 1985. En marzo de este año, el Congreso en funciones aprueba un decreto que pone en libertad a los dirigentes tupamaros presos. La lucha ahora emprenderá los cauces legales. En 1989 el MLN-Tupamaro toma la decisión de incorporarse al Frente Amplio, e integrar junto a otras organizaciones el Movimiento de Participación Popular (MPP).
Galiana destaca el proceso por el cual el Frente Amplio acumula poder y representatividad, hasta que Tabaré Vázquez accede a la presidencia en 2004. Pero desde la década anterior ya puede constatarse el creciente apoyo electoral en detrimento de las dos formaciones tradicionales, el Partido Colorado y el Partido Nacional. En 2009 José Mugica se convierte en presidente de la República de Uruguay. A grandes rasgos, el periodo 1970-1994 no es monolítico ni caracterizado por la uniformidad de tendencias. «Hay apuestas diversas y en algunos casos enfrentadas, todas ellas desarrolladas desde el MLN-Tupamaro», sostiene Vicent Galiana. Entre la «deriva militarista» de los tupamaros (1970-1973), la dictadura «cívico-militar» (1973-1985) y el periodo de la Transición (1985-1994) existe «un espacio político en continua transformación».
En una entrevista a Eduardo Galeano publicada en marzo de 2005 en el periódico Página 12, el escritor uruguayo respondía a la cuestión de por qué los tupamaros fueron un movimiento guerrillero que, pasados los años de actividad, conservaron su prestigio. «Junto a los zapatistas, que rápidamente se convirtieron en otra cosa, fue la guerrilla menos militarizada de América Latina», responde el fallecido escritor, que también señala errores aunque estos «fueron la excepción, no la regla». «Comparando, el de los tupamaros se trata de un movimiento guerrillero distinguido por el respeto de la vida humana». Esto preservó «una cierta línea de continuidad, que les permitió reinsertarse en la democracia con toda naturalidad y enorme éxito».
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