En diciembre de 2015, a una semana de haber asumido, el gobierno de Mauricio Macri cumplió con una de sus promesas de campaña y dispuso la eliminación de los controles a la compra de dólares que regían en la administración anterior. En esa línea se tomaron una serie de medidas adicionales destinadas a liberalizar el […]
En diciembre de 2015, a una semana de haber asumido, el gobierno de Mauricio Macri cumplió con una de sus promesas de campaña y dispuso la eliminación de los controles a la compra de dólares que regían en la administración anterior. En esa línea se tomaron una serie de medidas adicionales destinadas a liberalizar el mercado de cambio con el propósito explícito de generar confianza y atraer capitales. La última de ellas fue llevada adelante a principios de este mes, cuando el Banco Central de la República Argentina (BCRA) dispuso la eliminación del límite a la tenencia de activos dolarizados por parte de los bancos.
El gobierno celebra que tras la devaluación inicial del 60%, el día de eliminación de los controles, el tipo de cambio se mantuvo estable sin necesidad de regulaciones. A su vez, destaca que en ese periodo las reservas internacionales del BCRA se incrementaron de 24.611 millones de dólares a 48.075.
Sin embargo, ¿qué hay detrás de este aparente éxito?
Lo que el gobierno omite mencionar en su análisis es que la paz cambiaria y el incremento de las reservas internacionales se dieron gracias al ingreso de deuda externa por 60.745 millones de dólares según datos del Observatorio de Deuda de la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo). Esta cifra equivale a 11 puntos porcentuales del PBI y lo notable es que se registró tan solo en 18 meses.
En otras palabras, los ingresos provenientes de deuda externa incrementaron en más de dos veces el monto de las reservas internacionales. Analizando los datos provistos por el BCRA, se observa que esta diferencia se explica por la sangría de divisas asociada a la eliminación de regulaciones, al cambio de posicionamiento frente a los acreedores internacionales y a que no se cumplieron los pronósticos del gobierno. En este periodo, la fuga de capitales entendida como compra de dólares sin fines predeterminados, ascendió a 30.751 millones de dólares. Por otro lado, el gobierno dispuso del pago de 9.300 millones de dólares a los denominados Fondos Buitres, validando el reclamo de estos grupos jurídico-financieros que obtuvieron una rentabilidad extraordinaria a través de un tipo de práctica especulativa condenada por la Organización de las Naciones Unidas. Por último, lejos de registrarse una lluvia de inversión extranjera como resultado de una «mayor confianza», la eliminación de controles dio lugar a que las empresas extranjeras envíen al exterior en concepto de remisión de utilidades 3.494 millones de dólares, por encima de los 3.475 millones de dólares que ingresaron en forma de inversiones. Por lo tanto, la deuda que ingresa a la Argentina esta fluyendo por canales que no contribuyen en absoluto a generar capacidad de repago mientras los intereses y el capital se acumulan.
En cambio, donde sí se registró un alza fue en la entrada de inversiones financieras. En 2015, este rubro contabilizó ingresos por 12 millones de dólares, mientras que en 2016 esta cifra ascendió a 1.925 millones y en 2017 se disparó a 2.872 millones en tan solo cuatro meses. El mayor ingreso de capitales especulativos se asocia con las ganancias exorbitantes, en términos históricos e internacionales, que se obtienen en el sistema financiero local. Por caso, un inversor que se colocó en letras del Banco Central (Lebac) en mayo del año pasado obtuvo una rentabilidad superior al 30% anual en dólares dada la elevada tasa de interés en moneda local y la estabilidad del tipo de cambio. Este tipo de rentabilidad extraordinaria explica el boom de ingreso de capitales financieros a la vez que pone en jaque la sustentabilidad del sistema por la mayor demanda potencial de divisas que implica. Cabe destacar que el gobierno eliminó el plazo mínimo de permanencia en el país de estos capitales.
En resumen, los pagos de deuda se acumulan mientras no se genera capacidad de repago. En paralelo, se habilitaron distintas vías a la fuga de capitales que constituyen una amenaza latente a la estabilidad cambiaria y a las reservas internacionales. En el corto plazo, la política cambiaria del macrismo dio lugar a una devaluación que generó una significativa aceleración de la inflación, lo que en el largo plazo compromete los recursos del Estado argentino y las consecuencias aún son impredecibles.
Pablo Wahren, investigador de CELAG. @p_wahren