Las recientes elecciones del Reino Unido han resultado ser una autentica ironía. El avance del Partido Laborista demuestra lo equivocado que estaban los políticos de la «izquierda» británica desde el referéndum sobre la UE del año pasado. La mayor parte de la izquierda británica estaba horrorizada por el voto del Brexit de la UE. Lo […]
Las recientes elecciones del Reino Unido han resultado ser una autentica ironía. El avance del Partido Laborista demuestra lo equivocado que estaban los políticos de la «izquierda» británica desde el referéndum sobre la UE del año pasado.
La mayor parte de la izquierda británica estaba horrorizada por el voto del Brexit de la UE. Lo percibieron como una victoria del UKIP, la derecha tory y el racismo.
Los habituales comentaristas de «izquierda» declaraban no reconocer su propio país y compararon, abiertamente, la atmósfera que se vivía con el ascenso de los nazis en Alemania a principios de 1930.
En su momento señalamos que esta reacción era absurda y era una excusa para justificar el fracaso de una «izquierda» que no representaba los intereses de la clase trabajadora. La derecha euroescéptica no es nada parecido a los nazis, y en cualquier caso, no tenía nada que ofrecer políticamente.
Efectivamente la derecha Tory y el UKIP explosionó inmediatamente después de la consulta. Un año después de las elecciones generales se ha producido un gobierno debilitado, despojado de su mayoría absoluta y el resurgimiento del Partido Laborista con un líder de izquierda. El UKIP ha desaparecido electoralmente, mientras han sido elegidos un récord de 52 diputados provenientes de minorías étnicas, incluido un aumento de parlamentarios musulmanes de ocho a 13. El nuevo Parlamento también tiene un récord de 45 diputados LGBT.
En realidad, el momento posterior al referéndum se parece en algo a la Alemania de Weimar y, tal como esperábamos el Brexit ha tenido efectos positivos para la democracia en Gran Bretaña.
El verano pasado argumentamos que el referéndum expresó un revelador voto de protesta contra el vacío político que se había abierto entre la clase gobernante y la ciudadanía. Este vacío siempre se produce cuando los políticos dejan de representar los intereses de la gente común. Es un vacío que se materializa sobre todo en la distante e irresponsable forma del gobierno de la Unión Europea. El resultado del shock producido por el Brexit ha sido que el vacío ya no puede ser ignorado, y ha tenido que ser abordado por los políticos.
Cuando los dos grandes partidos volvieron a las urnas este año, se habían realineado significativamente sus prioridades. El debate se centró en otros temas. Ambas partes han buscado en el pasado la inspiración.
El Partido Conservador se atrincheró sólidamente en el «mantra de las finanzas» pero cambió de tono – inútilmente – añorando la nación «conservadora» de la posguerra.
El Partido Laborista de Corbyn sepultó, finalmente, la política fiscal de Blair y volvió al viejo laboralismo, prometiendo impuestos más altos a los poderosos para financiar un mayor gasto en servicios públicos.
En este competencia de plataformas políticas anticuadas, el Partido Laborista conquistó una posición más fuerte. El electorado mostró una vez más que nada podía darse por sentado políticamente. A pesar que el Brexit sigue siendo popular, el electorado negó a la primer ministro, Teresa May, la esperada mayoría absoluta y, en cambio fortaleció al Partido Laborista.
En Escocia, el electorado dejó con sangre en la nariz al dominante Partido Nacional Escocés (SNP) aumentando significativamente los votos de los partidos unionistas. Aunque muchos escoceses votaron contra el Brexit, por un apego fanático a la UE, ahora anhelan un segundo referéndum sobre la independencia porque temen la ruptura con el Reino Unido. La recuperación de los conservadores en Escocia refleja sus credenciales unionistas y una posición firme contra los separatistas. Una vez más, contrariamente a las predicciones, las consecuencias de la consulta, ha fortalecido la unión con Escocia.
Por tanto, un balance apropiado de los efectos de la votación del Brexit es que no hay cabida para un triunfo de la extrema derecha. Más bien las consecuencias son la muerte de la austeridad como política de gobierno, el fortalecimiento de la influencia del Parlamento y de los unionistas escoceses. Con el Brexit del año pasado la democracia ha ganado, de todas las formas políticas.
El fuerte aumento de la participación en las recientes elecciones, sobre todo con una generación que apuesta por un nuevo laborismo, nos habla del retorno de la política después del largo invierno de una tecnocracia despolitizada. El electorado ha demostrado que debe seriamente tomársele en cuenta y una élite política sobresaltada se ha visto obligada a tratar de volver a conectar con los votantes.
Peter Ramsay, Profesor de Derecho en «London School of Economics».
Traducción Emilio Pizocaro
Tomado de https://socialismo21.net/bloqu
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