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El capitalismo no hará a Rusia más grande

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti

Discusión del proyecto de programa socioeconómico del PCFR (Partido Comunista de la Federación Rusa)

Acerca del punto del programa del PCFR que dice que «Rusia no llegará nunca a ser una gran potencia capitalista», propongo complementarlo con la siguiente fórmula: «La experiencia histórica real , apoyada en hechos irrefutables, testifica que, en nuestro país, el capitalismo sólo sirve para paralizar los logros del periodo socialista, y, en definitiva, actuar como freno del desarrollo de sus potenciales industrial y científico-técnico»
La exactitud del contenido de esta propuesta la reconocen hoy en día, por la fuerza de la evidencia, incluso los «pilares» del actual régimen oligárquico. Así, por ejemplo, uno de los personajes más ricos del país, el gobernador de la región de Krasnoyarsk y miembro de la dirección de «Rusia Unida» (N del T: «Yedinaya Rossia», partido en el poder), A. Jloponin, declaró inmediatamente después del último congreso de su partido, que el estado ruso actual vive a cuenta de las inversiones realizadas en los años 70 del siglo XX. Todos los yacimientos petrolíferos operativos hoy en día fueron descubiertos y organizados en los años 70. Los complejos industriales metalúrgicos («kombinats») que aportan ingresos a día de hoy a la hacienda federal fueron creados en la ola de industrialización de la época de Kosygin (N del T: dirigente soviético, presidente del Consejo de Ministros de la URSS, de 1964 a 1980): la segunda etapa de desarrollo del «níquel de Norilsk», la construcción de la fábrica de Nadezhdinsk, las centrales eléctricas de Krasnoyarsk, Sayan-Shushensk, … Hoy en día el país vive a cuenta de esas inversiones

Tras años de reformas, no se ha creado nada nuevo en la industria, ni siquiera en el ámbito de las materias primas, y el país vive del esquilmado potencial de los años soviéticos. La vía de desarrollo capitalista condena a la industria al retraso científico-técnico y económico y a una progresiva degradación…

Los dirigentes rusos, ciertamente, hablan mucho de una revitalización, e incluso de «auge» económico. Se remiten al crecimiento de un 6% del Producto Interior Bruto, el año pasado, crecimiento que es de los más altos de Europa. Pero los mismos economistas gubernamentales reconocen que ese crecimiento se produjo, fundamentalmente, por la subida de los precios del petróleo, en tanto que la aportación de otros sectores era insignificante.
A propósito, el progreso económico, incluso en Occidente, hace ya tiempo que no se estima en cifras «desnudas» de crecimiento de la producción, sino que se tiene en cuenta hasta que punto ese crecimiento capacita efectivamente la modernización de un país y la mejora del nivel de vida de la mayoría de su población. Y, según ese llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH), que considera los citados indicadores, Rusia no se ha desarrollado, sino que se ha degradado en términos negativos (según algunos datos, un decrecimiento de -5% a -8% por año). Resumiendo, el proceso de desindustrialización del país y de reforzamiento de su retraso con respecto a los países económicamente más avanzados, continúa. Lo cual corrobora lo fundamentadas que están las valoraciones hechas en el proyecto de programa (del PCFR) sobre el desarrollo socioeconómico de Rusia. Subrayo esto porque se han oído opiniones, incluso desde las filas de los comunistas, acerca de la «excesiva dureza» de dichas valoraciones. Si, son duras, pero completamente justas, y no necesitan, en absoluto, ser «suavizadas».

Sobre otro punto del proyecto: «Sólo el fortalecimiento del papel del estado será capaz de prevenir una catástrofe nacional y volver a incluir a Rusia en el número de los países destacados en el mundo». Aquí, después de la palabra «estado», se debería, en mi opinión, añadir «que debe realizar una política en beneficio de los intereses de los trabajadores y de las más amplias masas populares». El simple fortalecimiento del papel del estado, sin un giro de su política, a favor del pueblo trabajador, no significa gran cosa. Naturalmente, luego, en el proyecto de programa se aporta un conjunto de medidas dirigidas a superar el empobrecimiento material y espiritual del pueblo. Pero en las formulaciones teóricas de principios no se debe separar una cosa de otra: pues precisamente aquí radica la diferencia clave, la línea divisoria, si se quiere, entre los comunistas y aquellos que se definen a sí mismos como «patriotas» y «nacionalistas rusos». Estos últimos también están por un fortalecimiento claro del estado ruso, cubriendo con ello una preocupación de hecho por los intereses de la burguesía nacional rusa. Además hay que tener también en cuenta la experiencia internacional. Como es sabido, el papel regulador del estado en las últimas décadas creció en muchos países capitalistas, pero no por eso se volvieron menos capitalistas, más bien, al revés, ese reforzamiento sólo se produjo en beneficio de los grupos oligárquicos gobernantes en cada país.

En el Japón actual, por ejemplo, el estado tiene a su cargo el conjunto de balances de producción de más de 5000 variedades de productos – más que la Unión Soviética en los años 80 del siglo pasado. Pero Japón ha sido y sigue siendo un país capitalista. Y su vecina China es socialista, aunque la regulación estatal allí no llega a tal grado, por lo menos en la etapa que vivimos actualmente. La clave del asunto está en que el gobernante Partido Comunista de China, controlando las palancas decisivas de la economía , lleva una política consecuente con los intereses de las masas populares, de la aplastante mayoría de la población del país, algo de lo que no es capaz ni un solo estado burgués, sean cuales sean los éxitos económicos que haya logrado.