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La Liga de las Familias, integrada en el Gobierno de Varsovia, pretende exportar su línea ideológica ultraderechista a la UE

Polacos contra el mundo, el demonio y la carne

Fuentes: El País

Si los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski, que desde el Gobierno quieren limpiar la memoria comunista de Polonia con métodos que tienen pasmada a Europa, son controvertidos, su ministro de Educación les supera. Roman Giertych preside la Liga de las Familias Polacas, un partido populista, de derechas, ultranacionalista y católico que se ha hecho famoso […]

Si los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski, que desde el Gobierno quieren limpiar la memoria comunista de Polonia con métodos que tienen pasmada a Europa, son controvertidos, su ministro de Educación les supera. Roman Giertych preside la Liga de las Familias Polacas, un partido populista, de derechas, ultranacionalista y católico que se ha hecho famoso por sus ideas radicales contra el aborto, los homosexuales y los musulmanes. Este político, de 36 años, hijo y nieto de políticos (todos de derechas y entregados a la fe cristiana) quiere evangelizar Europa con su catálogo ideológico. Pero su cruzada ha llevado al Ejecutivo al nivel de popularidad más bajo desde que ganó las elecciones, en septiembre de 2005.

«Ave María purísima, la vida hay que mantenerla, no destruirla». Quien habla es Miroslaw Orzechowski. Ni es un sacerdote ni esto es una misa, aunque pueda parecerlo. Se trata del número dos de Giertych y así empezaba su intervención en una manifestación para que se prohíba totalmente el aborto en Polonia y en la UE que tuvo lugar esta semana en Varsovia. «Al hombre no le corresponde modificar lo divino», afirmaba el diputado ante unas 3.000 personas que, con el rosario en la mano, aprovechaban los huecos entre discursos para rezar.

Casi todas las votantes de la Liga son mujeres. Se las conoce como las boinas de lana (moherove gerety, en polaco), un complemento de vestir que se suele llevar para ir a misa y que da una idea de su perfil: mujeres de más de 50 años, que viven en pueblos, con un nivel educativo básico y muy, pero que muy, católicas. Por supuesto son oyentes incondicionales de Radio María, una emisora xenófoba, ultranacionalista y antisemita dirigida por el cura Tadeusz Rydzyk. «Dios da la vida y sólo él puede quitarla», afirmaba una mujer rodeada por sus amigas, poco proclives a hablar con la prensa. «Estoy a favor de la vida», añadía frente al Parlamento, en Varsovia, entre pancartas antiabortistas, fotos de Juan Pablo II y banderas nacionales y del Vaticano.

El 8% de los votantes les dio su apoyo en las pasadas elecciones parlamentarias (tienen 34 escaños en el Congreso y siete en el Senado). Ahora se sabe por los sondeos que han bajado del 5% (mínimo para tener diputados), pero son necesarios para gobernar y eso les da poder. Esta coalición de la derecha populista, ultraconservadora y católica está formada, además de por la Liga, por Ley y Justicia (el partido de los Kaczynski) y Autodefensa, una pequeña formación agraria. La Liga tiene dos carteras ministeriales: Educación y Economía Marítima.

La Liga tiene cierto pedigrí político. Giertych ya empezó a mostrar, de muy joven, que anteponía lo divino a lo humano. Uno de sus profesores en la Universidad recuerda cómo ya cuestionaba entonces en su clase la validez del darwinismo. Por eso, tras su paso por pequeñas formaciones de derecha, Giertych fundó la Liga en 2001. Y para ello se buscó a gente como Orzechowski, que también cuestiona a Darwin y es capaz de llamar pervertidos a los homosexuales en público sin inmutarse. «Polonia necesita políticos de derechas», afirma Krzysztof Bosak, el diputado más joven del país (24 años) y presidente de Juventud de la Gran Polonia, cercana a la Liga y también al fascimo.

La Liga es profundamente homófoba. El Ministerio de Educación ultima un proyecto de ley para perseguir a todo el que propugne o hable sobre homosexualidad en escuelas y universidades. En Bruselas ya han advertido que vulneraría los derechos humanos. En encuentros de ministros comunitarios. Giertych ha pedido que se prohíba la propaganda homosexual y el aborto. También ha alertado del riesgo que, a su juicio, supone el aumento del número de musulmanes en Europa. No es de extrañar que el semanario alemán Der Spiegel, recientemente, al referirse al clan Giertych, resumiera la situación diciendo: «¡Menuda familia!».

La Liga se considera sucesora de que fue el principal partido de la Polonia de entreguerras, el Nacional Democrático. «Era una derecha pura y dura», explica Bartlomiej Ostrowski, de la Fundación Stefan Batory, uno de los grandes think-tank del país. «Por aquel entonces existían los días sin judíos en la universidad; eran días en los que se les prohibía ir a clase», añade. «La Liga pretende recoger su espíritu ahora, tras 40 años de comunismo, en el que los que la gente se tuvo que olvidar del debate político», cuenta. El partido está a favor de la pena de muerte y de limitar la inversión extranjera.

Sus propuestas no sólo dejan boquiabierta a Bruselas, sino que están pasando factura a la Liga y al propio Gobierno. La popularidad de los gemelos está en su nivel más bajo desde que su partido llegó al poder, según un sondeo del Centro para la Investigación Pública, de Varsovia.

La Universidad se resiste

La campaña emprendida por los Kaczynski para borrar cualquier señal de comunismo en Polonia está encontrando cierta resistencia en las universidades. La de Varsovia, la mayor del país y de tinte más liberal, ha exigido que se suspenda la Ley de la Lustración -obliga a entre 400.000 y 700.000 periodistas, funcionarios, directores de escuela y profesores universitarios, nacidos antes de 1972, a confesar si colaboraron con los servicios secretos del régimen comunista que gobernó el país hasta 1989- hasta que el Tribunal Constitucional dictamine si es o no legal. Mientras, la Universidad de Cracovia, más conservadora, afirma que acatará la norma, pero con algunas precauciones.

El rector de esta universidad, la más antigua del país, obtuvo este miércoles el respaldo del claustro para pedir a los profesores del centro que entreguen sus solicitudes a la universidad para conseguir su certificado de limpieza política, pero que esperará también a entregarlas a su vez a las autoridades hasta ver qué decide el Constitucional.

En esas solicitudes, los profesores tienen que confesar, antes del 15 de abril, si colaboraron con los antiguos espías comunistas. Las recogen sus responsables, que las tiene que enviar al Instituto para la Memoria Nacional, organismo utilizado por el Gobierno para su campaña de depuración ideológica anticomunista, antes del 15 de mayo. El problema es que se espera que el Constitucional no dictamine sobre la ley hasta junio, con lo que habría que ver qué hacen finalmente las universidades si eso pasa. Quien no se presente su solicitud se enfrenta a una sanción de hasta 10 años de inhabilitación en el cargo.