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La justicia se cierne sobre Jacques Chirac, el ex presidente de la República Francesa

Jacquou el Glotón, sus empleados ficticios y sus comilonas a cargo del erario público

Fuentes: kayman-coupsdedent.blogspot.com

Traducido para Rebelión por Manuel Talens

Jacquou le Croquant [Jaimito el Glotón] es el título de una famosa serie de Stellio Lorenzi que empezó a emitirse en la televisión francesa a partir de 1969, en la cual se narraban las aventuras de un joven campesino rebelde del Perigord en el siglo XIX. Los Glotones eran campesinos que se sublevaron entre 1594 y 1596 en el Perigord, Agenais, Limousin y Quercy. Aquellos desvergonzados querían «una república como los suizos». El cronista de la época Palma Cayet evocó «un alzamiento general de muchos siervos con el pretexto de que pagaban demasiados tributos y se sentían saqueados por la nobleza. Desde el primer momento se los apodó «los tranquilones», porque se contaba que habían decidido tomar las armas demasiado tarde, ya que sólo deseaban la paz; y aquellos siervos llamaban glotones a la nobleza, pues a ésta sólo le interesaba comerse al pueblo. Pero la nobleza les devolvió este apodo de glotones a los amotinados y ése fue el nombre con el que se quedaron.»

Jacques Chirac, el ex presidente de la República Francesa, es presunto culpable de haber pagado los salarios de unos veinte comisionados con dinero de los fondos públicos entre 1977 y 1995. Estos «comisionados» no trabajaban en el Ayuntamiento de París, ciudad de la que Chirac era entonces alcalde, sino a su servicio personal o al del partido gaullista del que también era el jefe, el Réssemblement pour la République (RPR), hoy en día rebautizado UMP.

Ayer, 21 de noviembre, el ex presidente fue, pues, imputado  por «presunto desvío de fondos públicos» tras haber sido interrogado durante toda la mañana por la jueza Xavière Simeoni en la división de delitos financieros del Tribunal de París. Fue ésta la segunda audiencia del ex jefe del Estado, después de la que tuvo lugar en su despacho parisino el pasado julio ante el juez Alain Philibeaux, de Nanterre (Hauts-de-Seine), en otro caso de empleos ficticios ligados a su gestión en la municipalidad de París. En este primer caso Chirac tiene el estatuto de testigo asistido.

El caso de la jueza Simeoni se centra en aproximadamente cuarenta empleos de los cuales se sospecha que fueron presuntamente acordados a personalidades de la derecha o a gente de su entorno en los despachos de Jacques Chirac (1977-1995) y de Jean Tiberi (el alcalde de su partido que lo sucedió entre 1995-2001), sin que los salarios versados dieran lugar a beneficio alguno para la ciudad de París.

Robert Pandraud, Daniel Naftalski, Michel Roussin y Rémy Chardon, los cuatro directores de gabinete de Jacques Chirac en el ayuntamiento desde 1983 a 1995,  ya están imputados por «desvío de fondos públicos», así como Bernard Bled, que fue el director de gabinete de Jean Tiberi, alcalde entre 1995 y 2001. En un artículo publicado por Le Monde, Jacques Chirac reconoce «haber deseado o autorizado» las contrataciones de los comisionados cuando era alcalde de París, porque eran «tan legítimos como necesarios». Y ha declarado lo siguiente con la mano sobre el corazón: «¿Quiénes eran aquellos comisionados? Personas que trabajaron para aconsejarme en asuntos fundamentales -problemas educativos, sociales, económicos, deportivos- con el fin de que el alcalde de la capital cumpliera mejor la misión que tenía encomendada. Podían ser también mujeres y hombres de calidad, todos ellos con los requisitos profesionales necesarios, pero que estaban atravesando un período profesional difícil y quise darles una segunda oportunidad. Y, por último, un limitado número de colaboradores que facilitaron la coordinación y el ejercicio de mis funciones.»

Es difícil entender en qué un chófer de senador o un dirigente sindical (Marc Blondel, secretario general de Force Ouvrière) pudieron «trabajar para aconsejar a Jacquou Chirac en asuntos fundamentales. Por su parte, Bernard Bled, también  imputado, declaró en Le Monde del 21 de noviembre que «Jacques Chirac no se ocupó nunca directamente de esos problemas, no tenía mucha influencia sobre el sistema, lo cual tal vez sea criticable en el plano legal. El mecanismo existía desde siempre, nosotros no inventamos nada. […] Todos los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda, estaban al tanto de este sistema. Jacques Chirac no se ocupó nunca de los detalles, su gobierno estaba en buenas manos. Él siempre me decía: ‘Ocúpese de que la oposición, por minoritaria que sea, esté bien tratada’. Es un hombre riguroso y honrado, un funcionario de alto rango, fue simplemente el heredero de una manera de trabajar. No es que haya un ‘sistema de Chirac’ con gente corrupta que se reparte el pastel, eso no existe. Probablemente hemos cometido errores, pero de ahí a caricaturizarnos como padrinos de la mafia que dirigen una oficina…»

Esta imputación ha tenido lugar días después de la entrada de Jacquou Chirac en el Consejo constitucional. Nuestro dinámico pensionista no tiene de qué inquietarse, pues su régimen especial de jubilación le da derecho a un salario de 30.000 euros al mes. Tras más de cincuenta años de carrera política tiene derecho a eso, ¿no? Puede seguir bebiendo su cerveza preferida, la Coronita mexicana, para acompañar a su plato favorito, la cabeza de ternera. No tiene que preocuparse del alquiler de su vivienda, que ocupa con Bernadette en la Isla de San Louis, puesto que el apartamento se lo presta amablemente Saad Hariri, hijo y sucesor de Rafic Hariri, que en vida fue el principal proveedor de fondos de la familia Chirac y del partido gaullista.

La que pasa es que Jacquou es un verdadero glotón: durante los 18 años que fue alcalde de París, las comilonas personales de la pequeña familia le costaron 5000 francos (800 euros actuales) por día al erario público. Eran gastos a menudo en metálico y justificados con facturas de la lujosa épicerie Fauchon (que está en la distinguida Place de la Madeleine). La investigación judicial sobre estas «comilonas» fue archivada definitivamente en 2005 debido a prescripción (el nuevo alcalde de París, el sociata Bertrand Delanoë, alias «Mickey», renunció a apelar al Tribunal Supremo  cuando la corte de apelación confirmó el archivo del caso). Para colmo, un desgraciado incendio destruyó los archivos en que estaban las facturas (falsas).

La totalidad de la clase política francesa, tanto de derecha como de izquierda, ha reaccionado con «serenidad» y prudencia a la imputación de Jacquou, con frases a cuál de ellas más evasiva sobre el consabido «dejemos que la justicia siga su curso». Uno de los argumentos de los defensores de Jacquou consiste en decir que los desvíos de dinero público no han servido para su enriquecimiento personal. Pero ¿dónde está la frontera entre lo personal y lo público en el caso de un hombre que acumula funciones políticas (jefe de partido) y administrativas (funcionario y miembro elegido)?

Diga lo que diga Bernard Bled, sí que había un «sistema de Chirac» con ramificaciones mundiales, que iban desde Beirut (Hariri) a Qatar (el Emir) pasando por Bagdad (Sadam Husein), y desde Bangui (Omar Bongo) a Lomé (Gnassingbé Eyadema). Chirac ha vivido y ha hecho vivir a su partido con dinero de fuentes más que dudosas. Las sumas entregadas por los dictadores africanos eran un desvío de la ayuda pública francesa al desarrollo. En ese asunto no ha habido ninguna investigación, ninguna diligencia judicial. El sistema de Chirac, hoy rebautizado «sistema de Sarkozy», puede pues continuar con toda impunidad. Famoso por su generosidad y con Sarkozy recién elegido, el gran Jacquou se ocupó de invitar a Saad Hariri al traspaso de poderes en el Elíseo. Había que ultimar los procedimientos de los futuros pagos, pues el pequeño Nicolas también goza de un apetito glotón. He aquí la razón por la que le encargó a su ministro Bernard Kouchner que fuese a inmiscuirse en la elección presidencial libanesa mientras que al mismo tiempo declaraba que nadie debía entrometerse en ella…

¿Será que los dos hombres llegaron a un acuerdo antes de las elecciones de mayo de 2007? Hubo rumores de que Sarkozy le habría prometido que tras su elección daría órdenes de que los archivos judiciales de Jacquou (y de Bernadette, por sus pasajes gratuitos de avión) se archivarían con plazos muy estrictos. ¿Será que el pequeño Nicolas está traicionando una vez más a Jacquou o será éste el acuerdo que los jueces parisinos están aplicando? Pronto lo sabremos.

Sea como sea, ¡buena semana a todos!
¡Que la fuerza de la mente sea con ustedes…
y hasta el próximo martes!

Fuente: http://kayman-coupsdedent.blogspot.com/

Artículo original publicado el 21 de noviembre de 2007

Sobre el autor

El escritor y traductor español Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala. Su novela más reciente es La cinta de Moebius (Alcalá Grupo Editorial). Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y la fuente.