A una semana de los comicios, todo estaba ya dicho por los líderes. En los micrófonos callejeros y en la TV. Todo de bajo perfil, algunos embustes, algunas puñaladas de pícaro; pero el cuadro general resultaba suficientemente claro. Electores, varones y mujeres, jóvenes que votarán por vez primera: llegó el momento de pensar por cuenta […]
A una semana de los comicios, todo estaba ya dicho por los líderes. En los micrófonos callejeros y en la TV. Todo de bajo perfil, algunos embustes, algunas puñaladas de pícaro; pero el cuadro general resultaba suficientemente claro. Electores, varones y mujeres, jóvenes que votarán por vez primera: llegó el momento de pensar por cuenta propia. No nos fiemos de los humores que placen a los sondeos. Como sucedió en los tiempos del «Silvio hace soñar», la consigna más necia del siglo. Estamos alfabetizados, no sólo tenemos esperanzas y desilusiones, sino memoria también, y entendimiento.
Los elementos para valorar a quién hay que entregar el voto están todos dados, en el presente y en el inmediato pasado. Que hablen los datos de hecho.
1.- El último, que llega -fresco, fresco- del FMI, es que Italia tiene crecimiento cero (0,3%). Y no es el crecimiento cero preconizado por los ecologistas, es decir, una selección de las inversiones capaz de proteger y resanar el medio ambiente; es crecimiento cero del conjunto caótico del actual modelo, crecimiento cero de la ocupación laboral, crecimiento cero del poder adquisitivo. Sería útil enfrentar a los candidatos a primer ministro con sus propias fantasías, del tipo: conmigo, mil euros mensuales para todos los precarios. Perfectamente. ¿Quién se los paga? ¿La empresa que lo ha contratado por doce días al mes? ¿Los intermediarios, Adecco o Manpower [dos conocidas empresas europeas que ofrecen servicios de trabajo temporal; NT]? ¿La falsa cooperativa que lo obliga a ser socio-trabajador o nada? ¿El Estado? Y visto que nadie quiere aumentar los impuestos, ¿de dónde saldrán los dineros? Sin embargo, al menos deberían distribuirse las cargas, quitárselas a los más débiles, gravar a los más fuertes, dar algún palo a las operaciones financieras; pero todos están en contra. Y luego el Banco Central Europeo, que sólo tiene miedo de una cosa: que el poder adquisitivo aumente y se afiance la inflación… quien poco come, que siga ayunando… ¡Por favor!
En las últimas semanas se ha aireado la idea de 800 o 1.000 euros mínimos de pensión mensuales. Hace 7 años Berlusconi prometió 1.000. Luego se vio que sólo tendrían derecho a ellos los de avanzadísima edad y condiciones vitales más desastrosas. El pasado verano, todos, salvo la abominable «izquierda radical», pregonaron que la Seguridad Social era deficitaria, y bajo palabra de honor de Epifani, los pensionistas lo creyeron y votaron en masa como si fuera verdad. Mientras tanto, ni Berlusconi ni Veltroni ni Casini aceptan poner un techo a las pensiones superiores a una cierta cifra (tipo Banca de Italia y otras). Puede que no baste con redistribuir, pero sería una medida de decencia.
2.- La recesión está en puertas. Abatida ya sobre los EEUU, la Fed reduce los tipos; todos están preocupados, salvo La Repubblica, el diario de Veltroni, que ha pescado en Cernobbio cuatro personas (a decir verdad, tres y media, porque Spaventa es más cauto) dispuestas al optimismo. Está llegando a Europa, y ¿qué significará para Italia? Berlusconi, en un arranque de sinceridad, ha prometido sangre y lágrimas: para todos, menos para los ricos, a quienes reducirá los impuestos. ¿Pero qué significa la llegada de una recesión en un país que no tiene ya sino un crecimiento del 0,3%? ¿En una Europa que crece al 1,3%, si todo va bien?
Dentro de poco, nadie estará en condiciones de pagar por lo que importa y de cobrar lo que exporta. ¿Por qué otro motivo sostiene el dólar China? Con este panorama, la ocupación -que para aumentar precisaría cuando menos de un crecimiento del PIB cercano al 3% (diez veces mayor que el actual)- no aumentará. Ya el volumen de empleo declarado por las estadísticas era falso al menos en una cuarta parte: empleos a medias o a cuartos, precarios, esa forma de desocupación enmascarada. Treintañeros diplomados, licenciados o doctorados, y aun los activos en alguna disciplina científica para la cual no hay salida sino fuera de Italia -¡figurémonos los no diplomados!-, andan aún en busca de un empleo condigno de sus estudios, gravitan sobre sus progenitores, y no pocos se disponen a montar un bar o una empresita por el estilo, generalmente en subarriendo, para lograr la independencia, casarse, tener un hijo. Y luego se duelen de que las inteligencias se van y la natalidad se mantiene baja.
3.- Desde los años 90, todos los partidos, salvo Rifondazione Comunista y otros pocos, se han sometido al diktat liberal: que el estado no meta el hocico en la economía. Capitales y trabajadores, dejados al mercado y a su ojo invisible. ¿Ah, sí? Hoy el ojo del mercado está cuando menos atacado de conjuntivitis crónica. Si no, no habríamos llegado a este punto (debería escribir «a la mierda»). También los europeos, acaso un poco menos Alemania, que ha sabido defender la calidad del producto, y Francia, porque de vez en cuando sustrae algo al mercado. Pero la Comisión de la UE vocifera súbitamente contra el proteccionismo (guardando voluntario silencio sobre el uso que los EEUU hacen de los gastos militares a modo de enorme oferta). Y lo que acontece es que el multimillonario indio Mittal se come el acero francés, no, sin embargo, pagando a los trabajadores indios como en Francia, sino gracias, precisamente, a que les paga cuatro veces menos. Entre nosotros, los liberales se alegran de que Italia tenga que abandonar Alitalia a Air France-KLM, los sindicatos sólo ahora parecen acordarse de una desdichada gestión de la empresa de la que sólo ellos tendrán que pagar el precio, la derecha sangra por la «italianidad» perdida, Berlusconi saca conejos de la chistera para juntar votos; el conjunto es penoso.
No sólo. El estado no tiene que meter sus narices en la economía, pero sí dinero en las empresas a trueque de una fe de carbonero en su capacidad de crear puestos de trabajo. De suerte tal, que los pícaros cogen el dinero, levantan tinglados y toman las de Villadiego, sin haber contratado a nadie o despidiendo inmediatamente. No hay controles. Pero no es imposible llegar a saberlo: lo dice el Report; cifras, nombres, lugares, años. Mas también nosotros, telespectadores, nos extrañamos: no sé, no lo he visto, dormía. Italia ha dimitido de tener industria pública para dar plata a los privados, que la cogen y huyen.
¿Cuánto? Querría saberlo, también por qué el Estado, en vez de gastar sin control a diestra y siniestra, no ha corregido a su debido tiempo el rumbo de Alitalia. No se me diga que es culpa de los sindicatos que no aceptaron 2.000 «excedentes» de empleo. Si Air France la puede comprar, como hizo ya en su día con la compañía holandesa de bandera, ¿por qué no lo ha hecho el noble empresariado italiano? ¿Y -¡ay de nosotros!- el Estado que supuestamente sobra? Lo suscrito por una compañía de bandera no tiene importancia; sus trabajadores, mucha. ¿Por qué tienen que sufrir y pagar por los desaguisados de quien los ha gestionado? Su país debe defenderlos, y también sus sindicatos. ¿Pero cómo habrían de hacerlo, sin discutir la estrategia empresarial? Si la ideología hoy en boga dice que no es apropiado, ¿por qué los dirigentes de la derecha y del centro no dicen esto a micrófono abierto?: «¡Trabajadores! ¡Aguantaros! Nosotros no podemos interferir en las decisiones de las empresas! ¡Ni lo queremos!» Al menos, así lo tendría claro el votante. Verdad es que podría saberlo por sí propio -estamos en la era de la comunicación total-, y recordárselo al líder del PD [Veltroni] cuando predica con voz conmovida que los patronos y los asalariados son iguales y tienen idénticos intereses.
4.- Nos dicen que es necesario recortar el gasto público. ¿Dónde? La teoría liberal dice que el Estado debe intervenir sólo allí donde no llega lo privado. Está bien; se dan a los privados escuelas y sanidad, y más o menos bajo mano, los dineros para gestionarlas, a lo que hay que añadir los costos que el ciudadano debe pagar. ¿Eran derechos? Está bien, tomémoslo como simples recomendaciones. No es que en Italia se haya enunciado así de claro, sino que se ha practicado por lo magnífico. Hace dos días, el presidente francés Sarkozy ha decidido «modernizar» el estado, es decir, reducir enérgicamente los gastos del mismo: de cada dos funcionarios que se van, se repone uno sólo. Lástima que la mayoría de los funcionarios sean empleados de la escuela pública. Igual hay que partirlos por dos. Y luego en Lisboa han dejado dicho y firmado que la educación y la formación son el eje de la nueva Europa.
Por lo que se colige, sólo aumentan los gastos militares. Europa tendría finalmente el permiso de EEUU para construir su fuerza de defensa para añadirse, se supone, a las «misiones», palabra con que se ocultan las participaciones en las empresas bélicas de Bush. He aquí una intervención estatal admitida: también sirve para crear empleo, contratos llamados condiciones de alistamiento, cada vez más raros. Véase la masacre de Calipari.
5.- No olvidemos la seguridad. Los italianos son buenos, pero no les gusta ser asaltados todos los días por los extracomunitarios -perdón: tampoco por el comunitario rumano- apenas salidos de casa. En materia de seguridad, están dispuestos a gastar el 90% de los electores de todo el espectro político lo que no quieren gastar en bienes públicos o en solidaridad; digamos que el de la seguridad es el único bien público a privilegiar. Y no se privan de ello los candidatos de la derecha y del centro y de los demócratas. En Milán se desarrollan progroms contra los campamentos nómadas, y la ilustrada ciudad ni se inmuta. Veltroni ha obtenido de Roma en 48 horas, no sólo una arremetida de la policía contra un campamento rumano, sino una ley que facilita las expulsiones, que peor sería si la izquierda «extremista» no la hubiera corregido parcialmente.
La seguridad es un asunto enredado y pronto a enredos. Porque quien emigra es por lo pronto un marginal y, por lo mismo, mal visto. ¿Y cómo no? Quien viene sin contrato de trabajo -¿y cómo habría obtenerlo desde fuera, desde lejos, sin apoyos para que se muevan los más desgraciados?- ha de poder ser expulsado, porque, si no, se mueve en el borde de la legalidad, y aun sale de ella y alimenta la microcriminalidad. ¿Quiénes componen los dos tercios de las cárceles italianas? Los inmigrantes. Los cuales sirven , ¡y cómo!, a las empresas, aun si en negro, razón por la cual il cavaliere ha llegado a especular incluso con darles voto en las municipales (lo que le ha valido todas las furias de la Liga Norte). La actual sociedad afirma ser la sociedad de los derechos humanos, pero produce marginalidad, la arroja a la cárcel, genera crisis y necesidades crecientes en el resto del mundo, y sin embargo, trata de bloquear la inmigración.
Entretanto, Occidente rebaja año tras año las ya de por sí modestas ayudas que se venían dando a los países de procedencia.
6.- Los costes de la política. He aquí un punto que unifica, al parecer, a los italianos: la política cuesta demasiado, pero sobretodo: los adictos a la política hallan el modo de compensarse demasiado. ¿Falso? No, verdadero. ¿Desde cuándo? Desde los años 70, con salarios crecientes en cada legislatura. Cuanto menos son apreciados los políticos, mejor pagados están. Pongamos un ejemplo que conozco bien: el mío. Por ser 5 años diputada (1963-68) recibo un vitalicio que a día de hoy suma 2.162 euros netos. Se llama vitalicio porque no se suman dos pensiones (la mía de la seguridad social es de 850 euros). No se cómo viviría sin el vitalicio, pero admito que si me lo retiraran no me atrevería a abrir boca. Pero en los años 80 muchos sostuvieron que si no se pagaba bien a un diputado, habría sólo candidatos miserables. No, la retribución por cargo público, electo o no, tiene que ser decente, pero proporcionada al nivel de vida medio del país, no de su parte privilegiada. Pero esta verdad, que Salvi y Villone dijeron por vez primera, sin que la escuchara nadie hasta que la ha repetido el Corriere della Sera, no puede servir de excusa para cambiar la Constitución. Porque, digámoslo todo, cuando Veltroni y Berlusconi litigan o se amigan para las reformas de las instituciones, no piensan sólo en la ley electoral, ni que se trate de rebajar los costes de las Cámaras y de los Ministerios. De lo que se trata es de ir en dirección a una república presidencial. Hay reformas y reformas: cuando se oye la palabra, hay que preguntar: perdone, ¿podría precisar?
7 y final.- Hasta aquí, pues, seis puntos sobre los que se han hecho más sombras que luces en la campaña electoral. O cuando se han hecho algunas luces, dan miedo. Quien lea, que lo piense. Estamos en un momento de giro en la historia italiana; se querría que fuera la conclusión de 1989. Tabula rasa de la izquierda.
En lo que a mí hace, y para que quede claro, votaré a Bertinotti. Bien sé que la Izquierda Arcoiris no ha dado todas las respuestas; ha dado, seamos sinceros, sólo algunas. Pero es la única fuerza que ha planteado estos problemas. Y por eso se la quiere suprimir de la vida política. El más encarnizado parece el PD, como sucede cuando hay que ajustar cuentas con el propio pasado, y no logrando elaborarlo, se pretende liquidarlo. Hay que estar muy obnubilado por la pasión, y acaso por cierta angustia, para acusar a Bertinotti de haber «segado» la hierba bajo los pies de Prodi. Como si hubiera sido él quien lo hizo caer, y no Mastella, Dini y sus socios.
Dejémoslo correr. Yo voto a Bertinotti porque quiero que una izquierda seria y no arrepentida se mantenga en pie. Y porque la Izquierda Arcoiris reelabora todo aquello que va dicho, y antes que otros, y de modo otro. No será sencillo, no tendrán que ser ellos solos. Todos cargamos ya con cierta lividez. Pero no estamos muertos, ni estaremos mudos.
Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaban de aparecer en Italia sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado], Einaudi, Roma 2005. El lector interesado puede escuchar una entrevista radiofónica (25 de enero de 2006) a Rossanda sobre su libro de memorias en Radio Popolare: parte 1 : siglo XX; octubre de 1917, mayo 1968, Berlinguer, el imperdonable suicidio del PCI, movimiento antiglobalización, feminismo; una generación derrotada; y parte 2 : zapatismo; clase obrera de postguerra; el discurso político de la memoria; Castro y Trotsky; estalinismo; elogio de una generación que quiso cambiar el mundo.
Traducción para www.sinpermiso.info : Leonor Març