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Impedir la guerra imperialista en América Latina

Fuentes: Alai

Desde el inverosímil «ataque terrorista» a las torres gemelas de Nueva York, atribuido a los fundamentalistas islámicos, el imperialismo estadounidense trató de  promocionar la demonización de Saddam Hussein y de los Talibanes, para poder invadir  Iraq y Afeganistán, dos países estratégicos en la disputa por el petróleo, el gas y el agua, algunas de las […]

Desde el inverosímil «ataque terrorista» a las torres gemelas de Nueva York, atribuido a los fundamentalistas islámicos, el imperialismo estadounidense trató de  promocionar la demonización de Saddam Hussein y de los Talibanes, para poder invadir  Iraq y Afeganistán, dos países estratégicos en la disputa por el petróleo, el gas y el agua, algunas de las principales riquezas naturales que decidirán la hegemonía mundial. Contra Saddam, inventaron la mentira de las armas de destrucción masiva, cuya existencia ya fue desmentida hasta por los organismos de la ONU. Contra los Talibanes, la farsa que estos eran narcotraficantes. Tras años de destrucción y exterminio, no hay perspectiva de que los yanquis salgan militarmente victoriosos de esos países, pues sus pueblos, así como el vietnamita, han resuelto enfrentar los verdaderos terroristas.

Pero la crisis económica por la que pasan los EEUU y las necesidades cada vez mayores de reproducción del capital – en medio de crisis cíclicas, disputas de mercados, escasez de fuentes energéticas y recursos naturales, elevación del precio del petróleo y de los alimentos – impulsan el imperialismo a nuevas aventuras militares. En la «división de tareas» del capital internacional, a los Estados Unidos les queda el papel de gendarme principal de sus intereses en el mundo, principalmente en América Latina.

Hay que señalar que, al mencionar la palabra imperialismo, no estamos hablando sólo de su eje hegemónico (los Estados Unidos), sino de todo el sistema capitalista mundial. Hasta porque, aunque la América Latina sea considerada hace décadas como el «patio trasero de EEUU», en esa región hay muchos monopolios de capitales, la mayoría de ellos originarios de otros países, sobretodo de Europa.

Esto es necesario que sea comprendido por la izquierda, para alejarnos de ilusiones de alianzas con la burguesía europea o con la dependiente burguesía latinoamericana, principalmente la brasileña y la mejicana. Las economías de eses países participan del sistema capitalista internacional. Lo que hay son contradicciones interburguesas e interimperialistas que pueden, en determinadas circunstancias,  favorecernos a corto plazo en algunas cuestiones, como en el caso de la política externa brasileña, aparentemente contradictoria, en su relación con EEUU. Acepta liderar las tropas de la ONU que ocupan Haití a pedido de Washington, y al mismo tiempo, ayuda a desmontar la posibilidad de Uribe lograr una guerra contra sus vecinos.

Como intentaremos exponer aquí, los Estados Unidos necesitan de una guerra en América Latina, para recuperar, a través de las armas, su espacio perdido. Al contrario, al Brasil no le interesa esa guerra. Con su eficiente diplomacia, sigue ganando mercados, al paso que Lula presentase como una alternativa moderada al «radicalismo» de Chávez y Evo Morales. Cada vez que nuestro Presidente llega a una capital latinoamericana, lleva consigo, además del «aerolula», dos o tres aviones llenos de empresarios brasileños para cobrar el precio de la solidaridad: el aprovechamiento de oportunidades en busca de mercados.

El pasado 28 de mayo, Lula visitó Haití por segunda vez. En la primera, antes de la ocupación, llegó con la selección brasileña de futbol y, enseguida, envió nuestras tropas. Ahora, cuatro años después, fue a buscar los resultados. Desembarcó en Puerto Príncipe con decenas de empresarios brasileños, donde se destacaban los ejecutivos de las empresas Odebrecht, Andrade Gutierrez y Camargo Correa, las mismas empresas que han transformado Venezuela en una grande construcción, como retribución por algunas actitudes brasileñas simpáticas a la revolución bolivariana. Recientemente, Lula ha anunciado que Brasil pretende ser el principal socio comercial de Cuba, y apuesta en una improbable restauración capitalista en la isla socialista.

En el fin de semana (18 a 20 de julio), Lula, acompañado de empresarios brasileños, radicalizó su diversificada agenda, destinada a dejarle arriba de las divergencias regionales. Se encontró en Bolívia con Evo Morales y Hugo Chávez, y luego en Colombia, con Álvaro Uribe y Allan Garcia, otro aliado estadunidense. Lula merecía una mención en el famoso libro de los récords, en la categoría malabarismo político. 

La fecha del pasaje de Lula y Allan Garcia por Colombia no fue por casualidad. Ellos fueron los dos únicos invitados especiales de Uribe en su tribuna política para un desfile militar en la ciudad de Letícia, en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Peru, donde los tres firmaran acuerdos militares (cuyo tenor aún es desconocido). El día elegido fue el de la independencia de Colombia (20 de julio), por lo que Uribe aprovechóse para convocar movilizaciones en todo el país y exigir la liberación unilateral de los rehenes en las manos de la guerrila (olvidandose de los presos políticos), como forma de marcar el evento como manifestación contra las FARC. Los periódicos brasileños nos informan que Brasil ha firmado acuerdos de cooperación con Colombia para la localización de «bandos armados». Periódicos colombianos nos informan que Lula ha ido vender más armas al gobierno colombiano, además de los Super Tucanos, aviones militares de fabricación brasileña, que fueron usados en el ataque al campamento de Raul Reyes, en Ecuador. En la comitiva brasileña, destacábanse los empresarios de la indústria bélica.

Cuando el gobierno brasileño ayuda a hacer inviable el ALCA o lidera la construcción de la UNASUL (Unión de las Naciones Sudamericanas) y del Consejo Sudamericano de Defensa Regional debemos saludarlo, pues esto objetivamente contraría los intereses de EEUU. Pero no podemos olvidarnos del otro lado de la cuestión: Brasil es un contrapunto capitalista al movimiento de la integración antiimperialista de la región, representado por el ALBA y por otras iniciativas de integración solidaria y complementaria, lideradas por Hugo Chávez. El capitalismo brasileño es una formación social y económica dependiente y asociada al imperialismo, con sus contradicciones.

A pesar de la gran diferencia de los discursos y prácticas políticas, Uribe y Lula son, de hecho, las dos alternativas del capital para América Latina. Sin embargo, es evidente que no podemos meterlos en el mismo saco. Uribe es, sin dudas, el enemigo principal, a corto plazo. Si no le derrotamos, una onda de retroceso y represión puede desplegarse sobre nuestro continente. Todavía la izquierda no puede hacer conciliaciones y dejar de señalar sus diferencias con Lula, que gobierna fundamentalmente para el capital, tanto en la política externa cuanto en la interna. Su principal tarea es «destrabar» el capitalismo, cueste lo que cueste, incluso el medio ambiente, los derechos laborales, la soberanía nacional.

Tras sufrir derrotas en América del Sur, como en el caso del fracasado golpe contra Chávez, en 2002, y de tener que concentrar esfuerzos inesperados para enfrentar la sorprendente fuerza de la resistencia iraquí, el imperialismo retoma con intensidad la presión sobre la región, en un momento donde sigue creciendo el proceso de cambios. Y es ahí donde queda el peligro! Hoy, los ojos, los oídos y los cañones estadounidenses se vuelven para América del Sur, sobretodo para la región andina. Se trata de intentar, en el plano táctico, frenar el proceso de cambios y, en el estratégico, consolidar y expandir su control sobre las riquezas naturales del continente, que son inmensas. Además del petróleo y del gas, América del Sur tiene las mayores reservas de agua potable del planeta. Al norte, la Amazonia; al sur, un conjunto de grandes ríos que se juntan, el Acuífero Guaraní.

El imperialismo, por muchas razones, ya identificó sus enemigos principales en América del Sur: la revolución bolivariana de Venezuela y la revolución democrática y cultural de Bolivia.

El gobierno venezolano es un enemigo importante, por su ejemplo que inspira  procesos semejantes en otros países, por los que presta efectiva solidaridad política y material; por la defensa de Cuba Socialista y por su alineamiento; por la contribución para hacer inviable el ALCA, con la implantación del ALBA; por haber avanzado más en cambios institucionales y estructurales; por haber resistido a múltiplos golpes (el golpe de Estado, el lockout petrolero); y por tener la economía y las reservas minerales más importantes de la región andina.

Entre los recientes hechos más significativos de la revolución en Venezuela están las nacionalizaciones y estatizaciones de empresas estratégicas de energía eléctrica, comunicación, alimentos, petroleras, cementeras, siderúrgicas. El ejemplo más emblemático ha sido la re estatización de la SIDOR (Siderúrgica de Orinoco), que había sido privatizada por un precio muy bajo en el gobierno anterior. Es como si  Brasil re estatizara la Vale Rio Doce!

El diferencial en este caso fue el protagonismo de la clase obrera. Había empezado una huelga que buscaba el fin de la tercerización de la mano de obra y la renovación del contrato colectivo de trabajo, y ella terminó debido la fuerza del movimiento, al añadir la consigna victoriosa de la re estatización de la multinacional. Esta victoria se debe a la lucha de los trabajadores y a la dirección consecuente de las fuerzas de izquierda, principalmente el PCV (Partido Comunista de Venezuela), que impulsó el cambio del objetivo principal del movimiento y el enfrentamiento de la traición del entonces Ministro de Trabajo, que había, incluso, puesto fuerzas policiales para reprimir el movimiento. Fue decisivo también el papel de Chávez, que dimitió al Ministro de Trabajo, acabó con la tercerización y decretó, simbólicamente en el primero de mayo, la reestatización de la empresa.

En Bolivia, hemos acompañado la firmeza del gobierno Evo Morales al enfrentar, con el apoyo del movimiento de masas, el separatismo intentado por la derecha, que tiene la ayuda política y material de la embajada estadounidense. Al revés de curvarse ante la presión de la oligarquía local, el gobierno de Bolivia avanza para la nacionalización de las empresas estratégicas. El proprio Presidente – que declaró recientemente que el capitalismo es lo mayor enemigo de la humanidad- ­ desafía la oposición de derecha a una nueva disputa política decisiva, el próximo 10 de agosto, al convocar un referendo revocatorio de su propio mandato y de sus nueve gobernadores, de los que cinco le hacen oposición, todos estos de la región conocida como «Media Luna». Después de haber vencido esta etapa importante, ya anuncia un nuevo plebiscito, ahora para legitimar el trabajo de la Asamblea Nacional Constituyente, que ha sido boicoteada por la derecha.

El verdadero eje del mal

Hoy hay claras señales de que el imperialismo estadounidense prepara el terreno para provocar guerras regionales en América Latina y juega, en este momento, con dos posibilidades: una guerra civil en Bolivia y, lo que parece más potencialmente explosivo, que es el agravamiento de la tensión de las relaciones entre  Colombia, de un lado, y Venezuela y Ecuador, del otro.

Así como en Caracas, en La Paz el embajador estadounidense también es el jefe  golpista. La derecha ha organizado milicias paramilitares, los denominados «Comités Cívicos» y «Uniones Juveniles». Estos grupos ya buscan impedir, incluso, la circulación de Evo Morales en las ciudades de la llamada «Media Luna», como hicieron  recientemente en Sucre, donde torturaron a seguidores indígenas del Presidente en plaza pública. Intentarán impedir, a través de la fuerza, la realización del referendo revocatorio.

En la región de Gran Colombia, la ascensión belicista tuvo su ápice con la suspensión, en diciembre del año pasado, de los esfuerzos de Hugo Chávez, de la Senadora colombiana Piedad Córdoba y de las FARC en su busca para retomar el canje humanitario de prisioneros y rehenes en Colombia, proceso que podría crear un clima de dispersión, en un conflicto que ya dura más de 60 años (antes mismo del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, por lo que se siguió el «Bogotazo», con la muerte de más de 300 mil personas), en un país donde la violencia política es la marca del Estado burgués.

El canje humanitario sigue en suspenso desde 2002, exactamente debido al clima que el imperialismo creó en el mundo con el derrumbe de las Torres Gemelas. Las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, hasta entonces, ya duraban tres años, en una zona desmilitarizada, que caminaba para una solución política negociada.  Con el comienzo de la «cruzada contra el terrorismo», los EEUU incluyen las FARC en el «eje del mal», la lista de organizaciones y Estados «terroristas», hecho que sirvió para la derecha colombiana aprovecharse y poner fin a las negociaciones y al canje humanitario. A partir de entonces, llegaron más centenas de miles de «asesores militares» y millones de dólares estadounidenses, de acuerdo con el conocido «Plan Colombia».

En noviembre de 2007, la orden para acabar con la mediación del presidente venezolano y la posibilidad de una negociación entre la guerrilla y el gobierno partió del jefe de Álvaro Uribe, el mega terrorista George Bush, que decidió hacer que  Colombia ejerza, en América Latina, un papel similar al que Israel representa en el Oriente Medio: un brazo del imperialismo. Uribe es agente estadounidense desde que fue identificado por el FBI como uno de los operadores políticos del narcotráfico en  Colombia, asociado al legendario Pablo Escobar, el jefe del cartel de drogas de Medellín en esta época.

El segundo punto de la ascensión agresiva fue muy audaz. En marzo de este año, para dar un golpe más profundo en las negociaciones que avanzaban para la posibilidad concreta de liberación de la franco-colombiana Ingrid Betancourt, la siniestra unión Bush-Uribe asesina el proprio negociador, el Comandante Raul Reyes, en un ataque terrorista al territorio del Ecuador, cuyo Presidente no se acobardó y  defendió la soberanía de su país. La deplorable acción militar, mientras las víctimas dormían, casi generó una guerra en la región, si no fuese la firme posición unánime de los demás países de América Latina de condenar la agresión al Ecuador.

El tercer avance belicista del imperialismo fue la trampa del ordenador personal de Raul Reyes. Con el apoyo del terrorismo mediático, han sido creadas las mentiras que podrán justificar una nueva guerra, así como pasó en Afganistán y en Irak.

Cualquier persona un poco más atenta debe desconfiar de como puede quedarse intacto un frágil ordenador portátil sometido a un ataque aéreo con mísiles que fueron capaces de destruir todo el campamento, matando más de veinte personas. Todo lo que estaba cerca fue destrozado, excepto el ordenador. Los más informados deben desconfiar como un cuadro político experimentado como Raul Reyes, una de las personas más buscadas del mundo, sería tan irresponsable al punto de registrar informaciones extremamente secretas, caso que fuesen verdaderas, como supuestas contribuciones financieras para la campaña de Rafael Correa o pagamientos de Hugo Chávez.

A partir de la farsa de la «autenticidad» del ordenador, el imperialismo puede inventar las historias que deseaba, es decir, las que necesitaba. Los ordenadores van a seguir hablando mucho, lo mismo después de un manifiesto (rechazado por los medios de comunicación), firmado por nombrados intelectuales y científicos estadounidenses,   que cuestionan la autenticidad del informe de la Interpol, y le acusan de frágil y inconsistente. Esta es una fuente inagotable de provocaciones, que intentan incriminar a algunos e intimidar a otros, independiente de sus nacionalidades.

La más reciente provocación ha sido el golpe mediático de Uribe, donde ha intentado transformar en un «rescate» lo que ha sido una liberación unilateral de Ingrid y de otros presos por las FARC. El gobierno colombiano fue el centro de las atenciones, al intentar plantear la imagen de su eficiencia militar, que se oponía a la «infiltración» y «debilidad» de las FARC. En una actitud sucia, no dudó siquiera en utilizar el símbolo hasta entonces inmaculado de la Cruz Roja Internacional, practicando un delito político contra la humanidad.

Lo que preocupa es la prisa con que los hechos están pasando. Es evidente que esa prisa tiene que ver con las perspectivas oscuras del imperialismo, al mirar a América Latina. Todo conspira contra sus intereses:

-La toma de posesión de Lugo, en Paraguay, el 15 de agosto, que puede contribuir a fortalecer el proceso de cambios progresistas y reforzar la integración soberana y solidaria de América Latina y, quizá, puede representar el fin de la base estadounidense de espionaje para el Cono Sur, instalada en un aeropuerto paralelo al de Asunción.

-El conteo regresivo para la salida de la base militar estadunidense de Manta, Ecuador, en noviembre de este año, pues Rafael Correa ya ha comunicado oficialmente que no renovará la concesión, dada por el gobierno anterior.

-La posible victoria de Evo Morales en el referendo revocatorio del 10 de agosto, que puede consolidar la importante revolución democrática y cultural por la que está pasando el país, y con eso, surgen posibilidades más avanzadas.

La previsible victoria de la izquierda en las próximas elecciones de Méjico y de Perú (cerrando el círculo de aislamiento de Uribe), si la derecha no consigue de nuevo cometer fraudes en estos países.

-Para completar, la esperada victoria de la izquierda en las elecciones de noviembre, en Venezuela, de acuerdo con todas las encuestas recientes que muestran la recuperación del prestigio de Chávez, al volver al nivel histórico de dos tercios de aprobación y intención de voto.

Pero este panorama podrá ser más dramático si los cálculos de Baby Bush tuvieren que ver con los intentos de reverter la posible derrota de los republicanos en las elecciones estadounidenses de este año. Por increíble que parezca, para algunas  personas civilizadas, puede estar en los cálculos de los republicanos reverter la tendencia electoral desfavorable a través de algún tipo de agresión militar hacia la Venezuela. Una actitud como esta podría contar, incluso, con el apoyo de los demócratas, pues en la política externa, los dos partidos son como hermanos siameses. Barak Obama ha declarado recientemente: «apoyaremos que Colombia ejerza su derecho de atacar terroristas que buscan abrigo cruzando sus fronteras».

¿Por que dudar de la insensatez del imperialismo estadounidense? Si Chávez ha sido tan satanizado en la opinión pública brasileña (con la manipulación de la Rede Globo y de los demás medios burgueses), ¡imaginen en la estadounidense! Metido en  una de las mayores reservas de petróleo del mundo, en el viejo patio trasero donde siempre ha disfrutado el Tío Sam, Hugo Chávez, además de ser presentado al público como un dictador peligroso, «aliado del narcoterrorismo», aún pone en riesgo la gasolina que llena los hambrientos tanques de los poderosos coches estadounidenses.

Sin dudas, al imperialismo no le basta sólo querer empezar una guerra. Resulta necesario que la relación «costo-beneficio» le sea favorable. Tal vez no emprenda agredir a Venezuela o  Irán, debido a una inevitable elevación del precio del petróleo, que puede crecer demasiado, además de otros factores políticos. Pero no podemos depreciar esas hipótesis que, además, no son  las únicas. Los Estados Unidos necesitan de guerras. Por eso, en la América Latina, «continentalizan» y diversifican sus provocaciones. Para ellos donde empezar el fuego, queda bien. No es coincidencia que la Cuarta Flota de la Marina de Guerra de EEUU haya vuelto a actuar en nuestro continente, después de más de 60 años de inactividad. No son casuales las recientes incursiones de tropas colombianas en Venezuela, tampoco la violación del espacio aéreo de este país por aviones de guerra estadounidenses. Recientemente fueron presos, en Ecuador, paramilitares colombianos que planeaban el asesinato del Presidente Rafael Correa.

Tampoco es coincidencia que Uribe haya anunciado que la base de Manta (hoy en Ecuador) irá a cambiarse hasta el territorio colombiano, exactamente en la frontera con la Venezuela. Además, allí ya se ha empezado la construcción de pistas de aterrizaje e instalaciones que van acoger a un escuadrón de helicópteros y aviones espia de EEUU, para reforzar el acoso a Chávez, e incluso ya existe una base aeronaval en Curazao, al lado de la costa venezolana, a 30 minutos de vuelo desde Caracas.

En Perú, se ha instalado una base yanqui en Ayacucho (donde hay remanentes de la guerrilla del Sendero Luminoso), con el pretexto de prestar «ayuda humanitaria». Hay indicios, sin embargo, que se trata de un campo de entrenamiento de paramilitares, dirigido por el servicio secreto israelí Mosad, que es destinado a la formación de comandos especiales de mercenarios venezolanos y colombianos, para un posible asalto a Miraflores, el palacio presidencial ocupado, hoy, por Hugo Chávez.

El imperialismo tiene tres planes, que pueden combinarse, para intentar derribar el gobierno venezolano, por orden:

I- Victoria electoral en las elecciones de 23 de noviembre, seguida de agitación y campaña por el referendo revocatorio del mandato presidencial;

II ­- Magnicidio, es decir, el asesinato del Presidente;

III -­Acción de comandos que quite físicamente a Chávez, a través del secuestro, con la repetición del golpe de 2002.

Para cualquier de esas hipótesis, las tácticas son las mismas:

– campaña mediática, con la satanización de Chávez y su vinculación al narcotráfico y al terrorismo;

– boicoteo desde fuera del gobierno (desabastecimiento, guerra mediática, agentes provocadores, violencia urbana, especulación) y desde el gobierno, por medio  de la quinta columna contra-revolucionaria que allí aún queda (corrupción, traición,  ineficiencia, impunidad).

Muchos de los planes en los que actúa el gobierno estadunidense en el continente son financiados por la USAID, que posee el agradable nombre de Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Desde la famosa Alianza para el Progreso, EEUU no había metido tantos dólares en  América Latina. Ahora, el 14 de mayo, la USAID reunió, en Washington, diversas ONGs mercenarias y les entregó 45 millones de dólares, destinados a intentar la ruptura del proceso  revolucionario cubano. En toda América Latina, llueven dólares para ONGs y organizaciones políticas y sociales, incluso en Brasil, principalmente en Amazonia.

Además del financiamiento de la derecha continental, una de las importantes líneas de acción de la USAID es destinada a financiar organizaciones políticas y sociales que tengan un discurso de izquierda, sea para oponerse a los gobiernos antiimperialistas – para confundir a las masas e intentar presionar a esos gobiernos entre dos oposiciones, una de derecha y otra aparentemente de «izquierda», y con eso, simular su aislamiento político – sea, en algunos casos, para crear alternativas no revolucionarias debido a la creciente de los partidos comunistas.

Pero, actualmente, el financiamiento más importante de la USAID va para el separatismo, los intentos de «balcanización» de América del Sur. Aunque prácticamente todos los países tengan problemas históricos de separatismo – debido a las guerras coloniales e imperialistas, el exterminio de los pueblos y naciones, la anexión de territorios, los regionalismos, los prejuicios,­ la actuación del imperio en nuestro continente se resume a los tres países donde más avanza la lucha de clases: Bolivia (separatismo desde Santa Cruz y la «Media Luna»), Ecuador (desde Guayaquil)  y Venezuela (desde Zulia).

Las embajadas estadounidenses en eses países dirigen políticamente las oligarquías locales, organizan y financian sus campañas, y enfatizan el separatismo. Especialistas fueron destacados para las misiones «diplomáticas» en eses países. El embajador estadounidense en Bolivia fue el principal articulador de la división en los Balcanes y el creador del Estado fantoche de Kosovo. En Zulia, el gobernador es la mayor expresión de la derecha venezolana, ex candidato a Presidente derrotado por Chávez, y ya lanzó una campaña separatista, con el sugestivo lema «Rumbo Propio ­Zulia para Nosotros». El legislativo estatal, dominado por la derecha, ya empezó a redactar el «estatuto autonomista», que sigue el modelo de la derecha boliviana. Lo más grave: cientos de miles de paramilitares han sido entrenados o importados de Colombia para garantizar el separatismo por las armas, además de posiblemente intentar atacar las FARC, desde el proprio territorio venezolano, ya que parte de Zulia queda frontera con parte del territorio sublevado.

Derrotar a Uribe para poder seguir adelante

Ante este panorama, la lucha para denunciar y derrotar el gobierno títere de Uribe está puesta a la orden del día de los internacionalistas, humanistas, demócratas y pacifistas de todo el mundo. Las simultáneas manifestaciones ocurridas el día 6 de marzo de este año en varios países deben repetirse y ampliarse. Nuestra acción debe ejercer una gran presión internacional que obligue Uribe a retomar el canje humanitario, premisa para abrir cualquier posibilidad de diálogo político. La liberación unilateral de rehenes, que ha sido practicada por las FARC, genera condiciones para que exijamos también la liberación de las centenas de revolucionarios colombianos presos.

La izquierda necesita comprender que no existe solución política para Colombia sin que haya el protagonismo de las FARC, que están arraigadas entre los trabajadores, sobretodo los campesinos. Al contrario, no seguiría  sobreviviendo hace décadas en esta forma de lucha, con la firme ocupación de más de un tercio del territorio nacional, donde funciona como un Estado, con leyes y tributos propios. No se trata de hacer esta forma de lucha como un modelo para exportación, pues a ella cabe la particular realidad de su país. Sino de respetarla.

Las FARC fueron creadas como organización de autodefensa, frente al terrorismo estatal que marca la historia de la dictadura de clase de la burguesía colombiana. Antes del «Bogotazo», ya había bandos militares al servicio de las oligarquías. Las FARC no pueden siquiera pensar en desmilitarizarse, pues ya pasaron dramáticamente por una experiencia como esa. Y eso se pasó bajo un gobierno socialdemócrata y no fascista, como es el de Uribe. En los años 80, la guerrilla se desmilitarizó parcialmente debido a algunos acuerdos y, juntamente al Partido Comunista Colombiano y otras fuerzas antiimperialistas, creó la Unión Patriótica, para participar del juego institucional. El resultado fue que dos candidatos a Presidente de la República, decenas de parlamentares y alcaldes y cerca de 5 mil militantes de la UP fueron asesinados por los paramilitares y por la represión estatal.

Bajo el gobierno Uribe, esta violencia estatal, conocida en el país como parapolítica, solo ha aumentado. Desde 2002, ya fueron asesinados 15 mil militantes políticos y sociales; más de 500 presos políticos son maltratados en las cárceles; centenas de miles de campesinos han sido expulsos de sus tierras, que les son tomadas por los paramilitares. La política de expulsión y exterminio de campesinos es constituida en las regiones limítrofes al territorio dominado por la guerrilla, para intentar alejarla del pueblo. Allí las tierras son pulverizadas intensamente por productos herbicidas tóxicos, para también sacar de la guerrilla sus fuentes de alimentación.

Más de quinientos mil colombianos siguen exiliados, principalmente en Venezuela y Ecuador. Un informe de la ONU, divulgado el 18 de junio, revela que Colombia queda en primer lugar en cantidad de refugiados internos, con más de 3 millones de personas en esta condición. Recientemente, han asesinado a seis miembros de la comisión organizadora de una manifestación por el canje humanitario, por la negociación y por la paz, que llevó 200 mil personas a las calles de Bogotá, para protestar contra el gobierno. Colombia, después de Israel, es el principal país receptor de ayuda militar estadounidense. Sus Fuerzas Armadas tienen 380 mil efectivos, muy bien entrenados, al paso que  Venezuela tiene 70 mil y Ecuador 50 mil, sin experiencia.

Este es el mejor momento para acosar a Uribe, cuyo gobierno pasa por el infierno astral de la parapolítica. Un tercio de los parlamentarios han sido procesados por la justicia, por corrupción y envolvimiento con el narcotráfico. Cerca de sesenta de ellos ya están presos, incluso un primo de Uribe. Gana fuerza un movimiento por la anticipación de las elecciones generales, por la renuncia inmediata de Uribe y por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Uribe se esfuerza, hace de todo para encubrir el escándalo, y llega al punto de, al atropellar el judiciario, «extraditar» por decreto a catorce jefes paramilitares a los Estados Unidos, sin la autorización judicial, durante una madrugada, pues sus disposiciones, que ya habían sido marcadas por la justicia colombiana, podrían revelar la putrefacción de la narco parapolítica colombiana.

Debemos todos juntarnos a una campaña mundial contra el gobierno fascista y el estado terrorista colombiano, y levantar las principales propuestas presentadas por todas las fuerzas progresistas colombianas, como condiciones mínimas para el comienzo de un proceso de negociaciones políticas, bajo la supervisión de los países de la América del Sur:

· reconocimiento de las FARC como fuerza política beligerante;

· retomada del proceso de canje humanitario;

· liberación de los presos políticos.

En Brasil, necesitamos crear un amplio y representativo movimiento de solidaidad a la lucha del pueblo colombiano, que denuncie el terrorismo de Estado en aquel país, que sea un contrapunto a la manipulación mediática y que ayude en la presión internacional para la retomada de las negociaciones políticas, incluso exigiendo que el gobierno brasileño ejerza un papel importante para que sean viabilizadas.

No nos hagamos ilusiones. El imperialismo sabe mejor que muchos de nosotros: no hay solución para Colombia y, quizá, para América Latina, que no pase por el reconocimiento del carácter beligerante y político de las FARC. La solución no  podrá ser estrictamente militar, pues el conflicto colombiano es, antes de todo, político, económico y social. Por eso, la negociación no puede resumirse en la desmilitarización, sino considerar las razones que originaron el conflicto (y todavía aún le hacen actual), arraigadas en las injusticias sociales, en el terrorismo estatal contra los oprimidos, en la falta de libertad de organización y de una verdadera democracia.

No se puede exigir de un ejército popular que deje en las montañas, además de sus armas, todas las banderas políticas que ha levantado hace décadas. No es justo exigirles que acepten la paz de los cementerios.

Entonces, aunque respetemos las opiniones de algunos sectores y liderazgos expresivos de la izquierda latinoamericana que, por ilusión o razones de Estado, presionan a las FARC para que se desmilitarizaren unilateralmente, condenamos estrictamente esas presiones. No solamente por el espíritu humanitario, debido al inexorable asesinato en masa de eses militantes revolucionarios, pero si sacar las armas y bajar de las montañas.

Resulta ilusorio creer que la guerrilla es el «pretexto» para la agresividad del imperialismo en América Latina. Él no necesita de pretextos; y cuando los necesita, los cría! Esa rendición (y no existe otra palabra para definir esta propuesta) no satisfará el imperialismo, que cobrará más concesiones. Solamente lo «tranquilizaremos» si dejamos de luchar contra el capital. Esa «teoría del pretexto» es como exigir que los palestinos cambien sus arcaicas armas por flores, para no dar pretexto a la agresividad del Estado de Israel en Oriente Medio.

Además de eso, si no queremos conciliar ni retroceder en la lucha por cambios revolucionarios y por la defensa del patrimonio natural del continente, la insurgencia popular puede venir a ser una necesidad en muchos países de la región, y no sólo en Colombia. Resulta necesario recordar que tanto en Iraq cuanto en Afganistán, la resistencia hacia la agresión militar imperialista es ejercida exclusivamente por fuerzas insurgentes populares, y no por las antiguas fuerzas armadas tradicionales nacionales, siempre inferiorizadas en conflictos contra la máquina de guerra del imperio del capital. No cuesta recordar el ejemplo heroico de los vietcongs, que, a través de la guerrilla y de la guerra popular, lograron derrotar el más grande contingente militar en toda la historia de la humanidad.

Las FARC son un punto de resistencia a la ocupación imperialista de  Colombia y, se puede decir también, de Amazonia. El exterminio de las FARC seria hoy una grande victoria del imperialismo: no es casual que esto se ha tornado en su prioridad.

Y aún más: para prestar solidaridad a los pueblos venezolano, boliviano, ecuatoriano; para luchar para que avancen los cambios y la lucha de clases en la América Latina, lo mismo en procesos más mediados y contradictorios como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y, posiblemente, Paraguay; para evitar que haya guerra y retroceso en nuestro continente; para todo esto, hay una premisa: derrotar el verdadero eje del mal, los brazos terroristas del imperialismo estadounidense en nuestro continente: el gobierno fascista y el estado terrorista de Colombia.

Finalmente, queda una propuesta para todas las fuerzas antiimperialistas brasileñas y latinoamericanas. Ahora, en este mes de julio, 60 años después de haber sido desactivada, la famosa Cuarta Flota estadounidense ha vuelto a amenazarnos, al costear nuestros mares, manchándoles con su tenebrosa historia. Esta vez con más poder destructivo, con más tecnología, incluso nuclear. Se trata de la mayor provocación que ha sido hecha hacia la América Latina. Es este el verdadero terrorismo.

Resulta necesario articular todas las organizaciones y fuerzas políticas y sociales antiimperialistas de América Latina para la construcción de un fuerte y unitario movimiento por la expulsión de esos piratas terroristas de nuestros mares, donde, al apuntarnos con sus instrumentos de espionaje y sus armas de destrucción masiva, buscan nuestras riquezas naturales y esperan el mejor momento para aniquilar nuestros sueños de libertad y justicia.

Es la hora de elegir una fecha, este año aún, para promover manifestaciones simultáneas en las puertas de todas las misiones diplomáticas y de todos los símbolos de EEUU en toda América Latina, y gritar como un solo pueblo:

FUERA LA CUARTA FLOTA TERRORISTA!

(*) Ivan Pinheiro es Secretario General del PCB (Partido Comunista Brasileiro)