El comercio justo está en boga en Alemania. Pero activistas contra la globalización critican a las grandes empresas que se embanderan con el concepto y hacen dinero gracias a ese nuevo modelo sin adoptar sus principios de justicia y desarrollo.
Se llama «comercio justo» a los intercambios que tienen en cuenta el desarrollo, el ambiente y los estándares laborales de los países productores del Sur
El 18 de septiembre, casi todos los niños y niñas alemanas en edad escolar comieron «bananas del comercio justo», a instancias de una campaña cuyo lema fue: «A comer bananas por un mundo mejor». Esto fue una prueba del éxito que tiene el concepto en Alemania.
Ese día se vendieron un millón de bananas. La iniciativa estuvo a cargo de Transfair, una organización que reúne a varias empresas alemanas que sacan provecho del comercio justo.
Numerosas organizaciones que trabajan con niños, entre ellas el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), participaron en la celebración.
«El comercio justo está en boga en Alemania», dijo a IPS Didier Overath, director de Transfair. «En 2007, los productos del Sur que llevaban nuestra etiqueta aumentaron 30 por ciento».
La facturación del comercio justo en Alemania prácticamente se triplicó desde 2003 hasta ese año, cuando alcanzó los 243 millones de dólares.
El éxito se debe a la mayor conciencia que tienen las poblaciones de las naciones industrializadas de que el sistema de comercio mundial es injusto y de que los pequeños agricultores y fabricantes del Sur en desarrollo deben beneficiarse directamente de las ganancias que genera su producción.
Además, el comercio justo garantiza que la producción de las mercancías respeten estándares internacionales labores y ambientales.
«Con la etiqueta de comercio justo vendemos sobre todo alimentos», explicó Overath, como bananas, piñas, cacao, café, té, azúcar, miel, arroz, vino, jugos, entre otros. Pero Transfair también vende productos de algodón, instrumentos musicales, joyas, etc.
Los productos que llevan la etiqueta de comercio justo incluyen 750 artículos diferentes, vendidos en más de 800 comercios especiales de Alemania.
El «Día de la Banana», Transfair pagó un dólar más del precio de mercado por cada cajón de ese fruto, apuntó Overtah, que se «donará a los programas educativos y de salud de las comunidades productoras».
Pero los activistas contra la globalización critican el funcionamiento del comercio justo.
Pero Transfair alega que su sistema es superior, desde el punto de vista ético, que las prácticas comerciales tradicionales.
«El comercio justo combate los problemas derivados de las prácticas de intercambio tradicionales al poner a las personas antes que a las ganancias», reza un comunicado de la empresa.
Prácticas tradicionales, explicó, son aquellas basadas sobre la maximización de las ganancias en beneficio de unos pocos y sin contemplar estándares laborales, de derechos humanos y ambientales.
También sostiene que a sus socios del Sur les ofrece «un precio justo, cooperación a largo plazo, buenas condiciones laborales, procesos de trabajo democráticos y respeto y promoción de los derechos humanos».
Para Transfair, comercio justo es una «asociación comercial basada sobre diálogo, transparencia y respeto a fin de obtener una mayor equidad en los intercambios internacionales. Contribuye al desarrollo sustentable al ofrecer mejores condiciones para los productores y trabajadores marginados así como asegura el respeto de sus derechos, en especial en el Sur».
Pero en algunos casos ocurre lo contrario, según sus detractores.
Transfair firmó un contrato de cooperación con la cadena de supermercados alemanes Lidl, acusada de vender productos de bajo precio y de violar los derechos de sus propios trabajadores.
Los productos de bajo precio son mercancías cuyo costo de venta es menor al de producción.
Además, Transfair tiene acuerdos de cooperación con corporaciones internacionales como Nestlé, acusada de explotar los recursos de agua en varias partes del mundo sin prestar atención a los derechos de las poblaciones locales ni al ambiente.
La Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y Ayuda a los Ciudadanos (Attac, por sus siglas en francés) calificó de «meramente cosmético» el acuerdo entre Transfair y Lidl.
«Por supuesto que es bueno que Lidl, por fin, reaccione a las críticas de los consumidores. Pero al mismo tiempo, como sigue vendiendo más de 1.200 productos de bajo precio, tenemos que concluir que su cooperación con Transfair es meramente cosmética», arguyó Kay Schulze, coordinador de la campaña de Attac contra esa empresa.
«Un componente fundamental del comercio justo es el respeto a los derechos de los trabajadores. Y sobre ese asunto, Lidl no ha cambiado sustancialmente su conducta», apuntó Schulze.
También se critica a Transfair su falta de transparencia y algunos de sus criterios de clasificación y su proceso de certificación de los productos que vende.
Por su parte, la portavoz de Transfair, Claudia Brueck dijo a IPS que «la cooperación con Lidl forma parte de nuestra estrategia general de ampliar el impacto del comercio justo en las tiendas de Alemania. Somos una organización que certifica productos, pero no controlamos el comportamiento de las corporaciones».
Brueck reconoció que la cooperación con organizaciones multinacionales como Nestlé es ambigua y puede simplemente considerarse como «lavado verde» de las identidades corporativas.
«Hace 10 años, el comercio justo era una idea de unos pocos», señaló Brueck, «pero ahora se convirtió en un mercado gigantesco».
«Las empresas también se dieron cuenta de que los consumidores del Norte están informados y preocupados por la situación de los países del Sur y no quieren mercancías manchadas con explotación infantil o producidas bajo condiciones ambientales y humanitarias cuestionables», añadió.
Por eso, las corporaciones cambian sus estrategias.
«Transfair vende café de organizaciones mexicanas que presionan a pequeños agricultores de lugares como (el sureño estado mexicano de) Chiapas», aseguró Jan Braunholz, especialista alemán en comercio justo quien hace poco redactó un informe al respecto.
«Por ello aumenta la oposición contra la calificación de comercio justo en Chiapas», añadió.
Desde principios de los años 90, ese estado es el escenario de la oposición de agricultores contra la globalización neoliberal y la tierra del insurgente Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Según Braunholz, una de las organizaciones certificadoras de comercio justo, la Fairtrade Labelling Organisations International (FLO), paga a los pequeños productores de café mexicanos precios muy bajos y les cobra una tarifa muy alta por su sello.
La Certificadora Mexicana de Productos y Procesos Ecológicos, Certimex, es blanco de las mismas críticas, añadió.
«FLO se acerca a grandes corporaciones nacionales o multinacionales para involucrarlas en el comercio justo», explicó. «Ese acercamiento y el alto costo para obtener un certificado empuja a los productores de café mexicanos otra vez hacia los coyotes, los intermediarios que trabajan para las grandes empresas internacionales».