Pasadas las elecciones del 7 de junio (7J), conviene hacer balance no sólo del resultado conseguido sino también de estos meses de trabajo y pensar cómo seguimos avanzando a partir de ahora. Queríamos que el 7J fuera un espaldarazo para que el 8J estuviésemos en mejores condiciones para seguir luchando contra este sistema y creo […]
Pasadas las elecciones del 7 de junio (7J), conviene hacer balance no sólo del resultado conseguido sino también de estos meses de trabajo y pensar cómo seguimos avanzando a partir de ahora. Queríamos que el 7J fuera un espaldarazo para que el 8J estuviésemos en mejores condiciones para seguir luchando contra este sistema y creo que podemos estar bastante satisfechas.
Cuando iniciamos nuestra andadura hacia las elecciones europeas en diciembre pasado, con la presentación de la candidatura y la búsqueda de las 15.000 firmas, señalamos que nuestro objetivo era empezar a dar algunos pasos, modestos pero reales, en la construcción de una alternativa anticapitalista todavía por hacer. Y hoy podemos señalar que hemos avanzado en esta dirección.
Durante todo este período, hemos insistido en que para combatir el sistema actual y transformar la sociedad era necesario, aparte de impulsar las luchas sociales, construir un referente político alternativo. La resistencia en el terreno social, aún siendo fundamental, por sí sola no basta y no podemos quedarnos tan sólo ahí. Hay que luchar en todos los campos y no podemos dejar el terreno político y electoral en manos de los partidos mayoritarios que lo monopolizan y cuyas políticas están al servicio de los intereses del capital.
No pensamos que instituciones como el Parlamento Europeo y otras sean reformables o que se puedan cambiar desde dentro, pero sí pensamos que sería muy útil la presencia de activistas anticapitalistas en su seno, para ser altavoces de las luchas, denunciar las políticas que se aplican en contra de los intereses de la mayoría de la población y obtener información para los movimientos sociales.
Pero para nosotras, plantear una candidatura anticapitalista no era algo separado de nuestro trabajo de base, sino algo complementario. Nuestro compromiso está en la intervención cotidiana en los movimientos sociales y no concebimos una acción política de izquierdas desconectada de los mismos.
La candidatura del 7J ha sido «sólo un comienzo», un primer paso para seguir avanzando en la construcción de un nuevo proyecto político. Los resultados electorales, tanto de Izquierda Anticapitalista como de otras listas alternativas como Iniciativa Internacionalista y demás, confirman lo que ya sabemos todos: el terreno electoral es difícil para la izquierda anticapitalista porque desde hace tiempo está monopolizado por los partidos de la izquierda institucionalizada.
Las dificultades materiales, organizativas, de presencia mediática, etc. hacen muy complicado poder construir una alternativa con audiencia de masas. Abrir brechas es complicado, pero poco a poco lo vamos consiguiendo. Muchas personas de izquierdas, a falta de una alternativa creíble, han preferido seguir apoyando sin convicción a los partidos tradicionales y amplios sectores han optado por quedarse en casa. Pero, al menos, hemos empezado a romper con el dilema de votar instrumentalmente por el mal menor o quedarse en la abstención escéptica o resignada. Se trata de profundizar en este camino.
En nuestra primera campaña, hemos obtenido el apoyo de 25.243 personas. A todas ellas queremos agradecerles su confianza. Es un resultado modesto pero que confirma que hay varios miles de personas que han pensado que es necesario apoyar una alternativa anticapitalista como la nuestra y que están dispuestas a dar su apoyo a nuevas opciones al margen de los partidos tradicionales. No está mal para empezar.
Ahora tenemos el reto de utilizar los resultados del 7J y toda la labor realizada para divulgar y difundir planteamientos anticapitalistas, para seguir avanzando en la construcción de una alternativa. El gran desafío que tenemos por delante es articular un referente político atractivo para sindicalistas combativos y activistas sociales, desengañados o desconfiados en cuanto a la organización política. Una izquierda política que sea leal con las luchas y movimientos sociales, que pueda ser apoyada pero también controlada por ellos
Esto requerirá la confluencia de colectivos y gentes diversas y la suma de muchas voluntades, cuyas vías habrá que explorar e inventar. No hay fórmulas mágicas para ello, ni modelos exportables, ni manual de instrucciones para llegar a buen puerto. Pero sabemos que hoy estamos en mejores condiciones para avanzar en la buena dirección y que todo el trabajo y el esfuerzo de estos meses ha merecido la pena.
Porque, como hemos señalado durante toda esta campaña, para que otro mundo sea posible, otra izquierda hoy es imprescindible.