Barroso anticipó ayer, por sorpresa, el reparto de carteras de los nuevos comisarios. Confirmó los rumores y dejó las dos principales carteras económicas, Competencia y Asuntos Económicos y Monetarios, fuera del control directo de París, Berlín y Londres. Almunia y Rehn son sus dos lugartenientes, lo que ha provocado duras críticas a Merkel en Alemania.
Tras la designación por los estados de sus candidatos al segundo equipo de Durao Barroso, todas las previsiones apuntaban a que el portugués anunciaría su equipo la próxima semana. Sin embargo, la presión incesante de los estados, especialmente en los medios de comunicación, le ha obligado a zanjar las especulaciones antes de los previsto. Barroso anunció ayer qué Dirección General asumirá cada comisario designado.
Destacan dos nombres, que reflejan la intención de Barroso en el reparto: Olli Rehn, que pasa de dirigir la cartera de Ampliación a la de Asuntos Económicos y Monetarios (lo que ha molestado a los diputados europeos conservadores alemanes), y Joaquín Almunia, que cede su anterior responsabilidad a Rehn y consigue la de Competencia. La tercera Dirección General en importancia en este ámbito, la de Mercado Interior, queda finalmente para el francés Michel Barnier, tras una larga llamada de última hora del mismísimo Nicolas Sarkozy a Barroso. Pero éste se guardaba un as bajo la manga. Durao Barroso ha dejado los servicios financieros en la cartera de Mercado Interior, con lo que ata en corto a Barnier frente a la City londinense, que es donde están concentrados los servicios financieros europeos y que no quería que ese capítulo quedara en manos de París. Así, Barnier tendrá que frenarse para no irritar a Londres y no le quedará otro remedio que cumplir el encargo de Barroso de «profundizar el mercado interior en todas sus dimensiones», incluyendo el de los servicios financieros, para los cuales no hay aún un mercado único. Es un modo de decirle a Sarkozy que su comisario tendrá que continuar con la liberalización del mercado europeo, cuando es bien sabido que el presidente francés pretendía imponer una mayor regulación del sector financiero, algo que la City londinense no quiere.
Pero la clave de este reparto de «ministerios» no es tanto su cabeza visible, el comisario o comisaria de turno, sino el director general que controlará de verdad la cartera. Cada comisario tiene una dirección general, un enorme equipo a su servicio, y es el director general de ese «ministerio» el verdadero hombre o mujer fuerte del mismo. Y a Barnier Barroso le ha impuesto un británico como director general: Jonathan Fall.
Esto significa que los lugartenientes de Barroso son el finlandés y el español, dos políticos leales a Barroso. Parece obvio que Berlín, París y Londres no habrán tenido problemas en recompensar la actitud de Zapatero en el último Consejo Europeo al servicio de los tres «grandes». Tan obvio como que, aunque oficialmente sea prerrogativa suya, no es sólo Barroso quien decide el reparto de carteras.
Quien más parece haber cedido es Merkel, aunque ella asegura que la Dirección General de Energía es más estratégica de lo que algunos creen, porque parte de las relaciones con Rusia se juegan en este terreno, y este es un tema fundamental. Pero la palabra «decepcionante» fue ayer la más usada en Berlín. Y es que a las críticas por la elección de Rehn para Asuntos Económicos y Monetarios se suma la inquietud por la presencia de Almunia en Competencia, una cartera con contenciosos abiertos con muchas empresas alemanas. Un grupo de presión alemán en Bruselas reaccionó con la siguiente expresión a este reparto de comisarios: «¡Ay!».
El lector habrá notado que aludimos sin cesar a los estados, cuando se supone que la Comisión es independiente; pero esto es más teoría que realidad. La tutela de los «grandes» es evidente, y Barroso nunca ha demostrado ser capaz de eludirla.